"Don Juan Tenorio en el
panteón" (1927), obra de Elías Salaverría. Su amanerada pulcritud sugiere la homosexualidad del mítico personaje.
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Por Leonardo Venta
“Aun aquellos que suspiran por “El burlador de
Sevilla”, por las crisis místicas de Miguel de Mañara, por el Don Juan de
Byron, o de Mozart, subrayan el desenvolvimiento que mantiene extremadamente
animada la curiosidad; la ingenuidad, divertidamente disparatada, con que
Zorrilla baraja conceptos teológicos de culpa, predestinación, gracia y
condenación, tan alejados aquí del mundo conceptual de Tirso de Molina”.
José Lezama Lima –Tratados en La Habana
Ha sido costumbre que la noche del 1.° de noviembre, 'Día de los
fieles difuntos', se represente en muchos teatros de España y Latinoamérica, especialmente México, el "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla (cuyo
estreno tuvo lugar el 28 de marzo de 1844), la obra más célebre del teatro
español y un mito que ha sobrevivido el paso del tiempo y ha traspasado fronteras.
El mito de Don Juan
responde a diferentes épocas y culturas, idiosincrasias y valores típicos de
cada ambiente, lo que nos da la impresión de enfrentarnos a un personaje diferente en cada oportunidad. Si para un romántico como José Espronceda en "El
estudiante de Salamanca" (1840) significa la fuerza diabólica, destructora del
amor, para el parnasiano Théophile Gautier representa “la aspiración hacia el
ideal”, merecedor del Paraíso en vez del Infierno por haberse afanado en hallar
“el verdadero amor y la belleza absoluta”.
Aunque es
identificado con la virilidad, hay quienes lo consideran un homosexual reprimido,
al igual que la Nana de Émile Zola, en su talante
lesbio, al intentar probar lo que no se siente mediante los impulsos
heterosexuales, por exceso. El periodista y escritor italiano Giovanni Papini
considera que las muchas mujeres en su vida no son más que la atormentada infructuosa
búsqueda del amor homoerótico. Don Juan desprecia a las mujeres que conquista,
rehúsa su intimidad. Lo único que requiere es saberse deseado.
El médico y ensayista
español Gregorio Marañón en su tesis doctoral “Don Juan. Ensayo sobre el origen
de su leyenda” sugiere el carácter homosexual de este personaje. La imagen propuesta por Marañón (personifica al conde de Villamediana, mujeriego y
libertino que solía acostarse con hombres) fue incluso llevada al lienzo por el
pintor vasco Elías Salaverría, como un hombre afeminado, cuya belleza merma su
masculinidad. Otra referencia a la homosexualidad de don Juan, registra que al
llevarse a la cama a la mujer ajena, por extensión, también estaría acostándose con el hombre burlado.
Por otra parte, se sugiere la supuesta esterilidad de don Juan, al que no se le
reconocen hijos, como muestra de su insuficiente masculinidad.
Se le tilda de egoísta, calculador, proveedor de placer,
individualista, rebelde contra el orden moral y social, filósofo, tonto,
caballero y rufián, seductor y seducido, ateo y católico, héroe y antihéroe.
"El burlador de
Sevilla y convidado de piedra" (1627), de Tirso de Molina, es una comedia
en la que don Juan aparece formalmente por primera vez como personaje
literario, incorporando la sexualidad masculina en su tendencia instintiva a la
promiscuidad y la satisfacción instantánea del deseo, sin compromisos ni
responsabilidades.
Tirso de Molina
(1579-1648), seudónimo de Gabriel Téllez, dramaturgo español del Siglo de Oro
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El mito toma su forma
en la sociedad española del Renacimiento, la cual proviene de la tradición
medieval y el paganismo. El don Juan medieval tiene interés por los aspectos
morales y religiosos, mientras resalta una sensualidad subrepticia, abrigada
por la hombría, el valor y la generosidad.
Por su parte, el de
principios del siglo XVII, reemplaza la sexualidad tradicionalmente velada, para
confortar otra sin disfraces eróticos. Las primigenias leyendas medievales se refieren a un
libertino que ofende a los muertos. Si bien, las versiones españolas le añaden
el carácter galanteador o seductor que originalmente no posee.
Al Burlador de Tirso
le antecede "El Infamador" (1581), del dramaturgo y poeta Juan de la
Cueva. Se le reconoce por teorías sobre el arte de componer dramas, que
ejercieron una honda influencia en el teatro español, principalmente en la obra
de Lope de Vega. En la comedia lopiana sobresalen los galanes de capa y espada
que conquistan a las mujeres sin concentrarse específicamente en esos
menesteres. Son más bien obradores de todo tipo de desmanes. El Burlador no es
un excéntrico sino un prototipo del señorito acomodado que abusa de los
privilegios que le concede su rango social. No es aún un seductor profesional.
Disfruta más del acto de engañar que del encuentro erótico en sí.
La comedia "El
infamador", de Juan de la Cueva, fue representada por primera vez en
Sevilla, en 1581
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Ni a la duquesa Isabela
ni a Doña Ana de Ulloa seduce. Penetra en sus habitaciones sin previo aviso
para abusar de ellas. Aminta y Tisbea, dos mujeres de condición humilde, son
engañadas con el soborno de una promesa matrimonial. Lo que vence el don Juan
de Tirso son obstáculos que se anteponen a la conquista. Más que la
satisfacción sexual, le complace violar las normas sociales y divinas. No es
erótico ni voluptuoso. Sus conquistas son súbitas. Con la huida, preparada de
antemano, no hay un deleite en el acto mismo sexual. El placer consiste más
bien en deshonrar a las mujeres: “Sevilla a voces me llama, / el Burlador y el
mayor / gusto que en mí puede haber / es burlar una mujer / y dejalla sin
honor”.
El don Juan tirsiano
no reflexiona sobre la trasgresión realizada. Es espontáneo en sus acciones. Al
mismo tiempo parodia los ideales prevalecientes en la literatura del Siglo de
Oro: el amor, el honor, la religión y la justicia oficial. Su
final es la muerte y la condena eterna. Prefiere gozar los deleites de la carne
y arrepentirse después, lo que explica que en su agonía solicite un sacerdote
para confesarse y salvar su alma. Tirso lo perfila hidalgo, de ánimo generoso y
noble, al extremo que arriesga su vida por salvar la de su lacayo Catalinón.
Muere por mantener su palabra ante la estatua del Comendador, pese al temor natural
que le induce Aquel que tiene la facultad de brindar y cortar el hilo terrenal de la existencia.
Con el transcurso del
tiempo varía la imagen de los donjuanes literarios, se enamoran para obtener la
salvación. Esta es la principal contribución de Antonio de Zamora a principios
del siglo XVIII con "No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, y, Convidado de piedra" (1831), recogida luego por José Zorrilla en el más popular de todos
los tenorios. La versión de Zamora es más bien una degeneración barrroca del
personaje, colmada de exageración y fuertes contrastes, multiplicando los crímenes
que preceden al arrepentimiento, y restándole los atributos nobles y atractivos
que le concediera Tirso. La pieza de Zamora, según Moratín, "...repugnará siempre al buen gusto, pero nunca dejará de agradar al pueblo".
El madrileño Antonio
de Zamora es autor de "No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se
pague, y, Convidado de piedra" (1831)
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Al salir de España,
en sus versiones francesa, italiana e inglesa, don Juan pierde su apostura de
galán irresponsable, distintivo de un desatado instinto sensual, para transformarse
en cínico e ingenioso adicto al placer como fin supremo, más hábil para expresarse que para obrar. En Italia, en 1650,
Giacinto Andrea Cicognini lo incluye en "Il Convitato di pietra", un
personaje de pantomima, mero efectivismo teatral, sin la gallardía tirsiana.
Lord Byron escribió
entre 1819 y 1824 el poema "Don Juan", a través de dieciséis cantos
épicos, donde el protagonista, una especie de trasunto del autor, no es tanto
ya el seductor como el seducido. En 1834, salió a la luz en la capital
francesa Las almas del Purgatorio, texto de Prosper Mérimée, que funde al
mítico don Juan con el histórico Miguel de Mañara (cuya vida se dice que originó también el
mito que nos ocupa). El alma del protagonista de la novela de Mérimée se libra
del infierno y alcanza la salvación.
