La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

lunes, 24 de junio de 2013

El viaje





Llegaste. Te adentré mi silencio...

Repasamos refrendadas mentiras, disimuladas animadversiones...

Te empujé a mi destino, hincándome en tu retaguardia, menospreciado guardián de fosco firmamento.

sábado, 22 de junio de 2013

Bebo Valdés: Requiéscat in pace

El pianista cubano Bebo Valdés, a la izquierda, y su hijo Chucho Valdés, previo a un concierto conjunto en la madrileña Casa de América, el 9 de octubre de 2008.

Por Leonardo Venta
El viernes, 22 de marzo de 2013, falleció Bebo Valdés a los 94 años en la capital sueca. Establecido en Benalmádena (Málaga), se había trasladado hacía dos semanas a Estocolmo, donde residen algunos de sus hijos, debido a un empeoramiento de su estado de salud. El pianista, compositor y arreglista sufría del mal de Alzheimer.
            Máximo exponente de la música cubana, pionero del jazz afrocubano y creador de un ritmo propio, la batanga – éxito indiscutible de los años cincuenta en la isla – el nombre de Bebo Valdés es necesario a la hora de realizar un recuento de la música cubana.
            Era padre de otro excelente pianista y compositor eminente, Chucho Valdés, quien se trasladó a Málaga para cuidarle en los últimos momentos de su vida. Dos semanas antes de fallecer, los hijos de su última esposa, la sueca Rose-Marie Perhson, que falleciera el verano de 2012, reubicaron a Bebo en Estocolmo en contra de la voluntad de Chucho.
            El verdadero nombre de Bebo era Ramón Emilio Valdés Amaro y nació el 9 de octubre de 1918 en Quivicán, un pueblo aledaño a la capital cubana. Era de esos privilegiados que nacen músicos. En su pueblo natal fundó con un amigo su primera banda, la Orquesta Valdés-Hernández. En los años cuarenta, siendo integrante de la orquesta de Julio Cueva, creó uno de sus primeros mambos, “La rareza del siglo”.
 Entre 1948 y 1957 trabajó en Tropicana, donde acompañó e hizo arreglos para Rita Montaner, “La Única”. Compartió escenarios y colaboró con relevantes figuras a nivel mundial, entre ellos Nat King Cole, con quien llegó a grabar, Ernesto Lecuona y Lucho Gatica.
            En 1960, se exilió en Suecia. Allí se casó con Perhson. Durante casi treinta años se mantuvo en el anonimato ante el gran público, hasta que en 1994 Paquito D´Rivera lo persuadió a grabar un nuevo disco, “Bebo Rides Again”. En 2000, el cineasta español Fernando Trueba lo invitó a participar en el documental ‘Calle 54’. Ese proyectó marcó el rencuentro de Bebo con su hijo Chucho, Israel López Cachao y Patato Valdés. Finalizada la filmación, Trueba grabó a los tres el disco ‘El arte del sabor’, que obtuvo el Grammy al Mejor Álbum Tropical Tradicional en 2001, primero de los nueve que alcanzó Bebo.
            En “Lágrimas negras” – un álbum que Bebo grabó con el cantaor Diego el Cigala –  se palpan y arrullan las tonalidades cubanas, el jazz, y el hondo sentir gitano, para conferirle al músico cubano otro Grammy y tres discos de platino en España. Con Trueba realizó ocho discos y protagonizó “El milagro de Candeal”, un documentado filmado en la favela del mismo nombre en Salvador de Bahía, Brasil. Asimismo, hizo la música del hermoso filme animado “Chico y Rita”, inspirado en su vida, y nominado al Oscar en 2012. Su último disco fue “Juntos para siempre”, un trabajo antológico con su hijo Chucho Valdés, en que padre e hijo repasan magistralmente los ritmos cubanos que compartieron juntos.
            El ambiente artístico se ha mostrado impactado tras conocer la pérdida del gran músico. “Bebo era la esencia de lo mejor de Cuba: todo en él era especial, su forma de tocar, su manera de caminar, su risa, su elegancia para todo”, expresó Javier Mariscal, creador junto a Fernando Trueba de la película ‘Chico y Rita’. Mariscal recordó cómo, a través de los recuerdos de Bebo, él descubrió nuevamente la isla antillana. “Yo estaba enamorado de Cuba desde pequeño, y conocía el país y sus gentes, pero redescubrirla a través de los ojos y de la sensibilidad de Bebo fue algo especial”.
            "De Bebo me quedo con todo porque sobrepasaba fronteras, era humilde, muy de pueblo, muy campechano, bromista, y caballero", dijo el cantaor Diego el Cigala.  Según él, Bebo le había pedido que "no quería lloraderas" cuando falleciera, sino que "quería que se le recordara bailando". Entonces, bailemos con nuestros pensamientos –la más soberana forma de danzar–  en memoria de Bebo Valdés.



