La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 24 de diciembre de 2016

Una reflexión sobre Navidad

En "La Natividad con el infante San Juan", de Piero di Cosimo, un ángel presencia el nacimiento del Niño Jesús
Por Leonardo Venta

El mes de diciembre de 1223, en una localidad italiana de la provincia de Rieti, región de Lazio, un hombre que vivía en la pobreza se lamentaba –aviniéndose sorprendentemente a una queja actual– de que la observancia de la Navidad había sido ensombrecida por el materialismo. Angustiado, congregó a varios amigos, junto con algunos animales, y recreó la escena del pesebre, conocida como la Natividad. El hombre era San Francisco de Asís.
            Fue una experiencia conmovedora, y a lo largo de los años la práctica, a la que se agregaron los villancicos, se integró a la celebración del nacimiento del Mesías, oficializada en el año 345 por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno, padres y doctores de la Iglesia Primitiva. Aunque hay quienes consideran que la celebración del 25 de diciembre es el resultado de la degeneración que sufrió el cristianismo a manos del paganismo, sigue siendo la fiesta más importante del año eclesiástico cristiano.
            Grandes banquetes acompañados de ingentes cantidades de alcohol, loterías y juegos de azar, así como intercambios de regalos caracterizaban al Saturnal romano, que se celebraba del 17 al 23 de diciembre, en honor de Saturno, dios de la agricultura. Una celebración de invierno similar –conocida como Yule–, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses se organizaba en el norte de Europa.
            El siglo XIX fue decisivo en la consolidación de la tradición de esta festividad. Se generalizó el uso del árbol de Navidad, originario de zonas germanas. Los árboles iluminados no sólo eran distintivo de fertilidad sino de renacimiento solar, componentes de ritos idólatras ajenos por completo a las creencias judeocristianas.
            La leyenda de Santa Claus se asocia a la de Papá Noël, que procede, en parte, de San Nicolás, santo patrón de Rusia y de los niños. El mito afirma que celadamente hizo regalos a tres hijas de un hombre, quien, imposibilitado de proveerles una dote, estaba a punto de abandonarlas a una existencia pecaminosa. A partir de este relato nació la tradición de hacer regalos en secreto en la víspera de San Nicolás. A su vez, el dadivoso Santo tiene conexión con el dios nórdico Odín, de luenga barba blanca y raro sombrero, el cual nada tiene que ver con la figura redentora de Jesucristo.
            Sin embargo, no todo los rituales navideños son de origen pagano. En 1742, Georg Friedrich Händel estrenó en Dublín el oratorio "El Mesías", con su célebre coro "Aleluya". Como sugiere el título, la composición recorre el nacimiento de Jesús (Parte 1), su muerte (Parte 2) y la resurrección (Parte 3). Una de las piezas más populares de la sección de Navidad es "Porque un niño nos es nacido ", que se basa en Isaías 9: 6: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz".
            Multicolores compromisos, disimulados estreses, embriagados efugios, intercambios de regalos,  producciones de "El cascanueces" integran la numerosa lista de elementos que definen en parte esta celebración. Si bien, los niños –quienes reciben presentes que generalmente implican considerables gastos para sus padres–, son los que granjean la mayor parte de las atenciones.
            Para bálsamo de quien escribe esta nota, no todo es material en las festividades decembrinas; hay padres, que a pesar de tener medios para comprar costosos obsequios, precisan a sus hijos a intercambiar presentes confeccionados por ellos mismos, sin valor material, pero con una significación emocional edificante.
            Además, la Navidad es el tiempo propicio para reflexionar en el inmenso amor de Dios por la humanidad, fijar la mirada en "el iniciador y perfeccionador de nuestra fe", intentar ser más amables, disculparnos cuando hemos sido demasiado críticos con los demás, amarnos los unos a los otros de la manera que Él nos ama, perdonarnos al igual que Él nos perdona, unirnos, con amor de madre a hijo, en tiempos favorables y de crisis; y cuidar a aquellos que, por la razón que sea, no pueden valerse por sí mismos.
            No importa cuánto anhelemos la paz –a menudo eclipsada por nuestro deseo egoísta de conseguir lo que queremos a cualquier precio–, vivimos en un mundo lleno de violencia, división y codicia. Queremos ser honestos, pero el engaño puede darle un golpe bajo a nuestras mejores intenciones. Procuramos repartir buenas acciones, pero nos dejamos atrapar por los afanes de la vida y así procrastinamos dichos buenos propósitos.  Necesitamos perdonar, pero no lo hacemos hasta que nos paguen el mal que nos han hecho. Nos proponemos el bien ajeno. Si bien, nos deslizamos hacia el egoísmo, la manipulación, la enfermiza competitividad y el orgullo.
            Al final, la frustración nos sobrecoge; somos despojados de una paz que apreciamos principalmente en la buena salud, el suficiente dinero, una carrera exitosa, una relación sentimental satisfactoria y la felicidad de nuestros familiares más allegados. Según esta trillada percepción, la paz significa estar libre de conflictos.
            Por supuesto, no hay nada erróneo en desear nuestro bienestar. Pero, ¿cómo reaccionamos cuando las cosas no marchan bien? En Filipenses 4:7, el Apóstol Pablo afirma: "Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús".
            No es el prohibitivo regalo ni el humilde gesto de cumplido, ni la entrañable cena de Nochebuena, ni el rencuentro con ese ser amado, ni la magia que desaparece la distancia y reparte amor y perdón a manos llenas, ni la ociosa lágrima que humedece cierta mejilla mientras escucha el célebre villancico "Noche de paz" en una celebración religiosa. La Navidad es apreciar el más genuino y valioso de todos los regalos: la paz y la salvación que Jesucristo vino a ofrecernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario