La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 30 de septiembre de 2016

Examen de la dualidad Dulcinea-Aldonza

"Dulcinea del Toboso" (1855), obra de Célestin Nanteuil

Por Leonardo Venta            

 El protagonista de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, una tras otras, emprende aventuras, impulsado por la bondad y el idealismo, socorre a los desafortunados, a los desvalidos, todo en nombre del amor personificado en Dulcinea del Toboso, quien significa, entre múltiples interpretaciones, una idealización de la rústica labradora Aldonza Lorenzo.           

            Dulcinea representa el ideal del amor platónico, raíz de todas las virtudes y la verdad, combinación de la filosofía de Platón y del filósofo florentino neoplatónico Marsilio Ficino en el siglo XV. El ánimo que motiva al Quijote hacia Dulcinea, no es poseerla, sino los altos valores caballerescos que suscita en él.  Ella representa el amor sublimado, que se opone a su otra fase, la de Aldonza Lorenzo, quien, en contraste con el carácter primoroso de Dulcinea, significa los impulsos carnales de un mundo inferior.          
             Cervantes hace empleo de la ironía en la confrontación de pareceres entre la tierna y frágil idealizada imagen de su amada y las anotaciones al margen del texto que se le atribuyen, en la ficción, al historiador Cide Hamese Benengeli, traducidas, a su vez, por un morisco toledano. “Esta Dulcinea del Toboso (…) dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha”.         
            El marrano es alegoría del aborrecido judaísmo por parte de los cristianos, así como sugiere lo ambiguo del proceso de conversión de los judíos al cristianismo. Indudablemente, en una interpretación más cercana a lo literal, apunta hacia la diametral disparidad entre la carne y el espíritu.
            Isaac Cardoso, médico y humanista judío del siglo XVII,  formula un paralelo entre ciertos animales impuros y los vicios de los hombres: "… el puerco de inmundicia, quando come no conoce al patrón, quando tiene hambre le gruñe, es tan húmido que le fue dada el alma por sal para que no se pudriese, los ojos miran siempre a la tierra y al fango, assí el alma entregada  a los deleites y luxuria apenas puede mirar el cielo”.
            El caballero de la triste figura se refiere a Dulcinea en el capítulo XIII del Primer libro, en uno de los iniciales y más detallados retratos que se hace de ella en la novela, ante la burla de Vivaldo, el caminante con el que se topa don Quijote en dirección al entierro de Grisóstomo:  "(…) pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas”. En contraste a esta sublime descripción, Sancho, en el capítulo XXV,  la reconoce como la “que tira tan bien de una barra  como el más forzudo zagal de todo el pueblo”. Luego, agrega: “!Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora!”.            
            José María Gil, en su ensayo “Un estudio de la ironía en el capítulo 9 del Quijote de 1605”, refiriéndose a la anterior cita sugiere que la opinión del escudero es apropiada, nada irónica, desde la perspectiva del simple aldeano que admira cualidades en Dulcinea propias de una mujer de su misma condición social. El hablante narrativo es quien, audazmente, erige ese irónico contraste entre la Dulcinea del Quijote y la Aldonza Lorenzo que reconoce Sancho. “Entender algunos de los aspectos del uso de la ironía permitirá explicar por qué el Quijote nos hace reír, y también por qué nos confunde”, afirma Gil.     
           La ironía es un enunciado que desaprueba el significado literal de otro enunciado. En este caso, no solamente significa la negación de Sancho a lo establecido por su trastornado amo, sino más bien las diferentes voces de las que se vale el autor para divergir, remontándonos en su alcance a la más ambiciosa propuesta que pudiera plantearnos una novela actual. Reímos hasta desternillarnos, al leer cómo Sancho miente a su amo sobre una nunca realizada visita de encargo a Dulcinea. Don Quijote, que había enviado una carta a su amada, se quedó en Sierra Morena, imitando la penitencia de su tan connotado y nombrado Amadís de Gaula. Al preguntarle don Quijote en qué se ocupaba la “reina de la hermosura” –imaginándola ensartando perlas o tiras de oro sobre un tejido de seda–, el escudero le responde, incisivamente, que limpiaba trigo en un burdo corral.     
