La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

miércoles, 11 de septiembre de 2019

José Martí y el impresionismo

José Martí dedicó parte de su cautivante prosa al análisis de las artes plásticas 


Por Leonardo Venta

                      El impresionismo se originó en el siglo XIX de las discrepancias de un grupo de artistas con los temas clásicos y las fórmulas artísticas reconocidas por la Academia Francesa de Bellas Artes. 
              Su primer objetivo fue conseguir una representación espontánea y libre del mundo. Se le define también como una corriente pictórica que representa su objeto según la impresión que la luz produce a la vista, y no de acuerdo con la supuesta realidad objetiva. 
José Martí, el apóstol cubano,  apasionado conocedor del arte, en su crónica de 1886 sobre la exhibición de los pintores impresionistas en Nueva York, afirma: “Quieren copiar las cosas, no como son en sí por su constitución y se las ve en la mente, sino cómo en una hora transitoria las pone con efectos caprichosos la caricia de la luz”.
Ya en 1874, Claude Monet había exhibido su cuadro “Impresión, sol naciente”, que dio su nombre al impresionismo.  Por su parte, Theodore Duret, uno de los primeros defensores del movimiento impresionista, publicó en 1878 su alegato “Les peintres impressionnistes”.  En 1879, salió a la luz “L’impressionisme dans le roman”, un ensayo del crítico literario francés Ferdinand Brunetière.
Los impresionistas tendieron su singular talento hacia la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Su principal propósito fue crear una representación espontánea del contexto, y con ese fin se centralizaron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos.
Los cuadros impresionistas se realizan técnicamente a partir de manchas de colores, las cuales se erigen como puntos de una policromía más vasta. Por ello, al observar los lienzos es necesario tomar cierta distancia, para percibir el contraste entre las luces, las sombras y las figuras.
Los precursores lindantes del impresionismo fueron los ingleses John Constable y J.M.W. Turner. Monet y Pissarro se inspiraron en la atmósfera y los efectos difusos de luz característicos de la pintura de Turner. Los pintores de la Escuela de Barbizon fueron también antecedentes del movimiento impresionista francés. Camille Corot, calificado en ocasiones como padre del impresionismo, interpretaba los fugaces cambios lumínicos en una serie de temas pintados a diferentes horas del día.
Aunque las huellas del impresionismo francés de finales del siglo XIX trascendieron, el trabajo con la luz natural tenía otros antecedentes. En el siglo XVII, Jan Vermeer había utilizado fuertes contrastes de luces y sombras en sus lienzos. Diego Velázquez en el mismo siglo y Francisco de Goya, a finales del siglo XVIII, consiguieron la impresión lumínica mediante la supresión de sombras accesorias y el establecimiento de zonas de luz en menoscabo de la transparencia de los contornos.
José Martí calificó a los artistas que presentaron sus obras en la neoyorquina Exposición de los pintores impresionistas, en 1886 como “los pintores fuertes, los pintores varones, los que cansados del ideal de la Academia, frío como una copia, quieren clavar sobre el lienzo, palpitante como una esclava desnuda, a la naturaleza”.
