Por Leonardo Venta
Emprendemos esta semana, con vuestra licencia, estimados lectores, una serie de aventuras reflexivas sobre la primera novela moderna, tan moderna que tiene más de cuatrocientos años de vida. No, no, no…no me burlo cuando llamo nuevo a un lomo curtido, aunque la obra a la que me refiero, como veremos, tenga mucho de chanza. Sí, hablo en serio. Según los que saben de letras, y no yo, que asumo aquí el simple papel de narrador-escudero, Don Quijote es la primera novela moderna de la literatura universal.
Usualmente lo encontramos guarecido en bibliotecas y hogareños libreros, en un solo grueso ejemplar de algo más de mil páginas, pero lo cierto es que originalmente estaba dividido en dos volúmenes, cuyas publicaciones se distanciaron en un lapso de diez años: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605); y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615).
El primer libro – dividido, a su vez, en cuatro partes – es precedido por un prólogo, escrito por el propio Miguel de Cervantes, su autor, de destellos mordaces, en que se mofa de la afectación erudita de ciertas coetáneas obras: “… salgo ahora, con todos mis años a cuesta, con una leyenda (…) sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros (…) tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes”.
El prefacio está poblado, además, de hilarantes poemas: décimas de cabo roto, sonetos, que encomian a la propia obra del autor, la cual se tutea con piezas como el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez, que tuvo un éxito tal a principios del siglo XVI sólo comparable al de los célebres “best sellers” del siglo XXI .
Nos tropezamos, entonces, con un Quijote que se dilata sobre un horizonte lírico, épico, trágico y cómico. Por lo demás, la lectura de los primeros capítulos resulta sumamente divertida, más de lo que podría esperarse de un milenario ejemplar, ocasionando inesperadas carcajadas; y, otras veces, incitando ensoñaciones en el breve plazo de una sonrisa.
Desde las primeras páginas, despierta un albor de esperanzas, que rebasa el marco del muy mencionado ‘sueño imposible’; hace pensar en el tema con ese título del musical "El hombre de la Mancha", así como en la excelente puesta representada por el Teatro Lírico Español de Tampa, que dirige René González. ¿Por qué ir a Broadway?
Volviendo a Don Quijote, la novela, le hemos prometido a nuestro caballero-libro serle fiel hasta el final… Así se descubre un tal Alonso Quijano que enloquece leyendo fantasías, y en su noble saludable locura, un poco como yo, un poco como vosotros, se enfrenta, desmedido, a la burda hostilidad de la existencia, contra toda lógica, ataviado de hidalgo, en el devaneo de una ilusión, para culminar desarmando, desalmando también, nuestras más rígidas corduras.
Metamorfosea don Quijote una humilde 'venta' – como el apellido que se le asoma al autor de este 'blog' – en épico castillo, con torres, chapiteles, puente levadizo, y todo lo demás; transforma a un regordete ventero en gobernador, a dos viles prostitutas en hermosas nobles doncellas, y a cualquier rendido lector en demiurgo (dios creador, en minúscula, de sus propias-suyas fantasías).
Nuestro caballero andante – de quien admito ser escudero putativo –, en el nombre del amor que le profesa a su Dulcinea del Toboso, por el lapso que se le conceda a la simple labradora Aldonza Lorenzo serlo, me está reclamando cabalgar con nosotros por varias semanitas.
Nuestro caballero andante – de quien admito ser escudero putativo –, en el nombre del amor que le profesa a su Dulcinea del Toboso, por el lapso que se le conceda a la simple labradora Aldonza Lorenzo serlo, me está reclamando cabalgar con nosotros por varias semanitas.
Muy bueno esto, sobre todo si eres escudero putativo...y vuelves a la aventura con molinos incluidos
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