La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

domingo, 26 de junio de 2016

Juan Francisco Manzano

Publicación bilingüe de Autobiografía de un esclavo, con prólogo del profesor Ivan A. Schulman
Por Leonardo  Venta

“Manzano es un sorprendente caso de intuición para lo poético, con los escasos conocimientos que pudo obtener, nos ha dejado una pequeña obra, llena de musicalidad y de simpatía poética. A veces, su temperamento logra vencer sus deficiencias de formación literaria, con sensuales y elegantes aciertos”.
                                                                                    José Lezama Lima

 Durante el período en que los europeos subyugaron a los pueblos de América, entre los siglos XVI y XIX, las tradiciones de la oralidad  marcaron la estructura de la literatura caribeña. Entre las primeras obras escritas en español resaltan los poemas y la autobiografía que el esclavo Juan Francisco Manzano redactó entre las décadas de 1820 y 1830, en Cuba. A su vez, es el único relato autobiográfico escrito por un esclavo en español.

       Manzano, en Autobiografía de un esclavo (se ha tomado la fecha de 1838) denuncia el espíritu bárbaro de una nación reflejado en su sistema esclavista. La identidad en Manzano contrasta con la escritura del amo, de la que se nutre en su aspiración de libertad y superación.

            Para él, aprender la escritura tiene una connotación libertaria. Sin manifestación escrita, la identidad cultural del negro está limitada. Por consiguiente, el aprender a leer y escribir es vital en su propósito de afianzarla, así como una forma eficaz de exteriorizar la voz colectiva del negro, su potencial de ente civilizado. 

            La escritura de Manzano, considerada menor, y, por ende, excluida del canon literario, es redimida mediante la publicación de esta autobiografía.  Sin embargo, Ivan Schulman considera que la representación dócil y sumisa del esclavo, viene diseñada "desde arriba", para fabricar la imagen de un ser inofensivo incapaz de hacerle daño a sus amos y enfatiza así la crueldad de los mismos, entre los que resalta la marquesa de Prado Ameno.

            El esclavo poeta no sólo aprende a escribir mientras servía a su amo don Nicolás de Cárdenas y Manzano, sino que imita obsesivamente su caligrafía, aun a escondidas de éste; por otra parte, los amos maestros del círculo de Domingo del Monte, leen y reescriben el texto de Manzano, cumplimentado su anhelo de autorrealización.

            El discurso de Manzano, exaltado por el matancero Del Monte y su círculo literario abolicionista, se identifica en cierto sentido con el lenguaje del hombre blanco. De su famoso soneto “Treinta años”, hay dos versiones, una editada que apenas adolece de defectos, y otra plagada de éstos. En este tipo de composición, una tradición de la poesía blanca europeizante, la queja amorosa se transforma en  antiesclavista. En el poema notamos la sobrecorrección, que origina un involuntario efecto paródico.

            Su escritura opera como reproducción de un lenguaje metropolitano. Sin embargo, se levanta contra éste y la esclavitud. A su vez, se consolida en su carácter representativo de las minorías relegadas. Manzano aprende a escribir calcando la letra de don Nicolás. Su escritura se impone de la mano del copista, del corrector, e inclusive del traductor. Se especula que sobre la sobrecorreción mencionada, pudo influir una decisión editorial calculada para semantizar el discurso de Manzano y crear la impresión de una literatura de carácter nacional correspondiente a su rango social. Era de gran interés entre los intelectuales americanos de la época la creación de una literatura criolla, lo que pudiera comprobar la posible manipulación del discurso de Manzano. Nótese el interés de Domingo del Monte, considerado el primer crítico profesional de la literatura cubana, en apadrinar a Manzano y negociar su libertad.

            En una época mas actual, un fenómeno similar se catapulta en la poesía negra de Nicolás Guillen. En El son entero (1947), que incluye la deformación de términos castellanos, resuellan las preocupaciones políticas y sociales del cubano y su elemento negro, cuya manera de expresarse se imita. Por otra parte, en la novela antiesclavista Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde, doña Josefa se expresa en lengua “negra habanera”, en oposición a las voces peninsulares.

            La presencia del elemento negro en la literatura cubana se viene gestando desde Espejo de Paciencia, poema épico-heroico de Silvestre de Balboa, y primera obra de la literatura de la Mayor de las Antillas (1608). Dentro del marco de esa identidad criolla, que desafía la supuesta pureza, la credibilidad del discurso "blanco" de la Metrópoli, se desarrolla una variante que desafia el poder hegemónico foráneo, la esclavitud, al mismo tiempo que consolida el lenguaje y el sentir criollo.

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