Nieser Zambrana, minutos después de su debut escénico en Estados Unidos, el 14 de mayo de 2011, a la salida del Straz Center for the Performing Arts en Tampa. Fotógrafo: Dr. Damon Lazzara.
Por Leonardo Venta
¿Cómo te sentiste en el escenario?, fue la inevitable instintiva pregunta que le formulé a Nieser Zambrana, que en diciembre de 2010 abandonara las filas del Ballet Nacional de Cuba en una gira por Canadá, y el pasado sábado, 14 de mayo, hizo su debut en Estados Unidos en la sala Fergunson del Straz Center for the Performing Arts en Tampa.
Luego de consumar la interpretación de Puck – el divertido travieso duendecillo shakesperiano al servicio de Oberón, el rey de las hadas –, lo redescubrí transformado en sencillo joven, cuando con ansiedad abordé a este bailarín de sólo 21 años a la salida del teatro. “Me enfoqué en mi personaje; no pensé en lo demás”, me dijo.
¿Qué querría decirme con lo demás? No quise insistir en sospechadas proscritas punzadas, pero, como si leyese mis pensamientos, me aclaró con sosegada tristeza: “Ha sido difícil para mí dejar en Cuba a mi madre, a mi padre, a mi único hermano – que no es bailarín sino pelotero –. La vaguedad en sus expresivos ojos contrastaba en mi mente con el risueño centelleo de la mirada de Puck sobre el escenario.
Luego, insistió en su agradecimiento a Peter Stark, director artístico del "Next Generation Ballet" del Conservatorio Patel. “Fue el primero en abrirme las puertas”, reiteraba con cadencioso acento cubano. "El 12 de diciembre de 2010 llegué a Estados Unidos, y ya en enero estaba tomando clases en Patel", agregó.
Registró un inexplicable involuntario rictus al evocar su última actuación en el XXII Festival Internacional de Ballet de La Habana, que se celebró entre octubre y noviembre de 2010. Seguidamente, su mirada remontó nuevas latitudes al preguntarle sobre el neoclásico “Sueño de una noche de verano”, coreografía que no forma parte del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, y cuyo personaje duende aprendió en sólo quince días.
Me confesó, además, que en agosto pasará a integrar las huestes del Ballet de Orlando, algo que ya había anunciado Peter Stark, bajo un torrencial de aplausos, al comenzar la función. Le pregunté si Robert Hill todavía dirigía dicha “troupe’ floridana, de la que tomó mando artístico en 2009, en sustitución de Bruce Marks.
Inconscientemente pensé, con tristeza, en noviembre de 2005, en la prematura muerte de Fernando Bujones, “el mejor bailarín norteamericano de su generación”, según Anna Kisselgoff, y en su desempeño como director artístico del Ballet de Orlando a partir del año 2000 durante los últimos cinco años de su troncada existencia.
Llegaron las obligadas preguntas sobre quiénes eran sus ídolos danzarios. Nieser no vaciló al mencionar a “sus cubanos” José Manuel Carreño y Carlos Acosta, bailarines principales del American Ballet Theatre y el Royal Ballet de Londres, respectivamente.
Quise adentrarlo en la disyuntiva ‘clásica – contemporánea’, y, satisfecho, lo vi parpadear futuro, al confesarme que su rol preferido es el del Duque Albrecht, protagónico del romántico "Giselle". Luego deslizó un gustativo 'pero': “Aunque me gustan los ballets clásicos, me agradaría experimentar con diferentes estilos, como el neoclásico y el contemporáneo”.
Departimos sobre su tío Reyneris Reyes, primer bailarín del Miami City Ballet – compañía que dirige el balanchiniano Edward Villella por casi tres décadas –; además, acerca del episodio en que Reyes le diera órdenes telefónicas desde Miami al chofer de un taxi de trasladar a Nieser de Canadá a Búfalo, Nueva York, para permitirle exhalar así su primer resuello estadounidense.
Ivonne Lemus, profesora de ballet del Conservatorio Patel, fue el justo empalme entre Nieser y Peter Stark. Le mencionó a Stark la necesidad que tenía su sobrino político de entrenarse regularmente. Stark le permitió asistir a las clases, y cuando lo vio bailar por primera vez, la llamó por teléfono para colmarlo de merecidos elogios y manifestarle su interés en que bailara "Sueño de una noche de verano".
Así Zambrana pasó a formar parte de la magia de la versión coreografiada del ballet de tema shakespereano realizada por el recientemente fallecido Richard Cook, más concisa que la creada por el célebre George Balanchine en los años sesenta, con un dinamismo, fluidez y elaboración de figuras geométricas del cuerpo de baile análogos al balanchiniano, así como el acentuado carácter atlético de los pasos de bailarines y bailarinas.
A la postre, Nieser y algunos testigos de su velada de estreno, que decidieron acompañarlo a la salida del teatro, me confirieron un hasta pronto en el batir de brazos-penachos de palmas. Sus siluetas, tras los abstraídos pasos con que me alejaba, se fundían con tenues frases, cadenciosos susurros danzarios que aún percibo, y a los que mi memoria se aúna como designio de buen augurio: “lo hiciste muy bien”, “sigue esforzándote”, “dedícate al trabajo con entereza”, “crece como bailarín, sobre todo artísticamente”.
