La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

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lunes, 1 de mayo de 2017

Una velada histórica en el Metropolitan Opera House

Alicia Alonso en su debut como Giselle en 1943, acompañada por Anton Dolin. Ballet Theatre, Metropolitan Opera House, Nueva York. Fotógrafo: Fred Fehl (Colección Museo de la Danza)
Por Leonardo Venta 

           La noche del domingo,13 de mayo de 1984, como parte de las celebraciones del centenario de su fundación, el Metropolitan Opera House de Nueva York, sede del American Ballet Theatre, celebró una gala histórica con algunos de los artistas más relevantes de la escena mundial.
            En aquella memorable velada, Alicia Alonso y su partenaire Jorge Esquivel bailaron una adaptación del gran pas de deux del segundo acto de ''Giselle'', obra cumbre del ballet romántico, con cuyo rol protagónico debutara la Alonso, junto a Anton Doli, el 2 de noviembre de 1943 en ese mismo escenario, en sustitución de Alicia Markova, una de las más aplaudidas en la representación de ese personaje. La gran bailarina cubana dejó de interpretar Giselle el mismo día, cincuenta años después, acompañada por el primer bailarín cubano Lienz Chang, en el Gran Teatro de La Habana.
            Como puede apreciarse en la filmación de la susodicha función de 1984, a sus 62 años de edad y parcialmente ciega, la prima ballerina assoluta arrancó con la poesía inefable de su genio artístico una reacción apoteósica en el exigente público que se dio cita en el templo neoyorquino de la danza universal.


domingo, 8 de mayo de 2016

Chanel seduce a La Habana

El habanero Paseo del Prado fue sede del histórico evento

Por Leonardo Venta
      El 3 de mayo de 2016, Chanel realizó un histórico desfile de modas en La Habana. Durante alrededor de media hora, una de las tres principales casas de la alta costura de París, junto a Dior y Balmain, presentó su primer desfile de modas en Latinoamérica. La escenografía de su nueva colección "Crucero" fue el colonial hermoso Paseo del Prado, rediseñado en 1928 por el célebre arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier.
      El evento, en el que desfilaron tres modelos cubanas, fue encabezado por el famoso diseñador alemán Karl Lagerfeld, de 82 años, creador de moda prêt-à-porter y director artístico de la casa Chanel, para la que, a partir de 1983, modernizó la imagen que había establecido su mítica fundadora, Gabrielle Bonheur Chasnel (1883-1971), célebre por el mote de Coco Chanel.
      El desfile fue presenciado por invitados del mundo de la moda y celebridades, algunos de los cuales viajaron expresamente a Cuba para la ocasión. El escritor y dramaturgo cubano Antón Arrufat, de 80 años, que presenció el desfile desde el balcón de su hogar en el Paseo del Prado, comentó: “Es un paseo largo y estrecho que permite una mejor apreciación de los modelos al futuro comprador, en este caso imaginario, porque los cubanos no tienen dinero para comprarlos”.



sábado, 12 de marzo de 2016

Despedida de Carlos Acosta del Royal Ballet de Londres

El bailarín cubano Carlos Acosta, uno de los más grandes de su generación en la danza mundial, se despidió ante una ovación de pie el jueves, 12 de noviembre de 2015, a los 42 años de edad, de la compañía británica Royal Ballet, luego de bailar para ésta por 17 años, con una presentación de su recién estrenada coreografía "Carmen", en el escenario londinense del Royal Opera House.

viernes, 30 de enero de 2015

"Canto Vital", coreografía de Azari Plisetski para el Ballet Nacional de Cuba


“Canto Vital, coreografía de Azari Plisetski, música de Gustav Mahler – «Rondó final» de su Sinfonía Núm. 5 en Do sostenido –, vestuario de Salvador Fernández, intérpretes: Arián Molina, José Lozada, Osiel Gounod y Yanier Gómez, en la Gran Gala de clausura del Festival Internacional de Ballet de La Habana, el 7 de noviembre de 2012. Este pas de quatre, que experimenta hondamente con las posibilidades expresivas de la danza masculina, aborda las luchas y esperanzadora firmeza del hombre en sus primogenias manifestaciones por la sobrevivencia sobre los elementos de la naturaleza.


