La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

jueves, 27 de mayo de 2010

¿Qué es poesía?




Por Leonardo Venta

“¿Qué es poesía?, dices mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul”, leemos en la “Rima XXI” de Gustavo Adolfo Becker, para encontrar seguidamente la respuesta, desnuda, sobrecogida, como Diana sorprendida por Acteón, en el piropo del poeta a su amada: “Poesía... eres tú”. El neoclásico Andrés Bello, de esmerada versificación, la tutea y venera: “Divina poesía, tú, de la soledad habitadora”.

“El peso del sabor lo sentimos en la boca cuando no hablamos (…) Pero el peso poético lo sentimos en nuestro cuerpo al formar la poesía un cuerpo que no es el nuestro”, reflexiona el Lezama Lima de 1940. “Creo que la poesía es algo que se siente, y si ustedes no sienten la poesía (…) el autor no ha escrito para ustedes”, apunta el Borges maestro a sus estudiantes de literatura inglesa en Buenos Aires.

Paz la llama el sueño que articula el lenguaje indecible del mundo: “Eres tan sólo un sueño, / pero en ti sueña el mundo / y su mudez habla con tus palabras”. Martí la padece como cisura en lo más íntimo : “Tajos son éstos de mis propias entrañas [sus versos] – mis guerreros –. Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida”.

Para el trágico y apasionado Silva la poesía es ejercicio sagrado. “El verso es un beso santo”, susurra en su composición “Ars”. Nájera encuentra en ella la manera de inmortalizarse: ¡No moriré del todo, amiga mía! / de mi ondulante espíritu disperso, / algo en la urna diáfana del verso, piadosa guardará la poesía”.

Neruda revela a través de sus versos su encuentro con la manifestación más elevada del sentimiento a través de la palabra: “Llegó la poesía a buscarme. / No sé, no sé de dónde salió, / de invierno o río. / No sé cómo ni cuándo, / no, no eran voces, no eran palabras, ni silencio, / pero desde una calle me llamaba, / desde las ramas de la noche, / de pronto entre los otros, / entre fuegos violentos / o regresando solo, / allí estaba sin rostro / y me tocaba”.

Para el gran Vallejo, la poesía es magnánima arma empuñada:"Levanto mi voz y acuso a mi generación de impotente para crear o realizar un espíritu propio, hecho de verdad, y de vida, en fin, de sana y auténtica inspiración humana", alega con vehemencia.

Lorca, el poeta de “la otredad, en una oportunidad declaró a un entrevistador: “Yo creo que el ser de Granada me inclina a la compresión simpática de los perseguidos: del gitano, del negro, del judío, del morisco que todos llevamos dentro”. Quizá no quiso confesar al periodista que su condición de homosexual, más que la de ser granadino, era lo que le inducía a experimentar esa simpatía por los alienados.

Para Huidobro, en “Arte Poética”, el poeta cobra una estatura divina: “Sólo para nosotros / Viven todas las cosas bajo el Sol. // El poeta es un pequeño Dios”. Darío, según Anderson Imbert, “poetizó el gozo de vivir y el terror de la muerte”. Juan Ramón Jiménez ama en su desnudez la belleza: “Mas se fue desnudando. / Y yo le sonreía (…) Y se quitó la túnica. / y apareció desnuda toda… / ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda, mía para siempre!”.

Además de los poetas ya mencionados, desde la poesía narrativa y lírica de la Edad Media hasta nuestros días, numerosos nombres integran el Parnaso de nuestra literatura castellana, que por razón de espacio no han sido mencionados.


2 comentarios:

  1. Me fascina Paco Ibañez, simplemente desgarrador. La poesia es alimento para el alma de los pueblos. Gracias por el escrito.

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