De izq. a der.: Julio Cortázar y José Lezama Lima, La Habana 1967 |
Leonardo Venta
Paradiso fue la única novela
publicada en vida por José Lezama Lima. El personaje José Cemí –si no es el
protagonista, algo que el propio Lezama niega– sostiene la trama hacia su
iniciación como poeta, en un viaje en que lo real y lo imaginario atraviesan
eruditos corredores narrativos dentro del campo de la imagen.
El calificativo hermético es quizá
el más transitado por los críticos de esta novela, avenido a una complejidad marcada
por un recorrido entre las sombras hasta alcanzar la luminosidad. A Lezama le
desagradaba que lo tildaran de oscuro. En el texto Ensayos barrocos. Imagen y
figuras en América Latina, el etrusco habanero afirma: "No empezar con la
tontería de lo que se comprende y lo que no se asimila, con la vieja monserga
arrinconada de lo oscuro y lo claro, con el imperativo tema de lo fácil y lo
difícil. Pues es más fácil que el campesino saludable comprenda lo oscuro
creador, que el bachillerismo internacional, creador de toda esa tópica infernal,
comprenda lo que es germinativo en el momento justo".
La publicación, en 1966, de Paradiso desató
polémicas entre sus defensores y detractores. La recepción negativa
vino de parte de ciertos elementos de la intelectualidad cubana, con estampada
tendencia homofóbica, los cuales la imputaron de pornográfica e incompatible con la
moral revolucionaria. De esa forma provocaron su desaparición de las librerías.
En una misiva a su hermana Eloísa, Lezama comenta: “La forma en que ha sido
combatida mi novela y, por otra parte, los elogios que ha despertado, me hacen
pensar que todavía vivo”.
Entre los partidarios de la novela,
en el ámbito internacional, descuellan Julio Cortázar, Octavio Paz y Mario Vargas
Llosa; mientras en el temprano espacio cubano, el mismo año de su publicación,
cabe mencionar a Salvador Bueno. “Te envío un artículo de Salvador Bueno sobre
Paradiso –le comenta a su hermana Eloísa–. Es oportuno porque cierto público
mojigato se sintió alarmado por ciertos temas que se tratan en el capítulo
VIII. Las cosas que sucedían en las escuelas, el despertar del sexo. Las
relaciones amistosas llenas de extrañeza y de misterio”.
El apoyo de Cortázar a esta obra de Lezama es sumamente
valioso, por ser el primero en exponerla favorablemente a la luz internacional,
por el prestigio mundial que ya tenía el autor de Rayuela cuando equipara la grandeza
literaria del escritor habanero con la de Jorge Luis Borges y Octavio Paz en el ensayo
“Para llegar a Lezama Lima”. Cortázar asegura que Paradiso “en sus instantes
más altos, es una ceremonia, algo que preexiste a toda lectura con fines y
modos literarios”. Asimismo, insiste en la existencia de cierta singularidad
inocente en el autor cubano, mientras establece diferencias cardinales entre el
estilo lezamesco y el carpenteriano.
“(…) en el caso especialísimo de
Lezama [el barroquismo] se tiñe de un aura para la que sólo encuentro esa
palabra aproximadora: ingenuidad. Una ingenuidad americana, insular en sentido
directo y lato, una inocencia americana (...) Lezama en su isla amanece con una
alegría de preadamita sin corbata de pájaro, y no se siente culpable de ninguna
tradición directa. Las asume todas, desde los hígados etruscos, hasta Leopold
Bloom”, asevera Cortázar en el antedicho texto.
Al comparar a Lezama con Carpentier,
Cortázar apunta: “Qué admirable cosa es que Cuba nos haya dado al mismo tiempo
a dos grandes escritores que defienden lo barroco como cifra y signo vital de
Latinoamérica, y que tanta sea su riqueza que Alejo Carpentier y José Lezama
Lima puedan ser los dos polos de esa visión y manifestación de lo barroco,
Carpentier el impecable novelista de técnica y lucidez europeas, autor de
productos literarios a salvo de toda inocencia, hacedor de libros para leer, de
productos refinadamente instrumentados para la aprehensión de ese especialista
occidental que es el consumidor de novelas; y Lezama Lima, intercesor de
oscuras operaciones de ese espíritu que antecede al intelecto, de esas zonas
que gozan sin comprender, del tacto que oye, del labio que ve, de la piel que
sabe de las flautas a la hora pánica y del terror en las encrucijadas con luna
llena”.
El viajero inmóvil, ante la
aparición del oportuno ensayo a favor de su novela, no puede ocultar su
jubilosa gratitud al autor en una misiva dirigida a su hermana Eloísa: “(…)
ha sido un gran amigo mío y de mi obra. Ha mostrado por ésta una curiosidad,
una comprensión verdaderamente excepcionales. El ensayo es, sin duda alguna,
notable y revela una gran intuición de lo que yo he hecho. Llega con una gran
oportunidad, pues Cortázar es hoy en día, uno de los mejores escritores
americanos. Es muy leído por un público inteligente. Figúrate, aquí el Paradiso
cayó como un batacazo, pues yo creo que no había la menor adecuación para
recibir una obra de esa envergadura, modestia aparte. Y de pronto, el gran
ensayo de Cortázar ha sido como un rayo que ha aclarado la visión de algunos y
puesto furiosos a los más recalcitrantes envidiosos”.
Sobre los personajes de la gran novela de Lezama Lima,
anota Cortázar: "(...) están vistos en esencia mucho más que en presencia,
son arquetipos antes que tipos. La primera consecuencia (que desencadena no
pocas reacciones irónicas) es que mientras la novela cuenta la historia de
algunas familias cubanas a fines del siglo pasado y principios del actual, con
los más prolijos detalles de época, geografía mobiliario, gastronomía e
indumentaria, los personajes en sí mismos parecen moverse en un continuo
absoluto, ajenos a toda historicidad, entendiéndose entre ellos por encima del
lector y de las circunstancias inmediatas del relato, con un lenguaje que es
siempre el mismo lenguaje y que toda referencia a la verosimilitud psicológica
y cultural vuelve inmediatamente inconcebible”.
Luego, Cortázar sintetiza admirablemente con
una pregunta, que se responde a sí misma, el rol supremo de la imagen en la
poética lezamesca, que muy bien justifica el lenguaje afín de los personajes en
Paradiso, en plena oposición a los roles tradicionales de la novelística, en
que cada cual debe expresarse según su condición, el contexto en que se desenvuelve
y el carácter de los interlocutores: "¿Por qué no ha de aceptar que los
personajes de Paradiso hablen siempre desde la imagen, puesto que Lezama los
proyecta a partir de un sistema poético que ha explicado en múltiples textos y
que tiene su clave en la potencia de la imagen como secreción suprema del
espíritu humano en busca de la realidad del mundo invisible?".
Afirmamos, valiéndonos del texto cortasiano,
que “leer a Lezama, es una de las tareas más arduas y con frecuencia más irritantes
que puedan darse”, al mismo tiempo que agregamos, volviendo a citar al autor de
Bestuario, que Paradiso “no es un libro para leer como se leen los libros, es un
objeto con anverso y reverso, peso y densidad, olor y gusto, un centro de
vibración que no se deja alcanzar en su coto más entrañable si no se va a él
con algo que participe del tacto, que busque el ingreso por ósmosis y magia
simpática”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario