"Ganimedes con el águila de Zeus"
(1817), obra del escultor neoclásico Bertel Thorvaldsen, Museo Thorvaldsen,
Copenhague
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Por Leonardo Venta
Son numerosos los
ejemplos en la obra de Sor Juana Inés de la Cruz que reflejan su preocupación por
el tema de la mujer y su derecho al conocimiento en una sociedad patriarcal. El
uso de las figuras mitológicas femeninas en su obra magna Primero Sueño (1692),
una soberbia y singular silva de 975 versos, condiciona en parte su necesidad
de afirmarse como mujer e intelectual en la entidad político-administrativa del
Virreinato de Nueva España.
El amanecer en los últimos versos del poema –en cuya atmósfera el alma se desprende del cuerpo para realizar
un viaje asombroso hacia la cúspide del conocimiento– es anunciado por Venus y
Aurora en un combate donde el día se establece y hace huir a las sombras de la
noche: “Pero de Venus, antes, el hermoso / apacible lucero / rompió el albor
primero, / y del viejo Tithón la bella esposa / –amazona de luces mil vestida,
/ contra la noche armada / hermosa si atrevida / valiente aunque llorosa–, / su
frente mostró hermosa / de matutinas luces coronadas (...)”.
" Nascita di Venere (El nacimiento de Venus)", obra de Sandro Botticelli, 1445-1510, Galería Uffizi, Florencia, Italia |
Venus, mujer de Vulcano, dios de la
forja de los metales, es originalmente en la mitología romana diosa de los
jardines y de los campos, pero después es identificada con Afrodita, la deidad griega del amor y la belleza. Por su parte, Aurora, equivalente a la griega Eos,
es la diosa del alba y la bella esposa del veterano Titón, la cual aparece
armada como una amazona vestida de mil luces en confrontación contra la noche.
Es sugestivo cómo la ya fallecida hispanista
estadounidense de origen cubano Georgina Sabat de Rivers, en su análisis
feminista del poema, propone que son figuras femeninas, como Venus y Aurora,
las que exceden a las masculinas al final del poema, fundamentando su argumento
en el hecho de que el hablante lírico al referirse al sol no lo identifica con
nombre mitológico alguno, como bien pudiera haberlo llamado Febo o Apolo:
“Llegó en efecto el sol cerrando el giro”.
Sin embargo, las figuras femeninas, como hemos observado, sí son aludidas
mediante sus nombres y carácter mitológico de deidades.
Júpiter, a quien Sor Juana llama el
“temido Tonante”, posee innumerables atributos: dios del trueno y del rayo, del
tiempo atmosférico y de la luz matinal. Es una deidad eminentemente belicosa. Sin
embargo, la imagen perifrástica del águila: “De Júpiter el ave generosa”, es
más significativa dentro del poema por su rango alegórico que el dios en
sí.
"Apolo y Aurora", de Gérard de Lairesse (1671) |
En la prosificación del poema que
aparece en el Vol. 1 de las Obras Completas editadas por Alfonso Méndez
Plancarte y Alberto G. Salceda (1951-56), en lo que hoy sigue siendo la versión
más completa y autorizada de la que se dispone, leemos: "Antes, empero, la
hermosa y apacible estrella de Venus –el Lucero matutino– rompió en su primer albor; y la Aurora, la
bella esposa de Thitón –tal como una Amazona vestida de mil luces, armada en
guerra contra la Noche, y a un mismo tiempo hermosa y atrevida, y valiente
aunque llorosa (por su rocío) –, mostró su gallarda frente, coronada de
fulgores matutinos; tierno preludio, pero ya animoso, del llamante Planeta (el
Sol), que venía reclutando sus tropas de bisoñas, (o nuevas) vislumbres, y
reservando a la retaguardia otras luces más veteranas y fuertes, para lanzarse
ya al asalto contra la Noche, que –Tirana
usurpadora del imperio del Día– ostentaba por corona el negro laurel de miles
de sombras, y con nocturno cetro pavoroso regía las tinieblas, que aun a ella
propia le infundían terror".
Estatua de Júpiter en la que aparece con algunos de sus atributos: el cetro, el orbe con la Victoria y el águila a sus pies |
El águila sugiere el lado bienhechor
y magnánimo del dios guerrero, pero su gran implicación tropológica es la de
resaltar ciertas ideas que el yo poético está interesado en sugerir, tales como
la naturaleza firme y afanosa del ave, la cual no se rinde al descanso, que
considera un vicio: “De Júpiter el ave generosa / –como al fin Reina–, por no darse entera / al descanso, que vicio
considera”. El águila simboliza,
igualmente, la idea de elevación y osadía. El hablante lírico sugiere por
mediación de esta ave majestuosa el movimiento ascendente del alma hacia el
conocimiento.
