La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí
José Martí
lunes, 9 de julio de 2018
sábado, 30 de junio de 2018
martes, 12 de junio de 2018
viernes, 1 de junio de 2018
El Ballet Nacional de Cuba sigue encumbrando a "Giselle"
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Sadaise Arencibia
y Raúl Abreu, en el segundo acto de "Giselle". Foto cortesía de Nancy
Reyes
|
Por Leonardo Venta
La noticia de una
función única del Ballet Nacional de Cuba (BNC), el pasado 23 de mayo en Tampa –después
de quince años de ausencia– hubo de originar numerosas interrogantes entre los
amantes de la danza clásica en nuestra ciudad. ¿Vendría Alicia Alonso, la mítica
casi centenaria directora y fundadora de la caribeña agrupación? ¿Estaría la
puesta en escena de "Giselle" –la obra más emblemática de su
repertorio– a la altura de las expectativas generadas? ¿Sería capaz el BNC de
llenar un miércoles la Sala Morsani del Straz Center, con capacidad para 2610 espectadores?
Dos 'no' encabezan nuestro pas de trois de respuestas, a los que se
suma un complaciente 'sí' en forma de desinente majestuosa cola. No vino Alicia
Alonso a Tampa, pero sí viajó al Kennedy Center, con el fin de participar junto
a su amada compañía en la clausura del sin precedentes festival “Artes de Cuba:
de la isla para el mundo”, dentro del marco de los setenta años de la fundación
del BNC y el cuadragésimo aniversario de su histórica primera gira por Estados
Unidos, que comenzó precisamente en el aludido washingtoniano templo de las
artes. El haber sobrepasado ampliamente las expectativas generadas en su
presentación en Tampa, constituye el encomiástico 'no' que da contestación a la
segunda pregunta. Para cumplimentar la placentera solitaria respuesta
afirmativa, basta exponer que hubo lleno total en la Sala Morsani.
Catalizar con virtuosa elegancia la
transición entre lo terrenal y lo etéreo, modular todo un dilatado meticuloso
lenguaje escénico, ingeniar una atmósfera creíblemente irreal, armonizar lo cotidiano
con lo extraordinario, desplegar una rigurosa técnica en que soñadores
entrechats, bordados giros, saltos con buen "ballon", entre otros
elementos, complementen los dificultosos requerimientos interpretativos –no
sólo para los protagonistas sino también para el cuerpo de baile, cuya
sincronización rayó en la perfección, especialmente en el segundo acto–,
desperezando en los asistentes una variada y amplia gama de emociones, cuyos efectos
purificadores y liberadores humedecieron numerosas pupilas, son sólo algunos de los numerosos
elementos que, acoplados con genialidad poco común, originaron la prolongada efusiva
ovación de pie que recibió la prestigiosa compañía.
Esta "Giselle" –coreografía
de Alicia Alonso, sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot, con música
de Adolphe Adam y diseños de Salvador Fernández– tuvo un entrañable sentido
para mí. Desde el sosegado regazo de mi butaca de ensueños, crecí arrullándola,
suspirándola, en el célebre Gran Teatro de La Habana, cuando respondía al
nombre de Teatro García Lorca. Allí emulaban afablemente en mis sentidos los
atributos de las cuatro joyas que bautizara el reconocido crítico británico Arnold
Haskell: la agraciada serenidad de Mirta Plá, la dramática delicadeza de
Josefina Méndez, el inigualable virtuosismo de Aurora Bosch y el musicalísimo
perfil danzario de Loipa Araújo.
En esta ocasión, el más romántico de
los ballets –insignia del amor inmortal– fue protagonizado por la primera
bailarina Sadaise Arencibia, cuya fluida suavidad en el segundo acto –en su
calidad de willi– se identifica particularmente con un tema en el cual la danza
en sí hilvana la trama central, exhibiendo por otra parte una habilidad
dramática de tal eficacia que en la escena de la locura del primer acto me obligó en varias
oportunidades a secar mis humedecidos lentes. A pesar de su juventud, 20 años,
el bailarín principal Raúl Abreu, en Albrecht, fue un legítimo danseur noble. Asimismo,
proyectó un acertado dramatismo y arrancó aplausos de la próvida audiencia con
sus saltos de efecto visual suspendido en forma de tijera.