Dos años después, Alejandro Dumas,
padre, estrenó en el parisino teatro de la Porte Saint-Martin el drama "Don
Juan de Marana o la caída de un ángel". Por su parte, Dorimon y Villiers
estrenan respectivamente, en 1658 y 1659, "Le Festin de Pierre",
confundiendo el término ‘pietra’ italiano con el nombre propio Pierre, en
francés. Se le agregan otras cualidades negativas a don Juan, entre estas,
ateísmo (durante los siglos XVI y XVII la palabra ateo significaba un insulto),
hipocresía, la traición y la cobardía. De esa manera, se desdibuja todavía más
el lado atractivo del Burlador de Tirso de Molina.
En 1665, el célebre Molière renueva el
mito en su "Dom Juan ou Le festin de Pierre", al recrearlo como un
pseudo don Juan, hipócrita y descreído, sin la gallardía ni la sensualidad del
tirsiano. Molière suplanta al resuelto protagonista de acción español por el
reflexivo francés, modulado por una intelectualidad que contrapone el carácter intrépido de su predecesor.
Justin Adams en
el papel principal de la adaptación de la obra de Molière, dirigida por Hal
Brooks, en el neoyorquino Teatro Pearl. Foto: Russ Rowlan
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En la brumosa Inglaterra, nuestro personaje no tiene la misma aceptación que en Italia y Francia. No
obstante, el dramaturgo Thomas Shadwell lo inserta en su tragedia "The
libertine" (1676), pieza de escasa relevancia literaria, que exagera su
perversidad al extremo de atribuirle treinta asesinatos, un parricidio, un
incesto, sacrilegios, 6 matrimonios y 16 noviazgos en un mes. El despiadado
calavera de corte británico degüella a su padre, porque obstaculizaba su
desenfreno, asesina a don Pedro y deshonra a su hermana, y hasta perpetra una
violación sobre la tumba de su progenitor. En 1690, Johannes
Velten crea "Don Juan oder Don Pedro Totengastmahl", la
interpretación alemana del mito.
Volviendo a España, alrededor de
tres décadas atrás, en la atípica comedia de Pedro Calderón de la Barca
"No hay cosa como callar" (1638-1639), el fondo trágico, tan característico del teatro calderoniano, y no de
capa y espada como aparenta, gira en torno a la violación de una hermosa dama
en la primera jornada; las virtudes de la agraviada, doña Leonor, contraponen las vilezas de don
Juan. Sin proponérselo, el personaje principal de la acción vende el alma al
Demonio, lo que lo conduce a un casamiento infeliz.
Un hálito "donjuanesco"
levita en los salones de la aristocracia del siglo XVIII. Es la época de la Ilustración, y su
imagen necesita ser reformada. El autor teatral italiano Carlo Goldoni retoma
el tema en su "Don Giovanni Tenorio ossia Il disoluto (Juan Tenorio o el libertino castigado)", 1734. La ópera de
Wolfgang Amadeus Mozart con texto de Lorenzo da Ponte, "Don
Giovanni", trae implícito el conflicto entre la nobleza y el campesinado.
La Revolución Francesa ocurrió sólo dos años después de su estreno en el Teatro
Nacional de Praga el 29 de octubre de 1787.
El barítono polaco Mariusz Kwiecień interpretando al personaje de don Giovanni de la ópera homónima de Wolfgang Amadeus Mozart |
En el XIX, el poema sinfónico
de Richard Strauss, "Don Juan" (1888) , se erige como parte
importante del romanticismo musical. En literatura, el protagonista cobra su expresión
más sublime en la obra de Zorrilla. A pesar de conservar las dos partes
esenciales del drama de Tirso, el argumento cobra cauces diferentes: el tenorio sólo aparece en escena con una mujer (y no con cuatro), de quien, sorprendentemente, se enamora. Las apariciones de ultratumba en vez de
condenarlo catalizan su salvación. Mientras, la obra de Tirso se centra en
la burla y el castigo, la de Zorrilla evoluciona hacia la redención, mediante el amor de doña Inés.
