La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

martes, 10 de agosto de 2010

El Miami City Ballet, un delicioso aperitivo

Carlos Guerra, Jeremy Cox, Luis Serrano en “Fancy Free.” Photo by Joe Gato

Por Leonardo Venta (Publicado en Las Americas Herald de Tampa, octubre 7 de 2005)

El Miami City Ballet recién inició su tournée del presente año en la Florida con una agradable presentación en el teatro Curtis M. Phillips Center for the Performing Arts de Gainsville. Fundada por su director artístico Edward Villella, quien fuera la primera estrella masculina totalmente estadounidense del New York City Ballet, esta compañía está integrada por 47 bailarines provenientes de diferentes zonas del mundo.

Su repertorio contiene 82 ballets que incluyen varias obras maestras de George Balanchine, coreógrafo de origen ruso, nacionalizado estadounidense, y quien constituye una de las más notables figuras de la historia del ballet. Entre éstas se destacan "Cascanueces", "El hijo pródigo" y "Joyas", así como los trabajos de coreógrafos contemporáneos, tales como Paul Taylor y Twyla Tharp.

La función del pasado viernes 30 de septiembre comenzó con una especie de tributo coreográfico al tango, estilo danzario que nació con el despertar del pasado siglo en los suburbios de Buenos Aires. La composición titulada Piazolla Caldera, intenta capturar la esencia de la cultura tanguera, sin realizar un solo paso tradicional de la tan notoria forma bailable.

La muestra se desenvolvió dentro de una atmósfera de tenue iluminación, en la que el espectador era sumergido en un ambiente donde los hombres y las mujeres de la clase obrera se entrelazaban en animosos y musicales duetos y tríos. Esta pieza constituyó, por otra parte, un buen pretexto para hacer gala de la música de Ástor Piazolla, el internacionalmente aclamado compositor y bandoneísta argentino. La música del creador del llamado tango sinfónico, fue hábilmente fusionada con la del compositor Jerzy Peterburshky, en esta coreografía de Paul Taylor.

La velada continuó con Sonatine de Balanchine, encantador pas de deux sin argumento, de aires etéreos, en el que la pareja formada por Deanna Seay y Kenta Shimizu crearon poesía con sus delicados movimientos al compás de la exquisita música de Maurice Ravel, que impulsaba a la audiencia, conquistada por tanta armonía, a exhalar incontenibles resuellos de complacencia como respuesta inevitable al agraciado acoplamiento logrado entre la excelente coreografía, la música de una textura brillante y virtuosística – admirablemente interpretada en vivo por el pianista brasileño Francisco Rennó – y la interpretación de los bailarines, en una pieza que aborda, según la crítica Arlene Croce, el tema de " la virtud francesa de hacer mucho dentro de la simpleza de lo poco.".

Sonatine nos pareció de extensión muy corta, como buena prueba de lo efímero de la sublimidad del placer. Nos hubiera gustado quedarnos en esa atmósfera sideralmente azul, que matizaba tanto a los trajes como a la tramoya, en ese espacio raveliano que tradicionalmente se asocia tanto con el del compositor impresionista Claude Debussy. Pero esta suavidad cristalina de Sonatine daría pasó a una pieza más intensa y orquestal, Tschaikovsky Pas de Deux. Esta otra composición de ochos minutos y medio, colmada de sorpresas coreográficas y caprichosas combinaciones, fue ejecutada limpiamente por el dueto formado por la primera bailarina venezolana Mary Carmen Catoya y el ruso, también primer bailarín, Mikhail Ilyin. La música de este pas de deux fue compuesta por Tchaikovsky para el tercer acto del famoso ballet El lago de los cisnes en su producción original de Moscú, pero fue desechada por el coreógrafo Marius Petipá. La partitura permaneció guardada por casi un siglo en los archivos del teatro Bolshoi hasta que Balanchine llegó a darle vida.

Un lugar especial, dentro de esta reseña, merece "Fancy Free" de Jerome Robbins, con música de Leonard Bernstein. Este ballet, un clásico dentro del repertorio norteamericano, cuenta la historia de tres marineros que en su día libre se topan con dos muchachas en una calurosa noche de verano neoyorquina. Un éxito inmediato en su estreno, este primer ballet de Robbins, se desarrolla dentro de un marco de intrépidos bailarines que mezclan la danza tradicional y vernácula. El trabajo influenció no solamente al ballet estadounidense, sino también al teatro y al cine, convirtiéndose en el musical "On the Town", y más tarde en el filme del mismo nombre.

En esta pieza se destacaron en el papel de los marineros el solista Jeremy Cox, así como los primeros bailarines cubanos Luis Serrano y Carlos Miguel Guerra. La primera bailarina mexicana Katia Carranza se dio a conocer por su sensualidad y melódicos pasos. Los saltos de Serrano fueron magníficos, así como el chispeante brío de Cox. Fancy Free es un ballet que destaca las figuras masculinas, y en el que se espera que la jocosidad de los bailarines robe más de una carcajada a la audiencia. Dicha expectativa fue cabalmente cumplida por el reparto completo, pero si tuviéramos que otorgar un elogio especial a alguien en esta pieza, se lo otorgaríamos a Guerra. Su baile fue sumamente refrescante. Cautivó por su gracia, dinamismo y sobresaliente capacidad histriónica. Fue, según nuestra observación, el que mejor pudo contagiar a la audiencia con el júbilo vivaz de su personaje.

En la velada del viernes en Gainsville probamos con satisfacción del menú que nos ofrecía el Miami City Ballet, confeccionado por Villella, gran admirador del neoclasicismo de Balanchine. Mas, nos quedamos con las ganas de disfrutar del rigor del ballet clásico, en el que se ennoblece el academicismo y el virtuosismo técnico. Diríamos, con desenfado, que fue proscrito el plato principal del banquete. No obstante, paladeamos un delicioso aperitivo.





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