Minerva es otra figura que indica
poder en el poema. Es la diosa intelectual por antonomasia, y según Luis Harss
en su texto Sor Juana's Dream, esa característica la convierte en la figura
preferida por la poetisa. La diosa griega Atenea, de quien Minerva es su
equivalente para los romanos, es representada con atributos masculinos. Atenea
salió ya adulta de la frente del dios Zeus, revestida de armas guerreras y
blandiendo la lanza, mientras la cruel y belicosa Minerva era la patrona de los
guerreros, la defensora del hogar y del Estado.
Ya en el Neptuno Alegórico el yo
poético le rinde tributo a esta deidad femenina, superponiéndola al dios griego
de los mares, quien cae rendido ante su sabiduría. Este tratamiento infiere la
idea de que el poder, tradicionalmente simbolizado por Neptuno, pudiera muy
bien relacionarse con la sapiencia femenina. En Primero Sueño contrastan, sin
siempre oponerse, el sentido de oscuridad (que es el hábitat de las aves
nocturnas) con el de la luz, aludido por Minerva, fuente del saber más elevado
y puro. Harss, en sus anotaciones sobre el Sueño, señala que la contraposición
existente entre Minerva, que habita en la luz, y su sierva Nictimene, que
opera en el mundo de las sombras, hace más punzante y rico el contraste entre
las figuras poéticas.
Aunque el personaje de Faetón es considerado tradicionalmente como el más apropiado distintivo del alma en el Sueño, Aretusa, mediante su viaje intrépido en busca de la luz, ofrece una imagen más esperanzadora de las batallas en que se enfrasca el alma para alcanzar sus más ambiciosas metas. A diferencia de Faetón e Ícaro, Aretusa emerge victoriosa de su aventura. Todo ser humano, según la metafísica aristotélica, siente una atracción innata hacia el saber. Aretusa sugiere esta motivación natural mediante su pujante instinto de resistencia. Es, al mismo tiempo, un personaje que significa ayuda: revela a Ceres el paradero de su hija, aun encontrándose en la oscuridad avasalladora del Hades.
Al igual que Aretusa,
Sor Juana tuvo que lidiar con la lobreguez de una sociedad hostil que
rechazaba su condición de mestiza y mujer, así como su inclinación hacia el saber. Pero,
incluso Sor Juana, entre las sombras de su claustro jerónimo; y Aretusa, en su
agitada empresa subterránea, comparten la capacidad de adquirir e impartir información:
conocimiento. Son mensajeras victoriosas del saber adquirido en medio de la
oscuridad.
Estatua romana de la diosa Luna (Selena), reina del cielo de la noche |
Por su parte, Diana, la primera
figura mitológica mencionada en el poema, es presentada mediante la perífrasis,
“la Diosa / que tres veces hermosa / con tres hermosos rostros ser ostenta”,
refiriéndose a sus tres rostros o fases, que a su vez coinciden con los de la
luna. Harss puntualiza con respecto a dicha apariencia ternaria: “En la
mitología clásica la luna es referida por su triple identidad: Luna (Selena),
reina del cielo de la noche; Diana
(Artemis), diosa de la tierra; y Proserpina, la esposa cautiva de Plutón, diosa
del mundo subterráneo”. En su fase de Luna se orienta como la dimensión cósmica
más alta de la noche, a donde la Sombra, que es significada como un auténtico
ser, no puede llegar: “(...) al superior convexo aun no llegaba / del orbe de
la diosa”, leemos en nuestro poema.
"Alfeo y
Aretusa" (1568–70), obra del escultor florentino Battista di Domenico
Lorenzi
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Aunque el personaje de Faetón es considerado tradicionalmente como el más apropiado distintivo del alma en el Sueño, Aretusa, mediante su viaje intrépido en busca de la luz, ofrece una imagen más esperanzadora de las batallas en que se enfrasca el alma para alcanzar sus más ambiciosas metas. A diferencia de Faetón e Ícaro, Aretusa emerge victoriosa de su aventura. Todo ser humano, según la metafísica aristotélica, siente una atracción innata hacia el saber. Aretusa sugiere esta motivación natural mediante su pujante instinto de resistencia. Es, al mismo tiempo, un personaje que significa ayuda: revela a Ceres el paradero de su hija, aun encontrándose en la oscuridad avasalladora del Hades.
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