La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 2 de julio de 2010

Apolo, la deidad de los muchos atributos

«Apolo rodeado de ninfas» por François Girardon y Thomas Regnaudin, ca. 1670

Por Leonardo Venta

Apolo, el dios de la lira y el arco, es junto a Júpiter la deidad que posee más atributos en todo el panteón griego. Se le presume oriundo del Asia, pero algunos le consideran una divinidad nórdica que los griegos transfirieron en su emigración hacia el sur. Es hijo de Zeus y de Leto, y hermano gemelo de Ártemis. Tiene varios oráculos, entre los que se destaca el de Delfos, por lo que también se le considera dios de la profecía.

Se le atribuye guiar el carro del Sol, por lo que es llamado dios del Astro Rey; e incluso, se le toma por el mismo astro celeste. No obstante, es más bien el dios de la luminosidad solar, lo que, en la racional civilización helénica, no significa lo mismo a ser el dios del Sol, honor que ostenta Helios.

Apolo es, asimismo, un excelente músico y un gran atleta; dios de la poesía, acompañado usualmente por su lira y las Musas, a quienes instruía en las artes. Se le confiere el promover la práctica de la medicina entre los humanos. Es deidad de la verdad, así como de la agricultura, la ganadería, funciones que desempeñó después de un largo destierro y regreso al Olimpo.

A pesar de su hermosa apariencia y seductora voz, Apolo sufrió mucho en la búsqueda del amor. Coronis, Deífobo, Casandra y muchas otras le despreciaron. El amor que más habría de impactarle sería el de Coronis, del cual tuvo como fruto a Asclepio, quien se destacó en la medicina al punto de hacer resucitar a los muertos. Zeus le aniquiló con un rayo por esa temeridad, y Apolo vengó su muerte liquidando a flechazos a los cíclopes que forjaron el rayo con el que Zeus le había quitado la vida. Airado, Zeus expulsó a Apolo del Olimpo y le condenó a servir a un mortal durante un año. Así fue pastor de Admeto, rey de Feras.

Igualmente, Zeus le castigó por conspirar contra él junto a Hera, Poseidón y Atenea. Poseidón y Apolo fueron condenados a servir a Loromedonte, rey de Troya, auxiliándole a edificar las murallas de dicha ciudad. Por lo demás, Apolo fue condenado a andar errante por el mundo, padecer infortunios humanos y trabajar para subsistir. Si bien, pudo regresar al Olimpo.

Existen ciertos mitos que describen a Apolo como despiadado y cruel. Transfiguró a la ninfa Dafne en árbol, de quien se enamoró por culpa de una flecha de Eros. En la Guerra de Troya, disparó flechas infectadas con la peste sobre el campamento griego en respuesta al insulto del rey Agamenón a Crises, uno de sus sacerdotes, cuya hija Criseida había sido secuestrada.

Al mismo tiempo, ayudó a Paris a matar a Aquiles guiando la flecha de su arco hasta el talón de éste. También raptó y violó a la joven princesa ateniense Creusa, a quien abandonó junto con el hijo nacido de su unión. Mató a Pitón, la temible y legendaria serpiente que guardaba un santuario en las montañas del Parnaso, y con su piel envolvió el trípode en el que se sentaba la sacerdotisa de Delfos.

Apolo ha inspirado obras plásticas, literarias, musicales, danzarias, entre otras manifestaciones artísticas. El museo del Louvre en París exhibe una escultura de esta deidad de luz, copia romana del original griego de Praxíteles o Eufranor, parte de la Colección Real Francesa, de 2.16 metros de altura, que compendia en sí todo su esplendor mitológico y artístico.

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