"Tlatelolco", ilustración de Juan Kalvellido
Los sucesos de la revolución estudiantil contra el gobierno mexicano de Gustavo Díaz Ordaz – cuando la atención del mundo estaba centrada en la ciudad de México por motivo de los Juegos Olímpicos de 1968 –, reprimida con la masacre y los hechos violentos que acontecieron en la zona comprendida entre la plaza de las Tres Culturas, y los edificios contiguos, el 2 de octubre de 1968, han quedado plasmados en el libro La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska.
El movimiento estudiantil mexicano en los años sesenta se mantenía activo en la férrea lucha contra el régimen de Díaz Ordaz – cuyo gobierno se caracterizaba por la violación sistemática de los valores democráticos del país. Ordaz, resuelto a detener las protestas estudiantiles, ordenó la ocupación de la UNAM por parte del ejército en septiembre de 1968.
Se estima que alrededor de diez mil personas se congregaron en la Plaza de las Tres Culturas, la tarde del 2 de octubre, para escuchar a los oradores estudiantiles del Consejo Nacional de Huelga, que desde el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua se dirigían a la multitud. Ninguno portaba armas.
Casi al concluir el acto, ráfagas de balas surcaron el despavorido espacio de La Plaza de las Tres Culturas. Los manifestantes quedaron atrapados en medio del fuego establecido entre el ejército, integrado por cerca de 5 mil hombres dotados de equipo blindado, y los francotiradores, que disparaban desde las azoteas de los edificios.
Conforme a documentos desclasificados de la Secretaría de la Defensa Nacional de México, con informes de inteligencia enviados al Departamento de Defensa de Estados Unidos, el Estado Mayor Presidencial de México, contraviniendo o malinterpretando las órdenes del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, utilizó francotiradores para provocar una respuesta armada por parte del ejército y que ésta se generalizara induciendo una masacre que aniquilara el grupo de los manifestantes.
Aunque no se ha precisado con exactitud la cifra de los muertos, se estima que sobrepasó el número de 300. Si bien el gobierno, que nunca ha rebelado la cantidad exacta de fallecidos, declara un número sumamente inferior. Hubo, además, decenas de heridos y diversos arrestos.
Admirable ejemplar de la “crónica testimonial”, La noche de Tlatelolco recoge fundamentalmente los testimonios de las personas que sobrevivieron la despiadada embestida de los cuerpos militares y policíacos ese 2 de octubre de 1968.
Poniatowska recopiló y editó dichas declaraciones durante varios años para publicarlas tres años después de los hechos, en 1971. La obra, compuesta por numerosos discursos fragmentados, revela la realidad colectiva desde perspectivas yuxtapuestas, dentro de una cronología en forma de escenas cinematográficas que permiten al lector, más que leer el libro, visualizarlo.
Las voces individuales aderezan y sustentan en la singularidad de sus tonos el complejo coro polifónico que vocaliza la novela en su orgánica desnudez de esencia solidaria. El discurso colectivo rescata las voces periféricas para reprobar la infamia del crimen: “Un régimen que se ensaña contra sus jóvenes, los mata, los encierra, les quita horas, días, años de su vida absolutamente irrecuperables, es un régimen débil y cobarde, que no puede subsistir”, puntualiza el testimonio de una maestra primaria en el libro.
El texto refleja la disyuntiva entre el ‘poder’ (como fuerza opresiva) y el ‘poder’ (como energía creativa). Para desarrollar el poder creativo, que encierra en sí la juventud – caracterizada por el vigor y la esperanza –, es necesario afrontar el otro ‘poder’, autoritario y despótico.
La noche de Tlatelolco es hasta hoy el mejor referente literario de que disponemos para adentrarnos en una de las más agudas crisis políticas en México desde la Revolución de 1910. Este texto y la película “Rojo amanecer” (1989), basada en el primero, pueden obtenerse en cualquier filial del sistema de bibliotecas públicas de Estados Unidos. |
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