La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí
José Martí
lunes, 25 de mayo de 2015
domingo, 24 de mayo de 2015
La (homo)sexualidad en Paradiso
José Lezama Lima, en su habanera morada de Trocadero número 162, año 1969. Fotografía: Iván Cañas |
Por Leonardo Venta
Paradiso,
de José Lezama Lima, chasquea un sosegado clamor erótico-transgresor, por lo
que merece un minucioso análisis en ese apartado. No obstante, nos limitaremos
a analizar la (homo)sexualidad en esta obra desde una perspectiva someramente
literaria.
En la única novela publicada en vida
por "el etrusco habanero", el personaje de Foción es condenado por su
homosexualidad. Oponiéndonos a lo expresado por Eloisa Lezama Lima, hermana del autor, cuando apunta
que José Cemí, el protagonista, a pesar de exponerse a la maldad fuera del
hogar, siempre conserva su "pureza" – ¿qué es
en realidad la pureza? – sostenemos que Foción, veladamente, constituye una proyección de la homosexualidad reprimida de Cemí, trasunto de Lezama, sugerida a partir de imágenes que denuncian el carácter defectivo de la relación erótica con individuos del mismo sexo.
La relación entre Cemí, Foción y
Fronesis, que paradójicamente evoca a la trinidad cristiana, desde un innegable matiz
de emanación transgresora, ubica al primero entre Fronesis, el ideal de la virtud del pensamiento moral – ostensiblemente
inalcanzable –, habitualmente relacionado con la sabiduría, y a Foción, la proyección maldita del propio Cemí.
Fronesis, a pesar de ser un
prototipo de virtudes para Cemí, confronta dificultades a la hora de
materializar la cópula heterosexual. El
que haya tenido que valerse de abrir un agujero en la camiseta “que tapaba el
resto del sexo de Lucía, que se escondía detrás del círculo protector” para
penetrarla, determina, dentro de todo un especulativo mecanismo simbólico, una
palmaria freudiana limitación de su supuesta heterosexualidad.
En tanto, Foción es un personaje
maldito; arrastra el anatema de una abierta orientación sexual diferenciada de
la norma. El resto de la triada enarbola sospechas de inclinaciones homoeróticas.
Cesar López, en su estudio “Sobre Paradiso”,
sugiere la misteriosa fusión de Cemí y sus dos amigos: "Cemí,
Fronesis y Foción no tienden más que a la unidad, a ser uno solo, a desarrollarse
en una trinidad naturalmente misteriosa que se apoya en el verbo (…) A la
manera de Jung, el héroe (en una especie de ascensión simbólica a la poesía)
trata de llegar a la mismidad integrando la voz de los arquetipos, moviéndose
hacia los imagos parentales. Listos, al mismo tiempo, para asimilar el resto de
lo circunvecino".
A
Paradiso le caracteriza la teatralidad, con sus máscaras. La realidad se oculta
tras el velo de la sintaxis, de la imagen compleja, del hermetismo, de la burla
que no podemos determinar hasta qué punto es burla, crisis, carencia o evasión.
Las alusiones sexuales se lían, se imbrican enérgicamente; de igual forma, el
placer del texto, la sensualidad de las palabras, a las que se refiere Severo Sarduy
en Escrito sobre un cuerpo, precisan y orientan su erotismo.
El homosexualismo, como parte de
dicho erotismo, sufre rechazo. En cada acotación, paródica o no, en
que fluyen tonalidades homosexuales, subyace un agudo conflicto, un temor
irreconciliable, una acusación, un fatídico resoplo existencial, que aprehende
la soledad, el desamor, el vacío, especie de esterilidad, muerte en vida que apunta
hacia un complejo de culpabilidad.
Dicho supuesto "desvío" alcanza su
manifestación más visible en la crisis del personaje Foción. Su locura alude a un
hondo pesimismo neobarroco en la esfera filosófico-ética moral de la novela. Sin embargo, en calidad de fastuoso oxímoron,
la maldición de Foción se funde con la pureza de José Cemí, en dirección a la
amistad.
El conflicto homosexual merodea el
horizonte de Fronesis, modelo de los valores éticos e intelectuales,
hacia quien ni Cemí ni el propio hablante narrativo pueden ocultar su
admiración. En diálogo con Cemí, Fronesis,
al referirse a la incapacidad de Foción para “recorrer el puente trazado entre el abrazo y la
penetración de la mujer”, confiesa, sin admitirlo, su propio dilema: “(…) con
Lucía, me pasó, cierto que tan sólo un instante, lo mismo que a Foción”.
El yo narrativo, a pesar de
regodearse al describir voluptuosas escenas sexuales, las califica – ya sea en
su aspecto homoerótico o proyectado hacia el sexo opuesto – con cierta
connotación diabólica. Al referirse al descomunal miembro del guajiro Leregas, establece:
“Un adolescente con un atributo germinativo tan tronitonante tenía que tener un
destino espantoso, según el dictado de la pitia délfica”; en la descripción de
la aventura sexual entre Farraluque y la cuarentona casada, el narrador afirma:
“(…) ahora entraba en el reino de la sutileza y de la diabólica
especialización”. Así como, al relatar el
encuentro homosexual entre Farraluque y Adolfito, sentencia: “(…) mostrando
[Adolfito], al final del combate su espalda y sus piernas de nuevo diabólicamente
abiertas, mientras rotando de nuevo friccionaba con las sábanas su pecho
inundado de una savia sin finalidad”.
Nótese cómo el semen derramado sobre el pecho de Adolfito es para
el narrador “savia sin finalidad”.
En otra de las aventuras de Farraluque, esta vez con un enmascarado hombre maduro, en una carbonería, distintivo de suciedad, la voz narrativa llama “Bafamento” al segundo, es decir, diablo andrógino, y califica su ímpetu al realizar el coito de “maldito furor”.
En otra de las aventuras de Farraluque, esta vez con un enmascarado hombre maduro, en una carbonería, distintivo de suciedad, la voz narrativa llama “Bafamento” al segundo, es decir, diablo andrógino, y califica su ímpetu al realizar el coito de “maldito furor”.
Paradiso,
como literatura del inusitado barroco nuestro, recorre el concepto de "la
otredad", como una especie de religión de lo intangible. No debemos
olvidar que la caracterización de cada personaje y su interrelación con el
resto de la trama es voluntad de un autor. Inmerso en los complejos trastornos
emocionales de Foción, su oprimente esterilidad, ambigüedad, soledad, así como
trágico sino – la locura –, se ahoga un
ontológico entrañable alarido existencial que reclama un espacio regenerador para la
homosexualidad rechazada.
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