La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 20 de diciembre de 2019

En vísperas de Navidad

"Sagrada Familia" (circa 1490), obra de Lorenzo di Ottavio Costa el viejo, Musée des Beaux-Arts, Lyon.

Por Leonardo Venta

Cuando nos disponemos a celebrar otra Navidad, retomamos el recurrente empeño de develar su legítima esencia. Si nos detenemos a contemplar las más célebres obras de pintura que representan el nacimiento de Jesús, encontramos que la luz, en contraste con la oscuridad que la circunda, se centra en la divina criatura en el pesebre.
            La imprevisión, con sus veleidosas desinencias, no constituye la razón que nos ha motivado a hurgar en los entresijos de este tema. La sociedad actual ha vaciado la Navidad de su verdadero significado religioso, desvirtuando la profundidad de su mensaje y celebración. Cristo, epítome del Amor, debe ser su razón y naturaleza.
            La dicha navideña –que no tiene nada que ver con el consumismo que cada año prolifera en la conmemoración del nacimiento de Jesucristo– pudiera ser espejismo de un principio de amor y fraternidad que hemos damnificado con nuestra indolencia y malas acciones durante todo el año.
            No son los regalos ni las fiestas ni las bulliciosas manifestaciones de cordialidad la esencia del misterio de la Navidad, sino el ejercicio de virtudes y valores que nos identifican con la Segunda Persona de la Trinidad. El filósofo y teólogo Santo Tomás, llamado El Príncipe de los Escolásticos, define la virtud como un “hábito operativo bueno", una disposición habitual y firme a hacer el bien.
            Cuentan los biógrafos de San Francisco de Asís, que en el mes de diciembre de 1223, en una localidad italiana de la provincia de Rieti, región de Lazio, el Santo de los santos se lamentaba de que la observancia de la Navidad había sido ensombrecida por el consumismo. Con el propósito de rescatar su verdadero espíritu, congregó a varios amigos, junto con algunos animales, y recreó la escena del pesebre, conocida como la Natividad.
            La experiencia de Rieti fue singular y edificante, y a lo largo de los años esa práctica –a la que se agregaron los villancicos– se integró a la celebración del nacimiento del Mesías, oficializada en el año 345 por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno, padres y doctores de la Iglesia Primitiva. Aunque hay quienes consideran que la celebración del 25 de diciembre es el resultado de la degeneración que sufrió el cristianismo a manos del paganismo, sigue siendo la fiesta más importante del año eclesiástico cristiano.
            Sin embargo, no todo los rituales navideños son de origen pagano. En 1742, Georg Friedrich Händel estrenó en Dublín el oratorio "El Mesías", con su célebre coro "Aleluya". Como sugiere el título, la composición recorre el nacimiento de Jesús, su muerte y la resurrección. Una de las piezas más populares de la sección de Navidad es "Porque un niño nos es nacido", que se basa en Isaías 9: 6: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz".
            Polícromos compromisos, disimulados estreses, embriagados efugios, desiguales obsequios, producciones de "El cascanueces" integran la nutrida lista de elementos que aderezan esta celebración. Para lenitivo de quien escribe esta nota, no todo es consumismo en las festividades decembrinas; hay padres, que a pesar de tener medios para comprar costosos obsequios, precisan a sus hijos a intercambiar presentes confeccionados por ellos mismos, sin gran valor material, pero con una significación emocional edificante.
            La Navidad es el tiempo propicio para fijar la mirada en "el iniciador y perfeccionador de nuestra fe", cuyas enseñanzas nos exhortan a amarnos los unos a los otros, perdonarnos al igual que Él nos perdona; fraternizar –con amor de madre a hijo– en tiempos favorables y de conflictos; así como cuidar de aquellos que, por la razón que sea, no pueden valerse por sí mismos.
            No importa cuánto anhelemos la paz, vivimos en un mundo amenazado constantemente por la violencia, la discordia y la codicia. Queremos ser honestos, pero la impudicia constantemente nos tiende emboscadas. Procuramos repartir buenas acciones; sin embargo, nos dejamos atrapar por los afanes de la vida y así procrastinamos –o anulamos– dichos buenos propósitos. Necesitamos perdonar, pero no lo hacemos. Afirmamos proponernos el bien ajeno, pero nos deslizamos hacia el egoísmo, la manipulación, la enfermiza competitividad, la xenofobia, el racismo, los prejuicios y el pernicioso orgullo.
            No es el costoso regalo, ni el humilde gesto de cumplido, ni la entrañable cena de Nochebuena, ni el rencuentro con ese distante ser amado, ni la magia que desvanece el desaliento para transformarlo en esperanza, ni la ociosa lágrima que se sublima en tierno detenido gesto, la Navidad es atesorar la más meritoria de todas las dádivas: Jesucristo, cuyo nacimiento celebramos para que –según establece Tito 3:7– "justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna". 

miércoles, 30 de octubre de 2019

La Peri -A. Alonso - J. Esquivel (Pas de Deux) (1985).Ballet Classic

Una última prolongada ovación a la Giselle eterna

Alicia Alonso en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el 29 de septiembre de 1977. Foto: Louis Peres. 

Por Leonardo Venta

“… Daniel Lesur, administrador de la Ópera [de París], se acercó a nuestra gran bailarina: ‘Alicia –le dijo– desde hacía mucho tiempo, desde el siglo pasado, Giselle era una pieza de museo, una cosa muerta. Usted con su genio, la ha revivido, nos la ha restituido. Gracias a usted la vimos esta noche como hubiese querido verla Théophile Gautier’. Creo que nada tendría yo que añadir a estas palabras”.
 Fragmento de la crónica “Como hubiese querido verla Théophile Gautier”, Alejo Carpentier