            El episodio no sólo divierte, arrancándonos carcajadas, sino hilvana una descripción sensorial, mediante las ocurrentes descripciones de Sancho, que según mi humilde instinto literario, no tiene nada que envidiarle al sagaz uso de los sentidos en la literatura moderna, como es el recurso de la memoria afectiva en la célebre À la recherche du temps perdu, de Marcel Proust, –al percibir en mi lectura, sin exagerar–, el hedor de esta mujer como si yo la tuviera frente a frente: “(…) sentí un olorcillo algo hombruno , y debía ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa [grasienta]”.     
            Es notable cómo Sancho contrasta la femineidad de Dulcinea con características masculinas en diferentes partes de la novela, lo que sería material digno de un análisis aparte en cuanto a los estereotipos de género en la época, tema muy indagado por el feminismo actual. Los estereotipos aparecen bien marcados, especialmente en la novela de caballería, y tal parece que Cervantes, más que copiarlos, en palpable designio los ironiza.
            El Segundo tomo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, profuso en incongruencias cronológicas, comienza con la visita del cura y el barbero al protagonista de nuestra historia para evaluar su estado mental. El dictamen del cura prorrumpe en el siguiente epifonema:“Dios te tenga de su mano, pobre don Quijote; que me parece que te despeñas de la alta cumbre de tu locura hasta el profundo abismo de tu simplicidad".     
          En el Capítulo X, el andante caballero recibe un duro zarpazo al descubrir y, consiguientemente, admitir que Dulcinea es una tosca campesina: “Tendió don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vio sino a las tres labradoras, turbose todo y preguntó a Sancho si las había dejado fuera de la ciudad”, a lo que Sancho respondió que Dulcinea era una de las tres labradoras. Sancho describe a la rústica Aldonza cómo “reina y princesa y duquesa de la hermosura”, entre otros desacordes epítetos, a lo que el narrador contrapone que     “ (...) no descubría en ella [don Quijote] sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata”.
            Mediante la anterior disparidad adjetiva se establece una inversión de roles: el amo, notorio por su locura, ahora contempla la realidad como es, al descubrir en Dulcinea una labriega; mientras, su escudero, célebre por su realismo, la presenta idealizada. Si bien, es obvio que Sancho tiene consciencia de la ‘hombruna’ Aldonza Lorenzo, y se vale de este discurso, en parte, para intensificar la ironía entre la realidad y la ficción. Al mismo tiempo, Sancho simula creer lo inexistente para justificar y abrigar la locura y el desamparo de su amo. En ese complejo proceso, asimila que Dulcinea es requisito imprescindible para don Quijote. El tener una dama a la que amar y a la que encomendarse es condición de todo caballero andante. Al mismo tiempo, la noble simulación es medicina a la cabecera de quien, más que Señor, es amigo: uno de los numerosos valores que resalta la novela.           
            El pensamiento neoplatónico trasciende los hechos básicos de la realidad. De esa forma, se establece la antinomia Dulcinea, asociada a la locura del caballero, y Aldonza Lorenzo, a una vulgaridad reprobable. Dulcinea, a pesar de ser un personaje irreal, trasciende y se afianza espiritualmente. En el Capítulo XXXII, la Duquesa comenta que Dulcinea "...es dama fantástica, que vuesa merced la engendró y parió en su entendimiento, y la pintó con todas aquellas gracias y perfeciones que quiso". A lo que don Quijote responde:  "... la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosa, sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje". Su perfección la diviniza y su influjo arraiga la razón de existir de su amado. "Ella pelea en mí, y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser", afirma el ingenioso hidalgo.            
              Entre otras aventuras, sobresale el descenso de don Quijote al interior de la cueva de Montesinos, que se dice es el infierno del Quijote. Allí vuelve a toparse con Dulcinea para recibir una estocada mortal. El acendradísimo caballero, que se cuestiona si lo sucedido en la cueva ha sido verdad, rememora cómo una de las dos compañeras de Dulcinea se le acerca, los ojos envueltos en lágrimas, y le dice: “Su señora Dulcinea del Toboso suplica a vuestra merced cuan encarecidamente puede ser servido de prestarle sobre este faldellín que aquí traigo de cotonía nuevo media docena de reales”, lo que la iguala en rusticidad con la Teresa Panza en cuanto a la  necesidad de artículos básicos.
