Por Leonardo Venta
El teatro fue el entretenimiento público por excelencia en la época de Cervantes. Sin embargo, con toda la pasión que él pudo sentir por este género, piezas suyas como Ocho comedias y ocho entremeses, 1615, no pudieron emular con la producción de Lope de Vega. “El Monstruo de la Naturaleza” – como llamó Cervantes a Lope – perseguía fundamentalmente captar el interés del espectador en la trama hasta el final, mientras la profundidad del Manco de Lepanto conspiraba contra dicho propósito.
La más grande novela de todos los tiempos, obviamente, no es una obra teatral. Si bien, al allegárnosle centellean inevitables interrogaciones: ¿Existe metateatro en Don Quijote?, entendiéndose por metateatro, toda teatralización de una acción espectacular, ritual o ficticia, dentro de una representación dramática que la contiene. ¿Es Don Quijote una novela de aventura?, lo que la equipararía en cierta medida al precepto de la poética aristotélica, en que se identifica al teatro en su cualidad de acción.
¿Cumple la novela la función social de una obra dramática? Es decir, ¿esgrime el Quijote el efecto purificador de la catarsis: purificación trágica de justificación ética? Luego, ¿impacta o transforma dicha catarsis nuestras vidas, como lectores, o la de los protagonistas, en la obra?
Evaluando la risa en Don Quijote – un efecto tan perseguido por el teatro –, y apoyándonos en la propuesta del crítico literario ruso Mijaíl Batjín, que califica a la risa como máscara de problemáticas existenciales esenciales, nos preguntamos, ¿cumple Don Quijote en su pródiga hilaridad la función social de una comedia? Entendiéndose por dicha tarea el ridiculizar la realidad, develarla, criticarla, al funcionar como dispositivo social purificador. Somos partidarios de que en Don Quijote se cumple el postulado bajtíano: “[…] ‘la seriedad y la locura’ entablan un diálogo que transforma a ambas partes, como hace todo diálogo”. Sin embargo, descubrimos que la idea de Batjín no es tan original como parece, pues sobre el particular departe la Aprobación del Libro Segundo de Don Quijote, cuando cita la máxima de Marco Tulio Cicerón: “Interpone tuis interdum gandia curis (Mezcla placeres entre tus preocupaciones)”.
Cuando don Quijote es enjaulado, y conducido de regreso a su aldea, en el trayecto, el canónigo aborda el tema del teatro en sus vertientes críticas y de debate. Incluso, percibimos abiertos ataques cervantinos a su archienemigo Lope de Vega, a través del discurso del religioso: “[…] véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio de estos reinos con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias, y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama; y por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren”.
La presencia del teatro, como género, resuella además en las danzas y bailes narrados de las bodas de Quiteria, las cuales han llegado hasta nuestros días mediante el célebre ballet “Don Quijote”, estrenado el 26 de diciembre de 1869 en el Teatro Bolshói de Moscú. La versión de Alicia Alonso, bailada por primera vez el 6 de julio de 1988, en el Gran Teatro de La Habana, honra la desbordante presencia española en la cultura cubana, y pone especial cuidado en mantener las referencias folclóricas, así como devuelve la primacía al personaje protagónico, tan minimizado en la versión original rusa.
A su vez, la novela puede interpretarse como una constante alegoría, dentro de un discurso, donde existe un sentido lineal y otro figurado, completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. Los asistentes a las bodas de Camacho están conscientes de su papel como espectadores de un gran espectáculo: “Otros muchos andaban ocupados en levantar andamios, de donde con comodidad pudiesen ver otro día las representaciones y danzas que se habían de hacer en aquel lugar”. En tanto, para lograr el efecto de ilusión teatral, Cervantes esgrime el histrionismo de Basilio, autor y actor al mismo tiempo: “Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos de ellos […] comenzaron a decir: – ¡Milagro, milagro! / Pero Basilio replicó: – ¡No milagro, milagro, sino industria! [maña, astucia] y desdoblamiento dramático”. Basilio parodia la tradición pastoril, uno de los géneros narrativos que satiriza Cervantes en su obra cumbre.
