Cuando se nos marcha un amigo (When a friend departs)

Cuando se nos marcha un amigo

Despertó el sol cierta mañana de otoño, pálido y tenue. Despertó repartiendo delicados guiños de luz a su alrededor como queriendo juguetear inquieto con la mirada de los hombres. Despertó niño

Despertó a la luz, tan perfilada, que si ésta hubiera tenido la facultad de articular palabras, habrían sido percibidas por mis oídos como un cadencioso susurro de ternura. Despertaba yo, satisfecho, ante la temprana visita del sol.

Me dirigí hacia afuera con la euforia de la vida en los sentidos, que andaban a mi lado, trotando, dando pequeños saltitos de júbilo.

El sol desde lo alto sonreía complacido de saberse dueño de mi alegría ¡Cuán gracioso amigo me entregaba su sonrisa!

En el inevitable éxodo del tiempo llegó la noche y sumergida en su espesura la luna, sensual abanderada de lo desconocido.

La luna se me antojó hermosa, demasiado hermosa para desairarla con la inercia del sueño. Compartí con ella mis más íntimos anhelos ante la mirada enternecida de los astros que espiaban nuestra dicha desde el firmamento.

Mas cuando las oscuras horas comenzaron a adentrarse en la profundidad de su jornada se apoderó de mí un extraño temor. ¡Añoré, entonces, la luz!

A la llegada del alba, cuando la nieve del otoño comenzaba a caer lentamente sobre la vastedad descubierta de la Tierra, comprendí con tristeza que el sol había decidido ocultar su rostro tras el acerado cielo.

Esta historia fue escrita una mañana gris cuando se nos ha marchado un amigo, y echamos de menos sus tenues guiños de luz.

When a friend departs

(English translation by Dr. Sonia Ramírez Wohlmuth)

The sun awoke, warn and tenuous, a certain autumn morning. It awoke dispersing delicate glimmers of light from side to side as if wanting to engage, playfully, the gaze of man. It awoke as a child.

It awoke to a glow so perfect, that having the gift of speech, it would have been perceived as a cadent whisper of tenderness by my ears. I was awaking, satisified, to the early morning arrival of the sun.

I went outside with the euphoria of life filling my senses, which accompanied me, trotting at my side, skipping with joy.

From the heights the sun smiled knowing itself to be the master of my happiness. What a gracious friend who would offer me his smile.

With the inevitable march of time came the night and submerged in its darkness the moon, sensual standard bearer of the unknown.

The beautiful moon lured me, too beautiful to affront her with the inertia of sleep. Before the tender gaze of the stars that observed our happiness from the firmament I shared with her my most intimate yearnings.

But when the dark hours began to immerse themselves in the depths of their journey a strange terror took hold of me. I yearned for the light.

At daybreak when the snow of autumn was falling slowly on the exposed vastness of the earth I came to understand with sadness that the sun had decided to hide its face behind the steely sky.

This story was written one grey morning when a friend departed and we miss his tenuous glimmers of light.