L'homme triste




Por Leonardo Venta


Larga espera...

dicha expectorada

en vanos intentos,

sonrisa amordazada

en oceánico silencio.


Me detienes el andar,

anchuroso sendero del desdeño,

me sueldas el alma

 a este asfalto de acero.


Me trituras

la beldad,

mártir exiliada

en prolongado descenso.


Exhausto te adiestro,

pálida farsa,

tristeza celada,

desaire del cielo.



miércoles, 19 de junio de 2013

Edificando el puente La Habana-Tampa (I)

La visita a La Habana del notable concertino Jeffrey Multer respondió al proyecto de intercambio plurianual de la Orquesta de la Florida (TFO) y la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSN). Foto: Thomas Bruce

Por Leonardo Venta

El concertino estadounidense Jeffrey Multer fue el principal atractivo del programa que ofreció la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSN), el pasado 12 de mayo, Día de las Madres, en el Teatro Nacional de la cadenciosa isla caribeña. Multer, que ha labrado una sólida reputación en su trayectoria como músico, desempeña el puesto de primer violín de la Orquesta de la Florida (TFO) desde la temporada 2005/06.


La visita a La Habana del notable violinista respondió al proyecto de intercambio plurianual de la agrupación sinfónica floridana con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, el cual comenzó en 2011, cuando un quinteto de músicos de viento de TFO interpretaron piezas de George Gershwin y otros cinco compositores en el Oratorio de San Felipe Neri, en la hechicera Habana Vieja.

A su vez, en mayo de 2012, el director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, Enrique Pérez Mesa, se hizo cargo de la Orquesta de la Florida en conciertos ofrecidos en Tampa, St. Petersburg y Clearwater, en ese orden. En octubre y noviembre del mismo año, la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba se presentó en el histórico Círculo Cubano de Ybor City, junto a solistas de la Orquesta de la Florida, así como en el Mahaffey Theater de St. Petersburg.

Junto a Multer, esta vez viajaron a La Habana, Michael Pastreich, director ejecutivo (CEO, por sus siglas en inglés) de la Orquesta de la Florida, y Henry Adams, director adjunto de marketing y comunicaciones de dicho organismo, con el propósito de afianzar los lazos de reciprocidad entre ambas instituciones. De esta forma, la intervención del concertino como líder y solista con la OSN, y las clases magistrales que ofreciera en el Conservatorio Amadeo Roldán y el Instituto Superior de Arte (ISA, por sus siglas en español) ratificaron ese propósito.

El concierto del 12 de mayo, en su primera parte contó con piezas de Händel, Bartók y Bach. Multer, a la par que ejecutó el violín, guió a sus colegas cubanos desde su estrado musical, prescindiendo de los servicios de un director de orquesta, a la usanza de los conciertos barrocos del siglo XVII y primera mitad del XVIII, uno de los períodos históricos más revolucionarios en la historia de la música. En la segunda mitad del concierto, todos los oídos se aguzaron para escuchar las notas emanadas por el violín de Multer, quien en calidad de solista interpretó el “Concierto para violín en re menor, opus 47” (1903), de Sibelius, bajo la batuta de Enrique Pérez Mesa.

En tanto, Michael Pastreich se reunió con Enrique Pérez Mesa para planear la ejecución de otros movimientos de la solidaria sinfonía compuesta por ambas agrupaciones musicales. El próximo movimiento – "vivace e ritmico" – constituye una visita a la bahía de Tampa de cuatro percusionistas de la OSN, en marzo de 2014, los cuales colaborarán con los percusionistas de TFO al interpretar música cubana de cámara. Del mismo modo, los solistas antillanos ofrecerán clases magistrales de percusión y ritmos cubanos.