            El jueves, 17 de octubre de 2019, alrededor de las 11 de la mañana, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo –dicho de una manera más sucinta, Alicia Alonso o la Giselle eterna– falleció a los 98 años en el habanero Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ) debido a un fallo cardíaco..
            El sábado, desde las 9 de la mañana, miles de personas acudieron a rendir un último tributo a la prima ballerina assoluta en el Gran Teatro que lleva su nombre en la capital cubana.
            Ubicado en el centro del vestíbulo, su ataúd fue cubierto con una nívea tela de encaje y flores del mismo color, como símbolo de pureza y del llamado ballet romántico al que pertenece su icónica interpretación del etéreo personaje de Giselle en el segundo acto. Había además vivaces arreglos florales –significando, quizá, su gran estima a una existencia que presagiara alcanzaría los 200 años– diseminados por la escalinata de mármol coronada por una enorme bandera cubana
            Cuatro fotografías suyas de gran formato parecerían contemplar con serena aprobación a dos hileras de jovencitos de la Escuela Nacional de Ballet que custodiaban con solemnidad el féretro, mientras una orquesta en vivo ejecutaba en la planta alta piezas como el "Ave María" (Schubert), "La bella Cubana" (José White), el Intermezzo de "Cavalleria rusticana" (Mascagni) y selecciones de "El lago de los cisnes" (Chaikovski) y "Giselle" (Adams), bajo cuyos compases y una prolongada emotiva ovación, sacudida con gritos de "Bravo, Alicia" y "Única", partía en una tarde gris del amado teatro hacia el panteón familiar en la Necrópolis de Cristóbal Colón.
            Ya en el cementerio, continuaron los aplausos y los “¡Bravo, Alicia!”, para sosegarse momentáneamente con el designio de escuchar las palabras de despedida del duelo por Eusebio Leal. “Dichosa tú, que al entrar en este descanso, en ese provisorio silencio de sombras, te libras de ellas por la grandeza de tu voluntad férrea, tantas veces demostrada (…) la muerte se convierte en un carro de gloria para los que han alcanzado como tú la fama y el amor de un pueblo", se le escuchó decir al conmovido e inspirado historiador de La Habana, amigo entrañable de la gran bailarina.                                                                                                                                                      José Lezama Lima dijo sobre nuestra Giselle eterna en 1949: “Una bailarina como Alicia Alonso nos comprueba que existen entre nosotros miríadas de irisaciones, de metáforas, de reflejos, de ideas, de nacimientos y presagios, que pueden tener momentáneamente una evidencia, alcanzando forma y esplendor al ser danzados”.            
         “Cuando baila en París –escribe Lezama en Fiesta de Alicia Alonso– nos hace recordar una de las más grandes épocas del ballet, y soñamos que desde un palco la contemplan Proust, Matisse o Braque. Si algún día Alicia Alonso se decidiese a mostrar la historia de sus gestos, de sus movimientos, qué deliciosa novela proustina no tendríamos”.
         Expresa el poeta y crítico cubano Gastón Baquero, a raíz de una interpretación de Giselle, protagonizada por la Alonso en el Teatro Monumental de Madrid: “… lo único que se me ocurre es parodiar una frase de mi querido Raymond Chandler, y decir: es una bailarina, una bailarina capaz de hacer que un obispo rompa a pedradas una vidriera para mirar por un agujero”.
        Leemos en "Saludo y homenaje a Alicia Alonso", de Eliseo Diego, uno de los representantes más notables del grupo Orígenes: “Siempre te vi volar toda ya un hada, / cisne, paloma y mil y más criaturas, / tramando tus divinas aventuras / sobre el borde insaciable de la nada”.
       La investigadora literaria y poetisa Fina García Marruz en su “Alicia Alonso en el país de la danza”, dice: “A las verdaderas danzarinas se las reconoce tanto por su identificación con la gracia más natural y ondulante como por su modo de incorporar al movimiento la quietud y convertir el reposo también en algo danzario, en un secreto del movimiento. Cuando Alicia, después de un prodigioso giro, reposa, toda su figura alcanza una peculiar plenitud. La diestra bailarina puede imitar sus giros de mariposa en la luz, pero no la difícil madurez de su gracia en el reposo”. 
       Cintio Vitier, la gran figura de la crítica erudita cubana –en ocasión del develamiento de una placa conmemorativa en el Gran Teatro de La Habana, el 2 de noviembre de 1998, en la gala realizada el día del quincuagésimo aniversario del debut de Alicia en el personaje que inmortalizara–, afirma: “Por ella Giselle se convirtió en una muchacha cubana bailando sola en el patio de su casa el misterio unitivo de las islas, el hechizo de la Isla más entrañable y herida; el patio cubano se convirtió en escenario universal; todas las muchachas cubanas se alzaron con Giselle hasta el patio de la gloria. De la gloria sencilla, la gloria amorosa de todos, la gloria cubana, por cuya gracia le damos gracias, Alicia señora nuestra”. Afirma, el mismo Vitier, en la revista Cuba en el Ballet, los números de enero-agosto de 1997: “El secreto de las nueve Musas es que son, o pueden ser, una sola. Esto no lo aprendimos en ningún tratado antiguo ni moderno sino viendo bailar a Alicia Alonso”.
      Quien escribe esta nota –desde su insomne plañidero teclado, sobrecogido por la nostalgia del Gran Teatro de La Habana y la solemnidad misteriosa del lezamiano tokonoma de Zapata y Calle 12– le ofrece también una última prolongada ovación de pie a la Giselle eterna.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Exitoso debut en Tampa de la obra teatral “Sonia flew (Sonia voló)”

En la primera fila, de izq. a der.: Joie Marsh, Fralia Colón y Paul Crane. En la segunda fila, en el mismo orden: Jim Bowe, Jessica Watzman y Drew Eberhard.


Por Leonardo Venta

"Esta historia –escrita con brillantez por Melinda López– nos presenta los sacrificios que una familia realiza por alcanzar la libertad. También aborda las consecuencias y el tormento de no poder perdonar. Al mismo tiempo, trae conciencia sobre la Operación Pedro Pan, un acto benévolo pero arriesgado que ayudó a muchas personas. Sin embargo, separó a las familias; algunos lograron el rencuentro, lamentablemente otros no. Por todas esas razones ha sido para mí un gran honor servir como directora para contar una historia tan poderosa".  Melody Craven

            El pasado jueves, 3 de octubre fue el exitoso debut en Tampa de la obra teatral “Sonia flew (Sonia voló)” –de la muy reconocida actriz, dramaturga y educadora cubanoamericana Melinda López–,  escenificada por la compañía teatral Powerstories Theatre of Tampa Bay, bajo la acertada dirección artística de Melody Croven y el admirable trabajo grupal de seis integrantes de un elenco con la capacidad de asumir cada cual dos complejos roles totalmente diferentes.
            Cuando Sonia –Fralia Colón– se entera de que su hijo Zak –Drew Eberhard–  decide abandonar los estudios para inscribirse en el ejército y luchar contra el terrorismo en Afganistán, semanas después de los fatídicos ataques terroristas el 11 de septiembre de 2001 al neoyorquino World Trade Center y al washingtoniano Pentágono, los recuerdos de su propia infancia terminan por agudizarle un latente trastorno nervioso.
            Siendo apenas una niña, Sonia se vio obligada a abandonar Cuba hacia Estados Unidos, como parte de un éxodo conocido como Operación Pedro Pan, que involucró a alrededor de 14 mil niños cubanos cuyos padres intentaban evitar a toda costa el adoctrinamiento a sus hijos con la ideología comunista que trajo consigo la revolución cubana, en una operación que se inició el 26 de diciembre de 1960 y se prolongó hasta 1962.
            El complejo personaje de Sonia –matizado por sus monólogos interiores, bruscas transiciones anímicas, conflictos culturales y de desarraigo, así como regresiones en el espacio y el tiempo– afronta la pérdida del país que le vio nacer, de sus padres y –en su suelo adoptivo– la de sus propios hijos. Inmersa en este turbio ciclo, intenta superar la culpabilidad y el resentimiento que le perturban.
            Es justo recalcar el loable trabajo del reducido pero talentoso elenco Fraila Colón (Sonia/Marta, la sirvienta y amiga de la familia); Jessica Watzman (Jen, la hija de Sonia, y la propia Sonia cuando joven); Joie Marsh (Nina, una soldado en una escena militar en Afganistán/Pilar, una madre que atraviesa el mar en busca de su hija); Jim Bowe (como Daniel, el esposo judío de Sonia, y Tito, el vecino que opera para el gobierno cubano); Paul Crane (como Sam, el suegro judío de Sonia, y Orfeo, el padre cubano de Sonia); Drew Eberhard (Zak/José, el primer amor de Sonia)–, todos lograron superar el desafío de desdoblarse en dos bien delineados caracteres.
            Melody Craven, en su desempeño como directora, consiguió impresionarnos de manera favorable –muy bien respaldada por la trouppe que tuteló– con la minuciosa fidelidad creativa con que honra la propuesta del libreto, el cual despereza una etapa histórica trascendental en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, reflejando, a través de inflexiones colmadas de poesía escénica, la conmoción que indujo en la vida íntima de muchos hombres y mujeres, para catalizar, en última instancia, el milagro de la comunicación actor-espectador, que conllevó, en mi caso, la presencia de las siempre catárticas lágrimas aunadas a la ovación final, como genuino distintivo de una excelente obra.
            Luego de finalizada la puesta en escena, conversamos con Fraila Colón. Al preguntarle qué significación ha tenido para ella el haber encarnado el personaje protagónico, nos respondió: “Fue un reto, no sólo porque es mi primera obra, sino porque no conocía sobre la Operación Pedro Pan. Tuve que investigar y revisar documentales en línea. Como hija de un militar y, ahora, en mi rol de madre, empleé en mi caracterización las mismas emociones que sentía cuando mi padre tenía que irse para una operación militar. Como era muy joven, no podía entender el porqué, pero siempre eran despedidas muy difíciles y tristes”.
            “Sonia voló” –que no ha dejado de recibir reconocimientos desde que se estrenara en el bostoniano Teatro Huntington, en 2004– se presenta hasta el 20 de octubre, jueves a sábado a las 8 p.m., y el domingo a las 2 de la tarde, en Powerstories Theatre, ubicado en el 2105 West Kennedy Blvd., Tampa, Florida 33606.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

José Martí y el impresionismo

José Martí dedicó parte de su cautivante prosa al análisis de las artes plásticas 


Por Leonardo Venta

                      El impresionismo se originó en el siglo XIX de las discrepancias de un grupo de artistas con los temas clásicos y las fórmulas artísticas reconocidas por la Academia Francesa de Bellas Artes. 
              Su primer objetivo fue conseguir una representación espontánea y libre del mundo. Se le define también como una corriente pictórica que representa su objeto según la impresión que la luz produce a la vista, y no de acuerdo con la supuesta realidad objetiva. 
José Martí, el apóstol cubano,  apasionado conocedor del arte, en su crónica de 1886 sobre la exhibición de los pintores impresionistas en Nueva York, afirma: “Quieren copiar las cosas, no como son en sí por su constitución y se las ve en la mente, sino cómo en una hora transitoria las pone con efectos caprichosos la caricia de la luz”.
Ya en 1874, Claude Monet había exhibido su cuadro “Impresión, sol naciente”, que dio su nombre al impresionismo.  Por su parte, Theodore Duret, uno de los primeros defensores del movimiento impresionista, publicó en 1878 su alegato “Les peintres impressionnistes”.  En 1879, salió a la luz “L’impressionisme dans le roman”, un ensayo del crítico literario francés Ferdinand Brunetière.
Los impresionistas tendieron su singular talento hacia la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Su principal propósito fue crear una representación espontánea del contexto, y con ese fin se centralizaron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos.
Los cuadros impresionistas se realizan técnicamente a partir de manchas de colores, las cuales se erigen como puntos de una policromía más vasta. Por ello, al observar los lienzos es necesario tomar cierta distancia, para percibir el contraste entre las luces, las sombras y las figuras.
Los precursores lindantes del impresionismo fueron los ingleses John Constable y J.M.W. Turner. Monet y Pissarro se inspiraron en la atmósfera y los efectos difusos de luz característicos de la pintura de Turner. Los pintores de la Escuela de Barbizon fueron también antecedentes del movimiento impresionista francés. Camille Corot, calificado en ocasiones como padre del impresionismo, interpretaba los fugaces cambios lumínicos en una serie de temas pintados a diferentes horas del día.
Aunque las huellas del impresionismo francés de finales del siglo XIX trascendieron, el trabajo con la luz natural tenía otros antecedentes. En el siglo XVII, Jan Vermeer había utilizado fuertes contrastes de luces y sombras en sus lienzos. Diego Velázquez en el mismo siglo y Francisco de Goya, a finales del siglo XVIII, consiguieron la impresión lumínica mediante la supresión de sombras accesorias y el establecimiento de zonas de luz en menoscabo de la transparencia de los contornos.
José Martí calificó a los artistas que presentaron sus obras en la neoyorquina Exposición de los pintores impresionistas, en 1886 como “los pintores fuertes, los pintores varones, los que cansados del ideal de la Academia, frío como una copia, quieren clavar sobre el lienzo, palpitante como una esclava desnuda, a la naturaleza”.
Leemos en el tomo 13 de las Obras Completas de Martí: “Sobre una pintura impresionista, no se puede decir otra cosa que: 'Aquí hay talento'. Este elogio no debe satisfacer a los verdaderos artistas. Si existe talento, debe producir grandes obras. Cuando imitamos, imitamos a menudo lo malo. En pintura, como en literatura, los americanos mantienen sus ojos celosos sobre las glorias europeas. Les gruñimos, pero permanecemos esclavos de ellas. Mientras esta admiración servil nos domine, nunca seremos capaces de producir nada meritorio del Nuevo Continente”.
El concepto de impresionismo en la literatura es aun más difícil identificar que en la pintura. Se dice que los escritores impresionistas son aquellos que eluden las descripciones particularizadas de las impresiones para concretarse en las sensaciones en sí mismas. La pintura impresionista, como es obvio, se concreta en las sensaciones visuales, pero la literatura la supera al representar y analizar las agitaciones de todos los sentidos.
El impresionismo en la literatura funde y profundiza la experiencia de las emociones internas con las externas. El mundo físico se representa a través de las impresiones, mientras los sentimientos y pensamientos son representados metafóricamente.
En la única novela escrita por José Martí, Amistad Funesta, que fue publicada por primera vez en 1885, en varias entregas del periódico bimensual de Nueva York El Latino Americano, aparecen rasgos de este movimiento tan pictórico como literario. El profesor Manuel Pedro González, un ferviente estudioso de la obra martiana, considera que "en ella se funden y aplican con arte refinado por primera vez en una narración hispana los procedimientos de la estética parnasiana, la simbolista y la impresionista".
Alejo Carpentier es uno de los primeros en reconocer el alcance, pionero para su tiempo, de la crítica martiana con respecto a la pintura impresionista. La ensayista y crítica de arte Adelaida de Juan explora el vínculo entre Martí y el impresionismo en su ensayo "Pintar como el Sol Pintura: José Martí y la pintura impresionista francesa".
Martí, que propone a Renoir como el gran artífice del movimiento impresionista francés, se refiere a sus cultivadores de la siguiente manera: "Quieren pintar en el lienzo plano con el mismo relieve con que la naturaleza crea en el espacio profundo. Quieren reproducir los objetos con el ropaje flotante y tornasolado con que la luz fugaz los enciende y reviste. Quieren, por la implacable sed del alma, lo nuevo y lo imposible".
En Amistad funesta, luces y sombras captan lo físico para brindarle una connotación sensorial que tiene mucho de cuadro impresionista. Comprobemos lo antedicho en el siguiente fragmento del mencionado texto martiano: “Y allá, en la  penumbra del corredor, como un rayo de luz diese sobre el rostro de Juan, y de su brazo, aunque un poco a su zaga, venía Lucía, en la frente de él, vasta y blanca, parecía que se abría una rosa de plata: y de la de Lucía se veían sólo, en la sombra oscura del rostro, sus dos ojos llameantes, como dos amenazas”. Martí, además, utiliza imágenes poéticas elaboradas con sensaciones para representar el cosmos espiritual de sus personajes. Si bien, el elevado espíritu del escritor ubica las impresiones en un nivel superior valiéndose de su indiscutible genio creador.  

Gran Teatro de La Habana reabre sus puertas con ballet Giselle

jueves, 18 de julio de 2019

Las relaciones del amor con la literatura y las demás artes

"Paolo y Francesca de Rímini" (1819), óleo sobre lienzo de Jean Auguste Dominique Ingres
                                                                  Por Leonardo Venta

