La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

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martes, 3 de octubre de 2017

Arquetipos femeninos en Primero Sueño

"Ganimedes con el águila de Zeus" (1817), obra del escultor neoclásico Bertel Thorvaldsen, Museo Thorvaldsen, Copenhague
Por Leonardo Venta

            Son numerosos los ejemplos en la obra de Sor Juana Inés de la Cruz que reflejan su preocupación por el tema de la mujer y su derecho al conocimiento en una sociedad patriarcal. El uso de las figuras mitológicas femeninas en su obra magna Primero Sueño (1692), una soberbia y singular silva de 975 versos, condiciona en parte su necesidad de afirmarse como mujer e intelectual en la entidad político-administrativa del Virreinato de Nueva España.
            El amanecer en los últimos versos del poema –en cuya atmósfera el alma se desprende del cuerpo para realizar un viaje asombroso hacia la cúspide del conocimiento– es anunciado por Venus y Aurora en un combate donde el día se establece y hace huir a las sombras de la noche: “Pero de Venus, antes, el hermoso / apacible lucero / rompió el albor primero, / y del viejo Tithón la bella esposa / –amazona de luces mil vestida, / contra la noche armada / hermosa si atrevida / valiente aunque llorosa–, / su frente mostró hermosa / de matutinas luces coronadas (...)”. 
                                          
" Nascita di Venere (El nacimiento de Venus)", obra de Sandro Botticelli, 1445-1510, Galería Uffizi, Florencia, Italia
            Venus, mujer de Vulcano, dios de la forja de los metales, es originalmente en la mitología romana diosa de los jardines y de los campos, pero después es identificada con Afrodita, la deidad griega del amor y la belleza. Por su parte, Aurora, equivalente a la griega Eos, es la diosa del alba y la bella esposa del veterano Titón, la cual aparece armada como una amazona vestida de mil luces en confrontación contra  la noche.
            Es sugestivo cómo la ya fallecida hispanista estadounidense de origen cubano Georgina Sabat de Rivers, en su análisis feminista del poema, propone que son figuras femeninas, como Venus y Aurora, las que exceden a las masculinas al final del poema, fundamentando su argumento en el hecho de que el hablante lírico al referirse al sol no lo identifica con nombre mitológico alguno, como bien pudiera haberlo llamado Febo o Apolo: “Llegó en efecto el sol cerrando el giro”.  Sin embargo, las figuras femeninas, como hemos observado, sí son aludidas mediante sus nombres y carácter mitológico de deidades.
                               
"Apolo y Aurora", de Gérard de Lairesse (1671)

               En la prosificación del poema que aparece en el Vol. 1 de las Obras Completas editadas por Alfonso Méndez Plancarte y Alberto G. Salceda (1951-56), en lo que hoy sigue siendo la versión más completa y autorizada de la que se dispone, leemos: "Antes, empero, la hermosa y apacible estrella de Venus –el Lucero matutino–  rompió en su primer albor; y la Aurora, la bella esposa de Thitón –tal como una Amazona vestida de mil luces, armada en guerra contra la Noche, y a un mismo tiempo hermosa y atrevida, y valiente aunque llorosa (por su rocío) –, mostró su gallarda frente, coronada de fulgores matutinos; tierno preludio, pero ya animoso, del llamante Planeta (el Sol), que venía reclutando sus tropas de bisoñas, (o nuevas) vislumbres, y reservando a la retaguardia otras luces más veteranas y fuertes, para lanzarse ya al asalto contra la Noche, que –Tirana usurpadora del imperio del Día– ostentaba por corona el negro laurel de miles de sombras, y con nocturno cetro pavoroso regía las tinieblas, que aun a ella propia le infundían terror".

Estatua de Júpiter en la que aparece con algunos de sus atributos:
el cetro, el orbe con la Victoria y el águila a sus pies
            Júpiter, a quien Sor Juana llama el “temido Tonante”, posee innumerables atributos: dios del trueno y del rayo, del tiempo atmosférico y de la luz matinal. Es una deidad eminentemente belicosa. Sin embargo, la imagen perifrástica del águila: “De Júpiter el ave generosa”, es más significativa dentro del poema por su rango alegórico que el dios en sí. 
            El águila sugiere el lado bienhechor y magnánimo del dios guerrero, pero su gran implicación tropológica es la de resaltar ciertas ideas que el yo poético está interesado en sugerir, tales como la naturaleza firme y afanosa del ave, la cual no se rinde al descanso, que considera un vicio: “De Júpiter el ave generosa / –como al fin Reina–,  por no darse entera / al descanso, que vicio considera”.  El águila simboliza, igualmente, la idea de elevación y osadía. El hablante lírico sugiere por mediación de esta ave majestuosa el movimiento ascendente del alma hacia el conocimiento.
            Minerva es otra figura que indica poder en el poema. Es la diosa intelectual por antonomasia, y según Luis Harss en su texto Sor Juana's Dream, esa característica la convierte en la figura preferida por la poetisa. La diosa griega Atenea, de quien Minerva es su equivalente para los romanos, es representada con atributos masculinos. Atenea salió ya adulta de la frente del dios Zeus, revestida de armas guerreras y blandiendo la lanza, mientras la cruel y belicosa Minerva era la patrona de los guerreros, la defensora del hogar y del Estado. 
                                                 