Henry Adams, que a pesar de ser estadounidense, habla un castellano admirable, sirvió en este viaje, entre otras valiosas funciones, de intérprete. Si bien, la institución sinfónica de la isla proveyó los valiosos servicios de Teresa Fernández – en palabras de Adams –, “una traductora e intérprete de primera categoría, una virtuosa del castellano, la cual facilitó la comunicación entre Multen y los músicos cubanos en los ensayos, las clases magistrales – impartidas a jóvenes violinistas con altas aspiraciones profesionales – y muchas otras actividades en las que intervinieron los huéspedes estadounidenses junto a sus colegas cubanos”. Si bien, el lenguaje universal de la música no requería de intermediarios bajo el armonioso firmamento de la solidaridad.

Continuaremos el recuento de este entrañable abrazo entre dos culturas vecinas, vinculadas por históricos lazos de hermandad, con anécdotas e impresiones en exclusiva de Jeffrey Multer, Henry Adams y Michael Pastreich.

Edificando el puente La Habana-Tampa (II)


A un costado del Capitolio, se encuentra el Gran Teatro de La Habana, un icono arquitectónico de la capital de la Mayor de las Antillas, sede del Ballet Nacional de Cuba. Mientras se realizan tareas de renovación en el mismo, el ballet cubano se presenta en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba. Foto: cortesía de Henry Adams

Por Leonardo Venta

“Esta vez, teníamos amigos en La Habana. Ya no éramos extraños".
Michael Pastreich

La llegada 


Una soleada tarde caribeña – el lunes 6 de mayo de 2013, para ser más precisos – llega un avión proveniente de Miami a La Habana entre cuyos pasajeros figuran el concertino Jeffrey Multer, y el director ejecutivo de la Orquesta Sinfónica de la Florida (TOF), Michael Pastreich. En el aeropuerto les espera una cubana –Teresa Fernández – que metamorfoseaba, como por magia, el sabroso español caribeño en relajado inglés estadounidense, y viceversa. Alrededor de las seis de la tarde, los visitantes se instalan en el Hotel Presidente, que fuera el edificio más grande de la ciudad en la década de los veinte. Luego cenan con el director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSN), Enrique Pérez Mesa, y su esposa.  

Dos días después 

 

Una espléndida puesta del sol en el Malecón habanero. Foto: cortesía de Henry Adams
La cálida mañana del miércoles, 9 de mayo, Henry Adams, director general adjunto de marketing y comunicaciones de la orquesta floridana, arriba al aeropuerto José Martí; le acompañan dos reporteros de Bay News 9: Tony Rajek y Verónica Cintrón. Ese mismo día, Jeff Multer realiza su primer ensayo junto a la OSN en el Teatro Nacional de Cuba. Cuando la tarde comienza a dilatar su tramoya de mar, brisa, diáfanos colores y acechantes sombras, los visitantes realizan un paseo por el Castillo del Morro, a la entrada de la bahía, con esencia a vaivén de agua y cantos marineros.

Ensayos y camaradería


El concertino de la Orquesta de la Florida, Jeff Multer, junto a su similar de la Orquesta Sinfonica Nacional de Cuba, Augusto Diago, ensayan en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba. Foto: cortesía de Henry Adams


Jueves, viernes y sábado – desde horas de la mañana hasta ya bien arrinconado el mediodía – se repiten los edificantes necesarios ensayos, en tanto el violín de Jeffrey se empeña en lanzar reverentes guiños a sus colegas isleños.
 

Jeffrey imparte clases  

 

 El habanero Instituto Superior de Arte (ISA), una gema arquitéctonica
 
El cuarto día de la semana – “Jovis dies” – Jeffrey ofrece su primera clase magistral en el Conservatorio Amadeo Roldan, edificio de fachada neoclásica, interior ecléctico, y solemne exterior manierista. Su última clase la imparte el lunes, 13 de mayo, en el Instituto Superior de Arte (ISA, por sus siglas en español) – Cubanacán – una sutileza arquitectónica donde el espacio fluye; se integra al éxtasis de la naturaleza caribeña; asila la luz de un bruñido sol tropical; se tiende magnificente sobre la falda del surrealismo, para sorprender con el sagaz salto de un inaprensible insubordinado gesto, henchido de metáforas culturales que abrazan la tradición colonial y la cultura negra en Cuba.
 
