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El pianista cubano Bebo Valdés, a la izquierda, y su hijo Chucho Valdés, previo a un concierto conjunto en la madrileña Casa de América, el 9 de octubre de 2008.
Por Leonardo Venta
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El viernes, 22 de marzo de 2013, falleció Bebo
Valdés a los 94 años en la capital sueca. Establecido en Benalmádena (Málaga),
se había trasladado hacía dos semanas a Estocolmo, donde residen algunos de sus
hijos, debido a un empeoramiento de su estado de salud. El pianista, compositor
y arreglista sufría del mal de Alzheimer.
Máximo
exponente de la música cubana, pionero del jazz afrocubano y creador de un
ritmo propio, la batanga – éxito indiscutible de los años cincuenta en la isla
– el nombre de Bebo Valdés es necesario a la hora de realizar un recuento de la
música cubana.
Era
padre de otro excelente pianista y compositor eminente, Chucho Valdés, quien se
trasladó a Málaga para cuidarle en los últimos momentos de su vida. Dos semanas
antes de fallecer, los hijos de su última esposa, la sueca Rose-Marie Perhson,
que falleciera el verano de 2012, reubicaron a Bebo en Estocolmo en contra de
la voluntad de Chucho.
El
verdadero nombre de Bebo era Ramón Emilio Valdés Amaro y nació el 9 de octubre
de 1918 en Quivicán, un pueblo aledaño a la capital cubana. Era de esos
privilegiados que nacen músicos. En su pueblo natal fundó con un amigo su
primera banda, la Orquesta Valdés-Hernández. En los años cuarenta, siendo
integrante de la orquesta de Julio Cueva, creó uno de sus primeros mambos, “La
rareza del siglo”.
Entre
1948 y 1957 trabajó en Tropicana, donde acompañó e hizo arreglos para Rita
Montaner, “La Única”. Compartió escenarios y colaboró con relevantes figuras a
nivel mundial, entre ellos Nat King Cole, con quien llegó a grabar, Ernesto
Lecuona y Lucho Gatica.
En
1960, se exilió en Suecia. Allí se casó con Perhson. Durante casi treinta años
se mantuvo en el anonimato ante el gran público, hasta que en 1994 Paquito
D´Rivera lo persuadió a grabar un nuevo disco, “Bebo Rides Again”. En 2000, el
cineasta español Fernando Trueba lo invitó a participar en el documental ‘Calle
54’. Ese proyectó marcó el rencuentro de Bebo con su hijo Chucho, Israel López
Cachao y Patato Valdés. Finalizada la filmación, Trueba grabó a los tres el
disco ‘El arte del sabor’, que obtuvo el Grammy al Mejor Álbum Tropical
Tradicional en 2001, primero de los nueve que alcanzó Bebo.
En
“Lágrimas negras” – un álbum que Bebo grabó con el cantaor Diego el Cigala – se palpan y arrullan las tonalidades cubanas,
el jazz, y el hondo sentir gitano, para conferirle al músico cubano otro Grammy
y tres discos de platino en España. Con Trueba realizó ocho discos y
protagonizó “El milagro de Candeal”, un documentado filmado en la favela del
mismo nombre en Salvador de Bahía, Brasil. Asimismo, hizo la música del hermoso
filme animado “Chico y Rita”, inspirado en su vida, y nominado al Oscar en
2012. Su último disco fue “Juntos para siempre”, un trabajo antológico con su
hijo Chucho Valdés, en que padre e hijo repasan magistralmente los ritmos
cubanos que compartieron juntos.
El
ambiente artístico se ha mostrado impactado tras conocer la pérdida del gran
músico. “Bebo era la esencia de lo mejor de Cuba: todo en él era especial, su
forma de tocar, su manera de caminar, su risa, su elegancia para todo”, expresó
Javier Mariscal, creador junto a Fernando Trueba de la película ‘Chico y Rita’.
Mariscal recordó cómo, a través de los recuerdos de Bebo, él descubrió nuevamente
la isla antillana. “Yo estaba enamorado de Cuba desde pequeño, y conocía el
país y sus gentes, pero redescubrirla a través de los ojos y de la sensibilidad
de Bebo fue algo especial”.
"De
Bebo me quedo con todo porque sobrepasaba fronteras, era humilde, muy de
pueblo, muy campechano, bromista, y caballero", dijo el cantaor Diego el
Cigala. Según él, Bebo le había pedido que
"no quería lloraderas" cuando falleciera, sino que "quería que
se le recordara bailando". Entonces, bailemos con nuestros pensamientos –la
más soberana forma de danzar– en memoria
de Bebo Valdés.