            ¿Implica la profanación de la imagen ennoblecida de Dulcinea una alegoría de la España en crisis, manifiesta en el barroquismo que bien cala el Segundo libro? ¿Refleja este desvanecido ideal un conflicto existencial, universal y actual, que escudriña la inconsistencia de nuestros más caros anhelos y el gran problema de la muerte? Estas son algunas de las intensas propuestas que esgrime esta genial novela.            
            La experiencia de la cueva de Montesinos repercute tanto en el desperezamiento de Alonso Quijano como en la quijotización de Sancho. El escudero absorbe el idealismo de su amo, como buen discípulo expuesto a los altos valores éticos que éste le ha venido inculcando; así la Dulcinea que Sancho ridiculiza en el Primer libro, es justificada por él en el Segundo, al afirmar que todo caballero andante necesita vivir por un ideal dentro del cual es necesaria la existencia de una sublimada dama.
            En el capítulo XXXI, la Duquesa convence a Sancho de que él también ha sido víctima de un  encantamiento. “–Eso digo yo– dijo Sancho Panza –, que si mi señora Dulcinea del Toboso está encantada (…) Verdad sea que la que yo vi fue una labradora, y por labradora la tuve (…) y si aquella era Dulcinea, no ha de estar a mi cuenta, ni ha de correr por mí”.  El escudero considera que el asunto debe correr por los sobrenaturales enemigos de su amo.
            Sancho sabe, por experiencia, la naturaleza terrenal de Aldonza Lorenzo. Sin embargo, llega a sospechar, trastornado por la locura de su amo, que el influjo de los encantadores determina la manera en que él y su señor perciben la dualidad encantamiento/ burda realidad. Siempre Dulcinea será el punto de referencia entre la visión amo-escudero, entre la realidad y la ficción, y pieza central en la innegable simbiosis entre ambos personajes. Cuando Alonso Quijano emprende su aventura de caballero andante, no olvida la necesidad de tener una dama de quien enamorarse y para quien ganar todas las batallas y honores. Sancho, quien al principio no lo reconoce, termina defendiendo este ideal, al tiempo que su amo flaquea en ese empeño.            
            Alonso Quijano se enamora, más que de Dulcinea, del mito. Y Sancho es conquistado, paulatinamente, por la admirable ternura del mismo. Cuando el mito desfallece en el alma de un Quijote decepcionado, ya palpita en Sancho, comprendiendo que si se ultima, conlleva consigo el aniquilamiento de las más caras aspiraciones de su amigo. El escudero soporta estoicamente la caída del mito; mientras, don Quijote, más vulnerable en esta segunda etapa, sufre el desengaño como honda desgarradora mortal herida.
            Mientras los sueños del Quijote palidecen en el gesto desilusionado del barroco, Sancho eleva su mirada, paulatinamente quijotizada, tras las huellas del "desfacedor de agravios", patentizando así que la gran novela de Cervantes no sólo se fundamenta en la evolución y reciprocidad de los opuestos, en la coexistencia realidad/ficción, y su dialéctica germinativa, sino también en el autoanálisis de la obra en sí, la cual, según el recientemente fallecido escritor español nacionalizado chileno José Ricardo Morales, “constituye un libro situado ante sí mismo, desdoblándose de continuo, hasta conciliarse en él dos términos tenidos como antagónicos –el sujeto observador frente al objeto observado”, que se muta en el  texto como el sujeto “yo libro”.            
          Los límites entre lo que consideramos real e irreal se confunden dentro de esa densa neblina que envuelve a las múltiples y complejas facetas del comportamiento humano. No hay nada absolutamente negro o blanco en la buena literatura, en el arte en general, sino numerosos mutantes matices, determinados por los propósitos del autor, la percepción del lector y otras circunstancias que influyen tanto en el momento de la concepción de la novela como en su análisis.
            De esta manera, aceptamos nuestra incompetencia en abarcar gran parte de lo que nos propone Cervantes a través del personaje de Dulcinea del Toboso, conformándonos en esta ocasión con lo que más nos ha impresionado, para dar paso a una cita muy amada por nosotros de Arthur Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación: “Tenemos sueños, ¿acaso no es toda la vida un sueño? O más precisamente: ¿hay algún criterio fiable para diferenciar entre sueño y realidad, entre fantasmas y objetos reales?

