La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 12 de junio de 2010

¡Contesta Tú al teléfono!



Por Leonardo Venta

Junio ya está aquí, y con él un cúmulo de efemérides. El primer día del mes más geminiano, en 1926, nació Marilyn Monroe, nombre artístico de Norma Jean Mortenson, uno de los grandes mitos del siglo XX.

Al evocar el pasado de Hollywood recordamos su primera vampiresa erótica, Theda Bara; su gran estrella del cine mudo, Clara Bow; Mary Pickford, Marlene Dietrich y Greta Garbo, quienes sí hablaron en el celuloide.

Igualmente nos vienen a la mente la soberbia Joan Crawford, la irreverente Mae West, la estelar Betty Davis, la deslumbrante Elizabeth Taylor, y un infinito etcétera hasta llegar a estrellas como Angelina Jolie, Julia Roberts, Demi Moore, Nicole Kidman, Sharon Stone, hasta la mismísima Madonna.

Sin embargo, ninguna igualó en su enigmático sex-appeal a Marilyn Monroe, esa muñeca primorosa, ingenua y excitante, que siempre sonreía como escondiendo una oceánica lágrima.

Marilyn fue mucho más que la bella platinada de voz insinuante, de gestos sensuales, de labios pulposos y rojos que incitaban al amor. Fue la triste huérfana, la viajera incansable en busca de un hogar, la modelo desarropada que soñó con ser amada en un decorado cinematográfico.

Para evitar tener que ir a un orfanato, a los 16 años de edad, accede a un matrimonio arreglado con James Dougherty, un policía de 21 años. Su matrimonio, en 1954, con el famoso pelotero Joe Di Maggio, celoso y posesivo, duró sólo nueve meses. En 1956, contrajo nupcias con el dramaturgo Arthur Miller, quien tampoco supo o quiso hacerla feliz.

En 1962, el 5 de agosto, a las 3 y media de la madrugada, a la edad de 36 años, fue encontrada sin vida en su habitación. Estaba tendida sobre la cama, y su brazo extendido hacia un teléfono descolgado.

Ernesto Cardenal, como ningún otro poeta, acaricia la memoria de nuestra Norma Jean en su "Oración a Marilyn Monroe". Recorrámosla, pues, con sus versos:


Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...

Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!





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