Leemos en el tomo 13 de las Obras Completas de Martí: “Sobre una pintura impresionista, no se puede decir otra cosa que: 'Aquí hay talento'. Este elogio no debe satisfacer a los verdaderos artistas. Si existe talento, debe producir grandes obras. Cuando imitamos, imitamos a menudo lo malo. En pintura, como en literatura, los americanos mantienen sus ojos celosos sobre las glorias europeas. Les gruñimos, pero permanecemos esclavos de ellas. Mientras esta admiración servil nos domine, nunca seremos capaces de producir nada meritorio del Nuevo Continente”.
El concepto de impresionismo en la literatura es aun más difícil identificar que en la pintura. Se dice que los escritores impresionistas son aquellos que eluden las descripciones particularizadas de las impresiones para concretarse en las sensaciones en sí mismas. La pintura impresionista, como es obvio, se concreta en las sensaciones visuales, pero la literatura la supera al representar y analizar las agitaciones de todos los sentidos.
El impresionismo en la literatura funde y profundiza la experiencia de las emociones internas con las externas. El mundo físico se representa a través de las impresiones, mientras los sentimientos y pensamientos son representados metafóricamente.
En la única novela escrita por José Martí, Amistad Funesta, que fue publicada por primera vez en 1885, en varias entregas del periódico bimensual de Nueva York El Latino Americano, aparecen rasgos de este movimiento tan pictórico como literario. El profesor Manuel Pedro González, un ferviente estudioso de la obra martiana, considera que "en ella se funden y aplican con arte refinado por primera vez en una narración hispana los procedimientos de la estética parnasiana, la simbolista y la impresionista".
Alejo Carpentier es uno de los primeros en reconocer el alcance, pionero para su tiempo, de la crítica martiana con respecto a la pintura impresionista. La ensayista y crítica de arte Adelaida de Juan explora el vínculo entre Martí y el impresionismo en su ensayo "Pintar como el Sol Pintura: José Martí y la pintura impresionista francesa".
Martí, que propone a Renoir como el gran artífice del movimiento impresionista francés, se refiere a sus cultivadores de la siguiente manera: "Quieren pintar en el lienzo plano con el mismo relieve con que la naturaleza crea en el espacio profundo. Quieren reproducir los objetos con el ropaje flotante y tornasolado con que la luz fugaz los enciende y reviste. Quieren, por la implacable sed del alma, lo nuevo y lo imposible".
En Amistad funesta, luces y sombras captan lo físico para brindarle una connotación sensorial que tiene mucho de cuadro impresionista. Comprobemos lo antedicho en el siguiente fragmento del mencionado texto martiano: “Y allá, en la  penumbra del corredor, como un rayo de luz diese sobre el rostro de Juan, y de su brazo, aunque un poco a su zaga, venía Lucía, en la frente de él, vasta y blanca, parecía que se abría una rosa de plata: y de la de Lucía se veían sólo, en la sombra oscura del rostro, sus dos ojos llameantes, como dos amenazas”. Martí, además, utiliza imágenes poéticas elaboradas con sensaciones para representar el cosmos espiritual de sus personajes. Si bien, el elevado espíritu del escritor ubica las impresiones en un nivel superior valiéndose de su indiscutible genio creador.  

