La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

martes, 28 de junio de 2011

Michelangelo, el divino


"Retrato de Michelangelo Buonarotti", atribuido a Jacopino del Conte (1535-40)

Por Leonardo Venta

Michelangelo Buonarroti, o simplemente Miguel Ángel, junto con Leonardo da Vinci es la figura más destacada del renacimiento italiano. A los 16 años, comenzó a crear sus obras. De esa época datan los relieves “Madonna della Scala” (1491-92) y “La Batalla de los centauros”, este último en mármol de Carrara, donado por su primer mecenas, Lorenzo el Magnífico.

“Madonna della Scala” (1491-92), una de sus primeras obras juveniles. Se exhibe en la Casa Buonarotti de Florencia.
En la Roma de sus triunfos y frustraciones, completa en 1496-97 su obra “Baco”. En lugar de la tradicional representación del dios romano del vino, insigne pero capaz de cometer brutalidades, Miguel Ángel lo cincela vulnerable, perplejo, algo afeminado, hasta parecer dejar escapar un suspiro de embriaguez de la boca entreabierta. La fluidez de los músculos – especialmente los de la espalda –, sugiere la postura ladeada de un borracho.


"Baco", Michelangelo
Antes de cumplir los 25 años de edad, Miguel Ángel termina la “Pietá”. El dolor resignado en el juvenil rostro de María, mientras sostiene en su regazo al exánime Cristo, es sublime. El artífice transforma un contexto religioso en otro humanista; la divinidad, ante el dolor, cobra tonalidades humanas; la vulnerabilidad de Cristo aglomera en sí todas las flaquezas nuestras.

"Pietà" (1498–1499)
Entre 1501 y 1504 realiza el “David”, a partir de un bloque inmenso de mármol de Carrara, que 40 años atrás Agostino di Duccio había dejado inacabado. Tradicionalmente, David había sido concebido como el diminuto héroe que se empina victorioso sobre la testa del gigante bíblico de Gat. El genio del escultor crea la ambivalencia de un David determinado y reflexivo.


 "David", Michelangelo (1504) Galleria dell'Accademia, Florence

La cabeza está volteada hacia la izquierda, para descubrir un armonioso y firme perfil que transmite, junto a la disposición del cuerpo, la sosegada y firme tensión de quien se presume dueño de un heroico e irrevocable destino. La tensión de la energía contenida emerge en la mirada fija en la distancia, en busca del enemigo, “terribilità miguelangelesca”, que fusiona la belleza formal con la expresividad, el simbolismo y el sentimiento.

La mirada del "David", un poema en perspectiva

Como pintor, Buonarroti realizó tondos – adorno circular rehundido en un paramento – destacando el “Tondo Doni”.

"Sagrada Familia", témpera y óleo, conocida como "Tondo Doni"(1503-04). La Galería Uffizi (Galleria degli Uffizi)

Otro de sus trabajos pictóricos es “La batalla de Cáscina”, con florentinos desnudos saliendo del río a la llamada de combate.

“La batalla de Cáscina”

Aunque su gran obra maestra es la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, en que representa temas como la Creación y la Caída del hombre.
Capilla Sixtina, “La Creación de Adán”

En el fresco del Juicio Final, que ennoblece el lienzo mural situado tras el altar, a ambos lados de Cristo, aparecen las almas que ascienden al cielo y los condenados que se desprenden al infierno. Años más tarde, el papa Pío V encargó al artista Daniele da Volterra cubrir las desafiantes desnudeces miguelangelescas.

"El Juicio Final" (detalle)
El Juicio Final refleja un momento de crisis espiritual del cristianismo: agitadas vigorosas musculaturas, múltiples desnudeces que apuntan hacia el naciente manierismo, como rechazo evolutivo del equilibrio renacentista y antesala del barroco. El dios cristiano en este fresco se asemeja al temido Júpiter pagano. Todos le temen, incluso la Virgen voltea el rostro en pavoroso gesto, mientras los santos se estremecen.

Cristo y la Virgen en "El Juicio Final" (detalle)
En la etapa final de su larga existencia, Miguel Ángel, que falleció en Roma a los 89 años, se dedicó sobre todo a trabajos de arquitectura.  Contemplar cualquiera de sus obras, leer algunos de sus poemas – sí, fue poeta –, es realizar un primoroso viaje a la mente del genio. Su contemporáneo Giorgio Vasari, conocido esencialmente por su obra sobre la vida de los artistas más significativos del renacimiento italiano, le llamó “divino”. No se me ocurre mejor apelativo.

2 comentarios:

  1. Miguel Angel el divino, de eso no cabe dudas. Muy buen escrito.

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  2. Me gusto mucho el comentario sobre La Pieta que dice: 'la vulnerabilidad de Cristo aglomera en sí todas las flaquezas nuestras'.

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