Por Leonardo Venta
¿Cómo te sentiste en el escenario?, fue la inevitable instintiva pregunta que le formulé a Nieser Zambrana, que en diciembre de 2010 abandonara las filas del Ballet Nacional de Cuba en una gira por Canadá, y el pasado sábado, 14 de mayo, hizo su debut en Estados Unidos en la sala Fergunson del Straz Center for the Performing Arts en Tampa.
Luego de consumar la interpretación de Puck – el divertido travieso duendecillo shakesperiano al servicio de Oberón, el rey de las hadas –, lo redescubrí transformado en sencillo joven, cuando con ansiedad abordé a este bailarín de sólo 21 años a la salida del teatro. “Me enfoqué en mi personaje; no pensé en lo demás”, me dijo.
¿Qué querría decirme con lo demás? No quise insistir en sospechadas proscritas punzadas, pero, como si leyese mis pensamientos, me aclaró con sosegada tristeza: “Ha sido difícil para mí dejar en Cuba a mi madre, a mi padre, a mi único hermano – que no es bailarín sino pelotero –. La vaguedad en sus expresivos ojos contrastaba en mi mente con el risueño centelleo de la mirada de Puck sobre el escenario.
Luego, insistió en su agradecimiento a Peter Stark, director artístico del "Next Generation Ballet" del Conservatorio Patel. “Fue el primero en abrirme las puertas”, reiteraba con cadencioso acento cubano. "El 12 de diciembre de 2010 llegué a Estados Unidos, y ya en enero estaba tomando clases en Patel", agregó.
Registró un inexplicable involuntario rictus al evocar su última actuación en el XXII Festival Internacional de Ballet de La Habana, que se celebró entre octubre y noviembre de 2010. Seguidamente, su mirada remontó nuevas latitudes al preguntarle sobre el neoclásico “Sueño de una noche de verano”, coreografía que no forma parte del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, y cuyo personaje duende aprendió en sólo quince días.
Me confesó, además, que en agosto pasará a integrar las huestes del Ballet de Orlando, algo que ya había anunciado Peter Stark, bajo un torrencial de aplausos, al comenzar la función. Le pregunté si Robert Hill todavía dirigía dicha “troupe’ floridana, de la que tomó mando artístico en 2009, en sustitución de Bruce Marks.
Inconscientemente pensé, con tristeza, en noviembre de 2005, en la prematura muerte de Fernando Bujones, “el mejor bailarín norteamericano de su generación”, según Anna Kisselgoff, y en su desempeño como director artístico del Ballet de Orlando a partir del año 2000 durante los últimos cinco años de su troncada existencia.
Llegaron las obligadas preguntas sobre quiénes eran sus ídolos danzarios. Nieser no vaciló al mencionar a “sus cubanos” José Manuel Carreño y Carlos Acosta, bailarines principales del American Ballet Theatre y el Royal Ballet de Londres, respectivamente.
Quise adentrarlo en la disyuntiva ‘clásica – contemporánea’, y, satisfecho, lo vi parpadear futuro, al confesarme que su rol preferido es el del Duque Albrecht, protagónico del romántico "Giselle". Luego deslizó un gustativo 'pero': “Aunque me gustan los ballets clásicos, me agradaría experimentar con diferentes estilos, como el neoclásico y el contemporáneo”.
Departimos sobre su tío Reyneris Reyes, primer bailarín del Miami City Ballet – compañía que dirige el balanchiniano Edward Villella por casi tres décadas –; además, acerca del episodio en que Reyes le diera órdenes telefónicas desde Miami al chofer de un taxi de trasladar a Nieser de Canadá a Búfalo, Nueva York, para permitirle exhalar así su primer resuello estadounidense.
Ivonne Lemus, profesora de ballet del Conservatorio Patel, fue el justo empalme entre Nieser y Peter Stark. Le mencionó a Stark la necesidad que tenía su sobrino político de entrenarse regularmente. Stark le permitió asistir a las clases, y cuando lo vio bailar por primera vez, la llamó por teléfono para colmarlo de merecidos elogios y manifestarle su interés en que bailara "Sueño de una noche de verano".
Así Zambrana pasó a formar parte de la magia de la versión coreografiada del ballet de tema shakespereano realizada por el recientemente fallecido Richard Cook, más concisa que la creada por el célebre George Balanchine en los años sesenta, con un dinamismo, fluidez y elaboración de figuras geométricas del cuerpo de baile análogos al balanchiniano, así como el acentuado carácter atlético de los pasos de bailarines y bailarinas.
A la postre, Nieser y algunos testigos de su velada de estreno, que decidieron acompañarlo a la salida del teatro, me confirieron un hasta pronto en el batir de brazos-penachos de palmas. Sus siluetas, tras los abstraídos pasos con que me alejaba, se fundían con tenues frases, cadenciosos susurros danzarios que aún percibo, y a los que mi memoria se aúna como designio de buen augurio: “lo hiciste muy bien”, “sigue esforzándote”, “dedícate al trabajo con entereza”, “crece como bailarín, sobre todo artísticamente”.
interesante escrito... buena suerte para el bailarin cubano!!!!!
ResponderEliminarUn excelente articulo y un excelente bailarin. Muy buena suerte para Nieser Zambrana en EUA!
ResponderEliminarWelcome to USA!!!
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