La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

martes, 31 de mayo de 2011

Broadway en Tampa





Mary González con integrantes del elenco del Teatro Lírico de Tampa en ``Hello, Dolly''
Foto cortesía de SLT Productions

Por Leonardo Venta

El pasado 21 de mayo, asistimos al espectáculo “Fair Ladies of Brodway” que el Teatro Lírico de Tampa ofreciera en honor a legendarios caracteres femeninos del tipo de género escénico estadounidense que toma el nombre de la calle de Manhattan con mayor concentración de edificios teatrales.

El show dio aliento a personajes escénicos como Eliza Doolittle, del musical “My Fair Lady”; Dolly Levi, de la comedia “Hello, Dolly”; la excéntrica bohemia tía Mame Dennis; así como la Annie Oakley de “Annie Get Your Gun”, entre otros, para cerrar con un dinámico final al compás de “La Reina danzante” de ABBA del musical “Mamma Mia”.

Es la primera vez que el Teatro Lírico – que este otoño celebrará su quincuagésimo segundo aniversario – hace varietés en inglés, pues siempre las ha realizado en español. Las funciones del pasado fin de semana – hubo además una matinée el domingo 22 – contaron con selecciones de múltiples compositores, así como variados temas y ritmos.

La agrupación musical que dirige el pianista y arreglista Steve MacColley acompañó acertadamente a los artistas que formaron parte de un extenso y ameno programa dividido en dos partes. Asimismo, el trabajo coreográfico de Rachel Lindstrom y sus asistentes Amy C. di Mirinas y Rolando Pérez Milián – quien al mismo tiempo asistió a René González en la dirección general – fue meritorio.

González, director general y fundador de la compañía, en el rol del “gentelmen” británico Henry Higgins de la producción “My Fair Lady”, interpretó con pericia “Me he acostumbrado a tu cara”, al descubrir que su afecto hacia una rústica vendedora de flores que ha transformado en discípula sobrepasa los límites previstos.

Entre los artistas que trabajaron por primera vez en una producción del Lírico de Tampa figuró Tracy Crews, con “Pequeñas niñas” de “Annie”, y "No puedo decir que no" de "Oklahoma!", rol, este último, que desempeñó con sencilla coqueta jocosidad.

Lisa Negrón ejecutó la difícil y chistosa pieza “Cancelo mi boda” del musical “Compañía”. Según René González, con quien convenimos, fue uno de los números más difíciles del programa, por los numerosos y abruptos cambios de tiempo; al igual que “Mama’s Turn” del musical “Gipsy”, en la interpretación de Mary González, rigurosa prueba de intenso ejercicio de dotes actorales propias de actrices de carácter, admirable ascendente patrón que advertimos en cada presentación de la González.

La simpática Kristin Corpuz, nueva anexión al Lírico, cantó y bailó admirablemente; Courtney Pruden hizo despliegue de sus excelentes habilidades danzarias, determinadas por elegantes extensiones, movimientos armónicos y flexibles, además de demostrar favorables habilidades para el canto.

Josh Gilmore, que interpretó “Dulcinea" del musical “El hombre de la Mancha”, “En la calle donde tú vives”, de “My Fair Lady”, así como, en un muy armónico dúo con Michael Buck, “Mujeres bonitas”, de “Sweeny Todd”, originó también expresiones de aprobación. La joven Amanda Buck, que comenzó con el Lírico cuando apenas contaba diez años, arrancó merecidos aplausos con su interpretación de “Me siento bonita” de “West Side Story”.

De gentil disposición, Tom Bronson, que también estaba de estreno con esta quincuagenaria compañía, interpretó “A woman in love” de “Guys & Dolls” junto a Courtney Pruden, como bailarina, en uno de los momentos más seductores de la velada; Bronson además brilló al interpretar “Shiksa Goddess”, del musical “Los últimos cinco años”, dificultoso monólogo musical saturado de reflexivas emociones.

Aplaudimos la naturalmente afable proyección escénica y melodioso timbre de Linda Muley Switzer, soprano regular de la compañía, que interpretó “Vilia” de “La viuda alegre” de Franz Lehar y “María” de “Sound of Music”; disfrutamos además del fino bordado sonoro-escénico de Armando Hernández en “Johanna” de “Sweeny Tod”; así como del ímpetu juvenil de Erinn Botz en “Broadway Baby” de “Follies”.

