Por Leonardo Venta
El ballet Clásico de Moscú presentó su producción de "El cascanueces" en el Tampa Bay Performing Arts Center los pasados 6 y 7 de diciembre, como parte de una gira que viene realizando en esta época festiva alrededor de ochenta ciudades.
Al francés Marius Petipa, que llegó a ser director de coreografía del Ballet Imperial Ruso en el siglo XIX, le debemos el perfeccionamiento del modelo de ballet con argumento largo y completo que ha sobrevivido hasta nuestros días. La bella durmiente, El lago de los cisnes y El cascanueces, coreografías suyas, son magníficos ejemplares de este tipo de ballet de argumento extenso.
El cascanueces fue creado en 1892 bajo el minucioso cuidado de Petipa. Sin embargo, al enfermarse éste, la obra fue completada por su asistente ruso, Lev Ivanov. Así llega a Tampa engalanado por la acertada adaptación coreográfica de Anatoli Emelianov, quien, a su vez, es primer bailarín de la compañía.
La música de El cascanueces, compuesta por el célebre Piotr Ilich Chaikovski, es sumamente melódica y llena de fascinantes matices que complementan su innovadora orquestación. Lamentablemente se bailó con música grabada, lo cual desfavorece el desempeño de los bailarines, quienes se ven obligados a conformarse al espacio prefijado por el tiempo melódico, lo cual limita la iniciativa técnica e interpretativa. También pueden surgir imprevistos a los que una grabación musical no puede ajustarse.
En la función del pasado día 6, afortunadamente, no hubo accidentes en escena. Los adagios, variaciones y codas fueron ejecutados con esmerada precisión por más de treinta bailarines, en su mayoría rusos, que componen la compañía que dirige Valery Kokorev. Sin embargo, a pesar del academismo de la agrupación no hubo en toda la función una sola nota de virtuosismo que nos hiciera jadear de emoción.
Sin lugar a duda, la estrella de la velada fue la primera bailarina Tatiana Predenia en el rol de Masha — equivalente ruso de Clara — cuyo partenaire, el también primer bailarín Maxin Klekovkin, en el rol del príncipe Cascanueces, realizó un desempeño digno de su pareja.
El papel del mago Drosselmayer fue ceremiosamente ejecutado por Andrei Buldakov. La pareja integrada por Kirill Shevin y Elena Vorobieva, en su interpretación de las danzas árabes, fue una de las más aplaudidas. Los espontáneos aplausos parecían premiar, sobre todo, las excelentes extensiones y plasticidad de la Vorobiera.
El montaje de Anatoli Emelianov agrega un elemento a la historia original en el segundo acto: una paloma etérea, que conduce a Masha y a su príncipe Cascanueces a una tierra donde no existe la guerra ni el sufrimiento, y en donde todas las criaturas conviven en perfecta armonía. Quizá ese mensaje de paz sea el más valioso para esta época navideña.
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