  En agosto de 1979, Orlando Salgado, Andrés Williams, Lázaro Carreño y Raúl Barroso interpretan “Canto Vital”, en el Teatro de la Universidad de Río Piedra, en San Juan de Puerto Rico, seis años después de que el 1º de marzo de 1973 los mismos bailarines, a excepción de Jorge Esquivel en lugar de Raúl Barroso, lo interpretaran en su estreno mundial en el Teatro García Lorca de La Habana.  En una visita del desaparecido Anton Dolin a la capital cubana, en la década de los años setenta, me confesó en el vestíbulo del Hotel 'Habana Libre' que “Canto Vital” era su pieza predilecta del repertorio contemporáneo del Ballet Nacional de Cuba.

Ver enlace: http://eciencia.urjc.es/bitstream/10115/6378/4/CB1979_10N1_p_47-49.pdf





domingo, 2 de noviembre de 2014

Amparo Brito y Andrés Williams - "Rítmicas", coreografía de Iván Tenorio



Rítmicas (1973)

Lo interpretaron los jóvenes bailarines cubanos Amparo Brito y Andrés Williams el año de su estreno en el II Concurso Internacional de Ballet de Moscú  . Allí, Amparo Brito obtuvo Medalla de Oro.
En 1976, Amparo Brito obtuvo el Premio "A la Más Excelente Participación Individual" en el Concurso Internacional de Ballet de Japón. A su  vez, Iván Tenorio recibió el Premio en Coreografía Moderna por este ballet en la susodicha competencia.
Coreografía: Iván Tenorio.
Música: Amadeo Roldán.
Vestuario: Salvador Fernández
Tema: Contrapunto entre la técnica académica y elementos de las danzas populares cubanas, sobre música para percusión.

jueves, 7 de febrero de 2013

César Santos, un clásico del siglo XXI

El óleo sobre lino “Pietá” (2008), de César Santos, que integra la colección familiar del artista, procura –y lo logra augustamente– un punto de contacto entre las obras de los grandes maestros del pasado y temas contemporáneos tratados con la dignidad de los primeros.