Finalizado el espectáculo, confirmamos el notorio tenaz optimismo de René González, mientras nos anunciaba su próximo proyecto: “All That Jazz”, a realizarse en un centro nocturno de Ybor, un show al estilo cabaret que explora los años 20 y 30 del pasado siglo, época en que reinaba el hampa, la prohibición y, obviamente, el jazz.

Mylene Farmer - Redonne Moi (subtitulado en español)

lunes, 30 de mayo de 2011

Mortuorio capricho literario (Prosa poética)

Girolamo Francesco Maria Mazzola (1503-1540), conocido como el Parmigianino, "Madonna dal collo lungo", 1535, Firenze, Uffizi, presunto retrato de Paola Gonzaga

Por Leonardo Venta

Se me antoja devolverme una diminuta alegría de terminal de ómnibus habanera, sin boletos, sin bolero de sensual abrazo acosado de tórridas miradas, sin bostezos de doctos jueces que ausculten mis inescrupulosas endémicas flaquezas…

Os asombraré con el repaso prestidigitado de pañales que excreto sobre incorpóreo légamo: oráculo para cercenados trapistas, escarabajos teólogos, amargadas beatas, postizos frailes, pastores rapaces e insospechados eruditos plagiadores, asidos a ingrávidos almohadones de lava radiactiva en múltiple repulsivo ósculo de máscaras antigases.

Con estos brazos míos invidentes tantearé la lánguida sombra de Charlotte Brontë, que me ignora mientras se divierte con Baudelaire en bendito saltarín virulento juego, de bóveda en bóveda, en el tokonoma de Zapata y Calle 12 donde ansío repatriarme.

Antes, en hesicástico ritmo, me adentraré de madrugada en el lucífugo tercer piso de licaria capilla, para intercambiar con Alberto Olaya, en barroco rito mortuorio, vacías elocuentes sentencias ajedrecísticas.

Ya en el subterráneo jardín de tan fosco recinto, con el temblor de miedo de Baudelaire, chatearé frugalmente con Plutón mientras me embriago junto a Tonio Kröger de alienante zumo de granada en el vértice girador de un suspiro de Mann.

Me encasquetaré, entonces, en descuidado travesti masculino gesto, proserpiniana peluca, nada incómoda a mis balzanianas ilusiones perdidas.
Mayo 27, 2011


El subjetivo tiempo...


Por Leonardo Venta

No hay nada más preciado que el tiempo, suele decirse. Nos obsesionamos con su inevitable e incierto compás. “Todas las horas hieren, la última mata”, afirma un proverbio latino. También escuchamos expresiones como “tu hora ha pasado (llegado)”, “estás a tiempo”, “es ya tarde”, o “dale tiempo al tiempo”. Meditando sobre este tema, Marcel Proust, el famoso escritor francés, escribió su célebre novela En busca del tiempo perdido, en la que los sentidos se lanzan al rescate del pasado.


El tiempo que medimos nunca se detiene, sin bien existe otro subjetivo que parece no someterse al mismo rigor. Apreciamos este último, por ejemplo, en esos instantes trascendentales en que todo parece quedar suspendido de un inenarrable hilillo mágico. El tiempo añade o resta significación a la existencia, según sea la experiencia vivida. Es el ladrón que devora el presente. De la misma forma, puede ser el sujeto, o la heroína encantada, que intentamos redimir.


Somos esclavos del tiempo. Consultamos relojes, cumplimos horarios, concertamos citas y hacemos planes sobre calendarios que encandilan un aleatorio futuro. Se escribe la historia rememorando el ayer. Se vive el presente en el afán de administrar el tiempo, aprovecharlo, emplearlo satisfactoriamente. No obstante, esta magnitud física con que computamos la secuencia de nuestras experiencias siempre parece llevarnos la delantera.

Casi todos coinciden en la necesidad de programar el tiempo, estableciendo procedimientos que armonicen con metas propicias. Sin embargo, dicha planificación conspira en cierto sentido contra la espontaneidad. Es saludable establecer planes, siempre que estos no nos sustraigan de las armónicamente deleitables y menospreciadas rutinas básicas.

Debemos programar nuestro espacio, pero igualmente experimentar con regocijo los privilegios de nuestra naturaleza humana, con todas sus emociones insertadas. Conozco de personas que son incapaces de perder su “preciado” tiempo con aquellos, o en aquello, no comprendido dentro del perímetro de sus prioridades; y así, un tanto por prioritario egoísmo, dejamos de saborear la vida.