viernes, 16 de septiembre de 2016

Grandes figuras del ballet mundial actúan en La Habana

Adiarys Almeida, ajena al lente que la descubre, reza antes de salir al escenario el 20 de agosto de 2016, después de 13 años sin bailar en Cuba. Foto: cortesía del artista ucraniano Artyom Shlapachenko

Por Leonardo Venta

El pasado 20 de agosto, doce notables bailarines de la escena mundial se dieron cita en el recientemente renovado Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, en la gala “Ballet Royalty (Realeza del ballet)".  Para aquellos que no pudieron conseguir boletos, que se agotaron en pocas horas, se colocó una inmensa pantalla al costado del teatro para que pudieran presenciar la histórica función organizada por la empresa estadounidense Improvedance y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura de Cuba.
            El cubano Rodrigo Almarales, primer bailarín del Cincinnati Ballet, cofundador de "Ballet Royalty" y director artístico y general del espectáculo, inscribió en el programa que “sus más lejanos recuerdos de infancia se asocian con este teatro”, refiriéndose a las presentaciones en el mismo de sus padres Miriam González y Héctor Almarales, otrora bailarines del Ballet Nacional de Cuba.
             Por otra parte, en conferencia de prensa en la sala Lecuona del Gran Teatro, Almarales, que abandonó Cuba a los 10 años de edad y regresó en el 2014 para bailar en el 24.° Festival Internacional de Ballet de La Habana, expresó: “Vi de nuevo al público cubano y supe que había algo que debía hacer (...) Cuba y La Habana son referentes para la danza y el ballet mundial y este teatro, un templo sagrado para el arte”.
            En la memorable función del pasado agosto, bailaron para el exigente público habanero Ivan Vasiliev y Daniil Simkin, del American Ballet Theatre; María Kochetkova y Carlo Di Lanno, del Ballet de San Francisco; Iana Salenko, del Ballet Estatal de Berlín; el primer bailarín del Ballet Bolshoi, Semyon Chudin; Mathew Golding, del Royal Ballet, y Misa Kuranaga, del Ballet de Boston. También actuaron la primera bailarina del Ballet de Canadá, Jurgita Dronina; los exprimeros bailarines del Ballet de Cincinnati Joseph Gatti y Adiarys Almeida, así como el propio Almarales.
Adiarys Almeida, Jurgita Dronina, Joseph Michael Gatti, Matt Golding, Misa Kuranaga, Daniil Simkin, Christopher Stowell, María Kochetkova, Rodrigo Almarales, Ivan Vasiliev, Iana Salenko y Semyon Chudin. Foto: cortesía del artista ucraniano Artyom Shlapachenko.