              Por Leonardo Venta

             Con su virtuoso pincel manifiesta pericia y hálitos renacentistas, así como de los grandes maestros decimonónicos, en temáticas del siglo XXI y otros novedosos proyectos. Aquel que domina las técnicas más exigentes dentro de las artes plásticas, de la manera que lo hace César Santos, puede darse el lujo de incursionar triunfalmente en cualquier modalidad estilística.
            Cuando lo entrevisté en 2007, a raíz de "Danza Imposible", el afiche oficial del XII Festival Internacional de Ballet de Miami creado por él, Santos no tenía televisor, ahora nos confiesa que tiene uno enfrente de su cama, si bien permanece entre 10 a 13 horas diarias en su estudio. Sus modelos preferidas, las mujeres, especialmente su esposa Valentina, aparecen sensualmente en obras en las que usualmente él se autorretrata.
            “Mi meta como artista y ser humano es mantenerme con la libertad de expresar mis ideas y lo que siento con respecto al arte. De lograrlo, sería influenciar la trayectoria del arte del futuro y mantenerme como parte de la historia del arte”, afirma Santos, quien nació el 10 de julio de 1982 en Santa Clara, Cuba, y emigró con su familia a Estados Unidos a la edad de 13 años.
            Nuestro pintor ha explorado desde temprana edad el oficio de figurar ideas y objetos en una superficie, con los trazos y colores pertinentes. Estudió arte en el New World College de Miami, ciudad en la que creció. De allí se trasladó a Angel Academy of Art, en Florencia, Italia, hasta graduarse, bajo la tutela de Michael John Angel –discípulo del Gran Maestro Pietro Annigoni, uno de los grandes de la pintura realista italiana del siglo XX y, a su vez, estudioso de maestros renacentistas como Tiziano y Da Vinci, de quienes no sólo captó el esplendor artístico de una época, sino los más particulares procedimientos pictóricos–.
            El estilo de Santos se caracteriza por extraer elementos cotidianos fuera de su contexto natural para crear un novedoso entorno para ellos, una nueva realidad –a juicio de este columnista– más sublime, ideal y asequible. Para él, “su arte es una metáfora de la vida, y cada cual debe poner un poco de sí mismo a la hora de interpretarlo”. Le atraen y divierten las oposiciones, diríamos (literariamente) el oxímoron –combinación de expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido–, rara mixtura pictórica que nos interpola a la creación literaria del genio Jorge Luis Borges.
            Otro rasgo distintivo de la obra de Santos es la armonía que enarbola tal plácido celaje, complaciente paz interior que se desliza cual alado espíritu de adentro hacia fuera. Nada es explicito para él, siempre le ronda una metáfora de lo sobrehumano humanizado, lo cotidiano divinizado, lo imposible posible, lo mefítico purificado, el dechado reverente de lo canónico. En un lenguaje postmoderno diríamos la venganza de la copia.  Observamos en casi todos los cuadros del joven artista plástico una fuerza –fluida– que se imbuye de conceptos contemporáneos, refrescantes, así como de una filosofía personal que establece “el maridaje entre lo clásico y lo moderno yuxtapuesto y fundido en un mismo nivel”, en perfecta armonía estética pero lanzando guiños que transcienden el marco de la propuesta original.
            “Mis herramientas son la imaginación y la técnica: la esencia y la base de mi trabajo. Siento la necesidad de plasmar figuras y objetos evasivos en diseños conceptuales que tienten a la verosimilitud, que convenzan", confiesa nuestro deslumbrante maestro. Los logros alcanzados por Santos –a una edad en que no sobreabundan en otros artistas– son significativos. Ha exhibido en espacios tan prestigiosos como la exposición “El legado de Annigoni”, en Villa Bardini, en la mítica Florencia; en el Museo de Arte de Beijing, localizado en el “Templo de la Longevidad”, construido en 1577; en la neoyorquina galería Eleanor Ettinger Chelsea; en el "World of Art Showcase", perteneciente a la exposición internacional de arte en el Hotel Wynn de Las Vegas, Nevada, celebrado entre el 20 y el 22 de diciembre de 2012, donde de las 17 obras que exhibió todas fueron vendidas.
            En la plástica de Santos prevalece una distribución muy acusada de la luz y de las sombras. El artista, que demuestra un especial interés por los tonos ocres, persigue
–insistimos– lo ideal, lo estético, el ennoblecimiento de la imagen y la pureza. ¿Especie de evasión de una realidad nada exenta de imperfecciones? Efluvio de dicha apreciación es la “Pietá”, la obra de la imagen que encabeza este artículo, trabajo que le tomó aproximadamente tres semanas pintar en un frío invierno de Estocolmo.
            En contraste con la escultura de Michalengo –célebre por registrar la vulnerabilidad de Cristo que aglomera en sí todas las flaquezas nuestras–, en la “Pietá” de Santos, el pintor exánime es la figura central, mientras su esposa y un modelo en calidad de ayudante lo sostienen en su estudio. “Con este cuadro quise representarme como un artista tradicional caído por el peso y el dominio del arte conceptual y modernista; a quien está levantando la nueva generación de jóvenes deseosos de resucitar al oficio del arte”, indica Santos. “La iluminación proyectada sobre la figura del creador –entiéndase la analogía creacionista entre éste y Dios– sugiere la luz que necesita un artista para representar al mundo que lo rodea y resaltar al mismo tiempo su propia humanidad”, manifiesta el pintor. “Mi pintura no se refiere a ninguna religión. Aunque uso la pose y composición que aparecen en las obras religiosas del renacimiento, me valgo del significado de la palabra "pietá", en sí misma, para indicar compasión y devoción, en mi caso al arte”, añade.“En estos últimos años ha habido un renacimiento del realismo en la pintura, yo ya dediqué años al estudio de la teoría y el arte conceptual. Después, fui a Italia para aprender las técnicas de los grandes maestros; quiero ser el punto de encuentro entre estos dos mundos y crear pinturas actualizadas con temas de nuestros tiempos pero ejecutadas con la dignidad de las pinturas del pasado”, rubrica.
            Lo plasmado por Santos en el lienzo se sabe destino. Sin dejar de emitir guiños de verosimilitud, se descubre y arrebuja en la unisonancia polifónica –valga el oxímoron– de una sutil parodia, para desnudarnos la fantasía del artista, tal cual creación onírica, o cuento encantado. Imaginar la vida como la anhelamos forma parte de nuestras diarias quimeras –al menos para los soñadores–, y en eso radica, a mi juicio, uno de los legados conceptuales más trascendentes del arte de César Santos. Cada cuadro es para él, y consecuentemente para nosotros, efugio, mejor dicho, retorno feliz a lo ancestral, de manos del virtuosismo –paleta de los grandes artistas– con ‘grazia’ y, sobre todo, eco de una emanación estética íntima que seduce la voluntad de los sentidos, a través de la delicadeza del detalle acabado, del arte de la figura, refugio atávico de los renacentistas, cimentado con sinceridad presente.
            Sus lienzos, especialmente sus numerosos autorretratos, no desaprovechan el legado de los recursos expresivos del arsenal creativo de la mitología eternizada en su suntuosidad de tradición. El propio pintor se nos presenta, en ellos, como dios, semidios
–quizá– arropado en una sediciosa lúdica beatífica humanidad, héroe redentor, amoroso mártir, en un horizonte hilarante que llega a serlo tenuemente –por creíble–. Lo imaginativo y lo genuino se abrazan en esa propuesta abierta, osada, sutil, admirable. Está en el espectador descifrarla, asirla y deleitarse en ella.
            La próxima exposición personal del pintor villaclareño, "The Artist's Accomplice (El cómplice del artista)", será del 17 de enero al 15 de febrero, donde se exhibirán ocho obras de gran formato que abordan el tema del maniquí de Annigoni. La recepción será el 24 de enero en Oxenberg Fine Arts, 50 N.E. 29 St., Miami, Florida 33137.