Claudia García, a mi juicio, merece
punto y aparte. Interpretó una Reina de la Willis impresionante. Se le percibía
ingrávida, firme, virtuosa, con contundente disposición autoritaria, como lo
requiere el personaje. El Hilarión de Ernesto Díaz proyectó amorosa
virilidad, aportando valiosos destellos dramáticos a la escena
final del primer acto, al superar plenamente los típicos estereotipos banales que
sobreabundan en la representación de este personaje.
Quedamos maravillados con el
desempeño del cuerpo de baile. ¡Un mayúsculo bravo para las willis en el
segundo acto! Fueron componentes decisivos de la magia que crea este ballet, valiéndose
de sus exquisitos arabesques y románticos torsos sutilmente inclinados, así
como un trabajo minucioso, sincronizado y sumamente coherente en todos los
detalles del estilo, la técnica y la acción dramática.
La función que acabamos de presenciar confirma
la excelente reputación que mantiene el Ballet Nacional de Cuba alrededor del
mundo. Advertíamos el éxito que tendría su reaparición en Tampa; y, consumada
esta memorable presentación, nos aventuramos a parafrasear a Daniel Lesur,
otrora administrador de la Ópera de París, transmutando sus palabras de elogio
a Alicia Alonso, en 1972, a todos los integrantes de la actual agrupación
danzaría cubana: El Ballet Nacional de Cuba con su genio, ha revivido
"Giselle", nos la ha restituido. Gracias a esta compañía la vimos
esta noche como hubiese querido verla Théophile Gautier.
viernes, 25 de mayo de 2018
El “Don Quijote” del Ballet Nacional de Cuba mantiene un baile glorioso, aun sin renovarse
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La Kitri de
Viengsay Valdés es considerada una de las mejores del mundo.
Foto cortesía de Nancy Reyes (BNC) Por Lauren Warnecke (Traducción de Leonardo Venta) |
La última ocasión
que el Ballet Nacional de Cuba (BNC) estuvo en Chicago fue en 2003. La primera
bailarina Viengsay Valdés tenía 26 años en aquel entonces. Su actuación en el
Teatro Auditorium fue vaticinada por Sid Smith, crítico del Tribune, como realmente
impresionante. Si bien, el comentario de Smith fue insuficiente; 15 años después, Valdés
volvió a deslumbrar a los espectadores que se dieron cita en el teatro situado
en East Congress Parkway.
Una gira nacional que celebra la
70.ª temporada del BNC comienza aquí en Chicago, con tres actuaciones de
"Don Quijote" en el Auditorium Theatre. La superestrella Alicia
Alonso, de 97 años, permanece al frente de esta agrupación que fundó en La
Habana, en 1948, y a la que Fidel Castro dio el nombre de Ballet Nacional de
Cuba, en 1959, ofreciéndole un apoyo anual del gobierno cubano.
El BNC es conocido por entrenar
bailarines fenomenales, muchos de los cuales han abandonado Cuba para integrarse
a compañías de danza estadounidenses y europeas. De igual relevancia y
dedicación para la Alonso ha sido mantener las tradiciones soviéticas del
ballet clásico. Ya sea por este enfoque, las inclinaciones típicamente
conservadoras de una organización sufragada por el estado o el impacto de las
sanciones políticas y económicas a Cuba (posiblemente todo lo anterior), esta
agrupación danzaría se ha visto entorpecida de realizar extensas giras e invertir
en nuevas producciones, lo que ha originado que sus presentaciones en la escena internacional siempre estén acompañadas de cierto enigma.