Disfrutando La Habana

 
Jeff Multer y Michael Pastriech departen con el artista gráfico e impresor Ibrahim Miranda, notorio por haber transcrito a la plástica el genio poético de José Lezama Lima.
Foto: cortesía de Henry Adams

El sábado, finalizado el ensayo, los visitantes no deponen su feraz apetito habanero. Se dirigen al estudio del artista gráfico e impresor Ibrahim Miranda, notorio por haber transcrito a la plástica el genio poético de José Lezama Lima. A la caída del sol, como rescindiendo de un salto el ancestral reposo sabático, Henry y Michael acuden a una cita con la danza, otro de los gestos culturales más significativos de 'la cubanía', para el erudito Fernando Ortiz, “cubanidad plena, sentida, consciente y deseada”.

Esta vez, la ‘cubanía-española’ – ¿si cabe el término? –, que da al cubano un vibrante matiz – a la par de la herencia africana – agasajó a sus vecinos estadounidenses con una fascinante función de danza ibérica ofrecida por la Compañía de Irene Rodríguez, directora artística, primera bailarina, maître y coreógrafa, licenciada en arte teatral y directora general de dicha agrupación.

Después de catar el embrujo español de una cálida noche habanera, Henry y Michael regresan a su casi centenario acicalado hotel, para caer en los brazos de Somnus, en vísperas del concierto del domingo.


Antesala al concierto


Vista del Convento de San Francisco de Asís y la populosa Plaza Vieja, en La Habana Vieja, que actualmente sirve de local/sitio para conciertos y festivales de música. Foto: cortesía de Henry Adams

Amanece la híbrida urbe con sus rumores cotidianos de insomnes tambores solariegos, soneras claves, rumberas caderas mulatas, lacrimosas señoriales tendederas, amodorrados transeúntes – con la cruda de la noche anterior a cuestas – sin tener en cuenta que es domingo, mucho menos Día de las Madres – aplastados por la máxima maslowiana: resolver, inventar, inventar… soñar, si se puede. En tanto, otro tipo de mañaneros comienza a llegar a la Sala Covarrubias del Teatro Nacional, en busca del néctar de un concierto que se ofrece demasiado temprano – las once de la mañana – para el trasnochador espíritu habanero.

Se ensancha la armonía

Jeffrey Multer Foto: Thomas Bruce

Comienza el concierto. El barroco europeo se pone guayabera y smoking americano. Todas las miradas se vuelven hacia Jeffrey Multer, todos los oídos se aguzan para escuchar su interpretación del menudo admirable instrumento; para sopesar su pasión, entrega y virtuosismo; los músicos de la OSN repasan con admiración, cada vez que la lectura del pentagrama se los permite, su semblante, sus entregados gestos. Jeffrey, a la par que ejecuta el violín, guía a sus colegas cubanos desde su estrado musical a la usanza de los conciertos barrocos del siglo XVII y primera mitad del XVIII.


El programa incluye la “Entrada de la Reina de Saba”, del oratorio “Salomón” (1749), de Händel; “Danzas folklóricas rumanas” (1915), de Bartók; y la “Suite orquestal núm. 3 en re mayor BWV 1068”, de Bach. En la segunda mitad, el artista invitado, en calidad de solista, acompañado de la OSN, bajo la batuta de Pérez Mesa, ejecuta el “Concierto para violín en re menor, opus 47” (1903), de Sibelius.

Epílogo

Cesa la música. El público, consciente del momento histórico que vive, ofrece una ovación de pie. Los aplausos cobran entrañable relevancia. Las emociones afloran, aúnan, consuelan, sanan, liberan, edifican; a la salida del teatro, miradas fraternales de aprobación, y fuertes estrechones de manos profieren expectativas de un mañana mejor. 

Edificando el puente La Habana-Tampa (y III)

 Por varias semanas consecutivas venimos publicando un reportaje acerca de la reciente visita a La Habana de Jeffrey Multer, concertino de la Orquesta de la Florida (TFO); Henry Adams, director general adjunto de marketing y comunicaciones de dicha institución; y su director ejecutivo Michael Pastreich.


Hemos recreado – con perceptivas pinceladas – los datos referentes al viaje, algunos detalles del concierto en que intervino Multer, como solista invitado junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSN), en el habanero Teatro Nacional; las clases magistrales ofrecidas por el mencionado violinista en el Conservatorio Amadeo Roldán y el Instituto Superior de Arte (ISA).

