La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

miércoles, 6 de marzo de 2013

El cuarto Goya para el cine cubano

De izq. a der.: Alejandro Brugués, director del filme, la española Andrea Duro, el protagonista Alexis Díaz y Jazz Vilá  

Por Leonardo Venta

“Soy un sobreviviente. Sobreviví al Mariel, sobreviví a Angola, sobreviví al Período Especial y a la cosa esta que vino después. A mí nada más que tú me das un filo y yo me las arreglo”, afirma el protagonista de “Juan de los muertos”, la cinta cubana del joven director Alejandro Brugués, estrenada en 2010, y que recibió el pasado 17 de febrero de 2013 el premio Goya a la Mejor Película iberoamericana, en la gala de entrega de galardones organizada anualmente por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España, el equivalente ibérico a la entrega de los Oscar.


“Juan de los muertos”, coproducida con España, se impuso en la categoría a los filmes "Infancia clandestina" (Argentina), “Siete cajas” (Paraguay) y "Después de Lucía" (México). Al recibir el Goya en el Centro de Congresos Príncipe Felipe de Madrid, Brugués, visiblemente emocionado, afirmó que mediante ese reconocimiento los académicos españoles abrían “una puerta para el cine independiente cubano que nadie va a poder cerrar”.

De 36 años de edad, graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba, Brugués recogió el galardón, acompañado por el protagonista de la cinta Alexis Díaz de Villegas, quien no podía contener las lágrimas, la española Andrea Duro, y Jazz Vilá. Este último con la voz agitada por la emoción expresó: “Gracias y un saludo muy grande para todos los cubanos, para los que hacen posible el cine en Cuba, donde no hay de nada pero hacemos de todo”.

La película, la cuarta presentada por Cuba que recibe tan importante distinción, junto a “La bella del Alhambra”, de Enrique Pineda Barnet; “Fresa y chocolate”, de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío; y “La vida es silbar”, de Fernando Pérez; ha participado en más de 30 festivales, y ha recibido numerosos premios, entre ellos el de la Popularidad del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana 2011, los premios del público en los festivales internacionales de cine de Panamá, Miami (Estados Unidos) y Leeds (Reino Unido), así como el premio de plata del Festival de cine fantástico de Bruselas, y tres lauros en Fantasporto, uno de los principales certámenes de cine de Portugal.

“Juan de los Muertos”, la primera cinta cubana de zombies, a su vez, la primera producción independiente premiada con el Goya, narra cómo una multitud de zombies ensangrienta el panorama habanero, mientras la televisión de la isla inculpa de la crisis a agentes al servicio de Estados Unidos. Lo cual sugiere la paranoia cubana, inducida por el régimen, ante una posible invasión yanqui.

Al mismo tiempo que el pavor y la desolación toman control de la capital cubana, Juan, el antihéroe, con el inusual eslogan "Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos", se aprovecha de la crisis para su propio lucro, brindando servicios a los moradores capitalinos interesados en exterminar a sus familiares infectados por los zombies.

Juan y un grupo integrado por su hija Camila (Andrea Duro); Lázaro, su mejor amigo (Jorge Molina); Vladi California, el hijo de Lázaro (Andros Perugorría); una prostituta travesti (Jazz Vilá); y un fornido proxeneta (Elicier Ramírez) protagonizan hilarantes mórbidas batallas por doquier contra los nocivos extraños seres, como parte del inverosímil negocio de una empresa privada que aniquila zombies a domicilio. Si bien, la situación se les torna cada vez más insostenible, hasta verse precisados a escapar por sus vidas rumbo Norte en una muy cubana 'embarcación-automóvil', usando como puerto de salida el célebre malecón habanero, excepto Juan, dispuesto a quedarse y enfrentar lo inenarrable.

Aparentemente, la película no ofrece solución al dilema del autómata pueblo infectado ni al del intérprete principal, cuya decisión de permanecer en la isla tonifica la disyuntiva ‘estoica ¿inoperante? inmolación' versus '¿sesuda? evasión’. Nos preguntamos, pues, junto a aquellos que han sido de una manera u otra compelidos a abandonar su lisiado lugar de origen, ¿cuál es la mejor opción, la más digna, la más sensata, afrontar la adversidad o evadirla? Según el final abierto – no tan abierto, presumimos – que  presenta el largometraje, encarar la adversidad es casi un acto suicida.

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