La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

martes, 31 de agosto de 2010

Entrevista con Mirta Ibarra a propósito de documental sobre Tomás Gutiérrez-Alea (Titón)

Melancolía moderna (Modern Melancholy)

La composición alegórica "Melencolia I", del gran maestro renacentista alemán Albrecht Dürer(1471-1528),ha sido objeto en la era moderna de más interpretaciones que ningún otro grabado.


Leonardo Venta

Se nos duerme la noche esta madrugada,
y me acurruco en aquella esperanza,
huérfano de noche, inválido de amor.
Me entrego a la luna, sumiso y escurridizo.
SILENCIO...
Mis esperanzas enloquecen cada día en tan umbrosa espera.
Semillas de soledades que aspiran a ser Reinas.
Amor arcaico, sin tiempo ni horizonte,
desde mi pecho te busco,
desde el silencio de estas impuras sábanas,
sin luz ni perspectivas.
Amor mío,
¿Por qué duermes?
Ejército de estrellas me persiguen,
misterio de lo inalcanzado.
Amar...Amor.
Amor mío que descubrí en un poema,
amor mío que sueña...
como lo he soñado…
como no lo has soñado tú todavía.
MELANCOLÍA MODERNA...

Modern Melancholy
(Translated by Jerry L. Cruz)


The night sleeps when dawn arrives
and I crouch anxiously with that fateful reality,
noturnal orpham, casualty of love.
I surrender to the moon, submissive and slippery.
Silence...
My faith, each day, slowly reaching insanity,
while I wait in the shadows.
Seeds of loneliness aspiring to create kingdoms,
Archaic love, without time or horizon,
Even in my depths I look for you.
From the silence of these impure sheets;
withouth light or perspective.
My love, why do you sleep?
Legions of stars pursue me,
mystery of the unattainable.
To love...
Love.
My love discovered in a poem,
my love that dreams,
like I have never dreamed,
like you have yet to dream.
Modern Melancholy...


"El extravío", cuento de Pedro Merino


"Veo al niño. Ha dado media vuelta. No disputa lo suyo, y sin embargo, es feliz".
Pedro Merino

“El extravío”, de Pedro Merino, ganador con su novela Operación fula del Premio Juan March 2003, en España, es una deliciosa tapa de su producción literaria.
Este cuento, que encabeza su nuevo libro Pan con tomates verdes (2010), ilustra cómo el autor es amo de sus palabras, sin colas, sin vanas distracciones.
Al igual que el niño de su historia, “sin disputar lo suyo”, con la justa precisión y pericia del buen escritor, Merino ya reclama un sitial "feliz" dentro de la narrativa cubana contemporánea.
Leonardo Venta


"El extravío"
Por Pedro Merino

Estaba allí. Tirado. Doblado en varias partes. Con el ómnibus en movimiento lo vi. Memoricé el lugar. Calculé los metros. Justamente detrás del Lada, parqueado en un parque. Seguro es un dólar. Pero dudé del valor. Sólo tenía la idea de bajarme. Correr. Buscarlo. Encontrarlo. No era un billete verde olivo. Era verde. No podía parecerse a un Martí. Ni siquiera a un Maceo; aunque son de un verde claro.

Enseguida pensé en la cuantía del billete. De cinco. Diez. Quizás veinte. Cincuenta. A lo mejor de cien. Podía ser cualquiera de esos valores. Pero aún me encontraba en el ómnibus. La siguiente parada no quedaba lejos. Retrocedí mentalmente hacia el parque. El Lada continuaba parqueado. El billete doblado se estaba abriendo. Síntoma de los dólares. ¿Los demás billetes no hacen eso? No podía ser un euro por el color. Ni un yen. Ninguna moneda blanda. Tenía que ser un dólar. Y un dólar “gordo”. Vale pensar en grande. Soñar. Cambiar la realidad. Enriquecer la fantasía.

Delante de mí una persona impedía moverme hacia la puerta de bajada. Detrás, alguien pedía permiso, con ansias superiores a las mías. Supe que físicamente aún seguía en el ómnibus. Pero corría en busca del billete. Para encontrarte dinero necesitas dos factores: la suerte y la vista. Con suerte puedes ser lo que quieras. Con vista disfrutas de la suerte.

Sin embargo, no podía avanzar. Sentí halones a mi espalda, mientras los árboles de la calzada rozaban el ómnibus. Escuché gritos y pensé que el chofer había pasado la parada. Dudé del billete, pero fue corta la duda. Volví a sentir los halones y un roce en un bolsillo delantero. Al bajar la vista sorprendí a unos dedos. Eran negros. Sucios. De uñas largas. Me viré y no vi de quién.

Todavía pensaba en el billete. La parada se acercaba. Entre mis sienes me aproximaba al billete. En realidad debía bajarme en la otra parada. Pero si lo hacía me alejaba del billete.

De súbito me acerqué a la puerta de bajada. Sudaba. Sentía una frialdad. Un dolor de cabeza. Hasta que el aire fluyó por la puerta de bajada. La claridad encandiló mis ojos. Bajé. Acalambrado caminé por la acera. Crucé la calzada. Me orienté en dirección al parque. Imaginaba que husmeaba alrededor del Lada. Entre mis sienes volví a ver el billete. Más verde aún. No quise mirar hacia atrás. Lo despejé. Llegué a la otra acera. A más de trescientos metros calculé el parque. Había sacrificado una parada. En estos momentos estaría subiendo la escalera de mi edificio. Tal vez me hubiera cruzado con un vecino. Lo hubiera saludado. Pero caminaba solo. Recto. Sin mirar atrás. Pensaba banalidades. Son los vacíos de la ignorancia. Noté la diferencia de la brisa. El oxígeno. Las sombras de los árboles. Me viré y vi la diferencia atrás: árboles talados. Ñongos. Pensé que así es la vida. Nacer. Crecer. Fallecer. Seguí adelante. Recobré el recuerdo del billete. Ya estaría más abiertico. Enseñando la carota del mártir. ¿Pero alguien no se lo habría encontrado? ¿Cuánta gente lo habrá pisoteado? El chofer. ¡El chofer del Lada! Se lo habrá encontrado. A lo mejor era de él. No. Dios no es un sinvergüenza. Es mío... ¡Míralo allí! Qué vista de águila. Diría que de espía. Me acerco más. Hay personas en dirección... Tengo que correr. Pero... el niño, el niño tropezó y cayó delante. Lo ha visto. Lo ha recogido. Se ha mandado a correr. Lo sigo. Ya no corre. Bueno, es un niño. Lo gastará
en mierdas. Le pertenece y me despido del billete. Adiós, papelito de la felicidad. Quedaste en pobres manos.

De repente el niño retrocedió. No sostuvo el billete y un joven se lo encontró. El niño no sabe pedírselo. Imbécil. Mientras, el joven camina diferente. El sueldo le aumentó. ¿En qué lo gastará? Sigo dudando de la cuantía. Pero seguro es un billete “gordo”. Veo al niño. Ha dado media vuelta. No disputa lo suyo, y sin embargo, es feliz.

El joven ha colocado el billete en la billetera. La guardó. Ya no siente a una piedra que lo aplasta. Ni le pesa el bolsillo trasero. Se detuvo. Va a comprar en la shopping del otro extremo de la calzada. Pero los autos no lo dejan cruzar. Quiero ver el final del billete. Gastado por un extraño. Luego regresaré. Subiré la escalera. Me acostaré.

Y cuando voy llegando a mi edificio veo un billete en la acera... ¿cinco pesos? Qué carajo, cinco pesos son cinco pesos.

lunes, 30 de agosto de 2010

La Habana en dos películas de Gutiérrez Alea

El protagonista de Memorias del subdesarrollo, Sergio Corrieri, contempla su sacudida Habana desde un catalejo
Por Leonardo Venta

Tomás Gutiérrez Alea, Titón, el más laureado director cubano de cine, y uno de los más destacados en Latinoamérica, cuenta en su haber filmes como "Las doce sillas" (1962), "La muerte de un burócrata" (1966) y "Memorias del subdesarrollo" (1968).

Son asimismo notables sus realizaciones "Los sobrevivientes" (1978), "La última cena" (1976); así como "Fresa y Chocolate" (1993), premio Goya de la Academia de Cinematografía Española y nominada para el hollywoodense Oscar; y "Guantanamera" (1995), ambas codirigidas con Juan Carlos Tabío.

“Memorias del Subdesarrollo”, cuyo guión se escribe a partir de la novela homónima de Edmundo Desnoes, es el monólogo de su protagonista, Sergio Corrieri, que aborda con audaz y temprana reserva la problemática posrevolucionaria de Cuba. Sergio, un intelectual burgués, se transforma en alienado testigo impotente de los bruscos cambios operados en su medio.

“Fresa y chocolate”, basada en el cuento de Senel Paz, “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, marca una evolución decisiva en la trayectoria de Titón. El filme denuncia por primera vez la actitud de intolerancia del sistema cubano con los homosexuales, además de apuntar hacia otras obvias arbitrariedades oficiales.

Diego, un chispeante y culto joven homosexual, se enamora de David, prejuicioso, heterosexual y comunista. La relación evoluciona del rechazo a una admirable amistad en que los valores solidarios y la tolerancia se imponen a ideologías y preferencias sexuales divergentes.

“Fresa y chocolate” desconcierta, al aparentemente burlar la notoria censura del régimen cubano, abriendo cuestionamientos que especulan la posibilidad de una apertura en la isla, la incólume condición de vaca sagrada de Titón, o un ardid del propio sistema para menguar su mala reputación de intransigente.