Construida en el 1929 por el escultor italiano Angelo Zanelli, con 14.6 metros desde los pies hasta la punta de la lanza, siendo la tercera estatua mayor del mundo que se encuentra bajo techo, la estatua de la deidad griega Palas, o Atenea, se exhibe debajo de la cúpula del Capitolio de La Habana
            Ya en el Neptuno Alegórico el yo poético le rinde tributo a esta deidad femenina, superponiéndola al dios griego de los mares, quien cae rendido ante su sabiduría. Este tratamiento infiere la idea de que el poder, tradicionalmente simbolizado por Neptuno, pudiera muy bien relacionarse con la sapiencia femenina. En Primero Sueño contrastan, sin siempre oponerse, el sentido de oscuridad (que es el hábitat de las aves nocturnas) con el de la luz, aludido por Minerva, fuente del saber más elevado y puro. Harss, en sus anotaciones sobre el Sueño, señala que la contraposición existente entre Minerva, que habita en la luz, y su sierva Nictimene, que opera en el mundo de las sombras, hace más punzante y rico el contraste entre las figuras poéticas.
             
Estatua romana de la diosa Luna (Selena), reina del cielo de la noche

              Por su parte, Diana, la primera figura mitológica mencionada en el poema, es presentada mediante la perífrasis, “la Diosa / que tres veces hermosa / con tres hermosos rostros ser ostenta”, refiriéndose a sus tres rostros o fases, que a su vez coinciden con los de la luna. Harss puntualiza con respecto a dicha apariencia ternaria: “En la mitología clásica la luna es referida por su triple identidad: Luna (Selena), reina del cielo de la noche;  Diana (Artemis), diosa de la tierra; y Proserpina, la esposa cautiva de Plutón, diosa del mundo subterráneo”. En su fase de Luna se orienta como la dimensión cósmica más alta de la noche, a donde la Sombra, que es significada como un auténtico ser, no puede llegar: “(...) al superior convexo aun no llegaba / del orbe de la diosa”, leemos en nuestro poema.
                                         
"Alfeo y Aretusa" (1568–70), obra del escultor florentino Battista di Domenico Lorenzi
       
                Aunque el personaje de Faetón es considerado tradicionalmente como el más apropiado distintivo del alma en el Sueño, Aretusa, mediante su viaje intrépido en busca de la luz, ofrece una imagen más esperanzadora de las batallas en que se enfrasca el alma para alcanzar sus más ambiciosas metas. A diferencia de Faetón e Ícaro, Aretusa emerge victoriosa de su aventura. Todo ser humano, según la metafísica aristotélica, siente una atracción innata hacia el saber. Aretusa sugiere esta motivación natural mediante su pujante instinto de resistencia. Es, al mismo tiempo, un personaje que significa ayuda: revela a Ceres el paradero de su hija, aun encontrándose en la oscuridad avasalladora del Hades. 
            Al igual que Aretusa, Sor Juana tuvo que lidiar con la lobreguez de una sociedad hostil que rechazaba su condición de mestiza y mujer, así como su inclinación hacia el saber. Pero, incluso Sor Juana, entre las sombras de su claustro jerónimo; y Aretusa, en su agitada empresa subterránea, comparten la capacidad de adquirir e impartir información: conocimiento. Son mensajeras victoriosas del saber adquirido en medio de la oscuridad.

domingo, 28 de mayo de 2017

Tras las huellas de Apolo

De izq. a der.: Lidia Díaz, Jorge Esquivel y Clara Carranco ilustran la carátula de un programa del Ballet Nacional de Cuba, que data de 1973 
Por Leonardo Venta

