La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

jueves, 8 de diciembre de 2011

Los 360 años de sor Juana (III)


Por Leonardo Venta

Josefina Ludmer puntualiza en el ensayo “Las tretas del débil” las diferencias y conflictos existentes entre lo que la mujer, como ente individual, cree y acepta como su derecho, con lo que “la institución y la palabra del Otro [de naturaleza patriarcal]” juzga debe ser su rol.

Cuando en su célebre misiva Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691) – el primer manifiesto feminista de todos los tiempos – sor Juana Inés de la Cruz afirma "que el callar no es no haber qué decir, sino caber en las voces lo mucho que hay que decir", indudablemente propone que el silencio – que le era impuesto a su sexo – no significaba la cavidad ociosa del no conocimiento.

La monja jerónima emulaba con el pensamiento ilustrado masculino de su época mediante el dominio de la escritura y del saber. Al decir de la sorjuanista Georgina Sabat de Rivers en su libro En busca de Sor Juana: “... estaba consciente de que no era la cuestión biológica lo que constituía un impedimento para las    mujeres,   sino de que era una cuestión político-social: eran los hombres los que detentaban la riqueza y el poder, y de ahí se derivaba la marginación de la mujer; esta impuesta limitación era pues, el efecto del hecho de ser mujer y no la causa”.

Para la monja literata, la hegemonía masculina no era obligadamente secundada por el poder divino, más bien veía en la justicia celestial la repartición equitativa de dones a ambos sexos. Para demostrarlo, enumera en la Respuesta una extensa lista de mujeres prominentes: “Veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigail; otras de persuasión, como Ester; otras de piedad, como Rahab; otras de perseverancia, como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y virtudes”.

A través de su obra, sor Juana equipara la sabiduría con la grandeza del mal llamado sexo débil. Las figuras mitológicas femeninas, de una manera u otra, desempeñan en su obra un papel protagónico, así como están relacionadas con temas de trasgresión, osadía y castigo, insinuando, de esa manera, el lado injusto de los códigos y ordenanzas de la sociedad y de la propia vida.

Reconoce en la Respuesta que ella misma ha sido atacada principalmente por ser mujer. Al respecto comenta Octavio Paz en Las trampas de la fe: “Se da cuenta de que la atacan sobre todo por ser mujer y de ahí que su defensa se transforme inmediatamente en una defensa de su sexo. Ésta es la parte más viva y actual de su alegato”.

En la susodicha epístola, atavía a sus insignes congénitas de espléndidos epítetos: “…y en fin a toda la gran turba de las que merecieron nombres, ya de griegas, ya de musas, ya de pitonisas; pues todas no fueron más que mujeres doctas, tenidas y celebradas y también veneradas de la antigüedad por tales”.

No sólo en la Respuesta sor Juana redime la grandeza femenina. En su poesía religiosa, se auxilia de la imagen de la Virgen María – mujer – para equipararla con la de Dios – hombre. “Loa a la Concepción” es ejemplo notable de esta aspiración de paridad genérica: “Su Nobilísima madre, / claro está, que en el festejo / no es lo menos, pues la Iglesia / aclama devoto el Sexo”. Es notable el empleo del término Sexo para referirse al género de María, recurso sagaz que esgrime el hablante lírico para conferirle a la mujer una relevancia equitativa a la de su opuesto. (continuará la próxima semana)

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