De esta forma, aunque la puesta del “Don Quijote” de la Alonso, que data de 1988, sea una joya, también carece
de los recursos acostumbrados en la escenografía actual. Esto pudiera no ser
tan visible, si el reponer los clásicos no estuviera de moda. “El lago de los
cisnes” de Christopher Wheeldon, y “La Bayadera” de Stanton Welch son
incorporaciones relativamente nuevas a la reputación del Joffrey Ballet, y el año
próximo veremos “Whipped Cream” de Alexei Ratmansky –un ballet de 1924
raramente representado, si es que se ha escenificado alguna vez–, rescatado la
temporada pasada para el American Ballet Theatre. Al igual que el “Don Quijote”
de la Alonso, cada una de estas reposiciones son relativamente fieles al
original, aunque tal vez cambie el entorno o se infundan matices
más contemporáneas a la coreografía.
Por consiguiente, sería propicio
hacer una pausa para reconocer que la Alonso estaba adelantada a la tendencia actual,
y, que 30 años después, su versión de "Don Quijote" todavía se
mantiene. El resuelto cuerpo de baile ejecuta una dinámica coreografía que nos
recuerda la destreza técnica de la Alonso y la elegancia palmariamente cubana
que ella trajo a los escenarios estadounidenses. Este “Don Quijote” presenta partes
que demuestran el gran talento del BNC. La Alonso añade profundidad al argumento, al crear la secuencia de un sueño en la
que el soñador caballero andante (Yansiel Pujada) confunde a Kitri (Valdés) con
la elusiva Dulcinea (Yiliam Pacheco), un personaje principal de la novela, ausente en la versión original del ballet.
Pujada y Dairon Darias, encarnando al
torpe escudero Sancho Panza, originan frecuentes motivos de regocijo, al igual
que Ernesto Díaz como Camacho, un noble francés que contiende por la mano de
Kitri. Los trajes espumosos llenos de vuelos (probablemente reconstruidos, pero
todavía muy de la década de 1980), así como los estáticos telones de fondo pudieran
carecer de modernidad, pero todo eso se compensa con la calidad del material humano.
En la antesala del grand pas de deux,
Kitri y Basilio –el barbero pobre a quien Kitri verdaderamente ama– se casan, luego de que Basilio finge su muerte. (Sí, “Don Quijote” es, a veces, hilarante. De
eso se trata). Valdés ejecutó un balance sobre la punta que parecía una
eternidad, cambiando posiciones de arabesque a passé développé. Las impresionantes
quíntuples pirouettes de Patricio Revé en la variación de Basilio provocaron expresiones
de júbilo en el público, incluidas la de esta crítica.
He visto innumerables representaciones
de este grand pas de deux, a menudo extraídas de contexto como una demostración
de habilidad técnica en un programa de concierto. Esta obra es notable por su áspera
bravura y su toque español, creado originalmente en 1869 por el coreógrafo Marius
Petipa, con música de Ludwig Minkus, un compositor judío-austriaco. En esta
presentación, luego de transcurridos los tres actos del ballet, nos percatamos
que Kitri y Basilio son seres dados a divertirse, personajes relativamente
humildes y complejos, extraídos de un capítulo de la novela homónima de 1605, escrita por Miguel
de Cervantes.
La sensibilidad de la versión creada por la Alonso hacia los detalles de Kitri y Basilio, así como la importancia de “Don Quijote” en el
repertorio de una compañía cuya cultura ha estado fuertemente influida por el
imperialismo español, no deben subestimarse. Las fallas de este ballet no están
en la puesta de la Alonso, sino en el tema en sí mismo como un medio para expresar
adecuadamente las muchas complejidades de la obra maestra de Cervantes. El lenguaje del
ballet clásico, en particular, es principalmente un vehículo que facilita su representación; los personajes y los insustanciales libretos producidos durante
este período –escudriñados por los bailarines e infundidos con menos
complejidad de la que quizás merecen– seguramente no están a la altura de los
significados más profundos de la novela.
