La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

miércoles, 30 de octubre de 2019

La Peri -A. Alonso - J. Esquivel (Pas de Deux) (1985).Ballet Classic

Una última prolongada ovación a la Giselle eterna

Alicia Alonso en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 29 de septiembre de 1977. Foto: Louis Peres. 

Por Leonardo Venta

“… Daniel Lesur, administrador de la Ópera [de París], se acercó a nuestra gran bailarina: ‘Alicia –le dijo– desde hacía mucho tiempo, desde el siglo pasado, Giselle era una pieza de museo, una cosa muerta. Usted con su genio, la ha revivido, nos la ha restituido. Gracias a usted la vimos esta noche como hubiese querido verla Théophile Gautier’. Creo que nada tendría yo que añadir a estas palabras”.
 Fragmento de la crónica “Como hubiese querido verla Théophile Gautier”, Alejo Carpentier


            El jueves, 17 de octubre de 2019, alrededor de las 11 de la mañana, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo –dicho de una manera más sucinta, Alicia Alonso o la Giselle eterna– falleció a los 98 años en el habanero Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ) debido a un fallo cardíaco..
            El sábado, desde las 9 de la mañana, miles de personas acudieron a rendir un último tributo a la prima ballerina assoluta en el Gran Teatro que lleva su nombre en la capital cubana.
            Ubicado en el centro del vestíbulo, su ataúd fue cubierto con una nívea tela de encaje y flores del mismo color, como símbolo de pureza y del llamado ballet romántico al que pertenece su icónica interpretación del etéreo personaje de Giselle en el segundo acto. Había además vivaces arreglos florales –significando, quizá, su gran estima a una existencia que presagiara alcanzaría los 200 años– diseminados por la escalinata de mármol coronada por una enorme bandera cubana
            Cuatro fotografías suyas de gran formato parecerían contemplar con serena aprobación a dos hileras de jovencitos de la Escuela Nacional de Ballet que custodiaban con solemnidad el féretro, mientras una orquesta en vivo ejecutaba en la planta alta piezas como el "Ave María" (Schubert), "La bella Cubana" (José White), el Intermezzo de "Cavalleria rusticana" (Mascagni) y selecciones de "El lago de los cisnes" (Chaikovski) y "Giselle" (Adams), bajo cuyos compases y una prolongada emotiva ovación, sacudida con gritos de "Bravo, Alicia" y "Única", partía en una tarde gris del amado teatro hacia el panteón familiar en la Necrópolis de Cristóbal Colón.
            Ya en el cementerio, continuaron los aplausos y los “¡Bravo, Alicia!”, para sosegarse momentáneamente con el designio de escuchar las palabras de despedida del duelo por Eusebio Leal. “Dichosa tú, que al entrar en este descanso, en ese provisorio silencio de sombras, te libras de ellas por la grandeza de tu voluntad férrea, tantas veces demostrada (…) la muerte se convierte en un carro de gloria para los que han alcanzado como tú la fama y el amor de un pueblo", se le escuchó decir al conmovido e inspirado historiador de La Habana, amigo entrañable de la gran bailarina.                                                                                                                                                      José Lezama Lima dijo sobre nuestra Giselle eterna en 1949: “Una bailarina como Alicia Alonso nos comprueba que existen entre nosotros miríadas de irisaciones, de metáforas, de reflejos, de ideas, de nacimientos y presagios, que pueden tener momentáneamente una evidencia, alcanzando forma y esplendor al ser danzados”.            
         “Cuando baila en París –escribe Lezama en Fiesta de Alicia Alonso– nos hace recordar una de las más grandes épocas del ballet, y soñamos que desde un palco la contemplan Proust, Matisse o Braque. Si algún día Alicia Alonso se decidiese a mostrar la historia de sus gestos, de sus movimientos, qué deliciosa novela proustina no tendríamos”.
         Expresa el poeta y crítico cubano Gastón Baquero, a raíz de una interpretación de Giselle, protagonizada por la Alonso en el Teatro Monumental de Madrid: “… lo único que se me ocurre es parodiar una frase de mi querido Raymond Chandler, y decir: es una bailarina, una bailarina capaz de hacer que un obispo rompa a pedradas una vidriera para mirar por un agujero”.
        Leemos en "Saludo y homenaje a Alicia Alonso", de Eliseo Diego, uno de los representantes más notables del grupo Orígenes: “Siempre te vi volar toda ya un hada, / cisne, paloma y mil y más criaturas, / tramando tus divinas aventuras / sobre el borde insaciable de la nada”.
       La investigadora literaria y poetisa Fina García Marruz en su “Alicia Alonso en el país de la danza”, dice: “A las verdaderas danzarinas se las reconoce tanto por su identificación con la gracia más natural y ondulante como por su modo de incorporar al movimiento la quietud y convertir el reposo también en algo danzario, en un secreto del movimiento. Cuando Alicia, después de un prodigioso giro, reposa, toda su figura alcanza una peculiar plenitud. La diestra bailarina puede imitar sus giros de mariposa en la luz, pero no la difícil madurez de su gracia en el reposo”. 
       Cintio Vitier, la gran figura de la crítica erudita cubana –en ocasión del develamiento de una placa conmemorativa en el Gran Teatro de La Habana, el 2 de noviembre de 1998, en la gala realizada el día del quincuagésimo aniversario del debut de Alicia en el personaje que inmortalizara–, afirma: “Por ella Giselle se convirtió en una muchacha cubana bailando sola en el patio de su casa el misterio unitivo de las islas, el hechizo de la Isla más entrañable y herida; el patio cubano se convirtió en escenario universal; todas las muchachas cubanas se alzaron con Giselle hasta el patio de la gloria. De la gloria sencilla, la gloria amorosa de todos, la gloria cubana, por cuya gracia le damos gracias, Alicia señora nuestra”. Afirma, el mismo Vitier, en la revista Cuba en el Ballet, los números de enero-agosto de 1997: “El secreto de las nueve Musas es que son, o pueden ser, una sola. Esto no lo aprendimos en ningún tratado antiguo ni moderno sino viendo bailar a Alicia Alonso”.
      Quien escribe esta nota –desde su insomne plañidero teclado, sobrecogido por la nostalgia del Gran Teatro de La Habana y la solemnidad misteriosa del lezamiano tokonoma de Zapata y Calle 12– le ofrece también una última prolongada ovación de pie a la Giselle eterna.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Exitoso debut en Tampa de la obra teatral “Sonia flew (Sonia voló)”