No obstante, todo reportaje tiene un imprescindible eje: la enseña del buque llamado información. A nuestro juicio, las impresiones de estos tres hombres constituyen el más elocuente eslabón de este trabajo periodístico. Apoyándonos en nuestro indagador inalámbrico, hemos recopilado de un modo directo sus anécdotas y opiniones; de la misma manera en que aquí se las ofrecemos. ¡Recíbanlas fraternalmente!

Jeffrey Multer, la fraterna armonía de un violín

EL concertino Jeffrey Multer ofrece una clase magistral en el habanero Conservatorio Amadeo Roldán.
Foto: cortesía de Henry Adams
“Es mi primera visita a Cuba. Sólo tuve la oportunidad de conocer La Habana, una ciudad con muchos contrastes: zonas muy hermosas y otras lo opuesto”, indica Multer. Sobre la relevancia de su viaje, aclara: “Es una experiencia estimulante, parte del proyecto de intercambio cultural de la Orquesta de la Florida con nuestros colegas cubanos”.

Al preguntarle, en el plano personal, qué resultó lo más apasionante del viaje para él, Multer resalta: “Lo que más disfruté fue enseñar a los estudiantes de música, así como los ensayos con los artistas cubanos. El concierto en sí fue muy bueno; pero como he tocado en numerosos conciertos, los ensayos fueron la parte más atractiva y amena para mí, a pesar de que no hablo castellano y necesité del auxilio de una intérprete”.

Luego de una afinada pausa, insiste el violinista: “Para mí, lo mejor de todo el viaje fue el contacto directo con los músicos cubanos. A pesar de que ellos estuvieron en Tampa en 2012, en aquella oportunidad solamente tocamos juntos una pequeña pieza de un concierto de Bach, y compartimos en un solo ensayo de una hora y media. En La Habana tuve la oportunidad de trabajar por más tiempo con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. Fueron cinco días de extensos ensayos”.

Al referirse al concierto del domingo, 12 de mayo, en el Teatro Nacional de Cuba, junto a sus colegas caribeños, explica Multer: “Fue el Día de las Madres, a las 11 de la mañana. A pesar de haber aire acondicionado en el teatro, el intenso calor del mediodía habanero se adueñó de la sala. Al punto agrega: “La razón del programa era tener la habilidad de trabajar con los músicos cubanos en la mayor cantidad de formas posibles. En la primera parte tocamos música barroca, sin un director. Yo dirigí desde mi sitial de primer violín a la usanza del período barroco. En la segunda mitad, el director titular de la OSN, Enrique Pérez Mesa, nos dirigió en el “Concierto para violín” de Jean Sibelius. Yo me desempeñé como solista”.

Al inquirirle sobre el sello interpretativo de los músicos cubanos, Multer no vacila en calificarlos de “apasionados y energéticos”, pero en ningún sentido encuentra diferencias entre ellos y otros músicos con los que ha tocado en orquestas de Estados Unidos. Sobre si desea volver a la isla, comenta: “Regresaría a Cuba. Todos disfrutamos mucho del viaje. Me gustó trabajar con el director, con los músicos; además me agradaría conocer algo más que La Habana”.
 
Henry Adams, un cubano por ósmosis

(De izquierda a derecha) Henry Adams, Teresa Fernández, Jeffrey Multer y Enrique Pérez Mesa, en El Vedado. Foto: cortesía de Henry Adams

Con el señor Henry Adams – un estadounidense que habla impecablemente el castellano – dialogamos por largo rato. Él sirvió en este viaje, entre otras valiosas funciones, de intérprete. Si bien, la institución sinfónica antillana proveyó los servicios de Teresa Fernández – según Adams –, “una traductora e intérprete de suma calidad”. Al respecto comenta con amable humildad: “Claro que tuve que desempeñar el papel de intérprete y lo que yo llamo ‘embajador callejero’, en que fui el que hablaba con todo el mundo allí representándonos, no sólo como integrantes de TFO sino como norteamericanos y seres humanos forjando amistades en Cuba”.


No sólo le impactaron favorablemente los músicos de la OSN – entre los cuales conoce a varios después de dos encuentros con ellos (primero en octubre de 2011, en La Habana; y el segundo, en noviembre de 2012, en el área de la Bahía de Tampa) –, sino también el pueblo cubano en general. A propósito, señala Adams: “La gente es sumamente acogedora, muy agradable, muy amable, y no sólo hablo de los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, también me refiero a los cubanos con los cuales hablé en la calle…sean amas de casa, taxistas, estudiantes, soldados, obreros, camareros y hasta pescadores en el Malecón”.

