La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 22 de octubre de 2016

Los lazos vulnerables de la amistad

Imagen de la película animada "El principito", dirigida por Mark Osborne, con guión de Irena Brignull, basado en la novela homónima de Antoine de Saint-Exupéry
Por Leonardo Venta

"Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no se dan tiempo para conocer nada. Compran todo hecho en las tiendas. Pero como en las tiendas no venden amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!".
Fragmento de El pequeño príncipe de Antoine de Saint-Exupéry

            "Amistades que son ciertas nadie las puede turbar", expresa Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Sin embargo, ¿cuántos compartimos esa afirmación? La amistad es vaso frágil, siempre en peligro de quebrarse; puede constituir también un espejismo. 
Una relación amistosa requiere entrega mutua, esfuerzo y sacrificio de las dos partes. Escuchar es uno de los mejores regalos que podemos brindarle a un amigo. Valorar las virtudes y pasar por alto los defectos es otro requerimiento para una buena amistad. La confidencialidad es menester indispensable de toda relación saludable. Debemos perseverar en cumplir nuestras promesas para fundamentar la confianza que deseamos en nuestras relaciones.
Hay muchas herramientas a nuestro alcance para cultivar una amistad. Si bien, la experiencia de perder a un amigo nos ha ocurrido a todos. Muchas veces, no están a nuestro lado en el momento difícil. En el peor de los casos, han muerto o, simplemente, han cambiado. También nosotros variamos sin darnos cuenta. ¿Alguna vez te has sentado a contar los amigos que has perdido por el mero hecho de que éstos, o tú, han cambiado?  Es el caso de quien súbitamente pierde sus amigos de la taberna porque ha dejado de beber.  
Gran parte de nuestros amigos de la infancia han emprendido disímiles rumbos.  Puede ser que vivan en lugares distantes, que ocupen posiciones sociales diferentes, que respondan a intereses disímiles. Todo cambia: nuestras inclinaciones, anhelos, prioridades, energías, pasatiempos, gustos. Lo que nos atraía en una época, hoy puede ya no cautivarnos.  
A veces, perdemos a los amigos y hasta a los familiares en competencias y altercados de diferentes índoles. Vivimos en una sociedad competitiva, en un entorno donde se nos inculca el sobresalir, el triunfar. Perdemos o ganamos amigos en este proceso, o, mirándolo desde otra perspectiva, ellos nos ganan o nos pierden.  
Sin embargo, la pérdida más dura es la de un familiar. Los niños crecen juntos. Pasan los años y se separan. Lo que fuera una relación hermosa e intensa llega a perder su encanto. Si le agregamos las discrepancias, los altercados sobre propiedades o herencias, o, simplemente, los celos enfermizos, atestiguaremos cómo una armoniosa relación familiar puede transformarse en un infierno.
Mantener una amistad conlleva a veces la lucha entre los valores más elevados del hombre, el ideal iluminado, y la parte más burda de la realidad, sujeta a una sociedad donde la doble moral y la manipulación en muchos casos determinan el éxito. De esta parte retorcida, se deriva, en cierto sentido, el concepto del falso amigo, aquel o aquella que espera beneficiarse de nuestra relación económica o socialmente. Es el tipo de amigo que nos abandona cuando las cosas comienzan a marchar mal; a quien no le interesa otra cosa que aprovecharse de lo nuestro.
También perdemos seres queridos por el resentimiento. Cuando no somos amados o tratados de la manera que anhelamos, nos resentimos. Por otra parte, muchas veces tememos decirles nuestra verdad (o verdades) por el temor a que se alejen. No compartimos nuestros sufrimientos y aparentes debilidades  para no ser incomprendidos y rechazados.  
Se lee en el evangelio según San Juan: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos".  Quizá nuestro afecto, y el que cuestionamos en otros, no alcance tal magnitud. De seguro, más de una vez hemos recibido lecciones por experiencias amargas. Si no fuera así, la palabra 'decepción' no apareciese en nuestros diccionarios. Sin embargo, es posible que alguna vez  hayamos ignorado el apesadumbrado toque del prójimo a nuestra puerta. ¿Lo recordamos, lo admitimos?  Por lo general, sólo nos percatamos de las faltas ajenas y no reconocemos las nuestras.  
De la misma manera que debemos estar preparados para perdonar los errores ajenos, es nuestra obligación reconocer los nuestros y articular ese acertado ‘lo siento’, que bien puede salvar una relación vulnerada. Ya lo dijo Shakespeare: “Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero”.

domingo, 16 de octubre de 2016

"La realeza del ballet": entrevista a Rodrigo Almarales

Reunión en que Rodrigo Almarales (izq.) invita formalmente a Alicia Alonso a la gala "Royalty Ballet". Matthew Golding se une a ellos en la foto. (La Habana, 16 de agosto de 2016). Foto: cortesía de Ismael Albelo.
Por Leonardo Venta

Rodrigo Almarales, primer bailarín del Ballet de Cincinnati, fue el director artístico y general de la gala “Ballet Royalty (La realeza del ballet)" que se presentó el pasado 20 de agosto en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, organizada por la empresa estadounidense Improvedance y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura de Cuba.
            Doce notables figuras de la danza clásica mundial participaron en una histórica jornada saturada de emociones: Carlo Di Lanno, del Ballet de San Francisco; Iana Salenko, del Ballet Estatal de Berlín; el primer bailarín del Ballet Bolshoi, Semyon Chudin; Mathew Golding, del Royal Ballet, y Misa Kuranaga, del Ballet de Boston. También actuaron la primera bailarina del Ballet de Canadá, Jurgita Dronina; los exprimeros bailarines del Ballet de Cincinnati Joseph Gatti y Adiarys Almeida, así como el propio Almarales.
            En entrevista exclusiva, Almarales, entre otras informaciones, nos devela detalles sobre su carrera como bailarín y la reciente función de carácter excepcional en La Habana.

¿Cómo le gustaría a Rodrigo Almarales que le presentáremos?

Títulos sobran: director artístico, bailarín principal, director ejecutivo (CEO, por sus siglas en inglés), coreógrafo. Sin embargo, me siento bien con que sólo me llamen Rodrigo Almarales.

Tengo entendido que naciste en Cuba y abandonaste el país a muy temprana edad ¿Cómo, cuándo y por qué?

Nací en Cuba y me fui a los 10 años. Mi mamá se había ido con un contrato a enseñar en México. Después de un año me sacó la visa para ir a estudiar a México con ella.

En el programa de la gala "Ballet Royalty" en el Gran Teatro de La Habana se leía que tus "más lejanos recuerdos de infancia se asocian con este teatro”, refiriéndose a las presentaciones en el mismo de tus padres Miriam González y Héctor Almarales, otrora bailarines del Ballet Nacional de Cuba. ¿Algún recuerdo específico de esa etapa de tu vida?

Me acuerdo que iba a muchas funciones. Mi mamá me decía que me portaba muy bien en el teatro. De ahí deduzco que se dieron cuenta de que me gustaba el ballet.

¿Cómo te iniciaste en la danza clásica?

Yendo a ver clases de ballet y funciones de chiquito. Siempre me ponía a hacer "variaciones" con los estudiantes de mi mamá.

¿Diferencias entre tus primeros pasos como estudiante de ballet en Cuba, México, Canadá y Alemania?

Cuba fue mi base. México fue donde aprendí a hacer todos los "trucos" y practicaba insaciablemente. En Canadá fue donde pulieron mi forma de bailar y, finalmente, en Alemania empecé a apreciar mucho más el ballet contemporáneo y moderno.

 He leído que te graduaste en Canadá con "La sílfide y el escocés", del coreógrafo danés August Bournonville. ¿Por qué escogiste bailarlo en la Gala del pasado mes de agosto en La Habana?

Es uno de mis ballets favoritos. También me gusta batir mis piernas y eso constituye una gran parte del estilo del ballet.

Aunque hay quienes consideran que un premio no determina la calidad de un bailarín, nos gustaría saber cuáles han sido tus logros en concursos internacionales de ballet?

Medalla de bronce en Varna, Corea y Boston. Plata en Helsinki.

¿Qué puedes decirnos sobre tu participación en el programa televisivo italiano "Amici"?

Fue una de las experiencias más increíbles que he tenido en mi vida. Como estaba solo, extrañé muchísimo, pero también me divertí y, sobre todo, ¡aprendí muchísimo! Todas las semanas tenía que aprenderme y ensayar casi 10 coreografías diferentes y, tal vez, solamente bailaba dos o tres, como máximo, en el show. También me ayudó mucho con la seguridad en el escenario, ya que el show siempre era en vivo y como era visto por millones de gente tenía que estar en forma óptima, física y mentalmente, para que la presión no me comiera.

En cuanto a tu carrera en Estados Unidos, ¿existe algún contraste entre el Ballet de Boston y el de Cincinnati?

Bastante. Boston Ballet es una compañía más grande. Si no eras uno de los que siempre bailaban, estabas al final de la "cola". En Cincinnati, la atmósfera es mucho más saludable, ya que la competencia es amigable. También bailo más, a pesar de que la compañía tiene menos funciones anualmente. Aquí, además, me dan oportunidades de hacer otras cosas como tener un negocio, crear galas, coreografiar, etc. No creo que hubiese podido hacer lo que he hecho o llegar tan lejos en Boston.


Trasladándonos nuevamente a Cuba, sabemos que en el 2014 bailaste, profesionalmente, por primera vez allí, en calidad de invitado en el 24.° Festival Internacional de Ballet de La Habana. ¿Cómo calificas esa experiencia?

Con una sola palabra: shock. Esa fue la primera vez que fui a Cuba después de 14 años. Todo era extraño, pero al mismo tiempo conocido. Mucha gente me han visto bailar en numerosos países. Mi familia, sin embargo, nunca me bahía visto bailar hasta ese entonces. Por esa parte, fue una experiencia muy linda. 

¿Has sido invitado a participar en el 25.° Festival Internacional de Ballet de La Habana, a celebrarse del 28 de octubre al 6 de noviembre de este año?


Esta vez no.

Rodrigo Almarales y Adiarys Almeida bailan el pas de deux "Chor. #2", creado por Almarales este verano. Se estrenó en una Gala en Mongolia, luego se bailó en Corea del Sur y China, y el pasado 20 de agosto en La Habana.  Foto: cortesía de Ismael Albelo.
En relación a tu labor como coreógrafo, y teniendo en consideración tu formación clásica en Cuba, ¿has considerado la posibilidad de crear contemporáneos que respondan al virtuosismo del llamado período clásico, mucho más exigente técnicamente que otros, con temáticas totalmente actuales?

La verdad es que soy un coreógrafo accidental. Siempre me interesó crear coreografías. Sin embargo, nunca pensé que iba a ser lo suficientemente bueno para no pasar pena a la hora de los aplausos. Cuando fui al concurso en Helsinki me hacía falta un pas de deux contemporáneo y, como no pude encontrar nada, lo creé yo mismo. No quería que nadie supiera que era mi coreografía. Así seguí hasta que mi novia me obligó a ponerle mi nombre a mis trabajos coreográficos. Estoy muy feliz de que lo hizo. Por otra parte, me gusta crear piezas bien contemporáneas pero con bastante técnica. Siempre he dicho que la técnica y lo contemporáneo no tienen que estar divorciados. Una de mis inspiraciones más grande es el brillante coreógrafo William Forsythe.

¿Puede considerarse "Ballet Royalty" una compañía, a pesar de que en su debut intervinieron bailarines que pertenecen a otras agrupaciones? Nos encantaría que nos explicara cómo surge, opera, su propósito y esencia.

Después que surge la idea de hacer esta presentación en La Habana, se me ocurrió el nombre "Ballet Royalty",  puesto que era lo mejor que describía lo que queríamos hacer. Procurábamos unir a los mejores bailarines de la danza clásica, a la realeza del ballet, y hacer una función en formato de gala. "Ballet Royalty" acaba de nacer. Ahora tiene que crecer y madurar. Ya tenemos pensado qué hacer en un futuro pero vamos paso a paso.

¿Quién es el cofundador, junto contigo, de "Ballet Royalty"?

Su nombre es Christopher Lingner. Él también baila aquí en Cincinnati. Es además productor de Broadway y fue nominado a un premio Tony (el más prestigioso de la escena teatral estadounidense).

Si no fueras cubano, ¿hubieses elegido La Habana para el debut de "Ballet Royalty"?

Honestamente, no lo creo. A pesar de que las cosas han cambiado bastante en Cuba, mucha gente todavía tiene una imagen negativa del país. Sin contar que, si yo no hablara español y no tuviera contactos importantes en Cuba, esta Gala hubiese sido casi imposible y el doble de costosa.

Más allá de la danza, ¿qué significa Cuba para Rodrigo Almarales?

            Cuba es mi país de nacimiento. Casi toda mi familia todavía reside en la Isla. También es el país donde me inicié en el ballet (muy buen lugar para empezar –y terminar– los estudios de ballet). Después de irme a los 10 años, y no haber vuelto por casi 14 años, Cuba ahora es algo en el medio. Siempre que voy de vuelta (y lo hago mucho más a menudo ahora) es una experiencia surrealista. Siento que soy un extranjero en mi propio país. A pesar de esto me encanta bailar allí. El público es fanático y sabe de ballet. Cuando fui al Festival, en el 2014, supe que tenía que hacer algo nuevamente en Cuba.

Reconocemos que no es fácil agrupar a bailarines de procedencias tan múltiples y sujetos a numerosos compromisos en una sola gala, como la celebrada en La Habana. Además, nos hemos enterado que todos recibieron con entusiasmo la idea de participar en este proyecto. ¿A qué atribuyes esa excelente disposición? ¿En qué se basó el criterio para invitarlos? ¿Hubo otros invitados que no pudieron asistir? ¿Cómo se determinó la cifra de 12 bailarines?