jueves, 22 de noviembre de 2012

El XXIII Festival Internacional de Ballet de La Habana y su gran sorpresa




Alicia Alonso, a pocos días de cumplir 92 años, y Jorge Vega en "Retrato para el recuerdo". (Al fondo, María Elena Llorente y Osmany Molina)
Por Leonardo Venta

El domingo, 28 de octubre de 2012, dio inicio la vigésima tercera edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana, con una gala en el Teatro Nacional. La entrada triunfal al escenario de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, fundadora y directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC), fue precedida por el desfile de varias generaciones de bailarines cubanos al compás wagneriano de la Gran Marcha de la ópera Tannhäuser. La Alonso, próxima a los 92 años, fue traída de brazos al encuentro con dos de sus antiguos partenaires: el francés Cyril Atanassoff, del Ballet de la Ópera de París, y el argentino Rodolfo Rodríguez.

La programación de la velada inaugural del festival irrumpió con “In the nigtht (En la noche)”, del afamado coreógrafo estadounidense Jerome Robbins. Con acompañamiento musical en vivo del joven pianista Leonardo Milanés, tres parejas – Yanela Piñera/Camilo Ramos, Sadaise Arencibia/Víctor Estévez y Viengsay Valdés/Arián Molina – bordaron con tierna serenidad  y agitación chopiniana la coreografía de Robbins que conforma el repertorio de la compañía caribeña desde hace varias décadas.



Coquetamente jalada de las trenzas, “La fille mal gardée” (1789), uno de los ballets clásicos más antiguos – coreografía de la Alonso sobre el original de Jean Bercher (bajo el seudónimo de Jean Dauverval), con las actuaciones de las primeras figuras del BNC Anette Delgado, como Lissette, y Dani Hernández, en el papel de Colin; así como la muy encomiada interpretación de Mamá Simone por el bailarín de demi-carácter Félix Rodríguez –, dio un añoso rumbo a la velada hacia la jocosidad, la teatralidad y la pantomima.



