La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 14 de marzo de 2015

Un concierto a la fraternidad


De izq a der.: Dave Coash, Luis Barrera, Patrick Hernly, en los tambores batá; Abiel Chea en las tumbadoras; John Bannon en el vibráfono; al fondo, en los timbales, Federico Chea . Foto: Cortesía de Henry Adams. 


Como parte del intercambio plurianual entre la Orquesta de la Florida (TFO) y la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSNC), tres percusionistas procedentes de La Habana – Luis Antonio Barrera Perea, Jesús Federico Chea Gort y Abiel Chea Guerra – compartieron el pasado sábado, 20 de noviembre de 2014 el escenario del Centro Asturiano de Tampa con cuatro percusionistas de TFO – John Shaw, John Bannon, Dave Coash y Kurt Grissom, así como Patrick Hernly, catedrático de música de St. Petersburg College/Gibbs Campus, para ofrecer un concierto de cámara (percusión) que exploraba elementos melódicos sumamente interesantes, experimentales, de música estadounidense y cubana, todo bajo el espectro de una rica gama rítmica.

El programa comenzó con “Ogoun Badagris” de Christopher Rouse – merecedor del Pulitzer 1993 –, composición que se inspira en los patrones de tambores haitianos, en particular los de la danza de Juba o Hambone. Según el ritual vudú, Ogoun Badagris es una de las más temibles deidades del vudú, la cual solamente puede ser apaciguada con el sacrificio de sangre humana. En esta dirección, la ejecución de esta pieza transmitió místico sosiego.

Dio continuación al programa, “Postlude núm. 6”, del joven tejano Elliot Cooper Cole, una pieza en que cuatro músicos arrancan  de un vibráfono notas exquisitas e inusitadas con ocho arcos de contrabajo. La interacción de los arcos y la percusión con las manos desperezaron armonías enternecedoras, trenzando un contrapunto tan íntimo como embrollado, tan digno de ver como de ser escuchado. Esta pieza experimental nos sumergió en una atmósfera sorprendentemente encantadora y espiritual.

Al punto, nos trasladamos a Cuba, mediante sus embajadores musicales acompañados de sus colegas estadounidenses. Escuchamos dos composiciones de Agustín Gómez Lavín, “La escalera” y “Dos hermanos”. Para el distinguido percusionista cubano, Luis Barrera, “el concepto que tiene Gómez Lavín de estas piezas es el uso de ritmos cubanos e instrumentos de percusión de la isla, populares y folclóricos, mezclados con instrumentos de percusión sinfónicos”. Dentro de este enriquecedor contexto experimental, disfrutamos de un híbrido popular-sinfónico que nos hizo pensar involuntariamente en Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán.

Le siguió, “Edge of the World (Borde del mundo)”, del natural de North Carolina, Nathan Daughtrey. El concierto, originalmente un dueto de marimba y vibráfono, fue inspirado por el poema y hermosa obra plástica “Cosas verdaderas” del escritor, artista plástico y editor estadounidense Brian Andreas. La música nos transmitió la idea original del poema: la esencia de dos seres que inician sus vidas juntas mirando hacia a lo que les deparará el futuro.

Para presentar la pieza del gran músico cubano Leo Brouwer, bajo el sugestivo título de “Paisaje cubano con rumba”, Luis Barrera se dirigió a la audiencia, asistido como intérprete por Patrick Hernly, para explicar la manera en que Brouwer ideó originalmente la pieza para ser interpretada por el recientemente fallecido flautista holandés Frans Brüggen, a quien el cubano le dedicó la composición. Según explicó Barrera, se pone la grabación de las cuatro flautas, y sobre la misma, el flautista solista toca, todo dentro de un estilo minimalista. Posteriormente, Brouwer hizo la transcripción para cinco guitarras, y entre 1989 y 1990, con motivo de la configuración de un disco de percusión realizado por Barrera, Brouwer le sugirió que hiciera la transcripción para teclados de percusión, que fue lo que pudimos disfrutar con sumo deleite en el concierto.

“Log Cabin Blues”, obra del ya desaparecido compositor estadounidense George Hamilton Green, en el muy bailable estilo del “Rag Time”; así como la pieza de Michael Udow, “African Welcome Piece”, un contagioso himno al Continente de Ébano, cerraron el programa. En la obra de Udow nos impresionó el empleo del instrumento spagane, constituido por bloques de madera ejecutados en el piso. El resto son instrumentos tradicionales sinfónicos y afrocubanos.

Terminado el concierto, fue tan cerrada la ovación, que los músicos se vieron precisados a ofrecer una rumba improvisada.  La velada deleitó por la calidad de los ejecutantes, las excelentes piezas interpretadas, las explicaciones de John Bannon, principal ejecutante del tímpano de TFO, y John Shaw, principal percusionista de la misma agrupación, pero sobre todo por la fraternidad que experimentaron y transmitieron los músicos. El ver a cubanos y estadounidenses unirse para honrar el idioma universal de la música, en un abrazo solidario, fue la nota más sobresaliente del concierto, así como lo fue la clase magistral ofrecida por los músicos cubanos el lunes, 17 de noviembre, y el concierto brindado el mismo jueves, 20 de noviembre poco antes del mediodía en el Mahaffey Theater.

Para Barrera, los cubanos fueron capaces de ahondar lazos profesionales y personales con sus colegas estadounidenses, entre ellos, con Henry Adams, director de marketing y comunicaciones de dicha institución, cuya entrega, capacidad organizativa y apoyo fueron determinantes en el éxito de esta fase del proyecto. Fue un abrazo de todos, entre todos, que inspira a seguir transitando juntos el sendero de la música, pero sobre todo el de la fraternidad.

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