            Como dije anteriormente, el público cubano sabe de ballet. También la escuela y la compañía de Cuba son famosas mundialmente, así como lo es Alicia Alonso. El país también está cambiando y mucha gente quiere ir antes de que cambie demasiado. Por todas estas razones, todos los bailarines estaban muy entusiasmados con la visita.
            El criterio para invitar a los bailarines era simple: tenían que ser estrellas mundiales. Queríamos lo mejor de lo mejor y basado en eso se hizo la lista inicial. Hubo varios bailarines invitados que no pudieron asistir. Leonid Sarafanov y Roberto Bolle fueron dos de ellos. Desmond Richardson nos informó, un mes antes de la función, que tenía una emergencia y no podía asistir, por lo cual invitamos en el último momento a Carlo di Lanno, del San Francisco Ballet. Con relación a la cifra de bailarines, las galas de ballet por lo general cuentan entre 8 y 12 invitados.

 Estoy seguro que esta reciente presentación en el Gran Teatro despertó muchas emociones en ti. ¿Cómo las resumirías?

Cuando era chico, se hizo el ballet "Los Millones de Arlequín", en el cual bailé. Esa fue mi primera función en el Lorca (ahora Gran Teatro, por supuesto). Me acuerdo lo impresionado que estaba con ese lugar. Hoy en día, sigo impresionado con la belleza de ese teatro y cuando bailé en la Gala fue uno de esos momentos raros que te da la vida en los cuales completas un ciclo. Empecé mi carrera ahí y el 20 de agosto no solamente volví a presentarme en ese bello escenario, sino que también dirigí la función a mis 27 años de edad.

Si es posible, me gustaría recoger tu opinión sobre la actuación de la bailarina Adyaris Almeida, la otra figura que volvía a presentarse en su suelo natal.

Adiarys Almeida, aparte de ser mi amiga, es una estrella reconocida mundialmente. Para ella, volver a bailar en Cuba fue un sueño que tuvo desde que dejo el país. La emoción que sintió después de bailar fue asimilada por todo el público presente, la gente que la vio a través de una inmensa pantalla al costado del teatro, y todos los otros bailarines desde las patas del teatro. Nunca olvidaré ese momento y no creo que ella lo hará tampoco.

¿Prefieres bailar los clásicos o los contemporáneos?

Lo clásico me encanta. Lo contemporáneo también me gusta mucho, sobre todo, cuando es una pieza que me reta.

¿Tus papeles favoritos?

James en "La sílfide y el escocés", Romeo en "Romeo y Julieta" y Basilio en "Don Quijote".

¿Algún bailarín que te haya servido de inspiración en tu carrera?

Carlos Acosta.

¿Planes futuros con "Ballet Royalty"?

Ya estamos trabajando en ese proyecto. No puedo decir mucho, porque todavía no tenemos asegurados los teatros, pero pensamos realizar una gira por diferentes países.

 ¿Algo que te hubiera gustado que te preguntara y no llegué a hacerlo?

No. Creo que abarcó bastante. ¡Gracias!

Gracias a ti, Rodrigo Almarales, por darle valioso aliento a esta entrevista. 

domingo, 2 de octubre de 2016

Luis de Góngora

Luis de Góngora y Argote es captado por el pincel del maestro Diego de Silva Velázquez. El solemne busto adquiere magnitud de escultura al ser ubicado sobre un fondo neutro. En el retrato, de 1622, es palmaria la utilización del claroscuro, influencia de Caravaggio, para imprimir dramatismo al rostro arisco del poeta español. Este óleo sobre lienzo, 51 cm × 41 cm, es parte de la colección permanente del Museo de Bellas Artes de Boston.
Por Leonardo Venta

El cordobés Luis de Góngora –poeta representativo del barroco europeo en castellano, lo que se ha dado en llamar culteranismo o gongorismo, autor de retadoras obras al entendimiento– es adalid de un lenguaje refinadísimo, colmado de atrevidas metáforas, neologismos, cultismos greco-latinos, algunos de los cuales se reiteran sistemáticamente; así como enarbola, cual antípoda estético torbellino, una sintaxis torcida, con alteración del orden habitual de la colocación de las palabras, a la usanza del latín en las cláusulas. A su vez, emplea un léxico desmedido para explayar una riqueza que coquetea apetitosamente con el color, la luz, el sonido, el tacto, el olor, además de valerse de gran número de referencias mitológicas, asociadas a un simbolismo y hermetismo, que lo hace casi inaccesible, originando, por ende, juicios que califican o niegan su estilo de contraproducente y banal.
            Marcelino Menéndez Pelayo acusó a Góngora de haberse “atrevido á escribir un poema entero (las Soledades), sin asunto, sin poesía interior, sin afectos, sin ideas, una apariencia ó sombra de poema, enteramente privado de alma”. No obstante, los simbolistas del siglo XIX, especialmente Verlaine, redimieron la reputación del cordobés como escritor. En tanto, en 1927, en el tercer centenario de la celebración de la muerte de Góngora, sale a luz una prosificación de las Soledades –preparada por el poeta, crítico literario y filólogo español Dámaso Alonso –que rescata el valor del relegado e incomprendido escritor culterano.
            “El culto a Góngora lo trae a España Rubén Darío, y él lo aprende en el simbolismo francés. Es curioso, y hasta cómico. El entusiasmo de Verlaine por Góngora no pasa de ser una intuición: Verlaine ama a Góngora, a quien no conoce, no puede conocer, porque es un poeta maldito”, afirma Dámaso Alonso. A su vez, uno de los pioneros en revalorizar a Góngora en Europa fue Lucien-Paul Thomas con Études sur Góngora et gongorisme considéré dans leur rapports avec le marinisme, publicado en Bruselas, Bélgica, en 1910.
             Como resultado a las extravagancias gongorinas, para referirse al oscuro poeta, es célebre la frase del humanista Francisco de Cascales: “…convertido de ángel de luz en ángel de tinieblas”.  Las particularidades estilísticas que Góngora ha iluminado o ensombrecido con el apellido que bautiza su pluma, son prototipos de una escritura elitista, rechazada no sólo por el lector común sino incluso por lo más selecto de la intelectualidad de sus días.

sábado, 1 de octubre de 2016

Poeta en Nueva York

 Lorca (der.), en la Universidad de Columbia, con la intelectual mexicana María Antonieta Rivas y dos amigos sin identificar
Por Leonardo Venta

En su primera salida de España, Federico García Lorca vivió en Nueva York, desde el  25 de junio de 1929 al 4 de marzo de 1930. De allí partió hacia Cuba, donde residió por tres meses. En la isla con forma de caimán se ventiló de luz; en la Gran Manzana, de lobreguez.
            En suelo neoyorquino tuvo la oportunidad de experimentar un acercamiento diferente a la moralidad y la sexualidad que gozaba en su original Granada. Por otra parte, allí descubre Hojas de hierba de Walt Whitman, un poemario que aborda manifiestamente el tema de la homosexualidad.
            Forastero del idioma  inglés, escribe Poeta en Nueva York durante su estancia en la Universidad de Columbia, y en parte a su regreso a España. Dicha colección de poemas, contiene al menos dos en los que se aborda el tema de la homosexualidad abiertamente. En “Tu infancia en Menton”, el hablante lírico reprocha al amado por su distanciamiento y falta de compromiso amoroso: “Norma de amor te di, hombre de Apolo, / llanto con ruiseñor enajenado, / pero, pasto de ruina, te afilabas / para los breves sueños indecisos”.
             “Oda a Walt Whitman”, escrito bajo el impacto directo que le produjo el gran poeta estadounidense, puede interpretarse como el manifiesto lorquiano sobre el tema de la homosexualidad. Lorca hace énfasis en la autenticidad del amor, independientemente de su naturaleza: “Tú buscabas un desnudo que fuera como un río –indica refiriéndose a Whitman– toro y sueño que junte la rueda con el alga, / padre de tu agonía, camelia de tu muerte, y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto”.
            Versos más abajo leemos: “Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman, / contra el niño que escribe / nombre de niña en su almohada, / ni contra el muchacho que se viste de novia / en la oscuridad del ropero, / ni contra los solitarios de los casinos / que beben con asco el agua de la prostitución, / ni contra los hombres de mirada verde / que aman al hombre y queman sus labios en silencio”.
            Luego arremete contra los “maricas de las ciudades”, quienes, según él, pervierten y degradan el amor con su insinceridad y vicios: “Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, / de carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría”.
            El Lorca neoyorquino bosqueja los signos místicos de representación para remar en un pantano espiritual. La gran urbe le resulta desatenta, mecánica, lo priva de los gratos aromas de su naturaleza granadina. Se espanta de la maldad que cobija, cae, se derrumba y alucina en un amorfo e incompatible cosmos, al tiempo que rechaza el trato dispensado a la otredad negra, como si fuese a los gitanos, a los homosexuales, reprimidos siempre: "¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! / No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos, / a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro, / a tu violencia granate sordomuda en la penumbra / a tu gran rey prisionero, ¡con un traje de conserje!".
            En su poema “La aurora” se estremece ante las sombras que proyectan sobre su alma indiferentes viciados rascacielos neoyorquinos de “inmensas escaleras” desprovistas de toda humanidad. Familiares símbolos, como el agua, aparecen desprovistos de su significación vital, “aguas podridas”, para revelar una existencia deprimente.
            Las palomas dejan de ser blancas para tornarse negras; los olorosos nardos exhalan pestilente angustia, los niños son abandonados, y la necesaria luz es sepultada. La llegada del amanecer sólo deja rastros de un naufragio de sangre. La madrugada, en su doliente misterio de estrenos, se transforma en gemido de muerte, “nardos de angustia dibujada”, así como se amilana ante “los ruidos de las cadenas que acaban por sepultar la luz naciente”.
            La naturaleza, tan humana como el alma para el poeta, es asesinada por la civilización. La sonrosada luz que precede a la salida del Astro Rey se funde con el nacimiento y la muerte en delirante batalla lírica. Todo es naufragio: “Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre”. El alba agoniza desde sus primero hálitos: “La aurora de Nueva York tiene/ cuatro columnas de cieno / y un huracán de negras palomas, / que chapotean las aguas podridas”. Los que madrugan o aquellos insomnes de la libertad excesiva, al igual que la voz poética, se saben protagonistas de una cotidiana catástrofe.
            La aurora de cieno impacta el mundo interior del hablante lírico; es el oscuro firmamento ajeno, que desconcierta al campesino de Fuente Vaqueros, que sufre el choque ante una impasible hipercivilización, impenetrablemente absurda.
            Poeta en Nueva York es el hermetismo enloquecido de la angustia que estremece. Rafael Alberti lo define como “el gran placer y la gran victoria lorquiana de destruir al verso demasiado elaborado, demasiado terso, demasiado métrico, demasiado preciso”. El escritor, ensayista, poeta y dramaturgo español José Bergamín, en el prólogo a la edición completa en México del libro, lo advierte como “una nube que  pasa por el sentir hondo y claro de nuestro poeta”. Para nosotros, es una aurora, muy adentro, independientemente de su geografía, que  “llega y nadie la recibe en su boca, porque allí no hay mañana ni esperanza posible”.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Examen de la dualidad Dulcinea-Aldonza

"Dulcinea del Toboso" (1855), obra de Célestin Nanteuil

Por Leonardo Venta            

 El protagonista de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, una tras otras, emprende aventuras, impulsado por la bondad y el idealismo, socorre a los desafortunados, a los desvalidos, todo en nombre del amor personificado en Dulcinea del Toboso, quien significa, entre múltiples interpretaciones, una idealización de la rústica labradora Aldonza Lorenzo.           

            Dulcinea representa el ideal del amor platónico, raíz de todas las virtudes y la verdad, combinación de la filosofía de Platón y del filósofo florentino neoplatónico Marsilio Ficino en el siglo XV. El ánimo que motiva al Quijote hacia Dulcinea, no es poseerla, sino los altos valores caballerescos que suscita en él.  Ella representa el amor sublimado, que se opone a su otra fase, la de Aldonza Lorenzo, quien, en contraste con el carácter primoroso de Dulcinea, significa los impulsos carnales de un mundo inferior.          
             Cervantes hace empleo de la ironía en la confrontación de pareceres entre la tierna y frágil idealizada imagen de su amada y las anotaciones al margen del texto que se le atribuyen, en la ficción, al historiador Cide Hamese Benengeli, traducidas, a su vez, por un morisco toledano. “Esta Dulcinea del Toboso (…) dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha”.         
            El marrano es alegoría del aborrecido judaísmo por parte de los cristianos, así como sugiere lo ambiguo del proceso de conversión de los judíos al cristianismo. Indudablemente, en una interpretación más cercana a lo literal, apunta hacia la diametral disparidad entre la carne y el espíritu.
            Isaac Cardoso, médico y humanista judío del siglo XVII,  formula un paralelo entre ciertos animales impuros y los vicios de los hombres: "… el puerco de inmundicia, quando come no conoce al patrón, quando tiene hambre le gruñe, es tan húmido que le fue dada el alma por sal para que no se pudriese, los ojos miran siempre a la tierra y al fango, assí el alma entregada  a los deleites y luxuria apenas puede mirar el cielo”.
            El caballero de la triste figura se refiere a Dulcinea en el capítulo XIII del Primer libro, en uno de los iniciales y más detallados retratos que se hace de ella en la novela, ante la burla de Vivaldo, el caminante con el que se topa don Quijote en dirección al entierro de Grisóstomo:  "(…) pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas”. En contraste a esta sublime descripción, Sancho, en el capítulo XXV,  la reconoce como la “que tira tan bien de una barra  como el más forzudo zagal de todo el pueblo”. Luego, agrega: “!Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora!”.            
            José María Gil, en su ensayo “Un estudio de la ironía en el capítulo 9 del Quijote de 1605”, refiriéndose a la anterior cita sugiere que la opinión del escudero es apropiada, nada irónica, desde la perspectiva del simple aldeano que admira cualidades en Dulcinea propias de una mujer de su misma condición social. El hablante narrativo es quien, audazmente, erige ese irónico contraste entre la Dulcinea del Quijote y la Aldonza Lorenzo que reconoce Sancho. “Entender algunos de los aspectos del uso de la ironía permitirá explicar por qué el Quijote nos hace reír, y también por qué nos confunde”, afirma Gil.     
           La ironía es un enunciado que desaprueba el significado literal de otro enunciado. En este caso, no solamente significa la negación de Sancho a lo establecido por su trastornado amo, sino más bien las diferentes voces de las que se vale el autor para divergir, remontándonos en su alcance a la más ambiciosa propuesta que pudiera plantearnos una novela actual. Reímos hasta desternillarnos, al leer cómo Sancho miente a su amo sobre una nunca realizada visita de encargo a Dulcinea. Don Quijote, que había enviado una carta a su amada, se quedó en Sierra Morena, imitando la penitencia de su tan connotado y nombrado Amadís de Gaula. Al preguntarle don Quijote en qué se ocupaba la “reina de la hermosura” –imaginándola ensartando perlas o tiras de oro sobre un tejido de seda–, el escudero le responde, incisivamente, que limpiaba trigo en un burdo corral.     
            El episodio no sólo divierte, arrancándonos carcajadas, sino hilvana una descripción sensorial, mediante las ocurrentes descripciones de Sancho, que según mi humilde instinto literario, no tiene nada que envidiarle al sagaz uso de los sentidos en la literatura moderna, como es el recurso de la memoria afectiva en la célebre À la recherche du temps perdu, de Marcel Proust, –al percibir en mi lectura, sin exagerar–, el hedor de esta mujer como si yo la tuviera frente a frente: “(…) sentí un olorcillo algo hombruno , y debía ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa [grasienta]”.     
            Es notable cómo Sancho contrasta la femineidad de Dulcinea con características masculinas en diferentes partes de la novela, lo que sería material digno de un análisis aparte en cuanto a los estereotipos de género en la época, tema muy indagado por el feminismo actual. Los estereotipos aparecen bien marcados, especialmente en la novela de caballería, y tal parece que Cervantes, más que copiarlos, en palpable designio los ironiza.
            El Segundo tomo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, profuso en incongruencias cronológicas, comienza con la visita del cura y el barbero al protagonista de nuestra historia para evaluar su estado mental. El dictamen del cura prorrumpe en el siguiente epifonema:“Dios te tenga de su mano, pobre don Quijote; que me parece que te despeñas de la alta cumbre de tu locura hasta el profundo abismo de tu simplicidad".     
          En el Capítulo X, el andante caballero recibe un duro zarpazo al descubrir y, consiguientemente, admitir que Dulcinea es una tosca campesina: “Tendió don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vio sino a las tres labradoras, turbose todo y preguntó a Sancho si las había dejado fuera de la ciudad”, a lo que Sancho respondió que Dulcinea era una de las tres labradoras. Sancho describe a la rústica Aldonza cómo “reina y princesa y duquesa de la hermosura”, entre otros desacordes epítetos, a lo que el narrador contrapone que     “ (...) no descubría en ella [don Quijote] sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata”.
            Mediante la anterior disparidad adjetiva se establece una inversión de roles: el amo, notorio por su locura, ahora contempla la realidad como es, al descubrir en Dulcinea una labriega; mientras, su escudero, célebre por su realismo, la presenta idealizada. Si bien, es obvio que Sancho tiene consciencia de la ‘hombruna’ Aldonza Lorenzo, y se vale de este discurso, en parte, para intensificar la ironía entre la realidad y la ficción. Al mismo tiempo, Sancho simula creer lo inexistente para justificar y abrigar la locura y el desamparo de su amo. En ese complejo proceso, asimila que Dulcinea es requisito imprescindible para don Quijote. El tener una dama a la que amar y a la que encomendarse es condición de todo caballero andante. Al mismo tiempo, la noble simulación es medicina a la cabecera de quien, más que Señor, es amigo: uno de los numerosos valores que resalta la novela.           
            El pensamiento neoplatónico trasciende los hechos básicos de la realidad. De esa forma, se establece la antinomia Dulcinea, asociada a la locura del caballero, y Aldonza Lorenzo, a una vulgaridad reprobable. Dulcinea, a pesar de ser un personaje irreal, trasciende y se afianza espiritualmente. En el Capítulo XXXII, la Duquesa comenta que Dulcinea "...es dama fantástica, que vuesa merced la engendró y parió en su entendimiento, y la pintó con todas aquellas gracias y perfeciones que quiso". A lo que don Quijote responde:  "... la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosa, sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje". Su perfección la diviniza y su influjo arraiga la razón de existir de su amado. "Ella pelea en mí, y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser", afirma el ingenioso hidalgo.            
              Entre otras aventuras, sobresale el descenso de don Quijote al interior de la cueva de Montesinos, que se dice es el infierno del Quijote. Allí vuelve a toparse con Dulcinea para recibir una estocada mortal. El acendradísimo caballero, que se cuestiona si lo sucedido en la cueva ha sido verdad, rememora cómo una de las dos compañeras de Dulcinea se le acerca, los ojos envueltos en lágrimas, y le dice: “Su señora Dulcinea del Toboso suplica a vuestra merced cuan encarecidamente puede ser servido de prestarle sobre este faldellín que aquí traigo de cotonía nuevo media docena de reales”, lo que la iguala en rusticidad con la Teresa Panza en cuanto a la  necesidad de artículos básicos.