¿En qué radica el éxito, la realización personal plena? ¿En alcanzar metas, frutos del tiempo bien planificado y puesto en efecto? Debemos confesar que el tiempo que suele llamarse perdido, es decir, el no utilizado en conseguir fines, muchas veces es el que más se asemeja a esa entidad abstracta llamada felicidad. Debe existir un balance entre la ociosidad y el trabajo.

El libro bíblico “Eclesiastés” habla de la existencia de un tiempo para todo. “Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado (…)”. También se refiere a lo amargo de lo obtenido con aflicción de espíritu, es decir, con sobrado esfuerzo, comparado con lo que se adquiere con contentamiento: “Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu”.

El tiempo debe emplearse en lo que realmente nos importa. Sin embargo, debemos centrarnos en principios que vayan más allá de nuestro egoísmo, así como disfrutar la vida en la esencia de su grandiosa simpleza. Es justo admitir que el tiempo es irreversible, pero a su vez es nuestro mientras lo transitamos.

El filósofo francés Henri Bergson, Premio Nobel de Literatura 1927, propone la existencia de dos tiempos; uno, uniforme, objetivo y perpetuo, que padecemos en nuestros relojes y calendarios; otro, el único verdadero, aquel que existe en lo íntimo de nuestro ser.

Eh ahí que el tiempo en su denotación subjetiva no tenga edad; envejecemos en la medida que nuestro espíritu envejece. Este tiempo, al que se refiere Bergson, es determinado por nuestra libertad de sentir. O sea, somos lo que nos sentimos. No dejemos, pues, que el paso de los años aniquile nuestra facultad de amar y soñar.

Cuba, moi et la nostalgie

martes, 24 de mayo de 2011

Falete S O S



Ven a borrarme los fracasos de mi mente,
ven a llenarme de caricias diferentes,
ven a sacarme de este pozo de amargura
donde me encuentro yo...

Y dame el agua de tu fuente cristalina,
y dame el beso que sin darse se adivina,
que estoy sediento de cariño sin medida,
"cansao" de dar amor.

De volar siempre buscando una fantasía,
de nido en nido como paloma "perdía".
Estoy "cansao" de secretos y mentiras
buscando un gran amor…
que sea capaz de enamorarme cada día,
velar mi sueño mientras que duerme mi
vida, mirarme siempre con la mirada
encendía, igual que miro yo...

Dame tu mano sin temor a equivocarte,
si tú me entiendes yo nunca quise engañarte,
dame las cosas que nunca supieron darme.
Te llenaré de amor...

Y no hagas caso de lo que diga la gente,
tienen envidia porque yo amo libremente,
porque mi amor es como un pájaro silvestre, no se puede enjaular....

Y vuela siempre buscando la fantasía,
de nido en nido como paloma "perdía",
está "cansao" de secretos y mentiras
buscando un gran amor…
Que sea capaz de enamorarme cada día
Velar mi sueño mientras que duerme mi
vida,
mirarme siempre con la mirada encendía,
igual que miro yo....

sábado, 21 de mayo de 2011

“El sueño de Nieser Zambrana”

Nieser Zambrana, minutos después de su debut escénico en Estados Unidos, el 14 de mayo de 2011, a la salida del Straz Center for the Performing Arts en Tampa. Fotógrafo: Dr. Damon Lazzara.

Por Leonardo Venta

¿Cómo te sentiste en el escenario?, fue la inevitable instintiva pregunta que le formulé a Nieser Zambrana, que en diciembre de 2010 abandonara las filas del Ballet Nacional de Cuba en una gira por Canadá, y el pasado sábado, 14 de mayo, hizo su debut en Estados Unidos en la sala Fergunson del Straz Center for the Performing Arts en Tampa.

Luego de consumar la interpretación de Puck – el divertido travieso duendecillo shakesperiano al servicio de Oberón, el rey de las hadas –, lo redescubrí transformado en sencillo joven, cuando con ansiedad abordé a este bailarín de sólo 21 años a la salida del teatro. “Me enfoqué en mi personaje; no pensé en lo demás”, me dijo.

¿Qué querría decirme con lo demás? No quise insistir en sospechadas proscritas punzadas, pero, como si leyese mis pensamientos, me aclaró con sosegada tristeza: “Ha sido difícil para mí dejar en Cuba a mi madre, a mi padre, a mi único hermano – que no es bailarín sino pelotero –. La vaguedad en sus expresivos ojos contrastaba en mi mente con el risueño centelleo de la mirada de Puck sobre el escenario.

Luego, insistió en su agradecimiento a Peter Stark, director artístico del "Next Generation Ballet" del Conservatorio Patel. “Fue el primero en abrirme las puertas”, reiteraba con cadencioso acento cubano. "El 12 de diciembre de 2010 llegué a Estados Unidos, y ya en enero estaba tomando clases en Patel", agregó.