En una entrevista durante la filmación de esta película, el ya desaparecido Titón declaró: "Para mí el cine sigue siendo un instrumento valiosísimo de penetración de la realidad (...) Te da la posibilidad de manipular distintos aspectos de la realidad, crear nuevos significados y es en ese juego que uno aprende lo que es el mundo".

Lo oculto es develado mediante logradas metáforas cinematográficas. Cuando David - el joven revolucionario en “Fresa y chocolote” - repasa con su mirada la sala del apartamento de Diego (el homosexual), opera una síntesis visual de la historia de Cuba, de su gloria pasada, de su realidad perdida, sugiriendo la crítica intuitiva que el espectador debe procesar por sí mismo.

La crisis de conciencia del Sergio de “Memorias del subdesarrollo” se repite en el Diego de “Fresa y chocolate”, a pesar de que entre ambas cintas median veinte y tantos años de diferencia. La culpabilidad y el ostracismo del primero se abanican en el segundo. ¿Concomitancia? ¿Ambages inculpatorios?

El protagonismo de la entrañable y sufrida Habana, cuyo encanto palidece ante el deterioro, es otro de los rasgos que comparten ambas cintas. Titón parece llamarnos a la concienciación de lo que se está perdiendo. Sin embargo, Diego y Sergio manifiestan sus deseos de sobrevivir en una urbe estampada por la paradoja del esplendor más acallado y el cataclismo más palmario.

Por lo demás, la capital cubana evoluciona en el tiempo en ambas cintas. La última se acerca más al caos, marcado por la amenaza del colapso del campo socialista, los estragos devastadores de los años y la falta de mantenimiento de sus edificaciones.

Al decir de Tomas Gutiérrez Alea: “El cine no puede evitar nutrirse directamente de aspectos de la realidad y conformar con ellos una obra, que por fuerza tiene que tener una significación y una incidencia sobre la realidad misma”. Con genio y maña artística, este gran cineasta ha dejado huellas de una Habana que se desmorona a la par que su gente.




Fenomenal coda de fouettés de Viengsay Valdés, la Quinta Joya de la Escuela Cubana de Ballet, en el rol del Cisne Negro

sábado, 28 de agosto de 2010

Ese Carnaval Nuestro


Por Leonardo Venta

Una de las teorías más interesantes en la crítica literaria es ‘la carnavalización’, que se traduce, para decirlo con sencillez, como risa, parodia, comicidad… Según el diccionario de Retórica y Poética de Helena Beristáin, le debemos al filósofo ruso Mijaíl Bajtín “su más amplia y rica descripción tipificadora”.

Se trata de una postura en la creación artística que hace hincapié en lo popular, lo cómico y lo grotesco. Bajtín percibe la literatura realista del Renacimiento como una visión carnavalesca del mundo con dos rostros: uno, el que proviene de la tradición popular; y el otro, el típicamente burgués, basado en un modo preestablecido y, por consiguiente, nada espontáneo.

Según el erudito, ambas formas, paradójicamente, se contradicen y complementan. El carnaval se ríe de lo serio, lo oficial, lo institucionalizado. La risa del pueblo violenta la rigidez de las elites sociales; sin embargo, ambas marchan cogidas de la mano en una mezcla de sensata locura. Se atraen y, al mismo tiempo, se repelen.

Para Bajtín, existe un nexo entre las formas de comicidad popular y lo grotesco de la realidad. La universalidad de la risa va más allá de la sátira, esconde su voz de protesta en lo cómico.

Nikolái Gógol, un maestro de la literatura humorista, plantea que la sociedad no acepta la risa como una manifestación genuina del hombre. Según Gógol, ésta necesita para reconocer la autenticidad de una idea desasociarla de lo hilarante.

El mundo serio, legalizado, y el mundo cómico, caprichoso, divagan por senderos en que la risa se alza, a veces, y se ve obligada a ocultarse, en otras. Lo absurdo de esta contradicción viene en lo que amamos y despreciamos, la báscula que ejercita y unifica lo interno(lo que escondemos) y lo externo(lo que hacemos patente).

El carnaval (la parodia), con sus estridentes carcajadas, no sólo quebranta las normas, sino también niega lo absoluto. El juego carnavalesco está en el choque entre lo aparentemente insignificante y lo serio, entre la verdad y la mentira, entre lo que se siente y se dice, entre lo que se afirma y no se siente, entre lo que es y no es.

La risa emana en este juego complejo y relativo como la existencia misma. Se parodia todo. Lo percibimos en la televisión, en los chistes entre compañeros; aun en las reuniones más solemnes, en tono bajo; incluso, en el brillo burlón de una mirada.

La risa vivifica, envilece, invierte órdenes, corona sueños por un instante; en ocasiones, se vuelve seria. Tanto en nuestra literatura como en nuestra sociedad, sobreabundan los bufones, los locos, los tontos, los pícaros, los desenfrenados, los torcidos… De ellos nos burlamos para burlarnos un poco de los males y debilidades que nos asedian.

Como pronuncia uno de los éxitos de Celia Cruz: “La vida es un carnaval”. Esta artista, con su azúcarrrrrr siempre en los labios, fue un buen ejemplo de ese carnaval que nos hemos ideado, o nos han delineado.

Con sus vestidos y pelucas multicolores, pero sobre todo con su sonrisa omnipresente, Celia destejía tristezas a su paso. Nunca sabremos cuán real fue su contagiosa alegría. Lo que sí sabemos es que con su presencia nos hizo participe de ese su carnaval nuestro.

Elsa & Nilda Fernández - "Tous les bateaux tous les oiseaux"

Los Imprescindibles: Sor Juana Inés de la Cruz: I





La mitología en Primero Sueño


Por Leonardo Venta

Las referencias mitológicas forman la armazón del vasto y complejo poema Primero Sueño, de Sor Juana Inés de la Cruz, soberbio ejemplar del barroco hispanoamericano del siglo XVII.

El poema comienza con la descripción de la llegada de la noche, en cuya atmósfera el alma se desprende del cuerpo para realizar un viaje asombroso hacia la cúspide del conocimiento. El lector, al llegar al último verso, es cuando justamente se da cuenta de que el alma del hablante lírico es la que ha efectuado tan impresionante viaje: “el mundo iluminado y yo despierta”.

Las cuantiosas referencias mitológicas en el Sueño constituyen un desafío para cualquier lector, pero al mismo tiempo, sugieren esclarecedores motivos recurrentes de transgresión, osadía y castigo.

Nictimene es la primera figura importante de transgresión que se menciona en el poema. Indujo a su padre a tener relaciones incestuosas con ella, y fue transformada en lechuza. Asimismo, bebe del conocimiento vedado: “(…) y sacrílega llega a los lucientes / faroles sacros de perenne llama / que extingue, si no infama / en el licor claro la materia crasa / consumiendo, que el árbol de Minerva / de su fruto, de prensas agravado, / congojoso sudó y rindió forzado”.

Según el estudioso Rafael Catalá, Nictimene y Acteón son figuras mitológicas incestuosas. Basándose en un estudio sobre la psique de Sor Juana realizado por Ludwig Pfandl, Catalá explica el incesto de Acteón, considerando a Diana, en su calidad de diosa madre de la naturaleza, y a Acteón, el hijo cazador.

La diosa implacable transforma al cazador (hijo) en ciervo como castigo, lo que le ocasiona ser devorado por sus propios perros. La muerte de Acteón, para Catalá, es consecuencia del acto incestuoso de contemplar la desnudez prohibida de su madre – la naturaleza.

Del mismo modo, entre las criaturas nocturnas infractoras que describe el poema, se encuentran las Mineidas. Según el mito griego, en las festividades dedicadas al dios Baco, en Orcomenes, sólo ellas no participaban. Como castigo, una fue metamorfoseada en murciélago, la otra en búho y la tercera en lechuza. En esta ocasión el desacierto consiste en el descuido a un culto religioso.

No es un hecho accidental el que Ícaro figure en el reparto estelar del Sueño. Es el hijo de Dédalo, que huye del Laberinto de Creta volando con alas de cera. Se remonta muy cerca del sol; sus alas se derriten y perece precipitado en el mar. La excelencia que excede la capacidad mortal de Ícaro es el astro Rey, símbolo del Dios Supremo, con el cual emula la parva alma en su viaje de anabasis.

Por otra parte, la figura mitológica más aclamada del Sueño es Faetón, quien osó conducir el carro del Sol a través del cielo, acción vedada a los mortales. Perdió el control de las riendas del carruaje en llamas que amenazaba con incendiar el Orbe, por lo que fue fulminado con un rayo lanzado por Zeus.

Un aliado mitológico parece aguardar al alma en cada esfera de su viaje en el Sueño. Alcione y Céix, por ejemplo, emulan con Zeus y Hera, soberanos de los dioses olímpicos, al comparar su dicha con la de ellos, por lo que son transformados en pájaros: somormujo él, y alción ella. Este desacato es muy similar al del alma que aspira a un saber sólo permitido al orden divino.

Las vivencias colmadas de conflictos de la monja jerónima, ocasionadas en la mayor de las veces por su vocación hacia los estudios y aspiraciones emancipadoras,marchan paralelas, en gran medida, con el simbolismo al que apuntan numerosas de las figuras mitológicas que emplea en su majestuoso poema para promulgar un mensaje de libertad, audacia y ansias de conocimiento. Escrutar este poema es develar en toda su extensión el sentir más íntimo de la “Fénix de México”.

Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)



Primero sueño


Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas;
si bien sus luces bellas 5
--exentas siempre, siempre rutilantes--
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes, 10
que su atezado ceño
al superior convexo aun no llegaba
del orbe de la Diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta, 15
quedando sólo o dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba;
y en la quietud contenta
de imperio silencioso, 20
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpía.

Con tardo vuelo y canto, del oído 25
mal, y aun peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictimene acecha
de las sagradas puertas los resquicios,
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios 30
que capaz a su intento le abren brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, si no infama,
en licor claro la materia crasa 35
consumiendo, que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.

Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas hierba, 40
a la deidad de Baco inobedientes,
--ya no historias contando diferentes,
en forma sí afrentosa transformadas--,
segunda forman niebla,
ser vistas aun temiendo en la tiniebla, 45
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficïosas, digo,
atrevidas Hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas 50
alas tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas, con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio al agorero, 55
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas, negras, longas entonando,
y pausas más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa 60
de mayor proporción tal vez, que el viento
con flemático echaba movimiento,
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.

Éste, pues, triste son intercadente 65
de la asombrada turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al sueño persuadía;
antes sí, lentamente,
su obtusa consonancia espaciosa 70
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
--el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, 75
Harpócrates, la noche, silencioso;
a cuyo, aunque no duro,
si bien imperïoso
precepto, todos fueron obedientes--.

El viento sosegado, el can dormido, 80
éste yace, aquél quedo
los átomos no mueve,
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco, sacrílego ruïdo,
violador del silencio sosegado. 85
El mar, no ya alterado,
ni aun la instable mecía
cerúlea cuna donde el Sol dormía;
y los dormidos, siempre mudos, peces,
en los lechos lamosos 90
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces;
y entre ellos, la engañosa encantadora
Alcione, a los que antes
en peces transformó, simples amantes, 95
transformada también, vengaba ahora.

En los del monte senos escondidos,
cóncavos de peñascos mal formados
--de su aspereza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados--, 100
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aun al cierto
montaraz pie del cazador experto,
--depuesta la fiereza 105
de unos, y de otros el temor depuesto--
yacía el vulgo bruto,
a la Naturaleza
el de su potestad pagando impuesto,
universal tributo; 110
y el Rey, que vigilancias afectaba,
aun con abiertos ojos no velaba.

El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado, 115
con vigilante oído,
del sosegado ambiente
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda 120
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en la quietud del nido,
que de brozas y lodo, instable hamaca,
formó en la más opaca 125
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta, alado movimiento.

De Júpiter el ave generosa
--como al fin Reina--, por no darse entera 130
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un solo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño 135
--despertador reloj del leve sueño--,
porque, si necesario fue admitido,
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado. 140
¡Oh de la Majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa, quizá, que ha hecho misteriosa,
circular, denotando, la corona,
en círculo dorado, 145
que el afán es no menos continuado.

El sueño todo, en fin, lo poseía;
todo, en fin, el silencio lo ocupaba:
aun el ladrón dormía;
aun el amante no se desvelaba. 150

El conticinio casi ya pasando
iba, y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados,
--y no sólo oprimidos
del afán ponderoso 155
del corporal trabajo, mas cansados
del deleite también, (que también cansa
objeto continuado a los sentidos
aun siendo deleitoso:
que la Naturaleza siempre alterna 160
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infïel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo)--; 165
así, pues, de profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tienen ordinario,
--trabajo en fin, pero trabajo amado 170
si hay amable trabajo--,
si privados no, al menos suspendidos,
y cediendo al retrato del contrario
de la vida, que--lentamente armado--
cobarde embiste y vence perezoso 175
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo,
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna:
pues su nivel, en todo poderoso, 180
gradúa por exentas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara,
hasta la que pajiza vive choza; 185
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo 190
el sayal mide igual con el brocado.

El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno,--en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado--, 195
solamente dispensa
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo, 200
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el del reloj humano 205
vital volante que, si no con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.

Este, pues, miembro rey y centro vivo 210
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
--pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo ya, o ya dilatando 215
el musculoso, claro arcaduz blando,
hace que en el resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente,
y él venga su expulsión haciendo activo 220
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que, repetido, no hay robo pequeño--; 225
éstos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados, los sentidos 230
--con no replicar sólo defendidos--,
y la lengua que, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía.

Y aquella del calor más competente
científica oficina, 235
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca y siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y en ajustado natural cuadrante 240
las cuantidades nota
que a cada cuál tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor, en el manjar que--medianero
piadoso--entre él y el húmedo interpuso 245
su inocente substancia,
pagando por entero
la que, ya piedad sea, o ya arrogancia,
al contrario voraz necio lo expuso,
--merecido castigo, aunque se excuse, 250
al que en pendencia ajena se introduce--;
ésta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro envïaba
húmedos, más tan claros los vapores 255
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo no empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa
y aquésta, por custodia más segura, 260
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
grabó tenaz y guarda cuidadosa,
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase 265
imágenes diversas. * Y del modo
que en tersa superficie, que de Faro
cristalino portento, asilo raro
fue, en distancia longísima se vían
(sin que ésta le estorbase) 270
del reino casi de Neptuno todo
las que distantes le surcaban naves,
--viéndose claramente
en su azogada luna
el número, el tamaño y la fortuna 275
que en la instable campaña transparente
arresgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves--:
así ella, sosegada, iba copiando 280
las imágenes todas de las cosas,
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores, las figuras
no sólo ya de todas las criaturas 285
sublunares, más aun también de aquéllas
que intelectuales claras son Estrellas,
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí, mañosa, las representaba 290
y al Alma las mostraba.

La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial Ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto Ser, centella 295
que con similitud en sí gozaba;
y juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena,
que grosera embaraza y torpe impide 300
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la Esfera,
ya el curso considera
regular, con que giran desiguales
los cuerpos celestiales, 305
--culpa si grave, merecida pena
(torcedor del sosiego, riguroso)
de estudio vanamente judicioso--,
puesta, a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante 310
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente
nunca de aura agitada
consintió ser violada, 315
aun falda suya ser no merecía:
pues las nubes:--que opaca son corona
de la más elevada corpulencia,
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra--, 320
apenas densa zona
de su altiva eminencia,
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que--mal ceñido--
o el viento lo desata sacudido, 325
o vecino el calor del Sol lo apura.

A la región primera de su altura,
(ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo),
el rápido no pudo, el veloz vuelo 330
del águila--que puntas hace al Cielo
y al Sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido--
llegar; bien que esforzando
más que nunca el impulso, ya batiendo 335
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido,
tejiendo de los átomos escalas,
que su inmunidad rompan sus dos alas.

Las Pirámides dos--ostentaciones 340
de Menfis vano y de la Arquitectura
último esmero, si ya no pendones
fijos, no tremolantes--, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos
tumba y bandera fue a los Ptolomeos, 345
que al viento, que a las nubes publicaba
(si ya también al Cielo no decía)
de su grande, su siempre vencedora
ciudad--ya Cairo ahora--
las que, porque a su copia enmudía, 350
la Fama no cantaba.
Gitanas glorias, Ménficas proezas,
aun en el viento, aun en el Cielo impresas:

éstas,--que en nivelada simetría
su estatura crecía 355
con tal diminución, con arte tanto,
que (cuanto más al Cielo caminaba)
a la vista, que lince la miraba,
entre los vientos se desparecía,
sin permitir mirar la sutil punta 360
que al primer orbe finge que se junta,
hasta que fatigada del espanto,
no descendida, sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa,
tarde o mal recobrada 365
del desvanecimiento
que pena fue no escasa
del visüal alado atrevimiento--,
cuyos cuerpos opacos
no al Sol opuestos, antes avenidos 370
con sus luces, si no confederados
con él (como, en efecto, confinantes),
tan del todo bañados
de su resplandor eran, que --lucidos--
nunca de calorosos caminantes 375
al fatigado aliento, a los pies flacos,
ofrecieron alfombra
aun de pequeña, aun de señal de sombra

éstas, que glorias ya sean Gitanas,
o elaciones profanas, 380
bárbaros jeroglíficos de ciego
error, según el Griego
ciego también, dulcísimo Poeta,
--si ya, por las que escribe
Aquileyas proezas 385
o marciales de Ulises sutilezas,
la unión no le recibe
de los Historiadores, o le acepta
(cuando entre su catálogo le cuente)
que gloria más que número le aumente--, 390
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Tonante
el rayo fulminante
quitar, o la pesada 395
a Alcides clava herrada,
que un hemistiquio sólo
de los que le dictó propicio Apolo:

según de Homero, digo, la sentencia,
las Pirámides fueron materiales 400
tipos solos, señales exteriores
de las que, dimensiones interiores,
especies son del Alma intencionales:
que como sube en piramidal punta
al Cielo la ambiciosa llama ardiente, 405
así la humana mente
su figura trasunta,
y a la Causa Primera siempre aspira,
--céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia, 410
que contiene, infinita, toda esencia--.

éstos, pues, Montes dos artificiales
(bien maravillas, bien milagros sean),
y aun aquella blasfema altiva Torre
de quien hoy dolorosas son señales 415
--no en piedras, sino en lenguas desiguales,
porque voraz el tiempo no las borre--
los idiomas diversos que escasean
el socïable trato de las gentes
(haciendo que parezcan diferentes 420
los que unos hizo la Naturaleza,
de la lengua por sólo la extrañeza),
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada
donde, sin saber cómo, colocada 425
el Alma se miró, tan atrasados
se hallaran, que cualquiera
gradüara su cima por Esfera:
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo, 430
en la más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada, que creía
que a otra nueva región de sí salía.

En cuya casi elevación inmensa, 435
gozosa mas suspensa,
suspensa pero ufana,
y atónita aunque ufana, la suprema
de lo sublunar Reina soberana,
la vista perspicaz, libre de anteojos, 440
de sus intelectuales bellos ojos,
(sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele),
libre tendió por todo lo crïado: 445
cuyo inmenso agregado,
cúmulo incomprehensible,
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que--entorpecida 450
con la sobra de objetos, y excedida
de la grandeza de ellos su potencia--,
retrocedió cobarde.

Tanto no, del osado presupuesto,
revocó la intención, arrepentida, 455
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
--contra el Sol, digo, cuerpo luminoso, 460
cuyos rayos castigo son fogoso,
que fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confïado, antes atrevido
y ya llorado ensayo, 465
(necia experiencia que costosa tanto
fue, que ícaro ya, su propio llanto
lo anegó enternecido)--,
como el entendimiento, aquí vencido
no menos de la inmensa muchedumbre 470
(de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies, conglobado
esférico compuesto),
que de las cualidades
de cada cual, cedió; tan asombrado, 475
que--entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa--,
equivocó las ondas zozobraba;
y por mirarlo todo, nada vía, 480
ni discernir podía
(bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprehensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba 485
la máquina voluble de la Esfera,
al contrapuesto polo)
las partes, ya no solo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes, 490
a su ornato, no mas, pertenecientes;
Mas ni aun las que integrantes
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.

Mas como al que ha usurpado 495
diuturna obscuridad, de los objetos
visibles los colores,
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sobra de luz queda más ciego
--que el exceso contrarios hace efectos 500
en la torpe potencia, que la lumbre
del Sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre--,
y a la tiniebla misma, que antes era
tenebroso a la vista impedimento, 505
de los agravios de la luz apela,
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo ya--piadosa medianera— 510
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firmes ejerciten, 515
--recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar, inducir pudo
a uno y otro Galeno 520
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso 525
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
(a la admiración dando, suspendida, 530
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada
empírica atención, examinada
en la bruta experiencia,
por menos peligrosa), 535
la confección hicieran provechosa,
último afán de la Apolínea ciencia,
de admirable trïaca,
¡que así del mal el bien tal vez se saca!--:
no de otra suerte el Alma, que asombrada 540
de la vista quedó de objeto tanto,
la atención recogió, que derramada
en diversidad tanta, aun no sabía
recobrarse a sí misma del espanto
que portentoso había 545
su discurso calmado,
permitiéndole apenas
de un concepto confuso
el informe embrïón que, mal formado,
inordinado caos retrataba 550
de confusas especies que abrazaba,
--sin orden avenidas,
sin orden separadas,
que cuanto más se implican combinadas
tanto más se disuelven desunidas, 555
de diversidad llenas--,
ciñendo con violencia lo difuso
de objeto tanto, a tan pequeño vaso,
(aun al más bajo, aun al menor, escaso).

Las velas, en efecto, recogidas, 560
que fïó inadvertidas
traidor al mar, al viento ventilante,
--buscando, desatento,
al mar fidelidad, constancia al viento--,
mal le hizo de su grado 565
en la mental orilla
dar fondo, destrozado,
al timón roto, a la quebrada entena,
besando arena a arena
de la playa el bajel, astilla a astilla, 570
donde--ya recobrado--
el lugar usurpó de la carena
cuerda refleja, reportado aviso
de dictamen remiso:
que, en su operación misma reportado, 575
más juzgó conveniente
a singular asunto reducirse,
o separadamente
una por una discurrir las cosas
que vienen a ceñirse 580
en las que artificiosas
dos veces cinco son Categorías:

reducción metafísica que enseña
(los entes concibiendo generales
en sólo unas mentales fantasías 585
donde de la materia se desdeña
el discurso abstraído)
ciencia a formar de los universales,
reparando, advertido,
con el arte el defecto 590
de no poder con un intüitivo
conocer acto todo lo crïado,
sino que, haciendo escala, de un concepto
en otro va ascendiendo grado a grado,
y el de comprender orden relativo 595
sigue, necesitado
del del entendimiento
limitado vigor, que a sucesivo
discurso fía su aprovechamiento:

cuyas débiles fuerzas, la doctrina 600
con doctos alimentos va esforzando,
y el prolijo, si blando,
continuo curso de la disciplina,
robustos le va alientos infundiendo,
con que más animoso 605
al palio glorïoso
del empeño más arduo, altivo aspira,
los altos escalones ascendiendo,
--en una ya, ya en otra cultivado
facultad--, hasta que insensiblemente 610
la honrosa cumbre mira
término dulce de su afán pesado
(de amarga siembra, fruto al gusto grato,
que aun a largas fatigas fue barato),
y con planta valiente 615
la cima huella de su altiva frente.

De esta serie seguir mi entendimiento
el método quería,
o del ínfimo grado
del ser inanimado 620
(menos favorecido,
si no más desvalido,
de la segunda causa productiva),
pasar a la más noble jerarquía
que, en vegetable aliento, 625
primogénito es, aunque grosero,
de Thetis,--el primero
que a sus fértiles pechos maternales,
con virtud atractiva,
los dulces apoyó manantïales 630
de humor terrestre, que a su nutrimento
natural es dulcísimo alimento--,
y de cuatro adornada operaciones
de contrarias acciones,
ya atrae, ya segrega diligente 635
lo que no serle juzga conveniente,
ya lo superfluo expele, y de la copia
la substancia más útil hace propia;

y--esta ya investigada--,
forma inculcar más bella 640
(de sentido adornada,
y aun más que de sentido, de aprehensiva
fuerza imaginativa),
que justa puede ocasionar querella
--cuando afrenta no sea-- 645
de la que más lucida centellea
inanimada Estrella,
bien que soberbios brille resplandores,
--que hasta a los Astros puede superiores,
aun la menor criatura, aun la más baja, 650
ocasionar envidia, hacer ventaja--;

y de este corporal conocimiento
haciendo, bien que escaso, fundamento,
al supremo pasar maravilloso
compuesto triplicado, 655
de tres acordes líneas ordenado
y de las formas todas inferiores
compendio misterioso:
bisagra engarzadora
de la que más se eleva entronizada 660
Naturaleza pura
y de la que, criatura
menos noble, se ve más abatida:
no de las cinco solas adornada
sensibles facultades, 665
mas de las interiores
que tres rectrices son, ennoblecida,
--que para ser señora
de las demás, no en vano
la adornó Sabia Poderosa Mano--: 670
fin de Sus obras, círculo que cierra
la Esfera con la tierra,
última perfección de lo criado
y último de su Eterno Autor agrado,
en quien con satisfecha complacencia 675
Su inmensa descansó magnificencia:

fábrica portentosa
que, cuanto más altiva al Cielo toca,
sella el polvo la boca,
--de quien ser pudo imagen misteriosa 680
la que águila Evangélica, sagrada
visión en Patmos vio, que las Estrellas
midió y el suelo con iguales huellas,
o la estatua eminente
que del metal mostraba más preciado 685
la rica altiva frente,
y en el más desechado
material, flaco fundamento hacía,
con que a leve vaivén se deshacía--:
el Hombre, digo, en fin, mayor portento 690
que discurre el humano entendimiento;
compendio que absoluto
parece al ángel, a la planta, al bruto;
cuya altiva bajeza
toda participó Naturaleza. 695
¿Por qué? Quizá porque más venturosa
que todas, encumbrada
a merced de amorosa
Unión sería. ¡Oh, aunque repetida,
nunca bastantemente bien sabida 700
merced, pues ignorada
en lo poco apreciada
parece, o en lo mal correspondida!

Estos, pues, grados discurrir quería
unas veces; pero otras, disentía, 705
excesivo juzgando atrevimiento
el discurrirlo todo,
quien aun la más pequeña,
aun la más fácil parte no entendía
de los más manüales 710
efectos naturales;
quien de la fuente no alcanzó risueña
el ignorado modo
con que el curso dirige cristalino
deteniendo en ambages su camino, 715
--los horrorosos senos
de Plutón, las cavernas pavorosas
del abismo tremendo,
las campañas hermosas,
los Eliseos amenos, 720
tálamo ya de su triforme esposa,
clara pesquisidora registrando,
(útil curiosidad, aunque prolija,
que de su no cobrada bella hija
noticia cierta dio a la rubia Diosa, 725
cuando montes y selvas trastornando,
cuando prados y bosques inquiriendo,
su vida iba buscando
y del dolor su vida iba perdiendo)--;

quien de la breve flor aun no sabía 730
por qué ebúrnea figura
circunscribe su frágil hermosura:
mixtos, por qué, colores
--confundiendo la grana en los albores--
fragante le son gala: 735
ambares por qué exhala,
y el leve, si más bello
ropaje al viento explica,
que en una y otra fresca multiplica
hija, formando pompa escarolada 740
de dorados perfiles cairelada,
que --roto del capillo el blanco sello--
de dulce herida de la Cipria Diosa
los despojos ostenta jactanciosa,
si ya el que la colora, 745
candor al alba, púrpura al aurora
no le usurpó y, mezclado,
purpúreo es ampo, rosicler nevado:
tornasol que concita
los que del prado aplausos solicita, 750
preceptor quizá vano
--si no ejemplo profano--
de industria femenil que el más activo
veneno, hace dos veces ser nocivo
en el velo aparente 755
de la que finge tez resplandeciente.