              Apolo, dios de la lira y el arco, es junto a Júpiter la deidad que posee más atributos en todo el panteón griego. Se le presume oriundo del Asia, pero hay quienes le consideran una divinidad nórdica que los griegos transfirieron en su emigración hacia el sur. Es hijo de Zeus y de Leto, y hermano gemelo de Ártemis. Tiene varios oráculos, entre los que se destaca el de Delfos, por lo que también se le denomina dios de la profecía. 
            Se le atribuye guiar el carro del Sol, por lo que es llamado dios del Astro Rey; e incluso, se le toma por el mismo astro celeste. No obstante, es más bien el dios de la luminosidad solar, lo que, en la racional civilización helénica, no significa lo mismo a ser el dios del Sol, cargo que ostenta Helios.        
            Apolo es, igualmente, un excelente músico y un gran atleta; dios de la poesía, se representa usualmente acompañado por una lira y las musas, a quienes instruía en las artes. Se le confiere el promover la práctica de la medicina entre los humanos. Es, al mismo tiempo, dios de la verdad, así como de la agricultura y la ganadería, funciones que desempeñó después de un largo destierro y regreso al Olimpo.
            A pesar de su hermosa apariencia y seductora voz, Apolo sufrió mucho en la búsqueda del amor. Coronis, Deífobo, Casandra y muchas otras le despreciaron. El amor que más habría de impactarle sería el de Coronis, del cual tuvo como fruto a Asclepio, quien se destacó en la medicina al punto de hacer resucitar a los muertos. Zeus le aniquiló con un rayo por esa temeridad, y Apolo vengó su muerte liquidando a flechazos a los cíclopes que forjaron el rayo con el que Zeus le había quitado la vida.  Airado, Zeus expulsó a Apolo de la morada de los dioses y le condenó a servir a un mortal durante un año. Así fue pastor de Admeto, rey de Feras. 
            Además, el Cronión Ideo le castigó por conspirar contra él junto a Hera, Poseidón y Atenea. Poseidón y Apolo fueron condenados a servir a Loromedonte, rey de Troya, auxiliándole a edificar las murallas de dicha ciudad. Por lo demás, Apolo fue condenado a andar errante por el mundo, padecer infortunios humanos y trabajar para subsistir. Si bien, pudo regresar al Olimpo. 
            Existen ciertos mitos que describen a Apolo como despiadado y cruel. Transfiguró a la ninfa Dafne en árbol, de quien se enamoró por culpa de una flecha de Eros. En la Guerra de Troya, disparó saetas infectadas con la peste sobre el campamento griego en respuesta al agravio del rey Agamenón a Crises, uno de sus sacerdotes, cuya hija Criseida había sido secuestrada. 
            Al mismo tiempo, ayudó a Paris a matar a Aquiles guiando la flecha de su arco hasta el talón de éste. También raptó y violó a la joven princesa ateniense Creúsa, a quien abandonó junto con el hijo nacido de su unión. Mató a Pitón, la temible y legendaria serpiente que guardaba un santuario en las montañas del Parnaso, y con su piel envolvió el trípode en el que se sentaba la sacerdotisa de Delfos.
             Apolo ha inspirado obras plásticas, literarias, musicales, danzarias, entre otras manifestaciones artísticas. El parisino Museo del Louvre exhibe una escultura de esta luminosa deidad, copia romana del original griego de Praxíteles o Eufranor, parte de la Colección Real Francesa, de 2.16 metros de altura, que compendia en sí todo su esplendor mitológico y estético.
"Apollon Musagète", coreografía de Adolph Bolm, música de Ígor Stravinski, se estrenó el 27 de abril de 1928 en un festival de música de cámara presentado en la Biblioteca del Congreso de Washington, D.C. La sala, con capacidad para sólo 511 personas, estaba abarrotada. El propio coreógrafo encarnó el personaje de Apolo. Ruth Page, Berenice Holmes y Elise Reiman fueron las tres musas. La coreografía de Bolm ha quedado prácticamente olvidada.
            Poco después de un mes, el 12 de junio, George Balanchine, con sólo 24 años, estableció su versión en el Teatro Sarah Bernhardt de París, con los Ballets Rusos de Diaghilev, diseños de André Bauchant y la actuación del célebre bailarín y coreógrafo francés de origen ruso Serge Lifar en el papel protagónico. El mismísimo Stravinski dirigió la orquesta. Al bailar con Calíope (Lubov Tchernicheva), Polimnia (Felia Doubrovska) y Terpsícore (Alice Nikitina), la deidad de los muchos atributos les imparte el soplo divino de sus respectivas artes, así como las conduce, con Terpsícore a la cabeza, a la cima del idílico monte Parnaso.
           En 1945, Alicia Alonso bailó por primera vez la puesta en escena de Balanchine, interpretando a Terpsícore, junto a Nora Kaye y Barbara Fallis, como Polimnia y Calíope, respectivamente. André Eglevsky representó el personaje de Apolo. A partir de 1946, la Alonso lo bailó con Ígor Youskevich.   
             

miércoles, 31 de agosto de 2016

Mitologías, un excelente libro de Roland Barthes

Fuente: Paris Match , N.º 326, 25 junio-2 de julio 1955

"...estoy en la peluquería, me ofrecen un número de ParisMatch. En la portada, un joven negro vestido con uniforme francés hace la venia con los ojos levantados, fijos sin duda en los  pliegues de la bandera tricolor. Tal el sentido de la imagen. Sin embargo, ingenuo o no, percibo correctamente lo que me significa: que Francia es un gran imperio, que todos sus hijos, sin  distinción de color, sirven fielmente bajo su bandera y  que no hay mejor respuesta a los detractores de un pretendido colonialismo que el celo de ese negro en servir a sus pretendidos opresores".
Roland Barthes, Mitologías 