Registró un inexplicable involuntario rictus al evocar su última actuación en el XXII Festival Internacional de Ballet de La Habana, que se celebró entre octubre y noviembre de 2010. Seguidamente, su mirada remontó nuevas latitudes al preguntarle sobre el neoclásico “Sueño de una noche de verano”, coreografía que no forma parte del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, y cuyo personaje duende aprendió en sólo quince días.

Me confesó, además, que en agosto pasará a integrar las huestes del Ballet de Orlando, algo que ya había anunciado Peter Stark, bajo un torrencial de aplausos, al comenzar la función. Le pregunté si Robert Hill todavía dirigía dicha “troupe’ floridana, de la que tomó mando artístico en 2009, en sustitución de Bruce Marks.

Inconscientemente pensé, con tristeza, en noviembre de 2005, en la prematura muerte de Fernando Bujones, “el mejor bailarín norteamericano de su generación”, según Anna Kisselgoff, y en su desempeño como director artístico del Ballet de Orlando a partir del año 2000 durante los últimos cinco años de su troncada existencia.

Llegaron las obligadas preguntas sobre quiénes eran sus ídolos danzarios. Nieser no vaciló al mencionar a “sus cubanos” José Manuel Carreño y Carlos Acosta, bailarines principales del American Ballet Theatre y el Royal Ballet de Londres, respectivamente.

Quise adentrarlo en la disyuntiva ‘clásica – contemporánea’, y, satisfecho, lo vi parpadear futuro, al confesarme que su rol preferido es el del Duque Albrecht, protagónico del romántico "Giselle". Luego deslizó un gustativo 'pero': “Aunque me gustan los ballets clásicos, me agradaría experimentar con diferentes estilos, como el neoclásico y el contemporáneo”.

Departimos sobre su tío Reyneris Reyes, primer bailarín del Miami City Ballet – compañía que dirige el balanchiniano Edward Villella por casi tres décadas –; además, acerca del episodio en que Reyes le diera órdenes telefónicas desde Miami al chofer de un taxi de trasladar a Nieser de Canadá a Búfalo, Nueva York, para permitirle exhalar así su primer resuello estadounidense.

Ivonne Lemus, profesora de ballet del Conservatorio Patel, fue el justo empalme entre Nieser y Peter Stark. Le mencionó a Stark la necesidad que tenía su sobrino político de entrenarse regularmente. Stark le permitió asistir a las clases, y cuando lo vio bailar por primera vez, la llamó por teléfono para colmarlo de merecidos elogios y manifestarle su interés en que bailara "Sueño de una noche de verano".

Así Zambrana pasó a formar parte de la magia de la versión coreografiada del ballet de tema shakespereano realizada por el recientemente fallecido Richard Cook, más concisa que la creada por el célebre George Balanchine en los años sesenta, con un dinamismo, fluidez y elaboración de figuras geométricas del cuerpo de baile análogos al balanchiniano, así como el acentuado carácter atlético de los pasos de bailarines y bailarinas.

A la postre, Nieser y algunos testigos de su velada de estreno, que decidieron acompañarlo a la salida del teatro, me confirieron un hasta pronto en el batir de brazos-penachos de palmas. Sus siluetas, tras los abstraídos pasos con que me alejaba, se fundían con tenues frases, cadenciosos susurros danzarios que aún percibo, y a los que mi memoria se aúna como designio de buen augurio: “lo hiciste muy bien”, “sigue esforzándote”, “dedícate al trabajo con entereza”, “crece como bailarín, sobre todo artísticamente”.


martes, 17 de mayo de 2011


presents

MARCELO WONG

Working mostly with steel and stone, the award-winning Peruvian sculptor cites Botero as one of his greatest influences and finds inspiration in everyday life. Wong’s work reflects aspects of the mundane and establishes a sense of immediacy with the spectator. He has participated in a numerous exhibitions worldwide and his sculptures have traveled to Iran, Germany, Brazil, and Argentina as well as many cities in the United States.







During an interview Wong says: "Now, every time ideas come up, I try to make every new piece have a relation with a previous work of mine, without the pressure that it always has to be different. I find originality isn’t necessarily that — being different — but rather seeing in every detail, there’s a new element to find."