            La velada abrió con el pas de deux de "La sílfide y el escocés", de August Bournonville, interpretado por Almarales y la japonesa Misa Kuranaga, quien luego bailó el muy aplaudido solo de "La muerte del cisne".
            Del mismo modo, arrancó grandes aplausos el hilarante solo del ebrio personaje de “Les Bourgeois”, pieza contemporánea del belga Ben Van Cauwenbergh y música de Jacques Brel, que Carlos Acosta ya había estrenado en suelo cubano. Esta vez, lo interpretó Daniil Simkin, al que algunos críticos han llamado el 'nuevo Nureyev'. En tanto, el italiano Carlo Di Lanno protagonizó el estreno mundial de "Painting Greys", coreografía de Myles Thatcher. Más tarde, Di Lanno y la moscovita María Kochetkova bailaron la pieza contemporánea "Bells pas de deux", del establecido coreógrafo ruso Yuri Possokhov.
            La rusa Jurgita Dronina y su coterráneo Semyon Chudin desperezaron los duendes clásicos del Gran Teatro habanero, al interpretar el conocido y exigente grand pas de deux de las bodas de la princesa Aurora y el príncipe Désiré del tercer acto de "La bella durmiente". Concluido el siempre refrescante intermedio, ambos tejieron poseía mediante el etéreo pas de deux del segundo acto de "Giselle", ante la nublada lúcida pupila y el nostálgico oído de la Giselle definitiva: la mítica Alicia Alonso, sentada, a los 94 años, en su habitual butaca del primer balcón.  
            Hacía diez años que el ruso Ivan Vasiliev, merecedor de los más notables premios en el universo de la danza clásica, no se presentaba en Cuba. En esta ocasión, desafió la inercia con su desbordante armonioso virtuosismo en el pas de deux de "Las llamas de París" junto a la ucraniana Iana Salenko, la cual contó además con la asistencia del partenaire canadiense Matthew Golding en la escenificación de la siniestra Odile del famoso pas de deux del tercer acto de "El lago de los cisnes".
            Rodrigo Almarales tuvo la oportunidad de bailar su propia creación "Chor. # 2", junto a su compatriota Adiarys Almeida, otrora integrante del Ballet Nacional de Cuba, quien volvió a saborear su público después de 13 años de ausencia.
            La briosa Almeida –a quien habíamos entrevistado a raíz de su actuación en la decimosexta edición de la gala “Youth America Grand Prix” en el floridano Straz Center de Tampa–, fue la más aplaudida entre la constelación que se dio cita en el gran escenario habanero, luego de interpretar el personaje de Medora en el ballet "El Corsario", en un arrobador pas de trois junto a Golding, con quien bailaba por primera vez, y su excompañero del Cincinnati Ballet Joseph Michael Gatti.
"El corsario", desde otro ángulo.  Adiarys Almeida, Matt Golding y Joseph Michael Gatti. Foto: cortesía del artista ucraniano Artyom Shlapachenko

            Entre aplausos y jadeos, llegó el fin del programa, de unas dos horas de duración, con la imperturbable magia del pas de deux “Don Quijote”, en el que la melódica y estimulante música de Ludwig Minkus parecía enardecer un derroche de sensual bravura en la pareja integrada por Kochetkova y Simkin, arrancando los célebres vítores que caracterizan a los apasionados balletómanos cubanos.
            Examinando las opiniones de la crítica especializada sobre la impresionante fiesta danzaria, hallamos varias fotografías tomadas por el excelente artista ucraniano Artyom Shlapachenko, residente en Cuba desde los 7 años de edad, quien departió con nosotros sobre el evento habanero, desde Kiev, la capital de Ucrania, autorizándonos amablemente a  publicar sus valiosas fotos.
            Shlapachenko, para quien contar una historia a través de cada imagen es lo esencial, nos relató que mientras miraba hacia el escenario, desde bastidores, notó que "Adiarys Almeida se había apartado hacia una esquinita y comenzó a rezar para que todo le saliera bien en la función. Me agaché para no importunarla y desde otro ángulo pude tomarle par de fotos de ese momento tan especial. Ella se dio cuenta y le deseé buena suerte, a lo que me respondió con una sonrisa".
            En nuestra opinión, la genial foto de Ariadys que ilustra este escrito capta la trascendente significación de esta cita con el arte en La Habana, muy especialmente para ella y Rodrigo Almarales, quienes regresaban al cálido abrigo de su tierra natal después de una prolongada ausencia. 