Pues si a un objeto solo, --repetía
tímido el Pensamiento--,
huye el conocimiento
y cobarde el discurso se desvía; 760
si a especie segregada
--como de las demás independiente,
como sin relación considerada--
da las espaldas el entendimiento,
y asombrado el discurso se espeluza 765
del difícil certamen que rehúsa
acometer valiente,
porque teme cobarde
comprehenderlo o mal, o nunca, o tarde,
¿cómo en tan espantosa 770
máquina inmensa discurrir pudiera,
cuyo terrible incomportable peso
--si ya en su centro mismo no estribara--
de Atlante a las espaldas agobiara,
de Alcides a las fuerzas excediera; 775
y el que fue de la Esfera
bastante contrapeso,
pesada menos, menos ponderosa
su máquina juzgara, que la empresa
de investigar a la Naturaleza? 780

Otras --más esforzado--
demasiada acusaba cobardía
el lauro antes ceder, que en la lid dura
haber siquiera entrado,
y al ejemplar osado 785
del claro joven la atención volvía,
--auriga altivo del ardiente carro--,
y el, si infeliz, bizarro
alto impulso, el espíritu encendía:
donde el ánimo halla 790
--más que el temor ejemplos de escarmiento--
abiertas sendas al atrevimiento,
que una ya vez trilladas, no hay castigo
que intento baste a remover segundo,
(segunda ambición, digo). 795

Ni el panteón profundo
--cerúlea tumba a su infeliz ceniza--,
ni el vengativo rayo fulminante
mueve, por más que avisa,
al ánimo arrogante 800
que, el vivir despreciando, determina
su nombre eternizar en su ruina.
Tipo es, antes, modelo:
ejemplar pernicioso
que alas engendra a repetido vuelo, 805
del ánimo ambicioso
que --del mismo terror haciendo halago
que al valor lisonjea--,
las glorias deletrea
entre los caracteres del estrago. 810
O el castigo jamás se publicara,
porque nunca el delito se intentara:
político silencio antes rompiera
los autos del proceso,
--circunspecto estadista--; 815
o en fingida ignorancia simulara,
o con secreta pena castigara
el insolente exceso,
sin que a popular vista
el ejemplar nocivo propusiera: 820
que del mayor delito la malicia
peligra en la noticia,
contagio dilatado trascendiendo;
porque singular culpa sólo siendo,
dejara más remota a lo ignorado 825
su ejecución, que no a lo escarmentado.

Mas mientras entre escollos zozobraba
confusa la elección, sirtes tocando
de imposibles, en cuantos intentaba
rumbos seguir, --no hallando 830
materia en que cebarse
el calor ya, pues su templada llama
(llama al fin, aunque más templada sea,
que si su activa emplea
operación, consume, si no inflama) 835
sin poder excusarse
había lentamente
el manjar trasformado,
propia substancia de la ajena haciendo:
y el que hervor resultaba bullicioso 840
de la unión entre el húmedo y ardiente,
en el maravilloso
natural vaso, había ya cesado
(faltando el medio), y consiguientemente
los que de él ascendiendo 845
soporíferos, húmedos vapores
el trono racional embarazaban
(desde donde a los miembros derramaban
dulce entorpecimiento),
a los suaves ardores 850
del calor consumidos,
las cadenas del sueño desataban:
y la falta sintiendo de alimento
los miembros extenuados,
del descanso cansados, 855
ni del todo despiertos ni dormidos,
muestras de apetecer el movimiento
con tardos esperezos
ya daban, extendiendo
los nervios, poco a poco, entumecidos, 860
y los cansados huesos
(aun sin entero arbitrio de su dueño)
volviendo al otro lado--,
a cobrar empezaron los sentidos,
dulcemente impedidos 865
del natural beleño,
su operación, los ojos entreabriendo.

Y del cerebro, ya desocupado,
las fantasmas huyeron
y --como de vapor leve formadas-- 870
en fácil humo, en viento convertidas,
su forma resolvieron.
Así linterna mágica, pintadas
representa fingidas
en la blanca pared varias figuras, 875
de la sombra no menos ayudadas
que de la luz: que en trémulos reflejos
los competentes lejos
guardando de la docta perspectiva,
en sus ciertas mensuras 880
de varias experiencias aprobadas,
la sombra fugitiva,
que en el mismo esplendor se desvanece,
cuerpo finge formado,
de todas dimensiones adornado, 885
cuando aun ser superficie no merece.

En tanto el Padre de la Luz ardiente,
de acercarse al Oriente
ya el término prefijo conocía,
y al antípoda opuesto despedía 890
con transmontantes rayos:
que --de su luz en trémulos desmayos--
en el punto hace mismo su Occidente,
que nuestro Oriente ilustra luminoso.
Pero de Venus, antes, el hermoso 895
apacible lucero
rompió el albor primero,
y del viejo Tithón la bella esposa
--amazona de luces mil vestida,
contra la noche armada, 900
hermosa si atrevida,
valiente aunque llorosa--,
su frente mostró hermosa
de matutinas luces coronada,
aunque tierno preludio, ya animoso, 905
del Planeta fogoso,
que venía las tropas reclutando
de bisoñas vislumbres,
--las más robustas, veteranas lumbres
para la retaguardia reservando--, 910
contra la que, tirana usurpadora
del imperio del día,
negro laurel de sombras mil ceñía
y con nocturno cetro pavoroso
las sombras gobernaba, 915
de quien aun ella misma se espantaba.

Pero apenas la bella precursora
signifera del Sol, el luminoso
en el Oriente tremoló estandarte,
tocando al arma todos los suaves 920
si bélicos clarines de las aves,
(diestros, aunque sin arte,
trompetas sonorosos),
cuando, --como tirana al fin, cobarde,
de recelos medrosos 925
embarazada, bien que hacer alarde
intentó de sus fuerzas, oponiendo
de su funesta capa los reparos,
breves en ella de los tajos claros
heridas recibiendo, 930
(bien que mal satisfecho su denuedo,
pretexto mal formado fue del miedo,
su débil resistencia conociendo)--,
a la fuga ya casi cometiendo
más que a la fuerza, el medio de salvarse, 935
ronca tocó bocina
a recoger los negros escuadrones
para poder en orden retirarse,
cuando de más vecina
plenitud de reflejos fue asaltada, 940
que la punta rayó más encumbrada
de los del Mundo erguidos torreones.

Llegó, en efecto, el Sol cerrando el giro
que esculpió de oro sobre azul zafiro:
de mil multiplicados 945
mil veces puntos, flujos mil dorados
--líneas, digo, de luz clara--, salían
de su circunferencia luminosa,
pautando al Cielo la cerúlea plana;
y a la que antes funesta fue tirana 950
de su imperio, atropadas embestían:
que sin concierto huyendo presurosa
--en sus mismos horrores tropezando--
su sombra iba pisando,
y llegar al Ocaso pretendía 955
con el (sin orden ya) desbaratado
ejército de sombras, acosado
de la luz que el alcance le seguía.

Consiguió, al fin, la vista del Ocaso
el fugitivo paso, 960
y --en su mismo despeño recobrada
esforzando el aliento en la rüina--,
en la mitad del globo que ha dejado
el Sol desamparada,
segunda vez rebelde determina 965
mirarse coronada,
mientras nuestro Hemisferio la dorada
ilustraba del Sol madeja hermosa,
que con luz judiciosa
de orden distributivo, repartiendo 970
a las cosas visibles sus colores
iba, y restituyendo
entera a los sentidos exteriores
su operación, quedando a luz más cierta
el mundo iluminado y yo despierta. 975

La muerte de Artemio Cruz



Por Leonardo Venta


Carlos Fuentes a sus ochenta años
La novela más célebre de Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz (MAC), publicada en 1962, emplea inusitados recursos técnicos narrativos dentro de la novedad que significó el hoy encanecido boom de la literatura latinoamericana de los años sesenta.

Artemio, un caudillo de la Revolución mexicana, desde su lecho de muerte repasa las etapas más importantes de su existencia; reflexiona en cómo sus ideales revolucionarios paulatinamente han sucumbido; así como padece el agónico vacío afectivo que no puede llenar una enorme fortuna fraudulentamente acumulada.

En MAC existe un desplazamiento dado en la relación entre la supuesta disposición cronológica de los hechos enunciados y la disposición artificial del proceso de enunciación que da cuenta de ellos. Para el mismo Fuentes, “la novela imagina un pasado y recuerda un porvenir". Abre en el presente: “YO despierto… Me despierta el contacto de ese objeto frío con el miembro”, y cierra con la extinción del ‘yo’, el ‘tú’ y el ‘él’, especialmente el ‘tú’, que simboliza el subconsciente: “... los tres moriremos… Tú… mueres… has muerto... Moriré”.

Artemio ejercita un monólogo a lo Joyce, indicado, en parte, por el uso del ‘tú’, la manera en que se dirige a su subconsciente: “TÚ ya no sabrás: no conocerás tu corazón abierto”. Este interlocutor en segunda persona es falso, ya que no es alguien distinto al propio enunciador.

El “yo”, por su parte, opera en diferentes niveles: el examen de conciencia del narrador sobre lo que ha sido su vida; motivos recurrentes reflejados desde el inconsciente (como el pedir que abran las ventanas); el tiempo en avance, reflejado en un “yo” presente que se proyecta temporalmente hacia la muerte; y el tiempo detenido del “yo”, al margen del desarrollo de los acontecimientos.

Por su parte, el nivel narrativo del “él”, que complementa al ‘yo’ y al ‘tu’, puede considerarse como parte de un único monólogo interior que se refiere al pasado, paradójicamente, como tiempo que se proyecta evocativamente al futuro: “bostezarás: cerrarás los ojos: bostezarás: tú, Artemio Cruz: él, creerás en tus días con los ojos cerrados”.

El desdoblamiento del enunciante en las tres personas gramaticales se encuentra en perfecta asonancia con el desconcierto agónico que le estremece emocional y físicamente.

La novela registra cambios bruscos, interrupciones imprevistas, así como figurativas y ambiguas repeticiones. Cada fragmento, al integrarse al texto, casi cinematográficamente, dilata el mundo exterior e interno que confluyen en la psiquis enmarañada del protagonista.

Para lograr el efecto de caos, el autor se apoya también en la utilización inapropiada de los signos de puntuación, el uso inusual y normativo de los rasgos sintácticos (empleo constante del punto y seguido, los dos puntos, ausencia de las mayúsculas y el uso continuado de la conjunción copulativa ‘y’, entre otros).

