La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

domingo, 3 de abril de 2011

Campos de Castilla de Antonio Machado

Por Leonardo Venta

Campos de Castilla es una colección de poemas de Antonio Machado en la que se establece una relación recíproca muy estrecha entre el hablante lírico y el paisaje castellano, además ahonda en laceradas emociones. El libro, descriptivo y evocativo, contiene 18 poemas, si se consideran “proverbios y cantares” bajo un mismo título.

El poema No. 1 (XCVII) de esta colección, “Retrato”, es de carácter autobiográfico, cronotópico , cuya representación expresiva se transpone, en la unidad espacio-tiempo, desde la infancia del hablante lírico: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla” (v. 1), para desplazarse hacia el umbral que anuncia su muerte: “Y cuando llegue el día del último viaje […]” (v. 33). En el poema también descuellan alusiones que sugieren el rechazo a los afeites estéticos fútiles del modernismo: “Desdeño las romanzas de los tenores huecos / y el coro de los grillos que cantan a la luna” (vv. 17-18).

El poema No. 2 (XCVIII), “A orillas del Duero”, considerado por Geoffrey Ribbans “el primer poema castellano descriptivo e interpretativo” (30), “y más ambicioso de la colección” (31), manifiesta el tono desolado del poeta, que en ese tiempo ya se debatía con la dolencia que habría de arrebatarle a su idolatrada joven esposa Leonor. Las descripciones del panorama bien pudieran ser presagios fúnebres del fuliginoso entrever del atormentado poeta. A pesar de que Ribbans en el prólogo a la decimotercera edición del libro afirma que a Machado “todavía no le amenaza muy de cerca lo que había de ser el trágico desenlace que acarrea la enfermedad de Leonor” (31), coincido con Antonio Sánchez Barbudo en sugerir que el poema tiene un tono de despedida, entendiéndose por despedida la muerte: “Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo / cruzaba solitario el puro azul cielo” (vv. 13-14).

Advertimos la presencia de esta ave rapaz como inobjetable símbolo de muerte , se alimenta de carne muerta, y aparece sin compañía en el paisaje descrito, “cruzaba solitario”, cuando en la práctica los buitres viven en bandadas. Además de presagiar la muerte de su esposa, el tropo anuncia también el fin del esplendor castellano en la época del ‘desastre’, considerado el eje de la generación del 98, en la que ha sido agrupado por los críticos Antonio Machado. Al mismo tiempo, la descripción subjetiva del paisaje, que se proyecta desde adentro hacia fuera, y viceversa, manifiesta una estrecha y reciproca interrelación paisaje-alma: “!Oh, tierra triste y noble (…), exclama patética la voz poética en el verso 34, para describir el paisaje; “y hacia la mano diestra vencido y apoyado / en un bastón […]” (vv. 7 y 8), se representa a sí mismo el poeta. El poema sugiere dos desventuras: una, la tragedia personal; y la otra, la de toda una nación. El hablante lírico describe consternado cómo “la madre [Castilla] en otro tiempo fecunda” (v. 49), terca e ignorante, se cubre de andrajos, económicos y morales: “Castilla miserable, ayer dominadora, / envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora” (vv. 69-70).

El resto de los poemas de Campos de Castilla, sumamente descriptivos, presentan a un dios omnipresente, temido y cuestionado, alientan un formato similar; el No. 6 (CII), “Orillas del Duero”, refleja un esfuerzo corporal que estimula a la reflexión: “(…) un pobre caminante que durmiera / de cansancio en un páramo infinito!” (vv. 3-4). Por otra parte, lo observado define la mirada que le observa. La mirada poética, vigilante, con amoroso celo patrio, propio del momento histórico que padece, resalta los rasgos sombríos que le punzan: “!Campillo amarillento, / como tosco sayal de campesina […]” (vv. 5-6).

En cuanto a los poemas LXI y LXXVII, reunidos en Galerías, y el LXXVII, “No es verdad dolor, yo te conozco”, al decir del prologuista Ribbans, denota un resuelto autoanálisis de Machado sobre la concepción de la poesía (19). Para Ribbans, se origina un cambio en el poeta, en la manera de cuestionarse a sí mismo: “(…) esta vieja angustia / que habita mi usual hipocondría // La causa de esta angustia no consigo / ni vagamente comprender siquiera” (vv. 3-6). Ya la queja no es tan gráfica, ni el lenguaje tan descriptivo; aunque amargo, se desarropa algo de la emoción, para emitir juicios.

En el poema LXI, de autoanálisis, el hablante lírico mira introspectivamente al pasado, a su decir, “en el profundo / espejo de mis sueños” (vv. 3-4). Visiblemente abandona lo descriptivo del paisaje, ya sea objetivo o subjetivo, volviendo la mirada adentro y reflexionando en la propia obra.


Bibliografía


Beristáin, Helena. Diccionario de Retórica y Poética. México: Porrúa, 2003.

Machado, Antonio. Campos de Castilla. Ed. Geoffrey Ribbans. Madrid: Ediciones Cátedra, 2003.


Machado, Antonio. Soledades. Galerías. Otros Poemas. Ed. Geoffrey Ribbans. Madrid: Ediciones Cátedra, 2000.



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