En el año del centenario de Camilo José Cela

Una nueva edición de La colmena, de Cela, con pasajes eróticos inéditos en forma de apéndice, pudiera salir a la luz en cualquier momento
Por Leonardo Venta

"Cervantes dice, en las misteriosas y enriquecedoras páginas del Persiles, que el arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma. No puedo arrepentirme de haber visto pasar la vida entera con la pluma en la mano, yo ya no puedo dar marcha atrás por haberme pasado la vida escribiendo, tampoco quiero ni debo hacerlo y proclamo mi lealtad a mi oficio. Me reconforta pensar que la palabra tiene su mejor premio en sí misma, y doy gracias a Dios, también a los hombres, por no haberme querido mudo ni muerto".
                Camilo José Cela, fragmento de su discurso de recepción del Premio Cervantes

            Este año se celebra el centenario del natalicio de una de las grandes figuras de las letras españolas, Camilo José Cela, quien nació el 11 de mayo de 1916 en la parroquia de Iria Flavia, perteneciente al término de Padrón, en la provincia de La Coruña. Entre otros géneros, cultivó la novela, el cuento, la poesía, memorias y libros de viajes. Fue periodista, ensayista, editor de revistas literarias, conferenciante, pintor, y hasta actor.
            Cela irrumpió en el celaje glorioso de la literatura con La familia de Pascual Duarte (1942), inscrita en el llamado "tremendismo", estilo que exalta la figura del antihéroe y explora las huellas dejadas por intrínsecas irracionalidades en los conductos más míseros y desapacibles de la existencia.
             En La familia de Pascual Duarte relata las memorias de un asesino que, mientras espera su ejecución, experimenta una especie de arrepentimiento que oscila entre la sinceridad y la incertidumbre. La novela, a la que sucedieron otras trece, fue rechazada por las autoridades franquistas, que prohibieron una segunda edición en 1943.
            De padre gallego y madre inglesa, Cela, miembro de la Real Academia Española desde 1957 hasta su muerte en el 2002, es igualmente ponderado por su novela La colmena (1951), una de las primeras en denunciar la sombría realidad de la sociedad española de posguerra, y con la que incorporó a su país a la novelística moderna. Tuvo que publicarse en Buenos Aires debido a la censura existente en la nación que ocupa la mayor parte de la península ibérica. Fue despedido de la Asociación de la Prensa y, según alega el catedrático madrileño Jorge Urrutia, “resultó problemática la continuación de sus colaboraciones en los periódicos oficiales”.
            La novela fue igualmente criticada en círculos católicos. Dicho en sus propias palabras, Cela se echó “a la plazuela con maquinilla de fotógrafo” para retratar el desolado cuadro de la sociedad española después de la Guerra Civil.
            Llevada al cine en 1982 por Mario Camus, La colmena nos traslada a un café madrileño de los años cuarenta, cuyos numerosos personajes, más de 300, revelan interesantes matices de existencias miserables bajo el aplastante peso de la recién finalizada guerra.
            Formada por seis capítulos que se deshilvanan en menos de cuarenta y ocho horas, la novela tiene lugar en 1942. Según el censo de personajes realizado por José Manuel Caballero, Premio Biblioteca Breve 1961, existen 296 caracteres imaginarios creados por Cela, y 50 históricos o individuos reales mencionados en el curso de la misma.
            Anécdotas se suman para conformar una especie de enjambre humano, similar al que forman las abejas en una colmena, desplazándose a un final de enorme meticulosidad y perfeccionismo literario, el cual se centra en un incidente en la vida del personaje Martín Marco, quien sobresale entre la multitud de caracteres que integran la novela.
            La trama es complicada, por el gran número de personajes y lo fragmentado de la misma. Si bien, el narrador literario se enfoca en un cuadro global y subjetivo, en el que las individualidades se funden, o confunden, en un ente grupal.
            La prosa es directa, mordaz, con aislados vuelos poéticos. Las descripciones, precisas, hacen hincapié en una realidad que el autor observa desde una distancia aparentemente impasible. Aunque, en tres ocasiones, éste interfiere explícitamente en el curso de la novela. Así señala en una ocasión: “A mí no me parece…”.
            No obstante, en el prólogo a la tercera edición de La colmena, Cela indica, proclamando su ruptura con la omnisciencia de la narrativa decimonónica: “La historia es como la circulación de la sangre o como la digestión de los alimentos. Las arterias y el estómago, por donde corre y en el que se cuece la substancia histórica, son de duro y frío pedernal”.
            La colmena transita entre la tensión suscitada en los diálogos y los acerados comentarios del narrador. El novelista, más allá de proponer un cuadro sociológico de sus personajes, transforma al lector en cómplice, haciéndole copartícipe del jadeo angustioso de la España de posguerra; sugiere, asimismo, el efecto nocivo del pasado sobre el presente. “No merece la pena que nos dejemos invadir por la tristeza. La tristeza también es un atavismo" , propone Cela en su novela.
            El Premio Nobel de Literatura (1985),  Príncipe de Asturias (1987) y Cervantes (1995), murió el 17 de enero de 2002 en una clínica de Madrid a los 85 años de edad.  En una entrevista concedida en 1998 a La Nación, Cela expresó: "Uno se resiste a irse al otro mundo, pero no le tengo miedo a la muerte. Es una vulgaridad. La muerte es lo único en que han coincidido todos los hombres desde el origen de la humanidad". Sus restos mortales reposan en su ciudad natal, donde se conserva su legado en la Fundación que lleva su nombre.
            Como nota significativa, informamos que fragmentos censurados de La colmena salieron a la luz, en 2014, por la Biblioteca Nacional de España en su espacio de la red informática. Entre ellos, leemos: "Doña Celia sale, desnuda, de detrás de la cortina y se echa sobre Lola, le lame todo el cuerpo. Lola la deja hacer (...) Sobre la habitación flota el respirar de las dos mujeres: el de Lola, agotado, ansioso el de doña Celia, que ha caído sobre los baldosines haciéndose una paja".
            Según Jorge Urrutia, colaborador al informe de publicación del manuscrito, textos como éste "difícilmente se habrían publicado" en ninguna parte del mundo en la década de los cuarenta. Los propios editores lo habrían impedido. En tanto, opina que la novela debería publicarse respetando la versión original, e incluir los nuevos pasajes en un apéndice. En 2014, se había anunciado que la nueva edición se publicaría este año. Sin embargo, no tenemos conocimiento de dicha reedición.

