La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

jueves, 17 de junio de 2010

Hurgando entre arabismos


Por Leonardo Venta

España sufrió una ocupación musulmana en el año 711 que se prolongó por aproximadamente ocho siglos hasta 1492. Durante este largo período, los idiomas que iban gestándose en la península Ibérica recibieron el aporte de numerosas voces arábigas.

Se calcula que el español moderno cuenta con aproximadamente 4000 vocablos de raíces árabes. Esta lengua aportó términos nuevos para expresar conceptos técnicos e instructivos, dando origen a palabras tales como alquimia, atalaya, noria (máquina que sube el agua de los pozos), alcázar (fortaleza), acequia (zanja o canal) y jaque (lance del ajedrez / ataque, amenaza).

También la cultura árabe es responsable de nombres en castellano de cargos referidos al sistema de organización social, como visir (ministro), alcalde, musulmán y jeque (soberano o feudatario), además de nombres propios de lugares como Almería y Zaragoza.

En cuanto a oficios se destacan vocablos como albañil, alfarero, albéitar (veterinario); así como en la agricultura se introdujeron voces como naranja, limón, acelga y albaricoque.

Durante la guerra contra los reinos cristianos, los moros organizaban expediciones llamadas aceifas, e iban regidos por adalides (caudillos); a los escuchas y centinelas se les llamaba atalayas, y a la retaguardia del ejército, zaga.

Entre las armas, figuraba la adarga; los saeteros guardaban las flechas en la aljaba; las fronteras y ciudades estaban escudadas por alcazabas (fortalezas), y vigilaban el campamento con robdas o rondas.

Los moros sembraban alcachofas y alubias (judías) en sus alquerías (fincas agrícolas) y almunias (huertos o granjas). Las tierras andaluzas, abanicadas por el almez y el azebuche, también dieron cobijo al algodón, al azúcar y al azafrán.

Los musulmanes establecieron sus arriates (huertos) y surtidores en suelo castellano. Su laboriosidad prestó al español el vocablo tarea (tariha). El verbo recamar y el antiguo margomar – "bordar" – atestiguan el renombre que obtuvieron sus bordados.

Entre los productos minerales añadieron términos como el azugçfre (azufre) y el almagre. En el comercio incorporaron expresiones como aranceles y tarifas de aduana, así como medidas de peso, tales como arroba, quintal y quilate.

Las casas, cuyos alféizares de las ventanas daban paso a la luz del sol, se concentraban en arrabales o aldeas. Los alarifes (arquitectos) y albañiles edificaban tabiques y ponían azulejos.

En sus almuerzos devoraban albóndigas y acudían a sus despensas para procurarse aceite y apetitosas aceitunas.

Se arropaban con aljubas hasta las rodillas, ceñidas a la cintura, y calzaban babuchas (zapato ligero y sin tacón). En las torres de las mezquitas, el almuédano convocaba en voz alta al pueblo al zalá (tipo de oración musulmana).

¡Ojalá!, "Quiera Alá", estimado lector, que " fulano, zutano o mengano”, después de leer esta nota, puedan “acicalar” su léxico con algunos de los términos que han integrado esta primorosa caravana de arabismos.
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