For more information on the artwork please visit: http://www.oxenbergart.com/

OXENBERG FINE ART LLC.
2730 SW 3rd. Avenue, Suite 303, Miami, Fl 33129
p.305 854 7104
f. 305 854 7106
gallery@oxenbergart.com
www.oxenbergart.com

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Cuál es tu joya favorita del Ballet Nacional de Cuba?


"(...) la suave y sonriente Mirta Plá con su magnífica serenidad”, “el bel canto de la danza”, como la calificara el crítico británico Arnold Haskell, aparece en este video junto a Jorge Esquivel, interpretando el "Pas de Deux Classique", precisamente en el Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria, en su primera edición de 1964, considerado como las olimpiadas de la danza clásica, y que le valiera la Medalla de Plata, y, a su vez, el primer galardón de esta índole, entre muchos otros que le proceden, obtenido por una bailarina o bailarín de origen cubano.



La incomparable Josefina Méndez, simplemente Yuyi para sus seguidores y amigos, y “bella reina dignamente soberbia de la tragedia”, para Haskell.



La virtuosísima y briosa Aurora Bosch, con 44 años de edad, interpreta una excepcional Odile, junto a José Luis Zamorano y el resto de la 'troupe' del BNC, en la capital del ballet de América Latina.



Loipa Araújo, la bailarina cubana que quiza se alejó más de la tradición clásica, un perfil tan particular del Ballet Nacional de Cuba, aquí aparece interpretando un clásico del ballet romántico: el Preludio de "Las sílfides", a mi juicio, su más preciosamente elaborado papel blanco.

sábado, 14 de mayo de 2011

Oficiando como escudero (IV)


Por Leonardo Venta

Don Quijote, su caballo Rocinante, mi jumento y yo – en pelota y temeroso de la Santa Hermandad, probablemente, el primer cuerpo policial europeo –, bajo la arremetida de cuantiosas piedras lanzadas por los ingratos galeotes (forzados remadores en las galeras) que mi amo hubo liberado, y cuyas manos no se daban a abasto para arrojarlas sobre nosotros, nos entramos por una parte de Sierra Morena, que allí junto estaba, para no ser hallados por la Hermandad si nos buscase. “Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndoles aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba”.

Ya adentrados en Sierra Morena, la imagen del enloquecido Cardenio, salvaje criatura trastornada por los influjos del deseo, se pasea ante nuestros ojos brincando de peña en peña. Su prototipo, sin lugar a duda, es el encantador Merlín, cuya locura lo extirpa del espacio natural, para refugiar su perturbación en el bosque de Caledonia. El mismo Michel Foucault, ese chiflado brillante filósofo suicida francés del siglo XX, sostiene que el loco “tiene su verdad y su patria sólo en esa extensión estéril entre dos países que no puede ser suya”. Tanto Cardenio como don Quijote habitan dicha incomprendida extensión, que, a mi simple juicio, no necesariamente tiene que ser estéril, y en cierta medida, todos los inadaptados e incomprendidos ocupan.

El enloquecimiento de Cardenio, contado por él mismo, lo provoca la traición de su mejor amigo, don Fernando, y la cuestionable flaqueza emocional de su amada Luscinda, quien obligada por sus padres a casarse con don Fernando, en lugar de suicidarse como había hecho voto, se desmaya. Cardenio asiste a la boda de su propia prometida con otro hombre, pero no resiste el impacto. De esa manera huye para esconder su pena en la sierra. Afortunadamente, después de varios incidentes que omito por falta de espacio, Cardenio descubre que Luscinda sí lo amaba, y todo se resuelve entre éste, Luscinda, don Fernando y Dorotea, a la usanza de las intrigas amorosas renacentistas.

Usted tendrá la oportunidad de ser testigo de similares deleitosos enredos pasionales al de los protagonistas de Sierra Morena, esta vez, entre dos parejas de nobles amantes shakespeareanos, Lisandro, Hermia, Demetrio y Helena, además de disfrutar del agraciado marco de una época de grandes logros culturales, de luz y regreso al clasicismo, de amor y magia, dentro de los melódicos rasgos mendelsonianos, este sábado, 14 de mayo, a las 7:30 pm., en la sala Fergunson del Straz Center for the Performing Arts, con la puesta en escena de Sueño de una noche de verano, interpretada por el Next Generation Ballet, que dirige Peter Stark.

¡Ah!… en esta puesta, hay una grata sorpresa para los amantes del ballet en Tampa, hasta me atrevería a calificarla de “histórico acontecimiento”: el prometedor bailarín Nieser Zambrana, de sólo 21 años, que en diciembre de 2010 abandonara las filas del Ballet Nacional de Cuba en una gira por Canadá, hará su debut en Estados Unidos en el papel de Puck, un pícaro y travieso duendecillo, responsable de toda clase de encantamientos, al servicio de Oberón, el Rey de las Hadas.

