Por Leonardo Venta
“Este es un momento histórico importante en mi vida profesional. No podré nunca olvidar ser el primer solista que la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba invita para realizar una gira de concierto en Estados Unidos", nos confiesa por vía telefónica el pianista Ignacio “Nachito” Herrera desde un ómnibus rumbo a la costa este, como parte de la comitiva sinfónica antillana, mientras las ventanillas del vehículo que lo transportan se motean de sol en el punto más alto de su elevación sobre el horizonte de Cleveland.
El músico (cuya ejecución del “Concierto núm. 2 de Rajmáninov” a la edad de 12 años con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba deslumbrara a sus coterráneos) derriba con su elocuencia nuestra inquisitiva turbación: “Todos sabemos históricamente que Tampa ha tenido un gran acercamiento con Cuba. Lo que estamos viviendo nos llena de orgullo al haber sido elegidos para ser partícipes de un momento histórico en la música cubana”.
No titubea al hablar. La pasión bulle en sus palabras. “Es un momento que lo hemos venido esperando por mucho tiempo. Poder mostrarle al público, en este bello país, que nosotros también tenemos una orquesta sinfónica nacional, con una calidad humana y profesional muy alta, así como nuestro gran esfuerzo para que finalmente se diera esta gira", puntualiza el pianista.
Con diván en White Bear Lake, Minneapolis y remembranzas en La Habana, “Nachito” habla con reverencia de sus pianistas preferidos: “En el jazz, de la vieja escuela, siempre me han gustado Oscar Peterson, McCoy Tyner; trasladándonos un poco a una generación más joven, me agrada seguir los pasos de Chic Corea y Herbie Hancock; hay un grupo joven muy destacado, Yellow Jackets, que para mí es uno de los más representativos de lo que es el ‘jazz fusion’. Te puedo seguir mencionando otros pianistas como Russell Ferrante… Joe Zawinul, Ray Charles”.
Luego califica de insigne a un grupo de cubanos virtuosos del teclado: “Tenemos obligatoriamente que mencionar a Rubén González, miembro ya fallecido del proyecto “Buenavista Social Club”, Joseíto González, Lilí Martínez; la leyenda del jazz y el ‘latin jazz’: el señor Chucho Valdés; Gonzalo Rubalcaba, para mí uno de los más grandes pianistas que ha dado Cuba y – ¿por qué no decirlo? – del mundo”.
Al preguntarle por el sello distintivo de la agrupación musical a la que se ha integrado como solista invitado y el programa escogido para esta primera gira, afirma: "La estrategia musical es mostrarle al público la diversidad del repertorio de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, desde una obra clásica tan compleja como la “Sinfonía núm. 5 de Beethoven”, o la “Sinfonía núm. 5 de Schubert”, como la “Rhapsody in Blue” de Gershwin, y de ahí realizar un salto gigantesco hacia nuestra isla linda y tocar un danzón de García Caturla, o un guaguancó sinfónico del maestro Guido López-Gavilán”.
Sigue discurriendo sobre lo que él considera rasgos distintivos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba: “Tenemos músicos de todas las edades, entre ellos tres o cuatro que son prácticamente fundadores. Nos nutrimos de la experiencia de los iniciadores y de la sangre joven de esos estudiantes que se acaban de graduar de las universidades de música, como el Instituto Superior de Arte”.
Rememora anécdotas de lo ya acaecido en la gira, matizando el tono de su voz con el edificante acento de la hermandad: “Al terminar la presentación de la orquesta en Iowa, que culminó con un danzón de García Caturla, mientras la audiencia aplaudía, un grupo de estadounidenses enarboló una bandera cubana bien linda y comenzó a gritar ¡Viva Cuba!, ¡Viva la música cubana!”.
Con respecto a la relación existente entre la llamada música clásica y la popular, expone: “Todo es posible cuando se tiene un dominio de la técnica del instrumento, técnica que sólo la da el estudio de la música clásica. Si podemos hacer un buen segundo movimiento del “Concierto núm. 2 de Rajmáninov para Piano y Orquesta”, después podremos interpretar bien un bolero o una balada, ya que todo se conecta. La música que hoy llamamos clásica, en mi opinión, es la madre de la música”.
Confiesa que le agrada todo tipo de género musical, si bien parece tener una atracción especial por el jazz en el sentido que le amplía la oportunidad de desarrollar la improvisación: “Me ayuda mucho en la coordinación de todas las ideas; es un estilo muy amplio, muy abierto, que permite explorar muchas variantes, incluyendo el ‘latin jazz’, donde se incorpora el sabor del piano cubano”.
En cuanto a su estilo, “Nachito” refiere que siempre se ha interesado por ser un ejecutante completo, no el mejor en ninguno de los estilos, puesto que eso resulta imposible: “Me considero un músico que se ha preocupado por mostrar solamente una cosa: la música es simplemente música. Siempre y cuando se tenga la habilidad y el deseo de interpretarla, podemos encontrar sonidos muy lindos tanto en una pieza clásica como en una balada. Por ejemplo, cuando Céline Dion hizo su versión de “All by Myself” del álbum 'Falling Into You' – una balada espectacular con una orquestación grandiosa basada en el segundo movimiento (Adagio Sostenuto) del “Concierto núm. 2 para Piano y Orquesta de Rajmáninov” –, alcanzó el Grammy al Mejor Disco del Año en 1997”.
Concluye nuestra charla de guagua estadounidense con ajetreo cubano, entre el contoneo de instrumentos de cuerda, viento, percusión… equipaje, pestañazos de autopista y teléfono móvil; mientras imaginamos la virtuosa elocuente intensidad de “Nachito” frente a un piano en el Mahaffey Theater, en Saint Petersburg, el miércoles, 7 de noviembre.
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