             Sagrado alimento del alma, el amor, junto a la muerte, es una de las grandes inquietudes que agitan al ente racional. A pesar de constituir un sentimiento universal, resulta difícil precisarlo. Su naturaleza subjetiva así lo determina.
            El diccionario, entre sus variadas acepciones, lo define como “el sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.
            Según Platón, el amor es regido por dos principios: “el deseo intuitivo del placer” y “el deleite reflexivo del bien”. Aristóteles, por su parte, lo determina acompañado de placer y dolor. El amor suscita dicha para unos y desventura para otros, o una mixtura de ambos estados emocionales.
La historia de Paolo y Francesca fue inmortalizada por Dante Alighieri en el quinto canto de La Divina Comedia, el más colosal poema épico de la lengua italiana, la última gran obra literaria de la Edad Media, el primer fruto grandioso del Renacimiento y uno de los más venerados de las letras universales.
Se cree que Dante comenzó a escribir La Divina Comedia alrededor de 1307 y que la finalizó poco antes de su muerte en 1321. La obra, escrita en verso, es una narración de sentido alegórico, es decir, una representación simbólica de ideas abstractas por medio de figuras o atributos. En este libro se describe el imaginario viaje de Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. 
En su viaje sobrenatural, Dante hace de Virgilio, su guía en el Infierno y la mayor parte del Purgatorio, tropezándose con personajes mitológicos, históricos o contemporáneos. Éstos, en gran parte, sufren castigos por causa de sus transgresiones, evaluadas por el propio barómetro del escritor y un patrón universal de valores morales. Asimismo, las virtudes de algunos personajes son admiradas y ennoblecidas, así como sus caídas (amorosas).
Francesca da Rímini (fallecida hacia 1285) fue una noble italiana que se enamoró del hermano de su marido. Contrajo matrimonio arreglado con Giovanni Malatesta de Rímini. Sin embargo, se hizo amante del hermano menor de Giovanni, Paolo. Al descubrirlo su marido, los asesinó.
En el texto alighierano, mientras la pareja ojeaba amorosamente un libro en que se narraba la historia adúltera de Lanzarote y Ginebra –en una época en que los matrimonios, por lo general, se celebraban por motivos económicos o políticos– fueron sorprendidos y ultimados por Gianciotto.
Dante inmortaliza el amor de esta pareja compadeciéndose de su castigo, soslayando y justificando su transgresión. Desde la óptica del poeta, prosista, teórico literario, filósofo y pensador político florentino, Dios les concede a Paolo y Francesca –incluso en el infierno– el amarse eternamente.
En Francesca no cabe otro sentimiento que no sea el del amor, pasión que la arroja al pecado. Es la mujer indefensa ante el mundo que la inculpa maldiciente. Sin embargo, el lector, con la ayuda de Dante, la contempla con piedad, como si compartiera con Federico García Lorca la verdad de estos versos: “Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo por vena de coral o celeste desnudo”.   
Francesca no pudo "conducir su deseo por vena de coral", fue arrojada al sombrío piélago de la desventura. No obstante, junto a su Paolo, ayudó a escribir uno de los más hermosos y apasionantes pasajes amorosos de la literatura universal, inspirando además otras obras literarias, como el poema "Historia de Rímini" (1816), del poeta, ensayista y crítico literario inglés James Henry Leigh Hunt (1784-1859), así como el drama Francesca da Rímini (1902), del novelista, poeta y dramaturgo italiano Gabriele D'Annunzio (1863-1938).
De la misma forma, la historia de Francesca nutrió el genio de los pinceles franceses de Jean Auguste Dominique Ingres y Alexandre Cabanel, incluso fue inspiración de la marmórea pareja abrazada en la escultura de Auguste Rodin "El beso", al igual que de la fantasía orquestal de Chaikovski "Francesca de Rimini" (1876), la cual despereza cada uno de los poros del célebre texto literario con enternecedores recursos sonoros y expresivos.

lunes, 3 de junio de 2019

Juana Borrero, "la virgen triste"

"Después de muerto Casal, nadie en Cuba ha tenido un temperamento  tan artístico,
 intuiciones tan precisas ni inspiración tan delicada", dijo Carlos Pío Uhrbach de Juana Borrero
Por Leonardo Venta

              El 18 de mayo de 1877 nace en La Habana la pintora y poetisa Juana Borrero, a quien Julián del Casal inmortalizara en el célebre poema "La virgen triste". Educada en un ambiente de arte y literatura, en 1886 matriculó en la Academia Cubana de Bellas Artes de San Alejandro, donde fue alumna del pintor Armando Menocal.
            En la primavera de 1892, aborda –junto a su padre, el médico y poeta Esteban Borrero Echeverría– el vapor estadounidense "Niágara", con rumbo a Nueva York, donde conoce a José Martí en una velada en su honor en el Chickering Hall. Durante su estancia en la ciudad que no duerme, Martí la presenta a la colonia cubana. Por su parte, Esteban le regala al Apóstol varios cuadros de su hija. El 8 de septiembre de ese año regresa a Cuba junto al padre, en el vapor "Saratoga".
            Julián del Casal y "la virgen triste" se conocieron a principios de 1891, en las tertulias que ofrecía Esteban Borrero en la habanera casona de Puentes Grandes. Dulce María –hermana de Juana– rememoraría aquel encuentro con el Baudelaire cubano: " Vino el bardo a nuestra casa traído de la mano por el mismo padre que cuidaba de nuestros corazones con un celo angustiado y expectante (... ) Nos miró a todos por la primera vez, menos a Juana, que ya la conocía por la miniatura sonora de sus versos primeros, que el padre le había dado a conocer. Sin mirarla –Casal no parecía mirar nunca–, vio desde el primer día la 'tez de ámbar', las 'pupilas de terciopelo' y la testa de la joven Musa erguida en gesto altivo, involuntario. Y vio también el bardo, por esa capacidad adivinatoria que sólo poseen los tristes, que sobre aquellas facciones juveniles de la niña genial, veladas ya de una honda amargura, flotaba 'la tristeza prematura de los grandes corazones'”.
            Unos meses antes de morir, Casal publicó en La Habana Elegante, el 20 de agosto de 1893, “Virgen triste”, cuyos versos aclaran su afecto fraternal hacia la poetisa pintora, al mismo tiempo que proyectan un presagio del final prematuro que le aguardaba a ella: "¡Ah! yo siempre te adoro como un hermano, / no sólo porque todo lo juzgas vano / y la expresión celeste de tu belleza, / sino porque en ti veo ya la tristeza / de los seres que deben morir temprano".
            A fines de 1894, la Biblioteca de La Habana Elegante publica el poemario Gemelas, de los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbach. El libro –cuya dedicatoria iba dirigida "A la memoria del maestro Julián del Casal"– llega a las manos de Juana, que anota en su Diario, en febrero de 1895: “Acabo de pensar algo inaudito, imposible, temerario. Oye Carlos. Antes de dos meses tú serás mío o yo estaré muerta”.
            Francisco García Cisneros, el director de la revista Gris y Azul, la pone en contacto con Carlos Pío. Prorrumpen unas relaciones amorosas breves, marcadas por la prohibición paterna. En una misiva a su amado, Juana expresa: "El jueves si Dios quiere estará papá fuera y podremos hablar mucho porque tengo que decirte que mi Abuelita y Mamá no se muestran hostiles a nuestras simpatías. Aquí el único inabordable es... ¡Ya lo sabes!".
            En 1896, un año después del estallido de "la guerra necesaria", como llamara Martí a la Guerra de Independencia de Cuba, apremiados por razones políticas, los Borrero se marchan de Cuba. Desde el exilio, Juana le escribe a Carlos: “Todavía no he recibido una línea tuya desde que llegué (...) Luego, a mi tristeza se une la triste convicción de mi mal físico que procuro ocultar a mi familia con todo cuidado (…) Anoche creí morirme. La fiebre que jamás se me quita, aumentó con la exaltación del insomnio (…) Convencida como estoy ya de que viviré muy poco”.
            Juana Borrero fallece, víctima de fiebre tífica, en Cayo Hueso, el 9 de marzo de 1896. Carlos Pío Uhrbach murió en combate, entre las filas mambisas, el 17 de diciembre de 1897. Al morir, llevaba cocidos a su camisa de insurrecto los versos dictados en su lecho de muerte por Juana: "Yo he soñado en mis lúgubres noches, / en mis noches tristes de pena y lágrimas, / con un beso de amor imposible, / sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias...".