Por Leonardo Venta

Si hay un libro que todos debiéramos leer es Mitologías (1957), del crítico literario, sociólogo, semiólogo y filósofo francés Roland Barthes. En el prólogo a su Primera Edición, el autor expresa: "Estos textos fueron escritos mensualmente durante unos dos años, de 1954 a 1956, al calor de la actualidad. Yo intentaba entonces reflexionar regularmente sobre algunos mitos de la vida cotidiana francesa. El material de esa reflexión podía ser muy variado (un artículo de prensa, una fotografía de semanario, un film, un espectáculo, una exposición) y el tema absolutamente arbitrario: se trataba indudablemente de mi propia actualidad".
A Barthes, uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX, se le confiere el haber aplicado a la crítica literaria las percepciones surgidas del psicoanálisis, la lingüística y el estructuralismo. Estableció conceptos como el "del placer del texto" y de éste como "un cuerpo", así como el de la “muerte del autor”, entre otros. Se le reconoce también por articular la teoría y la práctica del fenómeno de la transtextualidad, trascendencia textual del texto, dado en la relación entre el texto analizado y otros textos leídos o escuchados, así como promover el estudio de los signos culturales, arbitrariamente seleccionados por un grupo social para establecer determinadas ideas.
Sus estudios se destacan por desafiar las normas establecidas y, por consiguiente, a las clases hegemónicas. Uno de sus aportes más notables al pensamiento moderno es la nueva valoración que ofrece al concepto del mito. Para Barthes, el mito impone que todo hombre y mujer convenga con la imagen que se le asignó en un momento dado como si debiera perpetuarse.
La definición tradicional se refiere al origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura. Sin embargo, para el erudito francés, es un tipo de discurso, un modo de significación que va más allá de su acepción original. Barthes considera que cualquier cosa puede convertirse en un mito, ya que todo objeto puede pasar de una forma cerrada o existencia silenciosa a otro estado oral, disponible a la sociedad para su propia interpretación.
Según el estudioso galo, el mito es una especie de mensaje conferido a los modos de la escritura y otras representaciones, como la fotografía, el cine, el reportaje,  los deportes, los espectáculos y la publicidad en general. La fotografía, por ejemplo, es un discurso visual de la cotidianeidad social entendida como lenguaje de signos. "En Francia, no se es actor si uno no ha sido fotografiado por los Studios d'Harcourt. El actor de d'Harcourt es un dios; nunca hace nada: se lo rapta en descanso", afirma Barthes.
Todos los materiales que componen el mito presuponen una manera de significación. Éste pertenece, según Barthes, a la ciencia de la semiología, estudio de los signos en la vida social. Basándose en este postulado, establece que el signo lingüístico es una unidad psíquica de dos caras, constituida por el significante –los sonidos y las formas de las palabras– y el significado –lo que esos sonidos y palabras significan intrínsecamente en el sistema constituido por la lengua–. 
            Afirma Barthes que el mito ejerce dos funciones fundamentales: la de apuntar o señalar y la de notificar. Del mismo modo, nos hace entender algo y nos lo impone en un constante juego de escondidos entre el sentido y la forma. No existe nada fijo en éste.  Puede ser alterado, desintegrado, o desaparecer completamente. La verdad no está garantizada en el mito, nada puede prevenirlo de ser víctima de una coartada, su significante siempre tiene a disposición múltiples significados. 
Por otra parte, el mito es una clase de discurso definido por su intención. La historia, adulterada por éste, es finalmente asimilada como un hecho natural y aceptado.  El lenguaje, por su carácter subjetivo, es su presa más fácil. El mito puede corromperlo todo. Su trabajo es el de justificar una intención histórica, una especie de manifestación natural, aparentando lo eterno de su fortuna. Su función es la de vaciar la realidad, como si la evaporase.
El autor de Mitologías afirma que el mito está del lado de la derecha por su sentido eminentemente burgués. Según este razonamiento, los burgueses no solamente lo instauran sino lo manipulan y propagan para prevenir a las masas de una subversión general. Suprimen al objeto de su historia, creando mitos que son universalizados en forma de proverbios.  Por ejemplo, promulgan la hegemonía de ciertos grupos étnicos sobre otros, de diversos valores falsos que las masas llegan a asimilar como genuinos.
La mitología armoniza con el mundo no como es en realidad sino como la clase en el poder lo ha diseñado para justificar y arraigar su status quo. Emplea un metalenguaje, utilizado para describir un sistema de expresión programado, estático, que no toma acción directa sobre la historia sino que la amolda a un mundo irreal y utópico para ser insertado en la mente del hombre.
El mitologista trata de evitar la realidad lo más que puede en el proceso de crear el mito, indica los aspectos hermosos de un contexto, pero ignora y adultera la esencia de otros. Roland Barthes propone que la labor del intelectual es la de reconciliar al hombre con la realidad, de revelar la correlación entre la descripción y la explicación, entre el objeto y el conocimiento, desenmascarando y desenmantelando la función nociva de aquello a lo que se le atribuyen falsas cualidades o excelencias.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El destierro de la Abuela Kueka



La “Abuela Kueka” es una colosal piedra sagrada para los pemones – comunidad amerindia venezolana que habita el Caribe occidental desde tiempos inmemoriales –, extirpada del Parque Nacional Canaima, al sur de Venezuela. Bajo la presidencia de Rafael Caldera, el funcionario Héctor Hernández Mújica la entregó al escultor alemán Wolfgang von Schwarzenfeld, mediante un acuerdo establecido con Hans Peter Pliscka, Encargado de Negocios de la Embajada de la República Federal Alemana en Caracas.
 
