La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 22 de enero de 2011

José Asunción Silva: “Las sombras que se buscan y se junta”










Por Leonardo Venta

En la fría ciudad de Santa Fe de Bogotá, 2 630 metros sobre el nivel del mar, nace el poeta José Asunción Silva el 27 de noviembre de 1865. “Silva no puede decirse que diga cosa alguna; Silva canta”, dice Unamuno.

Así lo recuerda Alirio Díaz Guerra, compañero de colegio: “[…] con voz dulce y melancólica, leía, mejor dicho, recitaba sus primeros cantos, impregnados con aroma de selva virgen, meditados al calor de un hogar en donde la dicha se espaciaba en el tranquilo ambiente de la virtud […]”.

Daniel Arias Argáez comenta: “[…] causaba la envidia de párvulos inocentones y escolares inquietos al presentarse con su vestido de terciopelo traído de Europa, y cortado sobre medidas, sus guantes de cabritilla siempre calzados, sus zapatillas de charol, sus flotantes corbatas de raso, su reloj de plata, pendiente de bellísima leontina de oro, y sobre todo (detalle único entre los niños de ese tiempo) su cartera de marfil […]”.

El poema “La primera comunión” se reconoce como el más antiguo escrito por Silva, cuando contaba sólo diez años: “[…] Los dulces niños colocados juntos / Al altar de rodillas / Y hasta los viejos santos en los lienzos / De oscura vaga tinta / Bajo el polvo de siglos que los cubre / Mudos sonreían”. Es sorprendente cómo a tan temprana edad el poeta reflexiona sobre el misticismo de este sacramento Católico.

En 1882 publica su traducción de “Las golondrinas” de Pierre-Jean de Béranger en el Papel Periódico Ilustrado. En 1885 viaja a París, Suiza y pasa dos cortas semanas en Londres. Entre 1886 y 1896 son publicados por primera vez sus poemas en las antologías poéticas del Parnaso colombiano y La lira nueva de Bogotá.

El 5 de mayo de 1894 es nombrado Secretario de la Legación de Colombia en Caracas. En la capital venezolana desarrolla una intensa actividad cultural. El 21 de enero de 1895 de regreso a su patria le sorprende una tormenta frente a la costa colombiana, incidente en que pierde sus escritos: “Estaba demacrado (…), el dolor que le causaba la pérdida de un baúl que contenía ‘lo mejor de mi obra’, como él decía, le habían quebrantado de modo cruel”, relata el periodista Aurelio de Castro.

Establecido nuevamente en Bogotá, trabaja arduamente rehaciendo su novela De sobremesa, cuyos originales perdió en el siniestro. Comienza un negocio de producción de azulejos o baldosines en colores. Sin embargo, “los anhelados baldosines no aparecieron en la lujosísima oficina de la empresa”, narra Arias Argáez. La voluntad de vivir de Silva se eclipsa con el fracaso de este negocio.

El 24 de mayo de 1896, un domingo, lo hayan muerto sobre la cama junto a un revolver. El día anterior le había pedido a su amigo Manrique en su consulta médica que le dibujara sobre su pecho el sitio y la forma del corazón.

El talonario del último cheque girado por Silva el día anterior decía textualmente: “A favor de Guillermo Kalbeyer, florista. Un ramo de flores para la Chula $4.00”. La Chula era el mote cariñoso que se le daba en su casa a su hermana menor. Hecho el balance en su libreta de cuentas, el saldo disponible en el banco era de pocos centavos.

La muerte es un tema recurrente en la obra de Silva. Su poema más célebre, “Nocturno III”, publicado en 1891, perpetúa la memoria de su difunta hermana Elvira: “¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!/ ¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!”.

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