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jueves, 18 de julio de 2019

Las relaciones del amor con la literatura y las demás artes

"Paolo y Francesca de Rímini" (1819), óleo sobre lienzo de Jean Auguste Dominique Ingres
                                                                  Por Leonardo Venta

             Sagrado alimento del alma, el amor, junto a la muerte, es una de las grandes inquietudes que agitan al ente racional. A pesar de constituir un sentimiento universal, resulta difícil precisarlo. Su naturaleza subjetiva así lo determina.
            El diccionario, entre sus variadas acepciones, lo define como “el sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.
            Según Platón, el amor es regido por dos principios: “el deseo intuitivo del placer” y “el deleite reflexivo del bien”. Aristóteles, por su parte, lo determina acompañado de placer y dolor. El amor suscita dicha para unos y desventura para otros, o una mixtura de ambos estados emocionales.
La historia de Paolo y Francesca fue inmortalizada por Dante Alighieri en el quinto canto de La Divina Comedia, el más colosal poema épico de la lengua italiana, la última gran obra literaria de la Edad Media, el primer fruto grandioso del Renacimiento y uno de los más venerados de las letras universales.
Se cree que Dante comenzó a escribir La Divina Comedia alrededor de 1307 y que la finalizó poco antes de su muerte en 1321. La obra, escrita en verso, es una narración de sentido alegórico, es decir, una representación simbólica de ideas abstractas por medio de figuras o atributos. En este libro se describe el imaginario viaje de Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. 
En su viaje sobrenatural, Dante hace de Virgilio, su guía en el Infierno y la mayor parte del Purgatorio, tropezándose con personajes mitológicos, históricos o contemporáneos. Éstos, en gran parte, sufren castigos por causa de sus transgresiones, evaluadas por el propio barómetro del escritor y un patrón universal de valores morales. Asimismo, las virtudes de algunos personajes son admiradas y ennoblecidas, así como sus caídas (amorosas).
Francesca da Rímini (fallecida hacia 1285) fue una noble italiana que se enamoró del hermano de su marido. Contrajo matrimonio arreglado con Giovanni Malatesta de Rímini. Sin embargo, se hizo amante del hermano menor de Giovanni, Paolo. Al descubrirlo su marido, los asesinó.
En el texto alighierano, mientras la pareja ojeaba amorosamente un libro en que se narraba la historia adúltera de Lanzarote y Ginebra –en una época en que los matrimonios, por lo general, se celebraban por motivos económicos o políticos– fueron sorprendidos y ultimados por Gianciotto.
Dante inmortaliza el amor de esta pareja compadeciéndose de su castigo, soslayando y justificando su transgresión. Desde la óptica del poeta, prosista, teórico literario, filósofo y pensador político florentino, Dios les concede a Paolo y Francesca –incluso en el infierno– el amarse eternamente.
En Francesca no cabe otro sentimiento que no sea el del amor, pasión que la arroja al pecado. Es la mujer indefensa ante el mundo que la inculpa maldiciente. Sin embargo, el lector, con la ayuda de Dante, la contempla con piedad, como si compartiera con Federico García Lorca la verdad de estos versos: “Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo por vena de coral o celeste desnudo”.   
Francesca no pudo "conducir su deseo por vena de coral", fue arrojada al sombrío piélago de la desventura. No obstante, junto a su Paolo, ayudó a escribir uno de los más hermosos y apasionantes pasajes amorosos de la literatura universal, inspirando además otras obras literarias, como el poema "Historia de Rímini" (1816), del poeta, ensayista y crítico literario inglés James Henry Leigh Hunt (1784-1859), así como el drama Francesca da Rímini (1902), del novelista, poeta y dramaturgo italiano Gabriele D'Annunzio (1863-1938).
De la misma forma, la historia de Francesca nutrió el genio de los pinceles franceses de Jean Auguste Dominique Ingres y Alexandre Cabanel, incluso fue inspiración de la marmórea pareja abrazada en la escultura de Auguste Rodin "El beso", al igual que de la fantasía orquestal de Chaikovski "Francesca de Rimini" (1876), la cual despereza cada uno de los poros del célebre texto literario con enternecedores recursos sonoros y expresivos.

lunes, 3 de junio de 2019

Juana Borrero, "la virgen triste"

"Después de muerto Casal, nadie en Cuba ha tenido un temperamento  tan artístico,
 intuiciones tan precisas ni inspiración tan delicada", dijo Carlos Pío Uhrbach de Juana Borrero
Por Leonardo Venta