jueves, 1 de septiembre de 2016

A los 53 años de la muerte de George Braque

George Braque en su estudio pintando "L'Echo" (1954)
El  miércoles, 31 de agosto de 2016 se cumplió el quincuagésimo tercer aniversario de la desaparición física en París, a la edad de 81 años, del pintor francés George Braque, considerado junto con Pablo Picasso fundador del cubismo, movimiento precursor de la abstracción y la subjetividad artística, a partir del principio del postimpresionista Paul Cézanne de que “todas las formas de la naturaleza parten de la esfera, el cono y el cilindro”.
            Braque incursionó diferentes estilos y tendencias durante su fructífera y extensa producción artística. Hacia 1905, asimiló a los fauvistas, quienes rechazaban los tonos naturalistas del impresionismo, proyectándose hacia los colores violentos, que proyectan la subjetividad y la libertad expresiva del artista, que iniciaron los postimpresionistas Paul Gauguin y Vincent van Gogh. El fauvismo trastornó el concepto del color en el arte contemporáneo, empleando matices puros y brillantes en composiciones cuyos elementos se disgregan del centro teórico, hasta llegar a excluirlo en parte de la representación.  
            En 1908, se adentra en las distorsiones y matices inusitados que caracterizan la obra de Paul Cézanne, fusión de los componentes básicos de representación y expresividad. Es así como Braque, sin proponérselo, funda un nuevo estilo que luego sería conocido como cubismo. Rechazando la perspectiva y el movimiento, trabajó en formas geométricas semejantes a cubos (o prismas rectangulares) mientras se valía del sombreado para reducir el volumen, con lo que otorgaba a los cuerpos una apariencia igualmente plana y tridimensional. Las formas cobran relevancia, por lo que el color pasa a un plano secundario.
            Existen diferentes fases en el cubismo de Braque, quien trabajó este movimiento artístico en estrecha colaboración con Picasso, conformando recursos estilísticos y temas similares. Durante la primera mitad de 1908, ambos artistas se veían casi diariamente. "Casi todas las tardes o bien iba yo al estudio de Braque o bien él venía al mío. Sencillamente, cada uno de nosotros tenía que ver lo que el otro había hecho durante el día", dijo el pintor malagueño refiriéndose a su experiencia con el galo. Sin embargo, Picasso, en mi opinión, asume una conducta similar a la de Rubén Darío en relación a su obra Azul y el modernismo, al autoproclamarse fundador del cubismo, reclamando además el patrimonio de la concepción del collage, que bien le pertenece a Braque. “Cuarenta años después del surgimiento del cubismo, Picasso no quiso dejarle nada a Braque, ni el cubismo analítico ni el cubismo sintético”, ha señalado el crítico de arte parisiense Olivier Cena.
            Al comienzo de su experimentación cubista, Braque creaba a base de cubos superficies superpuestas y planos angulares, empleando escasos grados de coloración. De esa forma se adentró en el "cubismo analítico", cuya descomposición de objetos de colores preferiblemente grises, marrones, verdes y amarillos, o diferentes tonalidades de un mismo color, los lleva a ser irreconocibles. "Violín y jarra" (1910, Kunstmuseum, Basilea), pertenece a esta etapa. 
"Violín y jarra" (1910, Kunstmuseum, Basilea), pertenece a la etapa del "cubismo analítico"
Ulteriormente, desarrolla el "cubismo sintético", en otros términos, un signo que significaba el objeto en lugar de imitarlo, valiéndose de la trasposición de los efectos del collage a la pintura al óleo, e introduciendo colores algo más brillantes.            
            La osmosis Braque-Picasso se deshizo definitivamente en 1914, cuando el artista galo se sumó a las filas del ejército de su país. Braque fue herido de gravedad en la cabeza durante la Primera Guerra Mundial y en 1917, después de una prolongada convalecencia, restableció su carrera artística. A partir de esa fecha, emprendió un nuevo estilo, que a pesar de seguir siendo cubista, se torna más personal, más contemplativo, con colores más enérgicos, mayor aprovechamiento de la textura como elemento configurador de la expresividad y la reaparición de la figura humana.
            El primer artista vivo en haber expuesto en el Museo del Louvre de París tenía un gusto especial por la naturaleza muerta. "En la naturaleza muerta, el espacio es táctil, incluso manual, mientras que el espacio del paisaje es un espacio visual", afirmaba. Asimismo, creó la técnica del "papier collé" en collages (utilizando papeles de periódico, de embalaje, o de imitación de madera o mármol), además fue pionero en el empleo de las letras y los números en sus composiciones. En la esquina superior derecha de "Le Portugais", obra de 1911, aparecen por primera vez las letras "D BAL" y una serie de números bajo ellas.

"Le Portugais", 1911
Georges Braque reta al espectador a ejercitar el pensamiento crítico; lo incita a formular diversas propuestas a partir de las múltiples perspectivas que subyacen en sus trabajos. He ahí en parte su genialidad.