Los contemporáneos don William y don Miguel comparten rasgos; hasta se especula que el gran autor teatral inglés no sólo leyó el Quijote, sino que escribió, inspirado en el Cardenio del español, la obra teatral The History of Cardenio, de la que existen registros de su representación y cuyo manuscrito fue probablemente destruido en el incendio del londinense teatro The Globe. Si bien, con la licencia de ambos genios literarios, y cuanto encantador exista, nos vemos este sábado, no en El Globe, sino en el Straz Center de Tampa.

viernes, 6 de mayo de 2011

Oficiando como escudero (I)

Don Quijote de la Mancha"
Vincen Van Gogh (1853-1890)


Por Leonardo Venta

Emprendemos esta semana, con vuestra licencia, estimados lectores, una serie de aventuras reflexivas sobre la primera novela moderna, tan moderna que tiene más de cuatrocientos años de vida. No, no, no…no me burlo cuando llamo nuevo a un lomo curtido, aunque la obra a la que me refiero, como veremos, tenga mucho de chanza. Sí, hablo en serio. Según los que saben de letras, y no yo, que asumo aquí el simple papel de narrador-escudero, Don Quijote es la primera novela moderna de la literatura universal.


Usualmente lo encontramos guarecido en bibliotecas y hogareños libreros, en un solo grueso ejemplar de algo más de mil páginas, pero lo cierto es que originalmente estaba dividido en dos volúmenes, cuyas publicaciones se distanciaron en un lapso de diez años: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605); y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615).


El primer libro – dividido, a su vez, en cuatro partes – es precedido por un prólogo, escrito por el propio Miguel de Cervantes, su autor, de destellos mordaces, en que se mofa de la afectación erudita de ciertas coetáneas obras: “… salgo ahora, con todos mis años a cuesta, con una leyenda (…) sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros (…) tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes”.


El prefacio está poblado, además, de hilarantes poemas: décimas de cabo roto, sonetos, que encomian a la propia obra del autor, la cual se tutea con piezas como el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez, que tuvo un éxito tal a principios del siglo XVI sólo comparable al de los célebres “best sellers” del siglo XXI .


Nos tropezamos, entonces, con un Quijote que se dilata sobre un horizonte lírico, épico, trágico y cómico. Por lo demás, la lectura de los primeros capítulos resulta sumamente divertida, más de lo que podría esperarse de un milenario ejemplar, ocasionando inesperadas carcajadas; y, otras veces, incitando ensoñaciones en el breve plazo de una sonrisa.


Desde las primeras páginas, despierta un albor de esperanzas, que rebasa el marco del muy mencionado ‘sueño imposible’; hace pensar en el tema con ese título del musical "El hombre de la Mancha", así como en la excelente puesta representada por el Teatro Lírico Español de Tampa, que dirige René González. ¿Por qué ir a Broadway?


Volviendo a Don Quijote, la novela, le hemos prometido a nuestro caballero-libro serle fiel hasta el final… Así se descubre un tal Alonso Quijano que enloquece leyendo fantasías, y en su noble saludable locura, un poco como yo, un poco como vosotros, se enfrenta, desmedido, a la burda hostilidad de la existencia, contra toda lógica, ataviado de hidalgo, en el devaneo de una ilusión, para culminar desarmando, desalmando también, nuestras más rígidas corduras.


Metamorfosea don Quijote una humilde 'venta' – como el apellido que se le asoma al autor de este 'blog' – en épico castillo, con torres, chapiteles, puente levadizo, y todo lo demás; transforma a un regordete ventero en gobernador, a dos viles prostitutas en hermosas nobles doncellas, y a cualquier rendido lector en demiurgo (dios creador, en minúscula, de sus propias-suyas fantasías).


Nuestro caballero andante – de quien admito ser escudero putativo –, en el nombre del amor que le profesa a su Dulcinea del Toboso, por el lapso que se le conceda a la simple labradora Aldonza Lorenzo serlo, me está reclamando cabalgar con nosotros por varias semanitas.

Oficiando como escudero (II)

Alfredo Palmero, "Don Quijote"


Por Leonardo Venta
Yo, Sancho, el más torpe de todos los escuderos – aunque después de tanto codearme con don Quijote ciertamente me haya cultivado un poco (lo que explica ciertos rasgos refinados de mi actual léxico, a pesar de que no soy el que escribe, pero sí el que dicta) –, emprendí la semana pasada la tentativa de una serie de aventuras reflexivas sobre la novela que narra mis vivencias y las de mi señor, el cual antes de chiflarse no era caballero andante sino el simple aldeano Alonso Quijano.