A partir de este bloque inmenso de jaspe de unas 30 toneladas de peso, el artista teutón realizó un trabajo escultural para luego emplazarlo en el parque berlinés Tiergarten como parte del proyecto “Global Stone”, el cual comprende cinco piedras, o grupos de piedras, las cuales alegorizan un lema para cada uno de los continentes que conforman el globo terráqueo: la esperanza (África), la paz (Australia), el despertar (Europa), el perdón (Asia) y el amor (América).

Si bien, el epíteto amoroso con que los germanos arrullaron a la vetusta piedra americana en nada coincide con la poco melindrosa conmoción desatada alrededor de la misma. El pueblo pemón reclama el regreso de su venerable piedra al lugar que le corresponde junto a su amado, el “Abuelo Kueka”, en la localidad de Santa Cruz de Mapaurí.

Según la leyenda aborigen, Kueka era un joven de la tribu Pemón que eligió por esposa a una hermosa doncella de la casta Macuxi, transgrediendo lo establecido por el dios Makunaima, que prohibía la unión de sus mancebos con mujeres de una tribu diferente. Pemón y su prometida huyeron hacia la tierna maldición de los amores imposibles. "¡Maldito eres, vivirás siempre abrazado con tu esposa!, dictaminó Makunaima mientras metamorfoseaba a los amantes en piedra.

Esa sed de identidad que nos empuja a venerar tradiciones, a costa, es preciso decirlo, de exigirnos la existencia de sucesos maravillosos, nos impone reconocer que la abuela y el abuelo de los Pemón, separados arbitrariamente, integran la infinitud de nuestra eternidad añorada. Para la razón, en fin, de los oriundos de Santa Cruz, la crisis ambiental y espiritual que sufre su comunidad se le atribuye a la ausencia de la Abuela Kueka de su espacio original y, junto al gobierno venezolano, reclaman a Alemania su pronto retorno a la Venecia de América.

Mas es menester distinguir aquí entre el apetito artístico del escultor europeo y el acto de subestimar la perfecta salud del pueblo pemón al sustraerle la tan valorada piedra. Hoy, el propio von Schwarzenfeld admite que la Piedra Kueka ya no representa el amor, sino de alguna manera refleja sentimientos de discordia. Y es que donde habita la discordia no hay lugar para el amor.

El pueblo autóctono de Pemón reclama este pedazo de su historia, de sus credos, de su cosmogonía, de su patrimonio, de su idiosincrasia, arrancado de sus entrañas e injertado en suelo ajeno. El ministerio de Asuntos Exteriores alemán se ha referido a una solución aceptable para todas las partes. Apoyándonos en el inextricable báculo llamado justicia, como si fuera un cetro, insignia de la dignidad humana, consideramos el retorno de la Kueka-abuela al parque Canaima, Patrimonio Natural de la Humanidad, como única solución admisible.

martes, 12 de julio de 2011

El temerario Aquiles

"La Furia de Aquiles", Charles Antoine Coypel (1694-1752), Museo del Ermitage


El parisino Charles Antoine Coypel (1694-1752) se formó como pintor con su padre Antoine (1661-1722), el más célebre de los Coypel, una dinastía de pintores que abarcó casi una centuria desde mediados del siglo XVII. Charles Antoine, que también fue dramaturgo (elogiado por el mismísimo Voltaire) incorpora la erudición literaria a las artes plásticas.

Por Leonardo Venta

El gran Homero, a quien la Décima Musa de México llama “dulcísimo Poeta” en Primero Sueño, perfila admirablemente los caracteres de Aquiles y Ulises, protagonistas de la Ilíada y la Odisea, respectivamente. Célebre el primero por su impetuosidad; y por su mesurada e intuitiva astucia, el segundo.

Hijo de Peleo, rey de los mirmidones, y de la diosa Tetis, Aquiles no heredó la inmortalidad de su madre sino que fue mortal como su padre. Tetis trató de investirlo de esa cualidad divina sumergiéndolo en el río Estigia.

Así consiguió hacerlo invulnerable, a excepción del talón por donde lo sujetara. En otra versión, Tetis, en su propósito de hacerlo inmortal, quemó su cuerpo y lo cubrió de ambrosía, el néctar de los dioses. Sin embargo, Peleo arrancó con violencia al niño de sus manos y éste quedó con un talón carbonizado, el cual su padre sustituyó por la taba del gigante Damiso, famoso por su rapidez en la carrera. De ahí que se le apode como "el de los pies ligeros".

Hasta la legendaria Troya – cuya existencia se consideró durante mucho años resultado exclusivo de la imaginación, hasta que el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann en 1870 desenterró sus murallas de piedra y sus almenas –, se dirigió Aquiles a desafiar a la muerte, sin temer el augurio que lo sentenciaba a sucumbir a manos de un dios – Apolo – y un hombre – Paris.

Por una disputa con Agamenón, capitán de las fuerzas griegas, el colérico Aquiles se retira del combate junto a sus tropas. A partir de ese instante, los troyanos comenzaron a ganarle las batallas a los griegos. Es entonces cuando Patroclo, vestido con la armadura de su entrañable amigo Aquiles, devuelve a los griegos el aliento de la victoria. No sin antes perecer a manos de Héctor.