Los efectos visuales, dignos de representación, son determinantes en esta novela sin paragón en la literatura universal. En el capítulo 69 de la Segunda Parte resalta un episodio totalmente teatral, donde los mismos espectadores son actores, y los actores desempeñan su actuación en el teatro de la vida:
“Subieron, en esto, al teatro, con mucho acompañamiento, dos principales personajes, que luego fueron conocidos de don Quijote ser el duque y la duquesa, sus huéspedes, los cuales se sentaron en dos riquísimas sillas, junto a los dos que parecían reyes. ¿Quién no se había de admirar con esto, añadiéndose a ello haber conocido don Quijote que el cuerpo muerto que estaba sobre el túmulo era el de la hermosa Altisidora? Al subir el duque y la duquesa en el teatro, se levantaron don Quijote y Sancho y les hicieron una profunda humillación, y los duques hicieron lo mesmo, inclinando algún tanto las cabezas”.
El Quijote es una novela escenográfica. El protagonista es un personaje disfrazado y, partiendo de esa premisa, el juego escénico siempre está presente. Lo cual explica que sea la novela clásica con más adaptaciones teatrales. Para Calderón de la Barca, la existencia es el gran teatro del mundo, donde cada cual desempeña su rol hasta que la muerte los iguala. En Don Quijote, en palabras del narrador: “Uno hace el rufián, otro el embustero, éste el mercader, aquél el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple, y acabada la comedia y desnudándose de los vestidos de ella, quedan todos los recitantes iguales”.
En el Segundo Libro, el panorama se torna mucho más teatral. Las aventuras ya son dirigidas por terceros, en lugar del protagonista inventarse sus propias aventuras. “A un lado del patio estaba puesto un teatro y dos sillas… Al lado deste teatro […] estaban otras dos sillas, sobre las cuales sentaron a don Quijote y a Sancho”.
La confusión dramática de lo que se cree ver en el escenario y lo que realmente ocurre, es fielmente interpretada en el episodio de Maese Pedro, cuando el Caballero de la Triste Figura y Sancho presencian una comedia de títeres. El Ingenioso Hidalgo se absorbe a tal punto en lo que ocurre en el retablo, y tal es su preocupación por la verdad que interrumpe al narrador pidiéndole se mantenga fiel a los hechos: “Niño, niño – dijo con voz alta a esta sazón don Quijote –, seguid vuestra línea recta y no os metáis en las curvas o transversales; que para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas y repruebas”. La representación teatral conmueve a don Quijote de tal manera que siente la imperiosa necesidad de intervenir y arremeter contra los moros que persiguen a Don Gaiferos, el protagonista de la verdadera historia, y su esposa Melisendra.
A través de la representación teatral en el Maese Pedro, con todo el artificio y la ficción que le ciñe – no olvidemos que los que actúan no son ni siquiera actores, sino títeres –, Cervantes profundiza en uno de las temáticas esenciales de la novela: el conflicto 'realidad versus ficción'. La confusión y angustia que genera en el protagonista el desdoblamiento teatro-realidad, de algún modo infunde lucidez en su raciocinio. Interrumpe al narrador para amonestarle sobre la falta de verosimilitud de lo escenificado. El pasaje sugiere los principios de simulación de la sociedad, de la misma manera que los actores simulan sus roles en una obra de teatro.
En el auto sacramental de las Cortes de la Muerte, don Quijote reflexiona sobre la comedia como espléndida acción de espejo, en “donde se ven al vivo las acciones de la vida humana, y ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes”.
Así finalizamos este resuello analítico, seducidos por el genio de Cervantes. Lectores/espectadores, cómplices del trastornado Alonso Quijano, con el alma al galope de nuestro más caro Rocinante, depositamos un cálido ósculo sobre la frente quijotesca del ballet, la ópera, la comedia musical, el cine y la televisión, convencidos de que las numerosas continuaciones, imitaciones o adaptaciones del Quijote, constatan la gran teatralidad de la novela y la vigente complejidad humana de su temática a través del apego material a la vida y los hondos ideales de sus dos protagonistas.
me fascino este escrito
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