              El 18 de mayo de 1877 nace en La Habana la pintora y poetisa Juana Borrero, a quien Julián del Casal inmortalizara en el célebre poema "La virgen triste". Educada en un ambiente de arte y literatura, en 1886 matriculó en la Academia Cubana de Bellas Artes de San Alejandro, donde fue alumna del pintor Armando Menocal.
            En la primavera de 1892, aborda –junto a su padre, el médico y poeta Esteban Borrero Echeverría– el vapor estadounidense "Niágara", con rumbo a Nueva York, donde conoce a José Martí en una velada en su honor en el Chickering Hall. Durante su estancia en la ciudad que no duerme, Martí la presenta a la colonia cubana. Por su parte, Esteban le regala al Apóstol varios cuadros de su hija. El 8 de septiembre de ese año regresa a Cuba junto al padre, en el vapor "Saratoga".
            Julián del Casal y "la virgen triste" se conocieron a principios de 1891, en las tertulias que ofrecía Esteban Borrero en la habanera casona de Puentes Grandes. Dulce María –hermana de Juana– rememoraría aquel encuentro con el Baudelaire cubano: " Vino el bardo a nuestra casa traído de la mano por el mismo padre que cuidaba de nuestros corazones con un celo angustiado y expectante (... ) Nos miró a todos por la primera vez, menos a Juana, que ya la conocía por la miniatura sonora de sus versos primeros, que el padre le había dado a conocer. Sin mirarla –Casal no parecía mirar nunca–, vio desde el primer día la 'tez de ámbar', las 'pupilas de terciopelo' y la testa de la joven Musa erguida en gesto altivo, involuntario. Y vio también el bardo, por esa capacidad adivinatoria que sólo poseen los tristes, que sobre aquellas facciones juveniles de la niña genial, veladas ya de una honda amargura, flotaba 'la tristeza prematura de los grandes corazones'”.
            Unos meses antes de morir, Casal publicó en La Habana Elegante, el 20 de agosto de 1893, “Virgen triste”, cuyos versos aclaran su afecto fraternal hacia la poetisa pintora, al mismo tiempo que proyectan un presagio del final prematuro que le aguardaba a ella: "¡Ah! yo siempre te adoro como un hermano, / no sólo porque todo lo juzgas vano / y la expresión celeste de tu belleza, / sino porque en ti veo ya la tristeza / de los seres que deben morir temprano".
            A fines de 1894, la Biblioteca de La Habana Elegante publica el poemario Gemelas, de los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbach. El libro –cuya dedicatoria iba dirigida "A la memoria del maestro Julián del Casal"– llega a las manos de Juana, que anota en su Diario, en febrero de 1895: “Acabo de pensar algo inaudito, imposible, temerario. Oye Carlos. Antes de dos meses tú serás mío o yo estaré muerta”.
            Francisco García Cisneros, el director de la revista Gris y Azul, la pone en contacto con Carlos Pío. Prorrumpen unas relaciones amorosas breves, marcadas por la prohibición paterna. En una misiva a su amado, Juana expresa: "El jueves si Dios quiere estará papá fuera y podremos hablar mucho porque tengo que decirte que mi Abuelita y Mamá no se muestran hostiles a nuestras simpatías. Aquí el único inabordable es... ¡Ya lo sabes!".
            En 1896, un año después del estallido de "la guerra necesaria", como llamara Martí a la Guerra de Independencia de Cuba, apremiados por razones políticas, los Borrero se marchan de Cuba. Desde el exilio, Juana le escribe a Carlos: “Todavía no he recibido una línea tuya desde que llegué (...) Luego, a mi tristeza se une la triste convicción de mi mal físico que procuro ocultar a mi familia con todo cuidado (…) Anoche creí morirme. La fiebre que jamás se me quita, aumentó con la exaltación del insomnio (…) Convencida como estoy ya de que viviré muy poco”.
            Juana Borrero fallece, víctima de fiebre tífica, en Cayo Hueso, el 9 de marzo de 1896. Carlos Pío Uhrbach murió en combate, entre las filas mambisas, el 17 de diciembre de 1897. Al morir, llevaba cocidos a su camisa de insurrecto los versos dictados en su lecho de muerte por Juana: "Yo he soñado en mis lúgubres noches, / en mis noches tristes de pena y lágrimas, / con un beso de amor imposible, / sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias...".

sábado, 9 de febrero de 2019

El gran bailaor Juan Manuel Fernández "Farruquito" se presenta en Tampa

Heredero de una tradición fundada por "El Farruco" -su abuelo-, Juan Manuel Fernández ''Farruquito" cree en la existencia de un duende flamenco.

Por Leonardo Venta



El bailaor español "Farruquito" se presenta por primera vez en Tampa el próximo miércoles, 13 de febrero en la Sala Ferguson del Straz Center, acompañado por un grupo de cantantes, músicos y un cuerpo de baile. 

    Iluminado por su duende flamenco y una admirable dosis de humildad, departió conmigo sobre su concierto y otros detalles de su vida y carrera artística.   

                                                                                                 
¿Cuál es tu nombre de bautizo y cómo surge el mote artístico de Farruquito?

Mi nombre es Juan Manuel Fernández Montoya. "Farruquito" me lo puso el público por ser nieto de Antonio Montoya Flores, "El Farruco", gran bailaor de flamenco.

Sabemos que eres muy popular, pero para quienes todavía no te han visto bailar, ¿cómo te gustaría ser presentado?

Como "Farruquito", creo que la personalidad es lo más importante; y aunque venga de una familia de flamenco, mi maestro –El Farruco– me inculcó que esta manifestación cultural no es imitar, si no aprender de todos hasta lograr expresarte tal y como eres.

¿Dónde naciste y resides?

En Sevilla.

¿Cómo atesoras tu vocación artística?

Trato de trabajar cada día, de tener presente que hay mucha gente que lo hace increíblemente bien, y hay que seguir esforzándose, al menos, para tener algo nuevo que contar.

Desde una perspectiva más entrañable, ¿recuerdas algún momento en tu infancia que te dictara la necesidad de ser bailaor?