Para vengar la muerte de Patroclo, Aquiles reanuda la lucha y liquida al capitán troyano. Colocando sus manos sobre el silenciado pecho amigo, exclama: "¡Alégrate, oh Patroclo, aunque estés en el Orco! Voy a cumplir cuanto te prometiera. He traído arrastrando el cuerpo de Héctor, que entregaré a los perros para que lo despedacen cruelmente; y degollaré, ante tu pira, doce hijos de troyanos ilustres por la cólera que me causó tu muerte".

Aquiles peleó su última batalla con Memnón, rey de los etíopes. Después de matar al monarca, condujo a los griegos hacia los muros de Troya. En plena lid, Paris disparó su arco con la ayuda de Apolo, el cual dirigió la flecha hacia el talón izquierdo del griego, hiriéndolo mortalmente.

Quizá la trasgresión de Aquiles viene determinada por la impetuosidad, desmesura y temeridad que rechaza la protección que su madre Thetis le había ofrecido, al lanzarse impávidamente hacia el final siniestro que le había sido presagiado.

Homero le canta a un Aquiles vulnerable. El hecho de que Hefesto fraguara para él un portentoso escudo es una prueba de dicha vulnerabilidad. No obstante, su grandeza épica radica en que nunca temió la siempre consciente inminencia de la muerte.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Aretusa*


Por Leonardo Venta

Ninfa del bosque en la mitología griega, protegida de Ártemis o Diana, mientras se bañaba desnuda en una corriente que pertenecía al dios del río Alfeo, la bella Aretusa, que al igual que Diana había prometido permanecer siempre virgen, despierta una pasión amorosa en Alfeo. La ninfa huye bajo el océano, transformada en corriente, mientras el agitadamente enamorado hijo de Océano y Tetis, metamorfoseado en río, penetra la tierra y viaja hasta Ortigia para unirse a ella.

Después de una prolongada fuga subterránea y submarina, Aretusa vuelve a la luz para notificar a Ceres, la diosa romana de la agricultura, el paradero de su hija Proserpina, diosa de los muertos y de la fertilidad de la tierra, a quien ha visto en su recorrido.

Gracias a Aretusa, Ceres, de cuyo nombre se deriva la palabra cereal, se entera que Proserpina ha sido secuestrada por Plutón y habita cautiva en el Hades. Esta información le facilita a la diosa madre el rescate de su hija. Los griegos, y luego los romanos a partir del siglo V a.C., creían que el reencuentro madre-hija cada primavera hacía que la tierra fructificara copiosamente.

Aretusa no es metamorfoseada como forma de reprensión por sus transgresiones, como usualmente sucede en los mitos grecolatinos (recordar a Nictimene, Acteón, las Minias, Alcione, Ascálafo, y otras figuras), sino más bien su transformación es una especie de protección divina. Diana le concede convertirse en corriente de agua para proporcionarle la escapatoria del dios-río.

El mito de Aretusa sugiere el triunfo del amor y la perseverancia. El río Alfeo, despues de perseguir apasionadamente a la esquiva ninfa, logra conquistarla para fundirse con ella en el jubiloso abrazo del amor. El insuficiente ente racional, a no ser movido por la pasión amorosa, no puede explicar el ignorado modo en que la fuente dirige su carrera.

Por otra parte, el mito de Aretusa sugiere descenso y elevación, oscuridad y luz. El ser humano, en su sed insaciable de conocimiento, muchas veces, al igual que Aretusa, se ve obligado a moverse a través de las oscuras profundidades subterráneas, a ocultarse, al decir de sor Juana Inés de la Cruz en Primero Sueño, “deteniendo en ambages su camino / los horrorosos senos / de Plutón, las cavernas pavorosas”. Atravezamos períodos de lobreguez intelectual y emocional antes de que el conocimiento y la dicha irradien temporalmente nuestros sentidos.

*En la antigüedad se pensaba que el río Alfeo corría bajo el mar desde Grecia y emergía en la fuente de Aretusa en el puerto siciliano de Siracusa, una de las mayores atracciones turísticas actuales de esta ciudad.

martes, 6 de julio de 2010

Los lazos del silencio

La deidad egipcia Harpócrates, conocida entre griegos y romanos, es representada como un niño con un dedo pegado a sus labios, lo cual se interpretaba erróneamente como indicación de silencio; de ahí le viene el nombre de Dios del Silencio.


Por Leonardo Venta


«No he de callar, por más que con el dedo / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises, o amenaces miedo, / ¿no ha de haber, un espíritu valiente?, / ¿siempre se ha de sentir lo que se dice?, / ¿nunca se ha de decir lo que se siente? (…)».
Francisco de Quevedo y Villegas, 1630



Horus, una de las mayores divinidades egipcias, se solía representar de diferentes formas. Una era la de un niño con el dedo colocado sobre los labios. Los griegos le adoptaron, llamándole Harpócrates, dios del secreto y la discreción, al interpretar la postura del dedo como un gesto que indicaba silencio.

San Agustín llamó dios grande del Silencio a Harpócrates, y la Décima Musa de México, sor Juana Inés de la Cruz, hace buen uso de su significado alegórico (ver y escuchar, pero mantenerse callado) en su más significativa pieza lírica, Primero Sueño: “(…) con indicante dedo, / Harpócrates, la noche silencioso; a cuyo, aunque duro, / si bien imperïoso / precepto, todos fueron obedientes”. En Harpócrates, confluyen la condición de silencioso con la representación de la noche, imagen que bosqueja la atmósfera misteriosa de las sombras, el dominio donde mora el pensamiento.

Alfonso Méndez Plancarte indica en su prosificación del Sueño: "de igual modo que la noche – como un silencioso Harpócrates, la deidad egipcia y griega que sellaba con un dedo sus labios – intimaba, el silencio a los vivientes...: a cuya precepto imperioso, aunque ‘no duro’ (pues que es tan suave acatarlo), todos obedecieron". Se podría especular más al respecto, arguyendo que Harpócrates podría significar el silencio exigido a Sor Juana por sus superiores religiosos, opuestos a sus inquietudes eruditas.

El obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, conminó a Sor Juana a dejar sus escritos profanos para dedicarse a los religiosos (primera señal de la existencia de una persecución que la forzó posteriormente a abdicar de sus actividades intelectuales). Por otro lado, el historiador Elías Trabulse asegura la existencia de un juicio secreto efectuado en contra de sor Juana por el obispo Aguiar y Seixas a sazón del escándalo causado por la “Carta Atenagórica”. Octavio Paz, a su vez, comenta: “la poetisa fue constantemente objeto de reconvenciones y reprimendas. Núñez de Miranda, su confesor, le transmitió sin duda muchas de estas quejas, aparte de las suyas propias”.

El silencio, significado por Harpócrates, puede que sea el ejercicio de una virtud necesaria, reflejo de una mente adiestrada en la mesura y la prudencia. Si bien, romper los códigos del silencio en un medio opresivo, es como sostener en alto la verdad para que pueda ser vislumbrada como estandarte de denuncia.

Hay silencios que al romperse ciegan la pávida mudez del miedo. Otros, desde su aparente mutismo expresivo, proclaman grandes verdades. Paradójicamente, se pronuncian a veces pomposas alocuciones que no dicen nada, sino más bien exasperan a la verdad con falacias, que de tanto repetirse, o por conveniencia propia, son aceptadas como indiscutibles.

Hay mucha tela que cortar en este taller del silencio, una problemática que debemos resolver nosotros mismos con nuestras consciencias; por el momento, queda preguntarle a Harpócrates, o a ese yo solapado que habita en no sé que rincón de nosotros: ¿Callar o hablar?

Silencio… (el espacio y el tiempo, déspotas de la formalización del pensamiento, me obligan a ponerle fin a este artículo). Pero, usted, estimado(a) lector(a), tiene la posibilidad casi instintiva de seguir instigándolo hasta que hable.

viernes, 2 de julio de 2010

Apolo, la deidad de los muchos atributos

«Apolo rodeado de ninfas» por François Girardon y Thomas Regnaudin, ca. 1670

Por Leonardo Venta

Apolo, el dios de la lira y el arco, es junto a Júpiter la deidad que posee más atributos en todo el panteón griego. Se le presume oriundo del Asia, pero algunos le consideran una divinidad nórdica que los griegos transfirieron en su emigración hacia el sur. Es hijo de Zeus y de Leto, y hermano gemelo de Ártemis. Tiene varios oráculos, entre los que se destaca el de Delfos, por lo que también se le considera dios de la profecía.

Se le atribuye guiar el carro del Sol, por lo que es llamado dios del Astro Rey; e incluso, se le toma por el mismo astro celeste. No obstante, es más bien el dios de la luminosidad solar, lo que, en la racional civilización helénica, no significa lo mismo a ser el dios del Sol, honor que ostenta Helios.

Apolo es, asimismo, un excelente músico y un gran atleta; dios de la poesía, acompañado usualmente por su lira y las Musas, a quienes instruía en las artes. Se le confiere el promover la práctica de la medicina entre los humanos. Es deidad de la verdad, así como de la agricultura, la ganadería, funciones que desempeñó después de un largo destierro y regreso al Olimpo.

A pesar de su hermosa apariencia y seductora voz, Apolo sufrió mucho en la búsqueda del amor. Coronis, Deífobo, Casandra y muchas otras le despreciaron. El amor que más habría de impactarle sería el de Coronis, del cual tuvo como fruto a Asclepio, quien se destacó en la medicina al punto de hacer resucitar a los muertos. Zeus le aniquiló con un rayo por esa temeridad, y Apolo vengó su muerte liquidando a flechazos a los cíclopes que forjaron el rayo con el que Zeus le había quitado la vida. Airado, Zeus expulsó a Apolo del Olimpo y le condenó a servir a un mortal durante un año. Así fue pastor de Admeto, rey de Feras.