En la primera fila, de izq. a der.: Joie Marsh, Fralia Colón y Paul Crane. En la segunda fila, en el mismo orden: Jim Bowe, Jessica Watzman y Drew Eberhard.


Por Leonardo Venta

"Esta historia –escrita con brillantez por Melinda López– nos presenta los sacrificios que una familia realiza por alcanzar la libertad. También aborda las consecuencias y el tormento de no poder perdonar. Al mismo tiempo, trae conciencia sobre la Operación Pedro Pan, un acto benévolo pero arriesgado que ayudó a muchas personas. Sin embargo, separó a las familias; algunos lograron el rencuentro, lamentablemente otros no. Por todas esas razones ha sido para mí un gran honor servir como directora para contar una historia tan poderosa".  Melody Craven

            El pasado jueves, 3 de octubre fue el exitoso debut en Tampa de la obra teatral “Sonia flew (Sonia voló)” –de la muy reconocida actriz, dramaturga y educadora cubanoamericana Melinda López–,  escenificada por la compañía teatral Powerstories Theatre of Tampa Bay, bajo la acertada dirección artística de Melody Croven y el admirable trabajo grupal de seis integrantes de un elenco con la capacidad de asumir cada cual dos complejos roles totalmente diferentes.
            Cuando Sonia –Fralia Colón– se entera de que su hijo Zak –Drew Eberhard–  decide abandonar los estudios para inscribirse en el ejército y luchar contra el terrorismo en Afganistán, semanas después de los fatídicos ataques terroristas el 11 de septiembre de 2001 al neoyorquino World Trade Center y al washingtoniano Pentágono, los recuerdos de su propia infancia terminan por agudizarle un latente trastorno nervioso.
            Siendo apenas una niña, Sonia se vio obligada a abandonar Cuba hacia Estados Unidos, como parte de un éxodo conocido como Operación Pedro Pan, que involucró a alrededor de 14 mil niños cubanos cuyos padres intentaban evitar a toda costa el adoctrinamiento a sus hijos con la ideología comunista que trajo consigo la revolución cubana, en una operación que se inició el 26 de diciembre de 1960 y se prolongó hasta 1962.
            El complejo personaje de Sonia –matizado por sus monólogos interiores, bruscas transiciones anímicas, conflictos culturales y de desarraigo, así como regresiones en el espacio y el tiempo– afronta la pérdida del país que le vio nacer, de sus padres y –en su suelo adoptivo– la de sus propios hijos. Inmersa en este turbio ciclo, intenta superar la culpabilidad y el resentimiento que le perturban.
            Es justo recalcar el loable trabajo del reducido pero talentoso elenco Fraila Colón (Sonia/Marta, la sirvienta y amiga de la familia); Jessica Watzman (Jen, la hija de Sonia, y la propia Sonia cuando joven); Joie Marsh (Nina, una soldado en una escena militar en Afganistán/Pilar, una madre que atraviesa el mar en busca de su hija); Jim Bowe (como Daniel, el esposo judío de Sonia, y Tito, el vecino que opera para el gobierno cubano); Paul Crane (como Sam, el suegro judío de Sonia, y Orfeo, el padre cubano de Sonia); Drew Eberhard (Zak/José, el primer amor de Sonia)–, todos lograron superar el desafío de desdoblarse en dos bien delineados caracteres.
            Melody Craven, en su desempeño como directora, consiguió impresionarnos de manera favorable –muy bien respaldada por la trouppe que tuteló– con la minuciosa fidelidad creativa con que honra la propuesta del libreto, el cual despereza una etapa histórica trascendental en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, reflejando, a través de inflexiones colmadas de poesía escénica, la conmoción que indujo en la vida íntima de muchos hombres y mujeres, para catalizar, en última instancia, el milagro de la comunicación actor-espectador, que conllevó, en mi caso, la presencia de las siempre catárticas lágrimas aunadas a la ovación final, como genuino distintivo de una excelente obra.
            Luego de finalizada la puesta en escena, conversamos con Fraila Colón. Al preguntarle qué significación ha tenido para ella el haber encarnado el personaje protagónico, nos respondió: “Fue un reto, no sólo porque es mi primera obra, sino porque no conocía sobre la Operación Pedro Pan. Tuve que investigar y revisar documentales en línea. Como hija de un militar y, ahora, en mi rol de madre, empleé en mi caracterización las mismas emociones que sentía cuando mi padre tenía que irse para una operación militar. Como era muy joven, no podía entender el porqué, pero siempre eran despedidas muy difíciles y tristes”.
            “Sonia voló” –que no ha dejado de recibir reconocimientos desde que se estrenara en el bostoniano Teatro Huntington, en 2004– se presenta hasta el 20 de octubre, jueves a sábado a las 8 p.m., y el domingo a las 2 de la tarde, en Powerstories Theatre, ubicado en el 2105 West Kennedy Blvd., Tampa, Florida 33606.