Pero tal vez no
sea necesario, porque, ¡santo cielo!, fue emocionante verlo.
(Reseña publicada en el Chicago Tribune, el 19 de mayo de 2018)
martes, 22 de mayo de 2018
El Ballet Nacional de Cuba presenta “Giselle” en Tampa
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Después de 15 años de ausencia, el Ballet Nacional de Cuba vuelve a Tampa con la gema del ballet romántico “Giselle”,
la obra más emblemática de su repertorio
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Por Leonardo Venta
“…
Daniel Lesur, administrador de la Ópera [de París], se acercó a nuestra gran
bailarina: ‘Alicia –le dijo– desde hacía mucho tiempo, desde el siglo pasado,
Giselle era una pieza de museo, una cosa muerta. Usted con su genio, la ha
revivido, nos la ha restituido. Gracias a usted la vimos esta noche como
hubiese querido verla Théophile Gautier’. Creo que nada tendría yo que añadir a
estas palabras”.
‘’Giselle’’, obra cumbre del ballet
romántico, en cuyo rol protagónico la prima ballerina assoluta y directora del
mundialmente aclamado Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, una leyenda viva
de la danza clásica, debutara el 2 de noviembre de 1943 en el neoyorquino
Metropolitan Opera House, llega a Tampa, después de 15 años de ausencia, para
una presentación histórica, el miércoles, 23 de mayo, a las 8 p.m., en la Sala
Morsani del Straz Center for the Performing Arts.
Concebido por el poeta Théophile
Gautier, el argumento de “Giselle” se inspira en las Lettres de l’Allemagne
(Cartas de Alemania) de Heinrich Heine, del siglo XIX, cuyo lenguaje poético,
henchido de referencias míticas y paisajes fantásticos, sustentó la imaginación
creativa del libretista Saint George, así como la de los coreógrafos Coralli y
Perrot, y, finalmente, conllevó a la revisión de Marius Petipa.
La puesta en escena cubana en el
Straz Center –una de sus solamente cuatro presentaciones en Estados Unidos este
año, que incluyen el Kennedy Center, en Washington, D.C., y el histórico
Auditorium Theatre, en Chicago– cuenta con la versión coreográfica de la Alonso
en dos actos sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot.
Los roles protagónicos serán
interpretados por la primera bailarina Sadaise Arencibia (Giselle) y el
bailarín principal Raúl Abreu (Albrecht). Además de su presentación el
miércoles, la compañía ofrecerá una clase magistral el martes, 22 de mayo.
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Fotografía inédita de la primera bailarina Sadaise Arencibia en el
segundo acto de “Giselle”, cortesía del artista fotográfico Artyom Shlapachenko |
En la heroína de esta gema danzaria
se combinan los dos grandes tipos de bailarinas. En el primer acto, es la
campesina terrenal. Sin embargo, destella un implícito presagio etéreo desde el
fondo de esa caracterización tan francamente humana. A su vez, tiene que hacer
gala de una férrea técnica clásica y un variado prisma de emociones. Atraviesa
sentimientos que van desde el amor ingenuo y la dicha compartida a la
desilusión, la impotencia, la locura y la muerte.
En el segundo acto, se transforma en
un espíritu alado para hilvanar la más sublime poesía de la danza. Según el ya
extinto Arnold Haskell, uno de los críticos más substanciales de la danza
clásica, existe un fuerte lazo dramático entre el primer y el segundo acto.
Giselle, transformada en espectro de los bosques, o willis, supera los
obstáculos que le tiende el desamor y la muerte, pero, al mismo tiempo, se
debate entre su nueva naturaleza espectral, sujeta a las exigencias de Myrta,
la vengativa reina de las willis, y su inmenso amor por el príncipe Albrecht.
