La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

domingo, 16 de enero de 2011

Anaïs Nin, conjetura de Venus


Por Leonardo Venta

"¡He sido llevada a "La tierra de la belleza", ahora vivo en un palacio encantado!, Toda mi tristeza y aprensión desapareció en el momento en que sostuve la vista sobre La Habana, y mientras el barco se acercaba a la bahía, me estremecía más allá de lo que pueda expresar ante la maravilla de todo lo que me estaba pasando...".
Anaïs Nin


Aunque nació un 21 de febrero de 1903 en Neuilly-sur-Seine, ciudad que limita con el París que se abluciona en el Sena, y murió en Los Ángeles, cobijo de las celebridades, el 14 de enero de 1977, Anaïs Nin es tan cubana como francesa y universal.

Vivió los primeros años de su infancia en la Isla Grande del Caribe. Sus padres fueron la cantante cubana Rosa Culmell, de origen francés y danés, y el compositor y pianista cubano Joaquín Nin, de ascendencia catalana, aunque éste las abandonó cuando Anaïs iniciaba su pubertad.

Es la primera fémina de renombre en el mundo occidental que escribe relatos eróticos. Publica en Estados Unidos las compilaciones de narraciones de este género en Delta de Venus y Pajaritos, en los años setenta, aunque las escribió mucho antes, en la década de 1940, para un coleccionista anónimo por muy poco dinero, movida aparentemente por mera necesidad de peculio. “[…] como tengo un carácter muy parecido al de George Sand, que escribía toda la noche para poder cuidar a sus hijos, tuve que encontrar un trabajo. Me transformé entonces en lo que podría llamar la "Madama" de una poco común casa de prostitución literaria”, confesaba con desenfado.

Así citamos, con más ánimo de mostrar el refinamiento de su lúbrico estilo que el de ruborizar al lector, un fragmento de uno de los relatos que aparecen en Delta de Venus: "Se acordó de Martínez, de su manera de abrirle el sexo como si fuera un capullo, de cómo los aleteos de su rápida lengua cubrían la distancia que mediaba entre el vello púbico y las nalgas, terminando en el hoyuelo al final de la espalda”.

Es célebre, asimismo, por haber mantenido relaciones incestuosas con su padre, tras reencontrarse con él en París, después de 20 años de separación; al mismo tiempo, por el triángulo amoroso que estableció con el también escritor Henry Miller (cuyo Trópico de Cáncer prologó en 1934) y su esposa June Mansfield, antigua quastuosa; “menage a trois” sobre el que se puede husmear en su diario amoroso Henry, su mujer y yo (1931-1932), y del que se desabotona su iniciación en el voyeurismo y el lesbianismo.

Sin subestimar sus novelas, Bajo la campana de cristal, Hijos del albatros, Una espía en la casa del amor, entre otras, lo que la hizo famosa, aparte de su deslumbrante audacia y sensual belleza, son sus Diarios, volúmenes del 1 al 7, cuyos manuscritos originales comenzó a escribir a los 11 años y alcanzan la cifra de 35,000 páginas.

Quien recién la descubre, puede catarla a través del filme "Henry y June" de Philip Kaufman (1990). Además, La casa del incesto, una morada en prosa poética con mil habitaciones bajo un colorido mar sahumado de placer venéreo, fue adaptada al teatro por Georgina Tábora. En 2001, Daína Chaviano le brinda nuevo aliento en su excelente novela Gata encerrada. En 2009, Wendy Guerra se embebe del pasado antillano de la escritora para revisar algunos capítulos de su vida en el libro Anaïs Nin: Posar desnuda en La Habana.

Al final de tantos desesperados intentos por desperezarla, Anaïs, ceñida de Habana – nodriza-madre, “tierra de la belleza”, “castillo encantando” –, ya se ha imbuido entre nosotros, clandestinamente erótica, conjetura de Venus, hálito de libertad entre la belleza, el arte y el ansia de conocimiento de sí misma.

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