sábado, 9 de febrero de 2019

El gran bailaor Juan Manuel Fernández "Farruquito" se presenta en Tampa

Heredero de una tradición fundada por "El Farruco" -su abuelo-, Juan Manuel Fernández ''Farruquito" cree en la existencia de un duende flamenco.

Por Leonardo Venta



El bailaor español "Farruquito" se presenta por primera vez en Tampa el próximo miércoles, 13 de febrero en la Sala Ferguson del Straz Center, acompañado por un grupo de cantantes, músicos y un cuerpo de baile. 

    Iluminado por su duende flamenco y una admirable dosis de humildad, departió conmigo sobre su concierto y otros detalles de su vida y carrera artística.   

                                                                                                 
¿Cuál es tu nombre de bautizo y cómo surge el mote artístico de Farruquito?

Mi nombre es Juan Manuel Fernández Montoya. "Farruquito" me lo puso el público por ser nieto de Antonio Montoya Flores, "El Farruco", gran bailaor de flamenco.

Sabemos que eres muy popular, pero para quienes todavía no te han visto bailar, ¿cómo te gustaría ser presentado?

Como "Farruquito", creo que la personalidad es lo más importante; y aunque venga de una familia de flamenco, mi maestro –El Farruco– me inculcó que esta manifestación cultural no es imitar, si no aprender de todos hasta lograr expresarte tal y como eres.

¿Dónde naciste y resides?

En Sevilla.

¿Cómo atesoras tu vocación artística?

Trato de trabajar cada día, de tener presente que hay mucha gente que lo hace increíblemente bien, y hay que seguir esforzándose, al menos, para tener algo nuevo que contar.

Desde una perspectiva más entrañable, ¿recuerdas algún momento en tu infancia que te dictara la necesidad de ser bailaor?

Sí, cuando tenía 6 años me enamoré del flamenco en una gira por América acompañando a mi familia, a mi abuelo, "El Farruco", y a una serie de artistas de lo mejor que había en la época. La manera con que vivían y disfrutaban del flamenco, fue lo que me empujó a soñar con ser alguno de ellos algún día.

¿Otras inclinaciones artísticas?

Desde niño me ha gustado cantar o tocar la guitarra o el piano, o cualquier cosa que tuviera que ver con la música en general.

¿Qué significa para ti el término flamenco?

Una forma de ser y de sentir. Antes de ser una profesión ha de ser una filosofía con la que te sientas identificado; luego, si te dedicas a ello, hay un trabajo muy duro detrás.

¿Cuánto tiempo llevas subiéndote a un escenario? ¿Recuerdas tu debut?

Llevo 31 años en el escenario. Debuté con mi familia en Broadway, cuando tenía 5 años.

¿Cómo explicas la forma en que ha evolucionado tu arte?

No sería capaz. Creo que la evolución en mí la he notado en las preferencias. Antes, quizás pensaba más en lo que pudiera producir en los demás. Ahora, busco sentir y disfrutar con ese momento.

¿Cuáles han sido las influencias que conforman tu estilo?

Cualquier artista que llame mi atención. Ya sea de flamenco o de otros géneros musicales, mi inspiración viene de cualquier belleza de la vida. Trato de aplicarla a mi persona, por lo tanto a mi baile.

¿Cuáles son los números que más disfrutas bailar?

Depende de mi estado de ánimo. Puedo sonreír por soleá [canto flamenco de tono melancólico] o llorar por alegrías [una de las variedades tradicionales del cante flamenco].


El New York Times te ha llamado "El mejor bailaor de flamenco del siglo". ¿A raíz de qué espectáculo nació ese calificativo y en qué sentido te acoges a esa aseveración, teniendo en consideración el prestigio de los bailaores flamencos que ha tenido y tiene España?

Eso fue motivo de una noche de esas mágicas en New York; creo que la emoción del momento hizo que se dijesen esas cosas sobre mí. De todas formas, yo no me dejo llevar por esos comentarios. En el arte no hay nadie mejor que nadie, afortunadamente.

¿Cómo pudieras describir la función que nos ofrecerás en víspera del "Día del amor y la amistad"? ¿Qué duración tiene y cuántas piezas se interpretarán?

Es un show desnudo, donde la improvisación tiene mucho espacio. Sin embargo, tiene una estructura que la sostiene. Cada músico es un artista que brilla con luz propia, la gente podrá ver un concierto no sólo de baile. No existen bailaores ni músicos acompañantes, porque cada quien como solista es un espectáculo. La función –que dura una hora y 20 minutos, más o menos, dependiendo de cómo nos sintamos– incluye soleá, seguidilla, alegrías, bulería, taranto, tanguillo y fin de fiesta.

¿Crees en la existencia de algún duende flamenco que te visita en el escenario? De ser así, ¿cómo lo experimentas?

Totalmente. Pero al duende hay que llamarlo con esfuerzo, afición, respeto, humildad y muchas voces más … sólo así te visita de vez en cuando.

Aparte de aquellos que cultivan la manifestación cultural a la que te dedicas, ¿algún ídolo artístico?

Uno de mis ídolos es Michael Jackson.

¿Algún modelo a seguir en tu profesión?

Cualquier danza en que la pureza de expresar y transmitir esté por encima de la técnica, llama mi atención y aprendo de ella.


¿Cuál es la experiencia como artista que más te ha marcado?

Mi debut en Broadway, donde me enamoré para siempre del flamenco.


Si no hubieras sido bailarín, ¿qué te hubiera gustado ser?

