La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

martes, 28 de enero de 2014

José Martí, otro onomástico


José Martí junto a su hijo José Francisco Martí Zayas-Bazán, el cual le inspiró el hermoso poemario Ismaelillo (1882), con el que se inicia el Modernismo en Hispanoamérica.
 Por Leonardo Venta

“Raras son las figuras literarias cuya excelencia artística corra pareja con una intachable complexión moral y cuyas cualidades personales, lo mismo que su producción literaria, sean fuente perenne de inspiración. La manifestación de este raro conjunto de características en [José Martí] constituye una justificación más – si es que alguna se necesitaba realmente – de la universal reverencia que se le ha tributado”.
Ivan A. Schulman

Cada 28 de enero se le recuerda entre los cubanos y los amantes de la grandeza literaria y las purificadoras virtudes. Este 2014, en el 161 aniversario de su natalicio, le honramos con la discreción de quien se reconoce insuficiente ante tanto derroche de buenas cualidades. No existe individuo amante de la justicia y la dignidad que no se conmueva al pronunciar el nombre de José Martí ni deje de reverenciar – en su más entrañable santuario – su memoria.

Martí brindó un nuevo perfil literario al idioma castellano: alboreó y arrulló, aun tratándose de artículos periodísticos, la inefable sensible conmovedora elegancia de la forma natural del lenguaje al fundirla con la esencia que acompaña a la belleza en su espiración más pura. Toda la producción martiana, desde sus primeros bostezos hasta el diario que precediera su desaparición física, es un derroche de lirismo, de humilde franca probidad, y primoroso desbordamiento de talento.

Leer a Martí es palpar el costado más sublime de las entrañas humanas, dejar escapar enternecidas restauradoras lágrimas sobre lo leído sin dejar vestigios de arrepentido rubor. Leerlo es igualmente transitar los más pulcros y acabados corredores de la perfección literaria bajo el fulgor de una vida insistentemente consagrada al mejoramiento humano.

Si la frase “El arte es azul”, de Víctor Hugo, inspiró el Azul dariano, donde el propio bardo centroamericano se autoproclama iniciador del Modernismo; ya hacía seis años las “guedejas rubias” del travieso duendecillo martiano reposaban sobre la “almohada de rosas” de su Ismaelillo, un poemario que un estudioso de la talla de Pedro Henríquez Ureña calificara de iniciador del Modernismo en la lírica de la América española.

Es, a su vez, el poeta que rescata a su amorosa niña guatemalteca – María Josefa, hija del General Miguel García Granados (entonces presidente de Guatemala) y de Cristina Savorio García – para regalarle un hálito de eternidad poética.

Todo lo que se diga sobre Martí corre el riesgo de convertirse en expresión repetida, pues por cerca de dos siglos un holgado inventario de calificativos y oficios nada artificiosamente inflados le adornan: escritor, orador, periodista, pedagogo, embajador, filósofo, dramaturgo, incluso redentor…pues redimir – sacar de la esclavitud al cautivo pagando un precio – fue lo que él hizo al inmolarse por Cuba.

Sus cualidades como orador las certifica su coterráneo y contemporáneo Manuel de la Cruz (1861-1896), “… según los que le oían habitualmente, pocos oradores han dado a su palabra el tono, el calor y la fuerza que imprimía a sus discursos”, Martí llegó a Tampa la medianoche del 25 de noviembre de 1891, y el 26 pronunciaba en el Liceo Cubano el discurso “Con todos y para el bien de todos”. En el mismo Liceo, pronuncia al siguiente día el discurso "Los Pinos Nuevos”, en una vehemente velada en memoria de los ocho estudiantes de medicina vilmente fusilados en La Habana, el 27 de noviembre de 1871.

Desde Santo Domingo, José Martí partió hacia la sufrida y maniatada Cuba. Pocos días antes de su partida, y menos de dos meses antes de su muerte, Martí le escribía a su madre: “Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil”.

Ya en tierra cubana, el 18 de mayo de 1895, en una carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado – la última que escribió – desde la finca La Vuelta Grande, a la orilla del río Contramaestre, cerca de la confluencia con el Cauto, en un término conocido como Boca de Dos Ríos, Martí afirmaba, como intuyendo su final: “…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi patria y por mi deber”.

El 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, José Martí ofrenda su sangre redentora por la libertad de Cuba. Allí perece durante una escaramuza frente a las tropas españolas. “Cuando muere [Martí] – declara José Lezama Lima – lo hace en una batalla para despedirse con misterio y hoy que le celebramos la aparición, rindiéndole las gracias, seguimos tocándolo y reconociéndolo despacio para justificar el surgimiento de su germen, como si lo igualáramos a la semilla que necesita de su tierra”.

martes, 14 de enero de 2014

Desiderátum


Por Leonardo Venta

Te prodigo amoroso gesto enamorado, hados de enternecidos guiños…
cada día… en cada tono… en cada mirada… en cada alentado asombro…
Transpongo lentamente el tul de tus ensueños en arabesco para reposar mi cabeza sobre sus cálidos cojines.
El tierno sol que ilumina tu agraciado suelo, ahora mío, me seduce con sus saltos de dulce agua en ademán de pureza.
Adjetivo para ti, te adjetivo, burlando soberanos cánones con estrenada enamorada cadencia de enamorado.
Amar… amarecido…
He arrullado este sábado con el delicado entrañable desvelo de tu ausencia…
imaginándote… sintiéndote… con el temor de perder lo ya acariciado…
Un piadoso silbido nos convoca… íntimo… con estrenada ternura.
¡Acudamos a la cita!
 Llegas… acurrucas tu fatiga de búsquedas en mi portal caribeño para escalar tus verdes collados.
Me agrada tu acento, hermosa musa americana de enternecedores trinos, el color de tu piel... ajenamente mía … tus enternecidos ojos de enemiga madrugada.
Revélame cuándo pueda humedecer tu firmamento con este verso que ambiciona lamer sus más inadmisibles aristas.
Te comparto la noche, su silencio, su misterio; frotémonosla hasta que provengan chispas de esperanzas.
(12 de enero de 2014)