En este espacio, he recogido
impresiones de Ivonne Lemus, maître del Next Generation Ballet y otrora
bailarina del Ballet Nacional de Cuba, la propia Sadaise Arencibia, que en 2009
fue promovida al rango de primera bailarina, así como de Judy Lisi, presidenta
ejecutiva del Straz Center.
“Todavía no se sabe si Alicia Alonso
vendrá con la compañía. Encontrarme con ella y Pedro Simón, su esposo, en
Tampa, sería muy emotivo para mí. Yo viví muy en el seno del Ballet Nacional de
Cuba”, nos comenta Lemus. “Van a venir muchos bailarines que yo conozco, así
como otros nuevos. Tengo que verla [Alicia Alonso], estar con ella, tocarla,
darle las gracias por todo. Si no hubiera sido por Alicia, yo no fuera maître
hoy. Ninguno de nosotros hubiéramos sobrevivido en este arte sin la formación
que hemos recibido de Alicia”, agrega con contagiosa franqueza.
En 2016, alrededor de esta fecha,
Next Generation Ballet estrenó “Giselle” en el Straz Center, con tres funciones
que evidenciaron la reputación que ha ido consolidando esta joven compañía, de
la cual Lemus ha sido impulso vital por casi once años. Al respecto nos
comenta: “Cuando yo monté este ballet a Next Generation Ballet, me remonté a
Cuba con la mente, porque la escuela cubana de ballet le otorga a cada
personaje de 'Giselle', por simple que sea, una estupenda precisión y
profundidad en la caracterización”.
Por otra parte, hemos sido sumamente
afortunados al conseguir declaraciones desde La Habana de la primera bailarina
que nos deleitará con la interpretación de un personaje que –al decir de
Haskell– “hace o deshace la reputación de una bailarina”.
![]() Imagen inédita de un pulido arabesque penché de Sadaise Arenciba en el ‘promenade’ del segundo acto de “Giselle”, cortesía del artista fotográfico Artyom Shlapachenko |
“Tengo varios roles favoritos, pero
de los que he bailado mis preferidos son Carmen y Giselle”, nos confiesa
Sadaise. “Para mí, bailar Giselle en esta gira significa un honor inmenso por
varios motivos”, reflexiona cuando tratamos de indagar la trascendencia que
tiene para ella esta su primera presentación en Tampa.
“Giselle es el ballet ícono de
Alicia Alonso, con el que se reveló como gran estrella, precisamente en Estados
Unidos cuando era aún muy joven”, agrega la talentosa bailarina cubana. “Es una
de las obras que más prestigio le ha dado al Ballet Nacional de Cuba como
compañía, no sólo por lo que representa Alicia en “Giselle” para el mundo, sino
también por las características de la versión. Además, este 2018 se cumplen 40
años de la primera vez que nuestra compañía actuó en Estados Unidos. Entonces,
es una gran responsabilidad y un orgullo para mí ser la Giselle aquí”, añade
para concluir su razonamiento.
Desde otro ángulo, Judy Lisi,
presidenta ejecutiva del Straz Center, también nos comenta sobre la histórica
función que se nos avecina. “Cuando pienso en el Ballet Nacional de Cuba
interpretando “Giselle” en el Straz Center –la obra más importante en la carrera
de su directora artística Alicia Alonso– la frase que primero me viene a la
mente es: ‘una oportunidad única en la vida’. Tendremos el privilegio de
aplaudir a algunos de los mejores bailarines del mundo, formados bajo el legado
de la prima ballerina assoluta cubana. Son sus descendientes directos. Ella les
ha transmitido la impecable técnica del ballet clásico con el inconfundible y
emotivo sello artístico cubano, el cual ninguna otra agrupación del mundo
posee”, afirma. “Nos ha tomado tres años de ardua labor el traer a esta
distinguida compañía, y cada paso que realicen sus bailarines sobre el
escenario de la Sala Morsani nos certificará que el esfuerzo que hemos
realizado en traerlos ha valido la pena”, concluye.
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