Músico, pintor, poeta … algo relacionado con el arte.


¿Tus grandes pasiones?

Mis niños, mi mujer, mi familia, mis amigos y las cosas que no pueden comprarse.


¿Sueños, anhelos?

Sueño con un mundo mejor, donde todos los niños tengan cuidado médico, alimentos, ilusiones y posibilidades de ser feliz como todos merecemos.


¿Por qué debemos asistir a esta función en el Straz Center?

Porque creo que un espectáculo flamenco te alegra el alma.

El Balllet Nacional de Cuba tiene una nueva directora artística

Viengsay Valdés rinde honor a la deidad de la danza universal Alicia Alonso. Foto: Nancy Reyes.

Por Leonardo Venta

 
            El pasado martes, 22 de enero, la primera bailarina Viengsay Valdés fue nombrada subdirectora artística del Ballet Nacional de Cuba (BNC), en momentos en que su directora y fundadora –la casi centenaria prima ballerina assoluta Alicia Alonso– sufre ineludibles quebrantos de salud asociados a la longevidad extrema.
           Si bien, al momento de escribir esta nota ya teníamos confirmación del nuevo nombramiento, los pormenores que se le relacionaban nos seguían resultando vagos y parcialmente inasequibles. Teniendo en consideración lo antedicho, este sastrecillo del alma –con irremediable vocación de balletómano– ha preferido soslayar inexactas particularidades sobre la susodicha designación, obviando los desacertados porqués y cómos  para concretarse en el saludable ejercicio de presentar –como sano objetivo y no como herramienta de inoperantes ideologías– a la admirable dama que asumirá por ley de sus propios méritos el nuevo cargo dentro de la institución danzaria que arrancara del afamado crítico británico Arnold Haskell el calificativo de “milagro cubano".
            El 10 de noviembre de 1976, en el barrio habanero del Vedado nace Viengsay Valdés. En septiembre de 1986, a la edad de 9 años, comenzó sus estudios en la Escuela Elemental de Ballet Alejo Carpentier, hasta graduarse en 1991. Ya en el nivel de secundaria básica, alternaba su aprendizaje artístico en la Alejo Carpentier –en la mañana– con las asignaturas académicas regulares en el plantel Raúl Gómez García –en la tarde–, sólo distantes once cuadras entre sí.  Sobre su férrea voluntad de superación –rasgo que todos coinciden en atribuirle–, dijo su profesora de danzas de carácter Valentina Fernández al periodista Carlos Tablada Pérez, en el 2011: "Hoy es una bailarina que en escena puede dominar cualquier estilo, que transmite seguridad técnica e interpretativa, y lo ha logrado gracias a una disciplina de trabajo, a su constancia y su fuerza".
            Viengsay –como prefiero llamarla, por la unicidad del nombre que significa “victoria” en el idioma laosiano, país en el que sus padres fueron embajadores y a donde fue a vivir con sólo tres meses de edad– continuó sus estudios en la Escuela Nacional de Arte (ENA), en el notorio período especial, una etapa de severa depresión económica en la Isla que se extendió desde 1991 hasta  mediados de la década de los noventa.
            Ya en este período sobresale por sus centrados giros y prolongados balances, pero sobre todo por su singular estilo, dedicación y genuina sensibilidad escénica. "Cuando ella se paraba en escena se transformaba, no era la niña, era ya la casi adulta que salía y se retaba, se retaba en su baile, se retaba en sus asignaciones técnicas y se retaba a hacer más y mejor", ha dicho de Viengsay Mirtha Hermida, una de las profesoras que más confianza tuvo en ella desde el principio.
            En julio de 1994, se gradúa de la ENA con una interpretación espléndida del pas de deux del ballet "Esmeralda". En agosto de ese mismo año, participó en el concurso "Vignale Danza", en Italia, donde obtuvo medalla de oro.  Un mes después, ingresa en la troupe del Ballet Nacional de Cuba. Luego de sólo un año en la compañía es promovida a bailarina principal.
            En julio de 2001, Alicia Alonso le otorga el rango de prima ballerina. Continúa sobresaliendo por su perseverancia, disciplina y entrega. "Mi primer encuentro con Viengsay de hablar de tú a tú, sobre sus cualidades y sobre la historia, en el sentido de la tradición, de la técnica, fue un día en que me le acerqué después de una presentación suya, y le dije: 'Te quiero dar las gracias porque has rescatado una tradición de la técnica del ballet cubano, de una técnica que Alicia Alonso sentó, y es dar los 32 fouettés en el lugar sin desplazarse'. Eso es el virtuosismo", comenta el Dr. Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba y jefe del Centro de Documentación e Investigaciones Históricas de esta institución.
            Viengsay –que el próximo domingo, 3 de febrero cierra las presentaciones de "El lago de los cisnes", que se vienen efectuando desde el 25 de enero en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso– debutó en el exigente rol de Odile, en 1995, por una de esos imprevistos que acaecen de vez en cuando en el mundo del espectáculo. Las bailarinas que tenían que interpretar el rol protagónico estaban indispuestas, luego de una extenuante gira por México. La dirección del BNC tomó la decisión de que Catherine Zuasnábar y Viengsay –que tenía solo 18 años– interpretaran los personajes de Odette y Odile, en una misma función.
             "Para el público en general, o sea, para el público que va principalmente a la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, aquel cisne negro fue una revelación; para mí fue la confirmación de lo que yo había pensado, tres, cuatro años atrás, cuando la vi en 'La llama de París'. Entonces, se pudiera decir que en aquel momento Viengsay empieza una gran carrera", comenta el crítico y periodista Ahmed Piñeiro, a quien cita Carlos Tablada Pérez en De acero y nube, un excelente texto biográfico de la bailarina.
            Los triunfos de Viengsay –en sus 25 años con el Ballet Nacional de Cuba– son admirables y cuantiosos. Desde ovaciones de pie en las más renombradas salas de teatro del mundo, presentaciones junto a los mejores partenaires, hasta cálidas reseñas realizadas por reconocidos críticos de la danza clásica, que la han ubicado entre las mejores bailarinas de estos tiempos, atesorando loas que sólo pueden ostentar artistas privilegiados.
            En una reseña escrita por mí para el semanario Las Américas Herald, bajo el pseudónimo de Francisco Sisa, a raíz de una presentación del llamado Bolshói del Caribe en Tampa, el 24 de octubre de 2003, dije y sostengo: "Las cuatro joyas del BNC [Mirta Plá, Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch], que nombrara de esta forma Arnold Haskell, instituyeron pautas para las nuevas generaciones del ballet cubano. Pero…después de ver bailar a Viengsay hemos tenido que reacomodar nuestras mentes para darle magna entrada a la heredad de nuestras más preciosas memorias. Podemos afirmar, sin temor alguno de equivocarnos, que es otra joya del ballet cubano, en otro tiempo y con un brillo de una magnitud única e indivisible".

lunes, 28 de enero de 2019

Décimo aniversario del fallecimiento de Josefina Méndez


El pasado 26 de enero se cumplieron 10 años del fallecimiento de la primera bailarina Josefina Méndez, una de las cuatro joyas del Ballet Nacional de Cuba, calificativo otorgado por el connotado crítico británico Arnold Haskell. La Méndez murió en La Habana, ciudad donde naciera, a los 65 años de edad.

jueves, 3 de enero de 2019

“Estrellas de hoy se encuentran con las estrellas del mañana”

La Gala del sábado, 5 de enero combina una selección de lo mejor entre los jóvenes competidores del “Youth America Grand Prix” y figuras reconocidas en el celaje de la danza universal. Foto: Siggul/VAM.

Por Leonardo Venta 

               Destacadas personalidades de la danza mundial compartirán escenarios con noveles bailarines y bailarinas en la gran gala “Estrellas de hoy se encuentran con las estrellas del mañana”, el sábado, 5 de enero, a las 8 p.m., en la Sala Ferguson del Straz Center.
            “Youth America Grand Prix" (YAGP, por sus siglas en inglés) –considerado como el mayor evento competitivo internacional para estudiantes de danza y una plataforma para visibilizar las potencialidades de jóvenes figuras de la disciplina en todo el orbe– celebra su vigésima edición y el séptimo año consecutivo en que se efectúan las competencias semifinales de Florida en la ciudad de Tampa, preámbulo de las neoyorquinas finales que se realizarán entre el 12 y el 19 de abril.
            Fundado por Larissa Saveliev y su esposo Gennadi Saveliev, otrora miembros del Ballet Bolshoi, YAGP se integra en 1999 a una confluencia global danzaria que acoge en su seno a jóvenes estudiantes de la danza clásica, maestros, escuelas, compañías, egresados de instituciones de danza, patrocinadores, coreógrafos, así como bailarines en general. De esta manera, se proyecta hacia la comunidad profesional del ballet a nivel internacional, atrayendo el apoyo de benefactores y amantes de la danza hacia prometedores talentos, ofreciéndoles talleres y becas en prestigiosas escuelas y compañías de danza alrededor del mundo.
            Desde su fundación, “Youth America Grand Prix” ha ofrecido oportunidades a numerosas promesas  –entre las edades de nueve a 19 años, de diversos orígenes étnicos y culturales– con el fin de ampliar su radio de acción, otorgarle más confianza escénica, perfeccionamiento técnico e interpretativo, consolidando una red sólida y estable dentro de la comunidad artística, al expandir sus oportunidades para desarrollarse y triunfar en la maravillosa y exigente esfera de la danza.
             Entre los invitados a la presente gala, muchos de los cuales son egresados de YAGP e integrantes de prestigiosas compañías danzarias, figuran Skylar Brandt, Melanie Hamrick, Calvin Royal III, Hee Seo, José Sebastian y Cory Stearns, del American Ballet Theatre; Denys Drozdyuk, World of Dance; Derek Dunn, proveniente de las filas del Boston Ballet; Daniel Ulbricht, bailarín principal del New York City Ballet; Peter Weil, del Ballet de Pensilvania; la bailarina principal del San Francisco Ballet Sasha De Sola, los artistas principales Brooklyn Mack, Joseph Gatti y Juliano Nunes; así como los ucranianos Denys Drozdyuk y Antonina Skobina, prestigiosa pareja de baile de salón a nivel internacional.


David Castillo

             El programa en dos actos intercala presentaciones de las antedichas figuras, así como de los más destacados concursantes, entre los que pudimos conversar brevemente con el joven de 20 años David Castillo –otrora integrante del Ballet de Cali– quien lleva sólo varios meses tomando clases en el Conservatorio Patel –ubicado en el extremo norte del Straz Center, y en cuyas amplias instalaciones se esculpen las susodichas estrellas del mañana, bajo la dirección artística de Philip Neal, exbailarín principal del New York City Ballet; y la maître Ivonne Lemus, proveniente de la prestigiosa escuela cubana de ballet–.
            “Para mí significa mucho representar a 'Next Generation Ballet' en la competencia de YAGP. Es una gran oportunidad y un honor”, nos comentó Castillo, cuyos ballets favoritos son 'El Corsario' y "Don Quijote'. “Voy a competir con un tango-ballet, junto a seis integrantes de la compañía. Somos 4 bailarines y 3 bailarinas”, agregó. 
            Al pedirle unas palabras de aliento para aquellos y aquellas que aspiran a triunfar en el mundo escénico, el joven colombiano expresó: "Todo con esfuerzo se logra y las metas se las impone uno mismo". Con certeza, esta competencia del YAGP forma parte de las metas a las que Castillo se refiere, así como las de los miles de estudiantes de la danza clásica y contemporánea que se han integrado a un concurso en el que ya se gana participando.
            Hasta la fecha, YAGP ha brindado oportunidades a alrededor de 100 mil bailarines de todo el mundo a participar en talleres y audiciones internacionales, ofreciendo más de $4 millones en becas otorgadas por las principales escuelas de danza. Más de 12 mil jóvenes bailarines realizan audiciones cada temporada; 450 alumnos egresados han pasado a integrar alrededor de 80 de las principales compañías de danza del mundo. Para obtener información adicional acerca de Youth America Grand Prix, visite https://yagp.org/