La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 26 de octubre de 2018

Reinaldo Arenas, 75 años de su nacimiento

"Yo soy ese niño repulsivo que improvisa una cama / con cartones viejos y espera, seguro, que venga usted a / hacerle compañía", Reinaldo Arenas.
Por Leonardo Venta 

"Te hemos mandado el libro de Reynaldo (sic) Arenas, Celestino antes del alba. Es un muchacho naturalmente nacido para escribir, esa obra la escribió cuando tenía 22 años y revela talento innato para la prosa". (José Lezama Lima, en  Cartas a Eloisa y otra correspondencia, ed. cit., pp. 153 y 159)

El próximo 16 de julio se cumplen 75 años del nacimiento –en Aguas Claras, un pequeño poblado rural cerca de Holguín, en la región oriental de Cuba– del novelista, ensayista, poeta y dramaturgo Reinaldo Arenas, la voz literaria más polémica y desgarradora de la literatura cubana del siglo XX, así como una de las voces más innovadoras y turbulentas de la Latinoamérica finisecular. Este escritor posee una extraordinaria capacidad para narrar; su técnica literaria, su irreverencia, sus reflexiones, su frontal enfrentamiento a las ideologías represivas han enriquecido de manera singular las letras hispanoamericanas.
Su obra y su vida encarnan el drama del escritor contra un sistema político que lo persiguió hasta las últimas consecuencias. La publicación de su autobiografía Antes que anochezca, en 1992, y su subsecuente traducción en diferentes idiomas lo hizo más reconocido después de su muerte. Sus memorias fueron llevadas al cine por Julian Schnabel, en el 2000.  Como muchos otros escritores latinoamericanos de su época, fue un abierto inculpador del sistema imperante en su patria, al que en sus inicios apoyó y rechazó abiertamente a partir de mediados de la década de los sesenta. 
Arenas creció en un ambiente de pobreza, pero rodeado de un paisaje de gran riqueza vivificante. A pesar de la estrechez económica que sufrió en su infancia, consideraba esa etapa como la más creativa por la libertad que podía respirar en el ambiente exuberante de la naturaleza que le rodeaba. “Yo pienso que el esplendor de mi niñez fue único porque fue de absoluta pobreza, pero al mismo tiempo de absoluta riqueza”.  Casi no había cumplido los 13 años cuando ya escribía sus primeros poemas.
En 1962, se instaló en la capital cubana. Un año después, comenzó a trabajar en la Biblioteca Nacional José Martí, donde inició su primera novela, Celestino antes del alba, que narra la historia de un niño incomprendido por su familia en un precario ambiente rural, quien se apoyaba en el poder de su imaginación para poder sobrevivir. 
Arenas contribuyó con cuentos y artículos literarios para La Gaceta de Cuba y Unión, dos periódicos publicados por la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba).  En este medio, tuvo la oportunidad de conocer diferentes artistas y escritores, quienes ejercieron influencia en su orientación literaria y, al mismo tiempo, a través de ellos, tuvo la oportunidad de conocer a José Lezama Lima y a Virgilio Piñera, dos de los escritores hispanoamericanos más sobresalientes del siglo XX, quienes se convirtieron en sus mentores.
El joven escritor fue perseguido y encarcelado por el régimen cubano. En una de las prisiones donde estuvo comenzó a escribir El mundo alucinante (1966), que algunos críticos consideran su mejor novela.  El texto fue sacado clandestinamente del país y publicado en el extranjero, con lo que se ganó la total hostilidad del gobierno de la Isla.
En 1973, fue encausado por contrarrevolucionario al intentar huir de la prisión donde había ingresado debido a una falsa acusación de abuso sexual. El intento de huida le convirtió en un fugitivo hasta que fue capturado e internado en "El Morro", una cárcel para criminales comunes. Allí sufrió dos años de palizas, torturas y trabajos forzados (1974-1976) hasta que el régimen cubano consiguió arrancarle una autoinculpación. 
Durante los años setenta, mientras sus novelas eran admiradas en Europa y Latinoamérica, Arenas se debatía en medio de vicisitudes económicas y una hostil persecución policial en su país. Escritor compulsivo, casi todas sus obras fueron censuradas, escondidas y destruidas.
De Arenas, dijo Guillermo Cabrera Infante: "Tres pasiones rigieron la vida y la muerte de Reinaldo Arenas: la literatura no como juego, sino como fuego que consume; el sexo pasivo y la política activa (...) De las tres, la pasión dominante era, es evidente, el sexo. No sólo en su vida sino en su obra".
El 4 de mayo de 1980 se exilia en Estados Unidos por la vía Mariel-Cayo Hueso. En diciembre del mismo año, se trasladó a Nueva York. Es en esa etapa cuando, por primera vez, pudo escribir con plena libertad. Durante sus once años de destierro, elaboró casi toda su obra. También se dedicó a reelaborar viejos manuscritos que había sacado clandestinamente de Cuba. En 1983, viajó por primera vez a Europa. Visitó Suecia, donde realizó varias conferencias en la Universidad de Estocolmo. También estuvo en España. En 1985, fue asignado “Profesor Visitante” en la Universidad de Cornell. En 1990, publicó “Un plebiscito a Fidel Castro” con Jorge Camacho.
A pesar de la libertad que pudo disfrutar en Estados Unidos, su existencia fue infeliz y trágica en la patria adoptiva. Se sintió “odiado y traicionado” por el exilio cubano de Miami, al que consideró, por su proyección política y sus juicios sobre la moralidad, hipócrita. Allí se sintió como un fantasma, una mera sombra de quien una vez fuera.
La estancia de Arenas en la Gran Manzana culminó con una nueva y demoledora pesadilla que, esta vez, sellaría su final. Tras ser diagnosticado con SIDA, en 1987, y tras el consiguiente deterioro de su salud, se obligó a sí mismo a concluir todas las obras que había planeado escribir.  El 7 de diciembre de 1990, sumamente enfermo, decidió suicidarse. En una breve y conmovedora misiva de despedida, dirigida a sus seres queridos y diversas publicaciones, dejó establecido que su suicidio no debía ser interpretado como un acto de fracaso, sino de esperanza: “No escribo para enviar un mensaje de derrota –declaró– pero de continua lucha y esperanza. Cuba será libre, Yo ya lo soy”.

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