La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 25 de noviembre de 2016

Meditación en el "Día de acción de gracias"

Eric Enstrom consiguió captar esta célebre imagen , conocida como "Grace" (1918), en su estudio fotográfico de la ciudad minera de Bovey, Minnesota. Más tarde,  Rhoda Nyberg, su hija, trabajó sobre el original para darle color y la apariencia de una pintura al óleo.  

Por Leonardo Venta 

La ingratitud es un mal comúnmente generalizado. Es una forma de egoísmo, un defecto incluso mayor que la tristeza o pesar del bien ajeno. “No des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendes que necesita; y soporta luego la ingratitud”, decía Miguel de Unamuno.
            Comúnmente, el que otorga favores espera reconocimiento. No se trata de recibir el favor de regreso, sino de recoger alguna muestra, aunque mínima, de gratitud. Sin embargo, no siempre se reciben dichas manifestaciones. Existe una gran diferencia entre dar las gracias y el estar agradecido. Dar las gracias pudiera formar parte de una simple norma de urbanidad, carente de sinceridad. El legítimo agradecimiento va más allá de la mera cortesía.
            Hay seres que ignoran (al menos así lo aparentan) las mercedes recibidas, o las retribuyen con prisa para no quedar moralmente endeudados. “Demasiado apresuramiento en pagar un favor ya es una muestra de ingratitud”, afirma François de la Rochefoucauld, autor francés del Siglo XVII, célebre por sus máximas morales.
            En ocasiones, la amargura causada por la envidia recibe las mercedes como ofensas. Hay quienes consideran el agradecimiento como una muestra de debilidad, de sentimentalismo, es decir, una manera de otorgar a los sentimientos la dirección de la conducta. Existe el caso de aquellos que reciben favores como si se les pagara una deuda. Los peores pagan con la traición.
            No obstante, hay dadores, aunque parezca extraño, que pueden hacer más mal que bien al brindar ayuda. Se puede ayudar para resaltar una generosidad inexistente. Algunos, después de socorrer, se lo echan en cara a los socorridos, humillándolos; lo comentan por doquier o emiten juicios que violan la intimidad de los receptores del aludido favor.
            No hay mejor dádiva que la desinteresada, fomentada en la relación vencedor-vencedor, en la que ambas partes se benefician. Debe causar la misma satisfacción dar que recibir. Toda ayuda que rebaje la dignidad y estima personal de quien la recibe, carece de mérito. Por eso, debemos saber cómo pedir y dar.
            Al ayudar no debemos esperar nada a cambio. Del mismo modo, es saludable recibir con humilde gratificante gozo. Aunque no nos lo propongamos, siempre recibiremos favores (somos entes sociales); de la misma forma, nos veremos involucrados en situaciones que nos presionen a otorgar asistencia.
           En esta celebración del "Día de acción de gracias", cuyo indiscutible origen es mostrar agradecimiento a Yahvé, "Dios Padre, de quien todo procede y para quien somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y nosotros también" (1 Cor 8:6), nos preguntamos, ¿qué lugar ocupa la gratitud en la lista de nuestro sistema de valores éticos?

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