Expuse, entonces, cómo la novela estaba dividida inicialmente en dos libros, 1605 y 1615; me referí, por lo demás, al prólogo mordaz del Primero, en que don Miguel se mofa de la afectación erudita de nuestros llamados hombres de letras; aunque el manco de Lepanto – tan progenitor mío como de don Quijote – hubo de atribuirle la originalidad de los manuscritos al historiador moro Cide Hamete Benengeli, como especie de juego literario en el que prefiero no detenerme.

Comenté, además, sobre el episodio de la ‘venta’, especie de Days Inn para el lector estadounidense del siglo XXI, que mi señor confundía con un castillo; así como traje a colación, según la opinión de cierto amigo, Dornaole Tanve, lo divertido que resulta la lectura de una novela que desalma y desarma nuestras más rígidas sensateces.

De esa manera, los mismos encantadores que conspiran contra don Quijote, como iremos viendo, se confabularon contra la tendencia al perfeccionismo ortográfico que ha heredado de don Miguel el pobre transcriptor de este relato, al transmutar el término ‘sensateces’, como debe escribirse el plural de sensatez, en el erróneo ‘cénsateses’, como recientemente salió impreso en el semanario Al Tacega, y de cuya trasgresión ortográfica lo declaro solemnemente inocente, así como inculpo a los mismísimos encantadores que se han conjurado contra mi buen don Quijote.

Consumada esta aclaración, permítaseme proseguir mi relato. Un cura y un barbero revisan los ejemplares de la biblioteca de mi señor, y ordenan a la hoguera a aquellos que consideran le han enloquecido, no sin antes emitir juicios, que seguro provienen de don Miguel, sobre las obras más populares entre los pocos que saben leer y escribir entre nosotros. Yo, Sancho, aunque buen testigo de vista, soy analfabeto; así mi amigo, el señor Tanve, ha escrito, dictadas por mí, muy llanamente, como diría Bernal, estas aventuras sin torcer a una parte ni a otra.

Terminada la quema de libros, de la que se salvan muy pocos, entre ellos, El Amadís de Gaula y la novela pastoril La Galatea, del propio manco de Lepanto, se tapia la biblioteca de mi señor y le explican que sus libros han desaparecido. Mi amo se figura que el mago Frestón es quien se los ha llevado.

Luego, en nuestra primera y más célebre aventura, el hidalgo caballero, que no es bueno para escuchar consejos, se enfrenta a molinos que cree gigantes, y así termina totalmente magullado. En lugar de admitir su error, acusa nuevamente al sabio Frestón, esta vez le imputa el haber transformado a los gigantes en molinos al justo instante de haberse encimado sobre éstos para así robarle la gloria de su hazaña. "...mas al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada”, afirma con ennoblecida certeza don Quijote.

En otras aventuras, mi señor se enfrenta a mercaderes toledanos que confunde con caballeros andantes, para resultar igualmente maltrecho. Sin admitir su derrota, alega “que aquélla era propia desgracia de caballeros andantes”. Confronta, además, a un belicoso vizcaíno; intenta salvar a un mozo de los azotes de su amo; así como desafía a monjes benitos que confunde con encantadores que llevan secuestrada a alguna hermosa princesa.

Eso sí, aunque se equivoque, sea golpeado u objeto de burla, el ingenioso hidalgo nunca claudica. Sus aventuras iniciales, más que derrotas, manifiestan su deseo de vivir. Más que vencer o perder, lo importante para él es luchar, enarbolar estandartes de ideales, sin importar lo que otros opinen. A este punto de la historia… dudo si las de mi señor sean locuras o sensateces… ¡Ah!... pero esta vez los encantadores no se han salido con las suyas, al menos, con el transciptor de este buen escudero. ‘Sensateces’, según me han corroborado los casa errores, ha sido escrito correctamente. Volvamos, pues, con Don Quijote la próxima semana ¿Vale?

Oficiando como escudero (III)


Por Leonardo Venta


La semana pasada detuve el relato de mis aventuras como escudero del ingenioso caballero don Quijote, inmerso en la disquisición sobre la cordura o sensatez de mi señor. Al actual recuento, se le suman nuevos comentarios del historiador moro Cide Hamete Benengeli, quien mete la cuchara en todo.