La novela, para la crítica Doris Sommer, profesora de la Universidad de Harvard, es un ataque a la historia romántica de las “ficciones fundacionales” de América Latina; para el ensayista, profesor, poeta y narrador peruano Julio Ortega, “puede leerse como una alegoría irónica de la formación nacional: de su crítica y de la mitología de sus orígenes”; para este servidor es un ejercicio tedioso de lectura que justifica la intención innovadora del autor en su momento.

Prima Ballerina Assoluta

Frost over the World - Carlos Acosta - 8 May 09





lunes, 23 de agosto de 2010

Mercedes Sosa y Nilda Fernández - "Mon Amour"

Serrat & Noa - "Es caprichoso el azar"

“Me duelen” – José Luis Perales

Dyango y El Consorcio: Un Concierto Memorable


Por Leonardo Venta



Nunca lo había visto. En mi Habana, no me quedaba más remedio que escuchar sus canciones por la radio; mientras aprendí, en esta pausada Tampa, a conformarme a desatar su musical temperamento en el rito circular de una lámina que reproduce sonidos.

Sin embargo, este 2008, por primera vez, la imagen de Dyango se me fue develada en el Mahaffey Theater de Saint Petersburg, en un concierto en el que pude deleitarme, a plenitud, no solamente de su arte superior, sino también de la magia de El Consorcio, los románticos ex integrantes de Mocedades, en el espectáculo “Cantándole al Amor”.

Abrió Dyango, en un programa dividido en dos partes, para avivar nuestras emociones hasta el delirio; y cerró El Consorcio, trasportándonos a la desembocadura de un inefable éxtasis.

El legendario músico y cantante catalán interpretó números en los que fijó sus dotes excepcionales. Al entonar temas como “A usted señora”, “Como han pasado los años”, “El día que me quieras”, “Regálame esta noche”, “Nostalgia” y “El que más te ha querido”, demostró que aún puede cantar como cuando yo lo escuchaba tras la diminuta bocina de mi radio adolescente.

Les dedicó a sus amigos cubanos la pieza “Lejos de los ojos” de su primer long-play, aparecido en 1969, el cual lo lanzó al estrellato. “Me encuentro tan solo / me siento tan triste / si tu estás tan lejos, / tan lejos de mí”, es la letra que sacudió el ayer caribeño despatriado. “La hicieron como un himno especial para ellos [los cubanos]”, expresó Dyango, mientras el público respondía con una cerrada ovación.

El gran intérprete cantó y actuó sus canciones como pocos saben hacerlo. Al final de su intervención, ante un público que le rogaba a gritos que continuara cantando, reapareció en escena tañendo un violín, en un clímax en el que la ejecución del instrumento, los gestos, la mímica facial y la interpretación vocal se acoplaron para crear la magia irrepetible de los grandes momentos escénicos.

Amaya Uranga, Sergio y Estíbaliz, Iñaki Uranga y Carlos Zubiaga, los integrantes de El Consorcio, prolongaron el irrefrenable fluir romántico que había iniciado Dyango.

Temas como “Eres Tú”, “Tómame o Déjame” y “Secretaria” despertaron uno que otro dormido recuerdo, así como despabilaron distraídas lágrimas que iban a morir en el perfil almidonado de un pañuelo o en el puño ofuscado sobre un humedecido rostro.

Al final del show, Dyango, que estaba entre bastidores disfrutando de las interpretaciones de El Consorcio, fue llamado por éstos al escenario, en un espontáneo y fraternal gesto, a lo que el catalán respondió aunándoseles en una despedida que la gente no esperaba y agradeció efusivamente.

domingo, 22 de agosto de 2010

Alejandro Sanz se mete a Tampa en el bolsillo

Por Leonardo Venta

(Publicado en el semanario La Prensa, febrero de 2008)

Alejandro Sanz sedujo hasta el delirio al público, en su mayoría mujeres, que se dio cita en el Morsani Hall del Tampa Bay Peforming Arts Center, en el concierto del pasado 6 de febrero con el que cerró su gira triunfal por Estados Unidos.


“El tren de los momentos’, un gran espectáculo de dos horas de duración, transitó los temas de su más reciente producción, que dio nombre a la gira y que recibió, cuatro días después de su presentación en Tampa, el codiciado premio Grammy al mejor disco pop latino.

Desde su irrupción en el escenario, con toda la audiencia en pie, acompañado por talentosos músicos, en una atmosfera fantástica creada por pantallas de movimiento independiente y brazos con luz robótica, bajo el ruido arrollador de un tren que se acercaba, el show cautivó al público.

En una velada sumamente intensa, el cantante español hizo travesuras con su rasgada voz y sedicioso talento para despertar toda una gama de emociones en la audiencia. Hizo reír con su espontáneo humor; soñar, con las románticas letras de sus canciones; y reflexionar, con sus audaces alusiones.

Tras más de dos meses y medio de gira en suelo estadounidense, se despidió de sus fanáticos. "Este es un concierto especial. Primero, porque están ustedes. Segundo, porque es el último concierto de la gira de Estados Unidos. Voy a extrañar… voy a extrañar esta gira, verdad que sí”, afirmó al comenzar el show.

De Tampa, el tren de Alejandro Sanz continuó su viaje hacia Santo Domingo, donde se presentó el sábado 9 de febrero en el Palacio de los Deportes, para detener su marcha, el martes 12, en el estadio Ricardo Saprissa de Costa Rica.

Ya a mitad del concierto, y hasta el último aplauso, decenas de jóvenes se aglomeraron frente al escenario, obstruyendo la visibilidad de los que estaban sentados en las butacas más cercanas. Se escuchaban gritos histéricos, se percibían lágrimas de emoción, ávidas cámaras fotográficas, así como furtivas adolescentes subiéndose al escenario para abrazar y besar al artista.

Aunque las acomodadoras del teatro se mantuvieron en constante vela para controlar a las entusiasmadas fanáticas, el orden realmente nunca llegó. Sí, Alejandro Sanz se metió a Tampa en el bolsillo.



' LABANA '


Carlitos venga que se va
que no nos espera el viento
que la soledad nos acompañe
su corazón se va descosiendo
Espera sólo un poco más
quiero explicarle a los niños
que La Habana es la ciudad
donde los sueños aprenden a nadar..
Y para que no se colme mi vaso
lo cuento dando sorbitos
que mi negra está en La Habana
que me tengo que ir solito...
Tocaos sobra el dinero, pa' un corazón...
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado
Como hablarle a la pared
los muros piden a gritos
dicen que a La Habana no se va
a echarle canas al aire
maldito, maldito sea este mundo
me quiero llevar a mi negra
que se me quedó en La Habana
que se me ha quedado en tierra
Tocaos sobra el dinero, pa' un corazón...
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado
sobra el dinero para un corazón
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado
Si se me ha quedado en tierra
si se me ha quedado abandonado
que se me ha quedo en tierra
que se me ha quedado abandonado
Que no me queda nada
que no me queda nada, no, no...
Sobra el dinero, para un corazón
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado
Tocaos sobra el dinero pa' un corazón…
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado
pero que lindo y que bueno
no sé que voy a hacer
pero voy a quererte mi niña siempre
Ve mi negra no, no, no, ve mi negra no te vayas
y espera sólo un poco más...
quiero explicarle a mi ciudad
a mi negrita que es cubana
porque me voy de La Habana, no
Sobra el dinero, pa' un corazón...
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado...
Sobra el dinero...(repetidamente)
Quien va a encerrar el corazón de la gente buena,
ni de los poetas ni de la gente que se siente libre
cuenta, cuenta, cuenta, un día tras otro lo cuenta
¡cuanta uno!, ¡cuenta dos!, ¡cuenta tres!, ¡cuenta cuatro!
¡que te vas Fidel!
Sobra el dinero, pa' un corazón...
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado
Pero no sobra el alma del habanero
pa' este corazón partió...
¿Quién me va a entregar sus emociones,
una niña que me quiera como un loco enamorado?
Sobra el dinero, para un corazón...
tocaos sobra el dinero, si no estás a mi lado

miércoles, 18 de agosto de 2010

Vientos del pueblo

Por Leonardo Venta
(Publicado en el semanario Ecos, de Tampa, a comienzos de los años noventa)

Simplemente Raphael


Por Leonardo Venta
(Publicado en La Gaceta de Tampa, mayo de 2007)

Raphael, el sexagenario intérprete español cuyas canciones han sido grandes éxitos desde que irrumpió triunfalmente en el mundo del espectáculo en la década de los sesenta, tuvo un fin de semana exitoso y excesivamente ajetreado.

El viernes 11 de mayo actuó en el Knight Concert Hall del Carnival Center de Miami, después de dos años de ausencia. El sábado 12, de la misma forma, se presentó en nuestra Bahía, donde hacía mucho no se le veía, en el Carol Morsani Hall del Tampa Bay Performing Arts Center, y el domingo cantó, por primera vez, en la conocida capital del nuevo sur, en el Atlanta Symphony Hall del Woodruff Arts Center. Nótese que los nombres de estos teatros se desentienden mucho de la notoriedad de concisión que se le ha atribuido siempre a la lengua shakesperiana.

Eso sí, nada conciso fue el concierto de dos horas y media que ofreció en Tampa “El Niño de Linares", como se le conoce en el mundo artístico a este cantante, quien a sus 62 años todavía ‘sigue siendo aquel’, o al menos, pretende serlo.