            ¿Implica la profanación de la imagen ennoblecida de Dulcinea una alegoría de la España en crisis, manifiesta en el barroquismo que bien cala el Segundo libro? ¿Refleja este desvanecido ideal un conflicto existencial, universal y actual, que escudriña la inconsistencia de nuestros más caros anhelos y el gran problema de la muerte? Estas son algunas de las intensas propuestas que esgrime esta genial novela.            
            La experiencia de la cueva de Montesinos repercute tanto en el desperezamiento de Alonso Quijano como en la quijotización de Sancho. El escudero absorbe el idealismo de su amo, como buen discípulo expuesto a los altos valores éticos que éste le ha venido inculcando; así la Dulcinea que Sancho ridiculiza en el Primer libro, es justificada por él en el Segundo, al afirmar que todo caballero andante necesita vivir por un ideal dentro del cual es necesaria la existencia de una sublimada dama.
            En el capítulo XXXI, la Duquesa convence a Sancho de que él también ha sido víctima de un  encantamiento. “–Eso digo yo– dijo Sancho Panza –, que si mi señora Dulcinea del Toboso está encantada (…) Verdad sea que la que yo vi fue una labradora, y por labradora la tuve (…) y si aquella era Dulcinea, no ha de estar a mi cuenta, ni ha de correr por mí”.  El escudero considera que el asunto debe correr por los sobrenaturales enemigos de su amo.
            Sancho sabe, por experiencia, la naturaleza terrenal de Aldonza Lorenzo. Sin embargo, llega a sospechar, trastornado por la locura de su amo, que el influjo de los encantadores determina la manera en que él y su señor perciben la dualidad encantamiento/ burda realidad. Siempre Dulcinea será el punto de referencia entre la visión amo-escudero, entre la realidad y la ficción, y pieza central en la innegable simbiosis entre ambos personajes. Cuando Alonso Quijano emprende su aventura de caballero andante, no olvida la necesidad de tener una dama de quien enamorarse y para quien ganar todas las batallas y honores. Sancho, quien al principio no lo reconoce, termina defendiendo este ideal, al tiempo que su amo flaquea en ese empeño.            
            Alonso Quijano se enamora, más que de Dulcinea, del mito. Y Sancho es conquistado, paulatinamente, por la admirable ternura del mismo. Cuando el mito desfallece en el alma de un Quijote decepcionado, ya palpita en Sancho, comprendiendo que si se ultima, conlleva consigo el aniquilamiento de las más caras aspiraciones de su amigo. El escudero soporta estoicamente la caída del mito; mientras, don Quijote, más vulnerable en esta segunda etapa, sufre el desengaño como honda desgarradora mortal herida.
            Mientras los sueños del Quijote palidecen en el gesto desilusionado del barroco, Sancho eleva su mirada, paulatinamente quijotizada, tras las huellas del "desfacedor de agravios", patentizando así que la gran novela de Cervantes no sólo se fundamenta en la evolución y reciprocidad de los opuestos, en la coexistencia realidad/ficción, y su dialéctica germinativa, sino también en el autoanálisis de la obra en sí, la cual, según el recientemente fallecido escritor español nacionalizado chileno José Ricardo Morales, “constituye un libro situado ante sí mismo, desdoblándose de continuo, hasta conciliarse en él dos términos tenidos como antagónicos –el sujeto observador frente al objeto observado”, que se muta en el  texto como el sujeto “yo libro”.            
          Los límites entre lo que consideramos real e irreal se confunden dentro de esa densa neblina que envuelve a las múltiples y complejas facetas del comportamiento humano. No hay nada absolutamente negro o blanco en la buena literatura, en el arte en general, sino numerosos mutantes matices, determinados por los propósitos del autor, la percepción del lector y otras circunstancias que influyen tanto en el momento de la concepción de la novela como en su análisis.
            De esta manera, aceptamos nuestra incompetencia en abarcar gran parte de lo que nos propone Cervantes a través del personaje de Dulcinea del Toboso, conformándonos en esta ocasión con lo que más nos ha impresionado, para dar paso a una cita muy amada por nosotros de Arthur Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación: “Tenemos sueños, ¿acaso no es toda la vida un sueño? O más precisamente: ¿hay algún criterio fiable para diferenciar entre sueño y realidad, entre fantasmas y objetos reales?