Según la opinión de cierto estudioso – cuyo nombre no voy a mencionar para no restarle protagonismo a mi buen don Quijote –, con la inserción de Cide Hamete, como narrador, se estimula la ambigüedad, lo que proporciona inusitado interés a la narración. No obstante, les aconsejo que no crean nada de lo que dice el moro ni su traductor, ni siquiera confíen en lo que aquí escribe mi transcriptor, no sea que los encantadores le hayan jugado también a él una mala pasada. Confíen sólo en lo que yo digo.

Lamento mucho, estimado lector, que tenga que cuestionarse de tal modo la originalidad (verosimilitud) como el origen (quién narra) de la historia. Pero sospecho, que a estas alturas ya advertirá el mecanismo lúdico de la novela. Hasta mi señor, don Quijote, me ha comentado que un crítico literario ruso, llamado Mijaíl Bajtín, ha expresado que nuestra novela “está directamente organizada como un juego grotesco con todos sus atributos”. ¡Que osadía la de este ruso! ¿Llamarnos grotescos?

Para el tal Bajtín, según anota mi señor, nuestra novela reúne “todas las posibilidades artísticas de lo heteroglósico y del discurso novelesco internamente dialogizado”. Así, entre mi amo y este servidor vuestro se establece la reciprocidad dialógica emisor-destinatario. Dicho dialogismo se opone al monologismo de la Edad Media, cuyas voces respondían a estilo, entonación y léxico uniformes, suerte de estereotipados patrones. ¿Será todo esto cierto?

Lo que sí sé es que en esta novela, que me ha hecho tan famoso como escudero, los límites entre lo real y lo idealizado se confunden dentro del marco de una atmósfera neblinosa. No hay nada fijo, sino acometedores oscilantes matices.

Me comentó, también, un lector-amigo que siempre me escribe, para trastornarme con sus eruditos comentarios, que en uno de los textos tempranos de un tal Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”, el narrador formula: “La verdad histórica, para él [Menard], no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió”, es decir, la percepción de la realidad.

El sujeto de la representación (el que conoce) y el objeto de la misma (lo que se conoce), según mi amigo, están condicionados por el espacio, el tiempo y la causalidad. Este concepto, que confieso no entender muy bien, ¿qué más pudiera esperarse de este pobre Sancho?, parece sugerir que el objeto carece de existencia fuera de la representación. Eh ahí, insiste mi amigo, el lector audaz, que tanto en Borges como en Cervantes, el entender quién es el que narra, es decir, el sujeto de la representación, el que conoce, tiene una connotación trascendente.

Volviendo a la aparente simplicidad de nuestros episodios, y dejando a un lado la complejidad del enfoque crítico... mientras mi señor y yo reposábamos en un prado, su Rocinante provocó un nuevo altercado al arrimarse a las jacas de unos crueles arrieros que terminaron apaleándolo. Mal parados salimos nosotros también por defender a Rocinante. Continuamos la marcha, escudero y caballero, intercambiando ideas, hasta llegar a una venta que el ingenioso hidalgo nuevamente confundió con castillo. ¡Cuánta imaginación la de mi amo!

Más tarde, arribamos al último segmento del Primer libro de Don Quijote que irrumpe con la historia amorosa entre Dorotea y don Fernando, estrechamente relacionada con la de Cardenio y Luscinda. Además, Dorotea se hace pasar por la princesa Micomicona, en confabulación con el barbero y el sacerdote para lograr que don Quijote retorne a su aldea, sano y juicioso. Sobre ese episodio hablaremos la semana próxima…

Agradecemos a los lectores (esto lo dice el transcriptor del escudero) que nos han escrito a caballeroandante@cuevamontesinomail.net. Uno, llamado Yrrej Zurc – sospecho que 'cristiano nuevo', digo yo Sancho, pues me escribe privadamente, ¿será por lo del Edicto de Granada, que obliga a los judíos de la Península a convertirse al catolicismo o ser expulsados, y luego añade a los moriscos? –, me confiesa que al caer la noche, confunde los cristales de las ventanas de su habitación con coloridos vitrales de castillos medievales y renacentistas; además me cuenta que espera ilusionado el reencuentro diario con Don Quijote , o la oportunidad de leer, cada semana, un nuevo artículo de la serie “Oficiando como escudero”.

Además, el señor Zurc me ha rogado que los impele, si no tienen el libro, a comprarlo; o a adquirirlo prestado en cualquier biblioteca cercana. Según Zurc, leerlo es una experiencia catártica, tan necesaria como purificadora.