Sí, cuando tenía 6 años me enamoré del flamenco en una gira por América acompañando a mi familia, a mi abuelo, "El Farruco", y a una serie de artistas de lo mejor que había en la época. La manera con que vivían y disfrutaban del flamenco, fue lo que me empujó a soñar con ser alguno de ellos algún día.

¿Otras inclinaciones artísticas?

Desde niño me ha gustado cantar o tocar la guitarra o el piano, o cualquier cosa que tuviera que ver con la música en general.

¿Qué significa para ti el término flamenco?

Una forma de ser y de sentir. Antes de ser una profesión ha de ser una filosofía con la que te sientas identificado; luego, si te dedicas a ello, hay un trabajo muy duro detrás.

¿Cuánto tiempo llevas subiéndote a un escenario? ¿Recuerdas tu debut?

Llevo 31 años en el escenario. Debuté con mi familia en Broadway, cuando tenía 5 años.

¿Cómo explicas la forma en que ha evolucionado tu arte?

No sería capaz. Creo que la evolución en mí la he notado en las preferencias. Antes, quizás pensaba más en lo que pudiera producir en los demás. Ahora, busco sentir y disfrutar con ese momento.

¿Cuáles han sido las influencias que conforman tu estilo?

Cualquier artista que llame mi atención. Ya sea de flamenco o de otros géneros musicales, mi inspiración viene de cualquier belleza de la vida. Trato de aplicarla a mi persona, por lo tanto a mi baile.

¿Cuáles son los números que más disfrutas bailar?

Depende de mi estado de ánimo. Puedo sonreír por soleá [canto flamenco de tono melancólico] o llorar por alegrías [una de las variedades tradicionales del cante flamenco].


El New York Times te ha llamado "El mejor bailaor de flamenco del siglo". ¿A raíz de qué espectáculo nació ese calificativo y en qué sentido te acoges a esa aseveración, teniendo en consideración el prestigio de los bailaores flamencos que ha tenido y tiene España?

Eso fue motivo de una noche de esas mágicas en New York; creo que la emoción del momento hizo que se dijesen esas cosas sobre mí. De todas formas, yo no me dejo llevar por esos comentarios. En el arte no hay nadie mejor que nadie, afortunadamente.

¿Cómo pudieras describir la función que nos ofrecerás en víspera del "Día del amor y la amistad"? ¿Qué duración tiene y cuántas piezas se interpretarán?

Es un show desnudo, donde la improvisación tiene mucho espacio. Sin embargo, tiene una estructura que la sostiene. Cada músico es un artista que brilla con luz propia, la gente podrá ver un concierto no sólo de baile. No existen bailaores ni músicos acompañantes, porque cada quien como solista es un espectáculo. La función –que dura una hora y 20 minutos, más o menos, dependiendo de cómo nos sintamos– incluye soleá, seguidilla, alegrías, bulería, taranto, tanguillo y fin de fiesta.

¿Crees en la existencia de algún duende flamenco que te visita en el escenario? De ser así, ¿cómo lo experimentas?

Totalmente. Pero al duende hay que llamarlo con esfuerzo, afición, respeto, humildad y muchas voces más … sólo así te visita de vez en cuando.

Aparte de aquellos que cultivan la manifestación cultural a la que te dedicas, ¿algún ídolo artístico?

Uno de mis ídolos es Michael Jackson.

¿Algún modelo a seguir en tu profesión?

Cualquier danza en que la pureza de expresar y transmitir esté por encima de la técnica, llama mi atención y aprendo de ella.


¿Cuál es la experiencia como artista que más te ha marcado?

Mi debut en Broadway, donde me enamoré para siempre del flamenco.


Si no hubieras sido bailarín, ¿qué te hubiera gustado ser?

Músico, pintor, poeta … algo relacionado con el arte.


¿Tus grandes pasiones?

Mis niños, mi mujer, mi familia, mis amigos y las cosas que no pueden comprarse.


¿Sueños, anhelos?

Sueño con un mundo mejor, donde todos los niños tengan cuidado médico, alimentos, ilusiones y posibilidades de ser feliz como todos merecemos.


¿Por qué debemos asistir a esta función en el Straz Center?

Porque creo que un espectáculo flamenco te alegra el alma.