Igualmente, Zeus le castigó por conspirar contra él junto a Hera, Poseidón y Atenea. Poseidón y Apolo fueron condenados a servir a Loromedonte, rey de Troya, auxiliándole a edificar las murallas de dicha ciudad. Por lo demás, Apolo fue condenado a andar errante por el mundo, padecer infortunios humanos y trabajar para subsistir. Si bien, pudo regresar al Olimpo.

Existen ciertos mitos que describen a Apolo como despiadado y cruel. Transfiguró a la ninfa Dafne en árbol, de quien se enamoró por culpa de una flecha de Eros. En la Guerra de Troya, disparó flechas infectadas con la peste sobre el campamento griego en respuesta al insulto del rey Agamenón a Crises, uno de sus sacerdotes, cuya hija Criseida había sido secuestrada.

Al mismo tiempo, ayudó a Paris a matar a Aquiles guiando la flecha de su arco hasta el talón de éste. También raptó y violó a la joven princesa ateniense Creusa, a quien abandonó junto con el hijo nacido de su unión. Mató a Pitón, la temible y legendaria serpiente que guardaba un santuario en las montañas del Parnaso, y con su piel envolvió el trípode en el que se sentaba la sacerdotisa de Delfos.

Apolo ha inspirado obras plásticas, literarias, musicales, danzarias, entre otras manifestaciones artísticas. El museo del Louvre en París exhibe una escultura de esta deidad de luz, copia romana del original griego de Praxíteles o Eufranor, parte de la Colección Real Francesa, de 2.16 metros de altura, que compendia en sí todo su esplendor mitológico y artístico.

martes, 29 de junio de 2010

El Mito de Hércules

Hércules Farnesio. Nápoles, Museo Arqueológico nacional

Por Leonardo Venta

Heracles ó Hércules es en la mitología griega un héroe semidiós, célebre por su fuerza y cuantiosas legendarias hazañas. Es identificado también como Alcides, cuya representación típica lo muestra empuñando una clava. Este sobrenombre lo toma Hércules de Alceo, su abuelo.

Hijo de Alcmena y de Zeus, su padre mortal es Anfitrión. Una noche en que Anfitrión se encontraba ausente, Zeus tomando la forma de Anfitrión se unió con Alcmena. De esta unión nació Hércules.

Creonte, el rey de Tebas, casó a Hércules con su hija Mégara, para honrar su valentía. Hera, por su parte, deseaba que abandonase Tebas y fuese a Argos para servir a Euristeo. La diosa provocó un acceso de locura en Hércules, bajo el cual asesinó a sus hijos y a los de Íficles, su hermanastro. Cuando Hércules recuperó la razón repudió a Mégara entregándola a su sobrino Yolao y partió para expiar sus crímenes.

El héroe que siempre va más allá del límite humano, se dirigió a Delfos, donde la Pitia le aconsejó que primero se cambiase el nombre. Fue a partir de entonces que pasó a llamarse Heracles, que significa gloria de Hera. Después se encaminó a Argos para purgar su trasgresión y se puso al servicio de su primo Euristeo, Rey de Micenas, quien le impuso el desafío de afrontar doce difíciles pruebas: los doce célebres trabajos o hazañas de Hércules.

Tras superar dichas arduas pruebas se consideraría purificado y se le otorgaría la inmortalidad. Antes de ponerse al servicio de Euristeo, Heracles fue convenientemente equipado por los dioses. Atenea le obsequió una túnica; Hefesto, una armadura; Hermes, una espada; Poseidón, caballos; así como Apolo le otorgó un arco y unas flechas envenenadas.

Existen otras versiones del mito que explican por qué Heracles aceptó someterse a las pruebas que le imponía Euristeo, un hombre al que consideraba muy inferior. Se dice que lejos de sentir aversión por Euristeo, estos trabajos fueron realizados para demostrar su amor por él, ya que eran amantes. También existe la versión de que Heracles se sometió al Rey de Mecenas para obtener el perdón para su padre que permanecía en el destierro.

El mito de Hércules o Alcides encierra una relación muy estrecha con el de Atlante. La fuerza desmedida de Alcides es análoga al enorme castigo que soporta Atlante, condenado a cargar para siempre sobre sus espaldas la tierra y el firmamento y en sus hombros la gran columna que los separaba.

Por otra parte, emular con la sabiduría divina implica un esfuezo 'titánico' o 'hercúleo'. Afirma el erudito Alfonso Méndez Plancarte en sus notas a Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz: "...¿cómo podría esa misma flaca razón enfrentarse a todo el conjunto de tan inmensa espantable máquina [la complicada estructura de todo el Cosmos], cuyo tremendo peso incomportable – si no estribara en su centro mismo, que es la Omnisapiencia y Omnipotencia de Dios — agobiaría las espaldas de Atlante y excedería a las fuerzas de Hércules, de suerte que el que fue bastante contrapeso del Cielo [cualquiera de estos dos personajes, que sostuvieron en sus hombros el firmamento] juzgaría menos pesada y grave esa mole, que la faena de investigar la Naturaleza...?".