Raphael, que en su famoso tema “Frente al espejo”, lleva rato afirmando tener “menos tersa la piel’ y ‘unos años de más’, no quebró el cristal frente al que interpreta esta canción, como siempre lo hace en sus importantes conciertos. Quizá… lo estaba reservando para quebrarlo en Atlanta, la función que le sobrevenía el domingo. ¿Sabrá Dios cuántos cristales ha quebrado o dejado de quebrar en esta gira mundial, que comenzó en mayo del 2006 y planea concluir en marzo del 2008, bajo el título de su más reciente CD, “Cerca de ti”?

Sin embargo, el quebrar cristales y pararse ante un espejo es un efecto tan repetido como el que ha suscitado Violetta Valéry, la heroína de “La Traviata”, al lanzar y quebrar su copa vacía de vino, por 154 años ininterrumpidos, desde el estreno de esta ópera de Verdi en Venecia.

En Chile, donde Raphael realizó, según leímos en la prensa, seis memorables funciones, hubo espejos rotos, teatros abarrotados y una gran aprobación general. De la función en Miami, el pasado viernes, no hemos leído nada aún.

No obstante, al terminar el concierto de Raphael en Tampa, algunos se preguntaban el por qué en un espectáculo que costaba igual, o más, de lo que se paga por un ballet, o una ópera, no había una orquesta – ni siquiera un grupo de músicos –, tampoco bailarines, ni efectos escénicos. El intérprete se movía en el espacio que ocupaba un piano, una improvisada y pequeña escalera, una silla, hasta detenerse, al final, ante el famoso cristal-espejo que nunca quebró.

Sin lugar a duda, pudimos disfrutar del arte del Gran Raphael – valga la franqueza de este calificativo –, pero desde un oscuro y desolado escenario, acompañado por los dedos disciplinados del pianista argentino Juan Esteban Cuacci, que acariciaban el piano al dedillo, y al que el ‘Niño de Linares’, en su absorvente exceso de autoestima, no le dejó muchos aplausos disponibles.

martes, 17 de agosto de 2010

Ballets en honor a Lezama Lima


Por José Luis Estrada Betancourt

Una de las personalidades más sobresalientes en la historia de la literatura y la cultura cubanas, el escritor José Lezama Lima, no podía dejar de ser recordado, en su centenario, en el venidero 22 Festival Internacional de Ballet de La Habana, que tendrá lugar del 28 de octubre y hasta el 7 de noviembre.

Y se hará mediante la realización de una gala especial, donde la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, directora del certamen y del Ballet Nacional de Cuba, estrenará mundialmente dos obras: Muerte de Narciso, inspirada en el poema homónimo del autor de Paradiso; y La noche del eclipse, que evoca el primer encuentro entre Juana Borrero y Carlos Pío Urbach, dos legendarios jóvenes poetas del siglo XIX cubano.

La Muerte de Narciso se apoya en música de Julián Orbón, compositor muy vinculado a Lezama Lima y al grupo literario Orígenes, y contará con diseños de Ricardo Reymena y José Luis Fariñas. Mientras, La noche del eclipse utilizará las creaciones musicales del también cubano José Manuel «Lico» Jiménez, y los diseños de Frank Álvarez.

La gala está prevista para el 5 de noviembre en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, sede principal del evento.

lunes, 16 de agosto de 2010

José Lezama Lima, el poeta barroco

Por Armando Almada-Roche*
(Buenos Aires, especial para ABC Color)

José Lezama Lima, todas las tardes, convertía la sala de estar de su casa de Trocadero 162, en su cuarto de trabajo. Apoyaba una libreta sobre el brazo del sillón en que invariablemente se sentaba y escribía. A veces, cuando el asma no lo dejaba dormir, se iba a una segunda noche y sus manos volvían a penetrar el hálito de la palabra; pero al parecer las horas más productivas eran las del crepúsculo.


La generosidad era un rasgo que distinguía a Lezama; otro, era la ironía. Nadie, ni sus más íntimos amigos han podido librarse de ella. Si Paradiso dividió en dos su vida; la fama, sin embargo, no había logrado alterarla. Sencillo e inmodesto, amable y desdeñoso, apasionado e indiferente. Lezama, más allá del bien y del mal, insensible a la diatriba y al elogio, era el mismo de siempre. La fe en su obra, la convicción de su valor, de las que en su momento dio muestras, son idénticas a las que hizo patentes cuando era un escritor desconocido.

José Lezama Lima, poeta, ensayista y narrador cubano que un 9 de agosto moría en La Habana, su ciudad natal. Figura descollante del grupo Orígenes (en el que también participaron Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego, Octavio Smith, Ángel Gaztelu, José Rodríguez Feo y Virgilio Piñera), no sólo su gravitante poesía sino también su papel de animador cultural adquieren relevancia a partir de 1937, año en que aparece Muerte de Narciso, su primer título. Max Henrí- quez Ureña sostendría años más tarde que si ese libro inicial “fue una revelación”, el segundo, Enemigo rumor (1941) “fue una revolución”. La obra de Lezama se va completando posteriormente con Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960), en poesía; Analecta del reloj (1953), La expresión americana (1957), Tratados de La Habana (1958), La cantidad hechizada (1970), ensayos; y Paradiso (1966), novela. El conjunto siempre ha sido altamente estimado, a nivel latinoamericano, por una élite intelectual que a menudo se envanece de su propia admiración, como si el mero hecho de entender a Lezama les otorgara una patente de talento y erudición.

Nouveau roman

¿Por qué escribir si de alguna manera ya todo ha sido escrito? Gide observó sardónicamente que como nadie escucha, hay que volver a decirlo todo, pero una sospecha de culpa y superfluidad mueven al intelectual europeo a la más extrema vigilancia de su oficio y de sus medios, única manera de no rehacer caminos demasiados andados...

Entre tanto, Lezama en su isla amanecía con una felicidad de preadamita sin corbata de pájaro, y no se sentía culpable de ninguna tradición directa. Las asumía todas, desde los hígados etruscos hasta Leopold Bloom, sonándose en un pañuelo sucio, pero sin compromiso histórico, sin ser un escritor francés o austriaco; él es un cubano con un mero puñado de cultura propia a la espalda y el resto es conocimiento puro y libre, no responsabilidad de carrera... No era un eslabón de la cadena, no estaba obligado a hacer más o mejor o diferente, no necesitaba justificarse como escritor. Tanto su increíble sobreabundancia como sus carencias procedían de esa inocente libertad, de esa libre inocencia...

José Lezama Lima era uno de los últimos escritores incorporados a ese movimiento espléndido, corrosivo y fulgurante que ha irrumpido en la literatura universal y que constituye la novela latinoamericana actual. Movimiento donde existen figuras muy dispares en edad, nacionalidad, estilo y actitudes ideológicas que engloba a escritores de todas las latitudes del subcontinente sobre cuyos libros los críticos más importantes del mundo se inclinan con una atención extremada y se vuelcan las grandes masas de lectores de Occidente. Consumida en sí misma la escuela de la nouveau roman francesa, agotado el neorrealismo italiano, mordiéndose la cola con sucesivas complejidades la narrativa estadounidense –donde los best sobrevivieron a duras penas ahogados por un intelectualismo creciente– y sumida en la pobreza estética la novela de los jóvenes airados ingleses, los novelistas argentinos, guatemaltecos, cubanos, peruanos o mexicanos irrumpen en el mercado internacional con un desenfado estético y una envergadura creadora verdaderamente excepcionales.

Pero, desde luego, no se trata de un grupo, de una escuela ni de un movimiento orgánico, sino de una actitud, de un talante creador que da lugar a resultados a veces divergentes; otras, dispares, aunque siempre nacidos de una actitud profundamente renovadora de desmitificación y desbordamiento expresivos. ¿Qué tiene que ver Juan Rulfo con su paisano Fuentes, Elizondo con Juan Carlos Onetti, Vargas Llosa con García Márquez, o Julio Cortázar con José Lezama Lima? Intentar “organizar” artificialmente este movimiento, sistematizar sus fuentes, sus resultados, o catalogar ordenadamente las ideologías de estos artistas –y mucho más intentar rastrear motivos políticos en el momento de su lanzamiento– es una empresa condenada de antemano al fracaso. Se trata, creemos, de una erupción en libertad, del hallazgo de una mecánica creadora similar que no es otra que la expresión barroca del mundo, y la utilización desenfrenada y crítica del lenguaje.


“...al piélago de la fantasía”.

Lezama Lima se incorporó a esta erupción en el año 1966, con la publicación de su gigantesca novela Paradiso, obra de casi toda una vida, cuyos primeros cinco capítulos habían aparecido ya en 1954 en la revista Orígenes, que por aquel entonces dirigía el escritor. Desde la aparición de este libro la figura de Lezama ha centrado la curiosidad de la crítica, se han multiplicado los panegíricos y ya han sido publicadas muchas ediciones de esta novela tan voluminosa como insólita y difícil de leer. Se habla de Lezama siempre de oídas, como “presumiblemente genial”, y los artículos que sobre él se escriben revisten un tono mágico donde la creación prima sobre la información y la crítica, y en los que es inútil la tentación de resistirse a seguir al propio escritor en sus meandros expresivos, en sus magias verbales y conceptuales, antes de efectuar un análisis medianamente explícito o clarificador. Parece como si Lezama contagiara a sus críticos, que dejan de serlo para lanzarse también al piélago de la fantasía.

El poeta, novelista y ensayista Mario Benedetti, cuya obra figura ya entre las mejores de América por su novedosa calidad, escribe: “Cuando en alguna entrevista me preguntan por mis poetas, nunca incluyo a Lezama Lima. Siempre he hallado que se levanta un muro entre su poesía y mi atención de lector, pero ese muro no es precisamente el hermetismo, sino cierta extraña sensación de que la poesía es en él una empresa estrictamente privada, un enfrentamiento entre esa mirada fija o retador desconocido, que, según Lezama, es la poesía, y el poeta que acepta su reto y la resiste. Quizá el voluntario aislamiento no se limite a la poesía, y tenga su clave en el propio carácter de Lezama”. Algo de eso mencionó en alguna de las jugosas entrevistas que a veces concedía:

Creo en la intercomunicación de la sustancia, pero soy un solitario. Creo en la verdad y el canto coral, pero seguiré siendo un solitario... Creo que la compañía robustece la soledad, pero creo también que lo ensencial del hombre es su soledad y la sombra que va proyectando en el muro.