"José Zorrilla",
obra del pintor romántico Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina
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El personaje protagónico de Zorrilla
se purifica bajo el influjo del amor, evoluciona hacia el arrepentimiento y la
conversión cristiana. Se siente obligado a actuar más movido por el nombre y la
fama que le acompaña, que por un impulso interior, que desaprueba su sino: "...y seré quien
siempre he sido, / no queriéndolo ahora ser".
Muchas de las metáforas zorrillescas –"Luz
de donde el sol la toma, / hermosísima paloma / privada de libertad...";
"y yo, que en medio del cráter / desamparado batallo, / suspendido en él
me hallo / entre mi tumba y mi Inés".– pertenecen al reino de la naturaleza, que abarcan un papel notable en
la poética romántica para denotar la expresión de los estados anímicos.
El paraíso edénico no nos refiere a
un lugar de pecado, como en la obra de Tirso, sino al emporio de la inocencia
perdida que don Juan procura recobrar en doña Inés. Las escenas oscuras abrigan
los valores simbólicos, el reflejo de la luna trasluce el ensueño del espíritu.
El juego de luces en la escena final hace coincidir la alborada con el momento
de la conversión de don Juan, en función de una estética romántica que armoniza
con los sentimientos elevados de los protagonistas.
La libertad y el destino son
esenciales en la obra de Zorrilla. El peso de la predestinación conspira contra
don Juan. Es el querer y no poder. Los enemigos del Burlador son el tiempo y la
muerte; el ansia del Tenorio es la transformación bajo el influjo del amor, gran
tema del movimiento romántico, cuya transcendencia emula con el honor en la
comedia del siglo XVII. El amor para Zorrilla es una fuerza oculta e
incontrolable, "incendio voraz", impulso transformador.
De Tirso a Zorrilla se evoluciona
del desengaño a una intensidad mística ideal. La ilusión y la subjetividad preponderan
en los nuevos valores románticos, superando los espejismos barrocos que
conducen a la desilusión. La doña Inés de Zorrilla es "la anhelada
ilusión" para su amado, la cual despierta lo mejor de él, y le conduce a
la verdad y a la salvación. Si en la creación barroca, la muerte sustenta el proverbio latino
"Omnes vulnerant, ultima necat (todas [las horas] hieren, la última
mata)", el idealismo romántico vence a la
muerte y al pecado.
"Don Juan Tenorio" no
disfrutó de un estreno exitoso. Sin embargo, pronto sustituyó, permaneciendo
hasta nuestros días, la obra de Antonio de Zamora "No hay plazo que no se
cumpla", que se representaba desde 1744, todos los años, en el "Día
de los fieles difuntos". Así, durante esta fecha se aprecia en toda
España y varios países de Latinoamérica este drama.
El Teatro de la
Luz Philips de la Gran Vía madrileña ha aplaudido este 2016, entre otros
momentos, la magia de una doña Inés que se eleva admirablemente en el espacio
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En la Gran Vía madrileña, el clásico de Zorrilla
se ha venido representando en el Teatro de la Luz Philips por primera vez en
formato musical. Según Antonio Calvo, artífice de esta producción tipo Broadway
del siglo XXI: "La música de pronto va de estilos desde el rap, el blues o
el rock a composiciones más clásicas y orquestaciones que parecen de
película". Los efectos especiales provocan que doña Inés se eleve en el
espacio y "una combinación de esculturas de fibra de vidrio translúcidas
jueguen con la luz y el decorado, que se mueve automáticamente a través del
ordenador", indica Calvo.
Visita guiada y
teatralizada a través del tercer acto de "Don Juan Tenorio" de
Zorrilla en la necrópolis de San Fernando
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En tanto, en Sevilla se han realizado hasta tres
montajes en torno a esta obra, además de una visita teatralizada al cementerio
de San Fernando. La representación del tercer acto, donde aparece el espectro
del Comendador, se ha venido llevando a cabo en la necrópolis sevillana, donde
los participantes se alumbran con candiles. El evento incluye un recorrido
cultural por el camposanto bajo el tema del amor y la muerte. Las funciones se
extenderán hasta el 26 de noviembre.
Don Juan is motivated primarily by the need to dominate
ResponderEliminarand humiliate either the person he is 'taking' or, very often, someone connected to a person with whom he is involved. He may,
for instance, seduce a friend's girlfriend.