Por Leonardo Venta
"¡Oh habitantes de mi patria, Tebas, mirad: he aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo; aquel al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino! ¡En qué cúmulo de terribles desgracias ha venido a parar! De modo que ningún mortal puede considerar a nadie feliz con la mira puesta en el último día, hasta que llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso". Fragmento de Edipo Rey, tragedia de Sófocles
Nacido en Atenas hacia el 497/96 antes de
Cristo, Sófocles –uno de los tres grandes dramaturgos de la antigua Atenas,
junto con Esquilo y Eurípides– murió a los 90 años.
En calidad de autor dramático, gozó de gran
popularidad entre sus conciudadanos. Ganó su primer concurso trágico en las
Dionisiadas del año 468, compitiendo con Esquilo; a partir de esa fecha,
concursó en otras 29 festividades hasta el año de su muerte, obteniendo el
primer premio en 18 ocasiones, y el segundo en 11 oportunidades.
De sus numerosas obras dramática sólo se
conservan siete tragedias: Áyax, Las Traquinias, Antígona, Edipo Rey, Electra,
Filoctetes y Edipo en Colono. Sin embargo, se conoce la existencia de más de
120 de sus tragedias y dramas
satíricos.
El teatro de la época no era un centro de
reunión para recrear el ánimo ni un calco exacto de la vida ateniense. Incluso,
la comedia griega, que tomaba sus temas de la vida política y social
contemporáneas, aderezaba con anécdotas una agenda más profunda y ambiciosa. La
tragedia, a la que Sófocles dedicó su vida, se dirigía a lo más intenso de la
conciencia individual y colectiva.
Las tragedias helénicas se representaban
durante ciertos días del año. El festival principal se celebraba en la
primavera, cuando grandes contingentes de personas se reunían, por varios
jornadas sucesivas y durante la mayor parte del día, en un teatro al aire libre
que acomodaba alrededor de 17 mil espectadores para presenciar un ciclo de
presentaciones teatrales en medio de una gran excelsitud cívica y religiosa. Los
ejercitantes de la tragedia en Atenas llevaban sobre los hombros una gran
responsabilidad. Pero, al mismo tiempo, eran recompensados tanto en prestigio
como económicamente.
Antes de ser representada, cada obra debía
ser aprobaba por una junta de selección, y el mero hecho de ser aceptada para
su escenificación le confería enorme prestigio a su artífice. Cada creación
competía con las de otros dos autores escogidos, y se seleccionaba un ganador
por el voto de un panel de jueces, influenciados por la reacción del público. Cada
autor debía entregar una serie de cuatro obras: tres tragedias, independientes
entre sí o formando una trilogía sobre un tema específico, y una sátira de
carácter más ligero.
El arte dramático persigue expresar en esencia los sentimientos y
reflexiones incitados por la lucha del ser humano contra las fuerzas eternas
que parecen regir su destino, como expresa Sófocles, “los encuentros del hombre
con algo más que el hombre”.
El elemento propiamente musical, que daba
relevancia a las partes corales, y la nota religiosa caracterizaban estas
producciones teatrales. El drama es recitado o cantado por un coro que lo
interpreta, consolida y comenta. El coro sofocleo tiende un puente entre el
espectador y la representación en sí. A su vez, se integra a los sucesos,
empinando el dramatismo de la acción. Al igual que el coro, el espectador se
transforma en una especie de agente que examina y emite juicios sobre la
propuesta dramática. A la vez, habla lo que los personajes no pueden o no se
atreven a decir, en otros términos, opera como una especie de subconsciente.
La tragedia griega debía contar una
historia ya conocida del pasado heroico y legendario. Como el público ya
dominaba los hechos de la acción, el dramaturgo tenía plena libertad de
adentrarse en cualquier contexto que eligiera con el fin de exponer su tema. La
puesta en escena no se basamentaba en el factor suspenso, no procuraba
satisfacer una curiosidad fortuita, sino reexaminaba y profundizaba en las
propiedades principales de la verdad.
Sófocles renunció a la trilogía
establecida por Esquilo, es decir, cada
una de las tres tragedias era la continuación argumental de la que le
precediera, confiriendo autonomía temática y argumental a cada una de sus
creaciones. Por otra parte, incrementó el número de actores hasta tres. Inicialmente,
sólo había dos actores, por lo cual, esa aportación profundizó la complejidad
de la trama. Además de eso, introdujo decorados diseñados de manera especial
para cada una de las obras.
En contraste con Esquilo, Sófocles redujo
en gran manera la extensión de las partes corales. Sin embargo, aumentó de 12 a
15 sus miembros, generando a través del coro una especie de personaje
colectivo, con sus propias acciones y diálogos, admirable lirismo, profundidad
religiosa y gran relevancia dramática. En otra dirección, el coro aportó
dramatismo al prólogo, cuya tradicional función se concretaba únicamente en
explicar el argumento.
Con relación a la acción dramática, Sófocles
incursiona –especialmente en su tragedia Edipo Rey, cuyo protagonista mata a su
padre y comete incesto con su madre– en el inconsciente, el autoanálisis, la
fragilidad humana, el destino, el conflicto de voluntades, la ironía trágica y
el contraste entre personajes: Antígona frente a Ismene, Electra frente a
Crisótemis, Creonte frente a Hemón, Edipo frente a Yocasta, Ulises frente a
Neoptólemo, entre otros.
En la obra de nuestro poeta trágico, no
existe expiación a través del dolor. El conflicto de sus héroes y heroínas es
irremediable, como es el caso de Antígona –quien paga con su vida haber enterrado
a su hermano Polínices en contra de los deseos del rey Creonte de Tebas–, y
cuya solución no radica en leyes o reformas, sino en entender que la razón, la
prudencia, la justicia y las leyes humanas son limitadas, imperfectas y en
numerosos casos injustas. Sus personajes son aniquilados por fuerzas superiores
a su voluntad, como reflejo del enfrentamiento entre la ley humana y la ley
natural, cuya comprensión íntegra no está a su alcance.
Sófocles, según su contemporáneo Frínico,
uno de los creadores del género de la tragedia, "fue afortunado en la
muerte, así como en la vida". Hay quienes afirman que se ahogó comiendo
unas uvas que le había enviado el actor Calipides en las Antesterias, un
festival ateniense celebrado en honor de Dioniso. Otros aseguran que murió
leyendo Antígona mientras pronunciaba una larga frase sin tomar aliento. Además,
se ha atribuido la causa de su muerte al enorme júbilo que le produjo el éxito
de su obra Antígona en la competición.