Por Leonardo Venta
Arrebujado con el irreemplazable calor del afecto de sus hijos, el viernes 12 de marzo de 2010, Miguel Delibes, uno de los grandes narradores en castellano del siglo XX, murió en su casa de la calle Dos de mayo, en Valladolid, su ciudad natal, a los 89 años. Según fuentes cercanas, la salud del vallisoletano se había deteriorado a tal extremo que sus más allegados no se apartaban de él.
"Estoy olvidándome de lo que he escrito. El mismo día que entregué a la editorial El hereje – su última novela, publicada en 1998 –, me diagnosticaron un cáncer de colon. A partir de entonces de lo único que me he ocupado ha sido de mi salud. Ahora, lo que me preocupa es sobrevivir, éste es mi proyecto más sincero para el futuro", había declarado Delibes.
El gran escritor español inició paradójicamente su carrera como caricaturista para el diario El Norte de Castilla, pasando luego a ser redactor y director de dicha publicación. En 1947, recibe el Premio Nadal con La sombra del ciprés es alargada. A partir de entonces se dilata una fructífera carrera literaria, que comprende más de cincuenta títulos publicados, coronada con los principales reconocimientos de las letras hispanas, tales como el Premio Príncipe de Asturias (1982) y el Premio Cervantes (1993).
Miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1973 hasta su muerte. Nominado al Nóbel de la Academia Sueca, Delibes labró con su pluma, como sumo artífice, un genuino y brillante alegato de la sociedad española del pasado siglo. Muchas de sus novelas han sido adaptadas al cine o a la televisión. Su personaje de Azarías en Los santos inocentes es uno de los iconos culturales de la España de la segunda mitad del siglo XX. Cinco horas con Mario, su magistral pieza teatral, es asimismo uno de los grandes monólogos de la literatura española.
La última vez que habló públicamente fue a través de un video grabado en ocasión de la salida de la nueva Gramática de la Lengua Española, dirigiéndose a la Academia, cuando expresó: "La lengua nace del pueblo; que vuelva a él, que se funda con él porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Delibes no sólo fue un defensor del castellano, sino un amante devoto de la tierra, de la humildad; un abanderado de la justicia social que consiguió dar a conocer un modo de vida: el rural español.
“Su inspiración fue el campo, la lengua del pueblo, lo que escuchaba con la misma paciencia con que liaba tabaco. Pero sus novelas no son hijas o herederas de las costumbres, exclusivamente; en él hay una sencillez barojiana, pero su observación va más hondo: conduce la historia para que se vea el alma, el paisaje es el pretexto”, subraya brillantemente el periodista Juan Cruz en el Obituario de El País.
"Es obvio decirlo, es el representante de una generación formidable de escritores, y sin salir de Valladolid llegó al último rincón del mundo", asevera Mario Camus, que dirigió en 1984 “Los santos inocentes”.
“Aunque viví hasta el año dos mil..., el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz. Esto es, los últimos años literarios no le sirvieron de nada”, escribió Delibes, en forma de obituario, en el prólogo de sus Obras Completas, en octubre de 2007. Maestro, disentimos de lo expresado por usted. El escritor Miguel Delibes vivirá por siempre a través de su obra.
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