De esta forma, los teatros más importantes de la capital cubana – y como extensión, el de Cárdenas, en Matanzas – fueron testigos de 56 estrenos, de ellos nueve a nivel mundial, bajo el lema “de la tradición y los nuevos caminos”. La Alonso estrenó la ópera pastoral “Acis y Galatea", una de las obras más célebres de Georg Friedrich Händel, con un elenco de jóvenes bailarines cubanos. Del mismo modo, pestañeó por vez primera el pas de deux “Nosotros”, creado igualmente por la Alonso para Anette Delgado y Dani Hernández.

A su vez, para la gala dedicada al centenario del natalicio del escritor cubano Virgilio Piñera (1912-79), la directora de la compañía compuso “La destrucción de danzante”, inspirada en el poema homónimo de Piñera, con música de Héctor Villa- Lobos y la interpretación de Osiel Gounod. Además, se estrenó “Virgiliando”, obra de Iván Tenorio, inspirada en el poema “La isla en peso”, escrito por Piñera en 1979. Tenorio, junto a Gustavo Herrera y Alberto Méndez, integra la tríada sagrada de la coreografía cubana de las décadas del 70 y el 80.



Por su parte, arrancó un mar de aplausos el estreno en Cuba de “Memoria”, un solo del coreógrafo cubano Miguel Altunaga, a cargo de su coterráneo Carlos Acosta, uno de los mejores bailarines clásicos del mundo. El nuevo astro napolitano Luca Giaccio, asimismo, hizo su debut interpretativo en “La muerte de Narciso", otra pieza de la prolífera Alonso basado en un poema homónimo de José Lezama Lima, con música de Julián Orbón, estrenado en la edición 2010 del Festival.

Para despertar insulanas ovaciones, a las ya mencionadas luminarias cubanas, se unieron Xiomara Reyes, del ABT, y José Manuel Carreño, retirado de la misma compañía; así como los argentinos Paloma Herrera y Herman Cornejo del ABT; la japonesa Erina Takahashi y el español Esteban Berlanga del English National Ballet y el francés Angelin Preljocaj con su grupo.

El programa de la gran fiesta danzaria incluyó conjuntamente una gala por el 40 aniversario del montaje de “Giselle” por Alicia Alonso.  Del mismo modo, se presentaron las proyecciones fílmicas de "Fuenteovejuna" y "Carmen", dos de las creaciones de Antonio Gades. Como parte del tributo al "bailaor de la esencia andaluza", la compañía antillana interpretó la versión coreográfica realizada por él de "Bodas de Sangre", inspirada en la obra homónima de Federico García Lorca.

Si bien, lo más sobresaliente del recién concluido Festival Internacional de Ballet de La Habana fue la sorpresiva reaparición en escena de la mítica Alonso –  desbordando sus admirables ansias de rasguear hasta la postrera nota su arte y apego a la vida –, acompañada de personalidades clásicas del ballet cubano como María Elena Llorente, Marta García, Orlando Salgado, Lázaro Carreño, Jorge Vega y Osmay Molina, en una miniatura titulada “Retrato para el recuerdo”, al contagioso compás del "Vals de la Mariposa" de Ernesto Lecuona*, como parte de la gala en homenaje al centenario de la famosa danza afrocubana “La Comparsa” del compositor y pianista cubano más conocido y loado en el mundo.

 "Lo que sucedió en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana fue la apoteosis cuando (...) apareció en el escenario la prima ballerina assoluta", resaltó el periodista José Luis Estrada Betancourt , el cual  calificó de "interminable" la ovación otorgada por la audiencia a la Alonso. Pero, ¿qué no habría de sorprendernos de una mujer que se mantuvo bailando casi ciega superados los setenta años de edad?



* En su tercera visita a Cuba, a finales de 1918, hasta principios de 1919, la gran bailarina rusa Ana Pavlova bailó el “Vals de la Mariposa” en el Teatro Payret de La Habana, compuesto expresamente para ella por el maestro Ernesto Lecuona. Pavlova, para quien el coreógrafo ruso Mijaíl Fokin ideara el solo de ballet más famoso de todos los tiempos: “La muerte del cisne”, en 1905, es para muchos la mejor bailarina de ballet de la historia.