Este viaje, su segundo a la isla, tuvo una doble significación para él. Profesionalmente, constituyó la responsabilidad histórica de saberse protagonista del antedicho intercambio cultural; y en el aspecto personal robusteció lo que él califica su “cubanía por osmosis”. Adams vivió parte de su vida en España – nación que ha mantenido uno de los vínculos históricos más fuertes y amplios con Cuba entre todos los países latinoamericanos –. En sus años estudiantiles en la universidad, tuvo dilectos profesores y amistades originarias de la Mayor de las Antillas; de igual manera, su esposa, Haydée Gutiérrez, es una habanera que radica junto a él en la hermosa ciudad floridana de Saint Petersburg.

Al calificar el concierto celebrado en La Habana, al que asistieron destacadas personalidades de la vida cultural cubana, Adams no escatima elogios. Asimismo, pondera la disposición de ánimo del concertino Multer, especialmente en los ensayos: “La actitud de Jeffrey se caracterizó sobre todo en los ensayos por una admirable humildad. En todo momento mantuvo un contacto de sencillez con los músicos cubanos, como si fuera uno más de ellos: algo no muy frecuente cuando nos referimos a solistas de conciertos. En este caso, el lenguaje de la música y la fraternidad se fundieron admirablemente para superar los obstáculos de dos idiomas diferentes”.

“Lo bueno de observar el proceso de los ensayos – que al igual que el concierto se efectuó en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, ya que el Teatro Amadeo Roldán, sede permanente de la OSN, estaba cerrado por renovaciones – me permitió constatar personalmente como Jeff comunicaba a los integrantes de la orquesta cubana lo que quería de la música de Händel, Bartók y Bach. Se comunicaban admirablemente entre sí, a través de un simple gesto de cabeza, marcando un ritmo con la voz, o entonando una frase con el violín para ilustrar alguna sutileza. Así, desde el primer ensayo hasta el día del concierto, se fue obrando el milagro de la metamorfosis oruga a mariposa”, expone Adams, mientras su tono cobra noble aliento.

Al instante asevera, como gustando con la inflexión de su voz estrenadas memorias: “Esta segunda visita a Cuba ha fortalecido mis relaciones profesionales y amistosas con músicos y otros artistas cubanos. Nos hemos familiarizado un poquito más con los barrios habaneros: La Habana Vieja, Centro Habana y El Vedado, principalmente. También, fuimos a Vistamar para cenar con colegas, y tuve la suerte de visitar Alta Habana, donde vivía mi esposa cuando niña”.

Su expresión excede amordazados horizontes, cuando añade: “Parte del intercambio es también familiarizarnos con otros aspectos de la vida cultural y artística cubana fuera de la sala de conciertos y la música”, para depositar en el espacio otra edificante frase en búsqueda de entrañables ecos receptivos: “Somos seres humanos con más elementos comunes y fraternos que aquellos que nos separan y dividen”.

Michael Pastreich, colofón de un sentir común   


El concertino y el presidente de la Orquesta de la Florida, Jeff Multer y Michael Pastreich, respectivamente, en su visita al estudio del artista plástico cubano Ibrahim Miranda. Foto: cortesía de Henry Adams

Para Michael Pastreich, lo más significativo de la reciente visita a tierra antillana, se puede explicar en varios niveles. “En última instancia, TFO persigue aunar nuestras dos comunidades. La música, un área en la que nuestros dos países se acoplan perfectamente, puede desempeñar un papel decisivo en sanar heridas y salvar diferencias. En otro nivel, hemos afianzado una relación más estrecha con nuestros colegas cubanos a través de los años. Esta vez, teníamos amigos en La Habana. Ya no éramos extraños”. 
 
Por último, afirma Pastreich – quien se reunió con Enrique Pérez Mesa para programar los venideros conciertos y clases magistrales que ofrecerán cuatro percusionistas cubanos en la bahía de Tampa, para marzo de 2014 –, “me fascinó constatar como ha progresado la restauración de La Habana Vieja desde mi última visita hace dos años. La ciudad es fascinante y hermosa".