La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 2 de julio de 2010

Un problema de fe


Por Leonardo Venta

San Manuel Bueno, el sacerdote de la aldea de Valverde de Lucerna, aparenta ser el creyente ideal. No sólo proclama enternecedores sermones con su voz “de milagro”, sino posee todas las cualidades ideales de un hombre de Dios. Al morir, es designado para ser canonizado; sin embargo, descubrimos que no tenía fe, uno de los principales requerimientos para agradar a Dios. Esta es la historia que sustenta la novela San Manuel Bueno, mártir (1933), de Miguel de Unamuno.

A Unamuno, uno de los intelectuales españoles más destacados de la era moderna, como buen existencialista, le obsesionan temas como el ansia de inmortalidad y el conflicto de la fe. Para él, toda fe genuina implica cuestionamientos, es decir, la fe sin dudas no es fe. El escritor bilbaíno la teoriza, no como dogma estático, sino dentro de una complejidad sólo equivalente a la existencia misma.

San Manuel Bueno, mártir se organiza en torno a la lucha interior de un sacerdote y su comportamiento para con el pueblo. La novela – llamada agonista – sondea la angustia que lleva al individuo a cuestionar la existencia de Dios, reflejada en la voluntad de vivir como creyente y la imposibilidad de creer. Para el piadoso protagonista, la solidaridad humana es la única verdad tangible, la única solución. Oculta su falta de fe a los feligreses para protegerlos del caos de la desesperanza.

Los personajes principales de la novela se desplazan en una progresión emocional hacia el desconcierto. La historia de Don Manuel es narrada por Ángela Carballino, su seguidora; quien, decepcionada de éste, evoluciona de una confianza candorosa en los preceptos de la iglesia a una postura de confusión y escepticismo.

Por su parte, el hermano de Ángela, Lázaro, experimenta una asombrosa transformación: de hombre mundano y apartado de la devoción a fervoroso creyente, para finalizar atrapado por el espíritu de insinceridad que afecta a Don Manuel, su guía espiritual. Es el mismo Lázaro quien nos devela el rostro sombrío del sacerdote: “Y como yo, mirándole a los ojos, le dijese: ‘¿Y usted celebrando misa ha acabado por creer?’, él bajó la mirada al lago y se le llenaron los ojos de lágrimas. Y así es cómo le arranqué su secreto”.

La novela fue escrita en la primera mitad del siglo pasado; no obstante, su problemática sigue vigente. La crisis existencial del hombre ha existido desde que éste intentó descifrar la espesa niebla de tantos por qué que le amedrentaban, y existirá mientras continúen vagando por el aire preguntas sin una respuesta fija.

El ensayo “The problem of truth in San Manuel Bueno, mártir”, del Catedrático C.A. Longhurst, propone que ‘la verdad’, como concepto filosófico en esta novela, no es un rango terminante e ideal, al decir hegeliano, sino más bien es el reflejo de la reconstrucción de ‘la verdad’ a través de la consciencia.

Para el filósofo Kant, la percepción de ‘la verdad’ viene determinada individualmente, ya que ésta como categoría absoluta no existe. En esta novela, la realidad está condicionada en diferentes niveles: el pueblo como unidad anónima, o masa; Ángela, Lázaro y Manuel, en un nivel; y el propio autor, en otro.

Pocos días antes de su muerte, Unamuno, en una entrevista concedida al escritor griego Nikos Kazantzaki, expresa: “El rostro de la verdad es terrible. ¿Cuál es nuestro deber? Ocultar la verdad al pueblo. El Antiguo Testamento dice: «El que mire a Dios a la cara, morirá». Él mismo Moisés no pudo mirarlo a la cara. Lo vio por detrás, y solamente el faldón de su vestido. Así es la vida. Engañar, engañar al pueblo para que el miserable tenga la fuerza y el gusto de vivir. Si supiera la verdad, ya no podría, ya no querría vivir. El pueblo tiene necesidad de mitos, de ilusiones; el pueblo tiene necesidad de ser engañado. Esto es lo que lo sostiene en la vida. Justamente acabo de escribir un libro – dice refiriéndose a San Manuel Bueno, mártir – sobre este asunto”.

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