Tal vez por eso en su poesía no hay puentes hacia el lector, o cuando los hay son tan frágiles que aquél teme emprender su travesía. Sin embargo, el hecho de que rara vez me haya atrevido a cruzar esos puentes precarios, no ha impedido que, desde mi orilla, distinga lo esencial de sus aventuras sigilosas y admire a plenitud la extraña coherencia y la deleitante libertad con que este poeta insólito se maneja en su mundo. Quizá haya en la poesía latinoamericana de este siglo sólo otros dos escritores pertenecientes a la misma familia de solitarios libérrimos: los argentinos Macedonio Fernández y Juan L. Ortiz.

Sus ensayos están también construidos como si fueran obras de creación, auténticos poemas en los que la metáfora conduce al razonamiento, y ambos se entrelazan estrechamente en un brillante chisporroteo cultural que, sin embargo, encierra siempre un proceso de conocimiento implacable. Entre sus ensayos estéticos de destacar “Las imágenes posibles” y “Sierpe de don Luis de Góngora”, incluidos ambos dentro de la recopilación de Analecta del reloj. Pero muy posiblemente sea La expresión americana el libro más típico en este aspecto. Está formado por cinco conferencias en las que Lezama expone los sucesivos pasos que ha recorrido la literatura latinoamericana, desde la mitología telúrica indígena hasta la sensibilidad contemporánea, pasando por el golpe del barroco español, el Romanticismo y el nacimiento de la expresión criolla con el modernismo. En estos ensayos pueden aparecer desde Marco Polo a la poesía medieval, de la cultura india al conde de Villamediana, desde los primeros arquitectos americanos a Simón Bolívar, a Picasso o a Walt Whitman, pero siempre en un contexto poético donde el silogismo se parapeta –hasta casi desaparecer– tras la imagen, la simbología, la mimesis, las analogías y las condensaciones históricas. En este sentido, se trata de un libro heterodoxo, con respecto a la razón tradicional y perfectamente sugestivo, que aparece, además, como perfectamente eficaz en sus esquemas generales.

La cubanidad de Lezama

Nada más fácil que equivocarse al leer Paradiso, la ya célebre novela de José Lezama Lima, del gran poeta cubano que había circulado –en el momento de su aparición– casi clandestinamente por todo el orbe hispánico. La edición original, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), constaba sólo de cuatro mil ejemplares, la mayor parte de los cuales no consiguió burlar el bloqueo cubano. De ahí que se conociera más la novela por lo que sobre ella habían opinado con entusiasmo que a veces rayaba en el delirio gente como Julio Cortázar o Mario Vargas Llosa, y hasta por alguna polémica que habían suscitado numerosos y brillantes episodios homosexuales. Pero el libro mismo circulaba entre unos pocos que el azar había hecho propietarios, a veces fugaces, de un ejemplar de la primera edición. Ahora que el libro anda por toda América Latina y Europa conviene detenerse a mirarlo un poco y apuntar algunas trampas que esperan al lector desprevenido.

En la obra de Lezama se podrían rastrear diversas influencias europeas (Proust y T. E. Eliot entre las más notorias). No obstante ello, si se expresa que Lezama es esencialmente cubano, se dice la verdad (el propio Lezama lo dice de sí mismo), pero también en esa verdad hay un malentendido, ya que la cubanidad de Lezama no le viene de la realidad tal cual es, sino de lo que Vitier llama “su experiencia vital de la cultura”. No importa que en varios capítulos de Paradiso y en muchos poemas (verbigracia: “Venturas criollas”, “Oda a Julián del Casal”) surja una terminología palmariamente cubana; Lezama nunca toma la fauna, el paisaje, o los simples objetos, en su estado natural, sino que “cada color tiene su boca de agua” y “el agua enjuta se trueca en la lombriz”, o sea que el mundo se le da en imágenes, que es un modo de decir que se le da en cultura. Lo cubano en Lezama pasa por la cultura; alguna vez, incluso, dijo que “las culturas entre el Paradiso y (su continuación inconclusa) el Inferno se hacen más cercanas, pues en realidad el júbilo del placer y el rechazo del dolor forman parte de un mismo éxtasis”. Nótese que dice: “las culturas”, o sea que cada novela tiene su cultura; yo agregaría que también la tiene cada poema.

Paradiso

Podemos decir que Paradiso se trata de una novela, más o menos autobiográfica, a la manera de A la Recherche du temps perdu, de Marcel Proust, recalcamos, uno de sus modelos más obvios y confesos. Para practicar esta lectura bastará advertir que, como su héroe, José Cemí, también Lezama es habanero, hijo de un militar, huérfano, estudiante rebelde en la época de Machado. También como José Cemí, el autor ha sufrido de asma desde la infancia (ese primer capítulo que describe los horrores de la asfixia no es reminiscencia de la obra proustiana sino profunda elaboración de vida vivida) y también como Cemí es dado a cultivar visiones y a ver el mundo entero bajo especie metafórica. Futuros biógrafos sin duda más sutiles hallarán enlaces entre el personaje y el autor. Pero lo que ya se sabe autoriza naturalmente a leer Paradiso como una transposición novelesca del mundo de la infancia y adolescencia de su autor.

La lectura autobiográfica no es, por sí misma, despreciable, ya que Paradiso contiene (entre otras cosas) una crónica deliciosa de La Habana de las primeras décadas del siglo. El libro crea hasta la mitad por lo menos una apasionante galería familiar en la que se destacan la sombría virilidad del padre, la ternura envolvente de la madre y esa constelación de parientes, que dan a toda narración un calor y un color inolvidables. Si la obra sólo funcionara en este nivel, si sólo fuera como el Combray de Proust, aun así sería el más notable libro de reconstrucción de infancia que han producido las letras latinoamericanas de este siglo: libro en que la pasión familiar, el subsuelo edípico, alimenta una lujuriosa flora de pasiones menores y en el que la comida, el ritual de la comida desde su preparación hasta su exégesis práctica, ocupa un lugar absolutamente central.

En la segunda parte, a partir del escandaloso capítulo VIII que contiene copiosas permutaciones sexuales, la novela pierde bastante de su carácter costumbrista, se hace más esquemática y hasta toma sus ribetes de tratado. Es que Cemí ahora es un adolescente y el mundo de las ideas, las discusiones sobre el sentido del universo, la búsqueda de explicaciones para todo (incluso para la homosexualidad), la amistad entendida como coloquio perpetuo, ocupan cada vez más las horas de la vigilia. También es Cemí un poeta y sus visiones, reales o literarias, empiezan a invadir cada vez más la crónica hasta ocupar un territorio enorme. Si la sombra de Proust preside la primera parte e inspira, tal vez, algunos episodios de la segunda en que la súbita revelación homosexual parece reconocer alguno de sus signos, es en El artista adolescente, de Joyce, donde se puede encontrar un modelo para la línea general de la segunda parte.

Pero, vuelvo a insistir, este tipo de lectura que persigue la anécdota de la novela, que se detiene en el decurso externo de sus personajes, que cataloga temas visibles, corre el riesgo de ser (aunque válida) una lectura apenas superficial. El libro de Lezama es algo más y algo menos que una novela y todo análisis que busque descifrarlo por el camino de la interpretación narrativa habitual se quedará sólo con la corteza. Sin perjuicio de reconocer que el capítulo VIII no aporta ningún mérito excepcional a una obra y una trayectoria que no necesitan motivaciones anexas para fundar su prestigio, conviene no obstante señalar que el fragmento aludido no es en absoluto pornográfico sino más bien erográfico, pero también que esa descripción de lo erótico está salpimentada, y en consecuencia reivindicada por un humor de redonda eficacia.

Quien se acerque a este paraíso –al intento de recobrar el paraíso de su infancia, que es el proyecto de Lezama en esta obra, repetimos, y así explicar toda su vida y concepción del mundo– como si fuera una historia novelada, con sus personajes y su argumento, se verá desagradablemente sorprendido; para llegar a Lezama Lima –según la feliz expresión de Cortázar–, hay que disponerse a leer un libro híbrido y gigantesco donde la búsqueda del sentido trastrueca todos los sentidos, donde se funden todas las hipotéticas arbitrariedades, se atirantan las significaciones y se enlazan los temas –como el sexo y el espíritu– de la manera más explosiva posible.

En este libro se realiza además la vieja aspiración de Lezama de cumplir cada palabra en su contexto más completo, con toda su carga histórica de significados. Esta densidad remansa el ritmo del libro, lo encierra en sí mismo en cada página y caracteriza asimismo su lectura como un permanente ejercicio estético. La fusión de estas palabras autónomas y universales, de estos episodios fulgurantes donde se interrumpe el pensamiento racional en la búsqueda del contacto catártico, artístico y espiritual, provoca la grandeza y la difícil complejidad de esta obra singular, verdadero fenómeno de la literatura de todos los tiempos, que está llamada a ser un eterno punto de polémica, discusión, centro de admiraciones y rechazos, monolito que solamente puede ser explicado desde su propio interior.

*Armando Almada-Roche nació en Formosa, Argentina, de padres paraguayos. Ha sido cantante, bailarín, dibujante, actor y periodista. Ha trabajado para los diarios más notables de Argentina y Paraguay. Actualmente colabora con el suplemento cultural del diario ABC Color.