La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

martes, 1 de enero de 2013

"Serenata Mulata", una tarde con Xiomara Alfaro



Por Leonardo Venta

El concierto que Xiomara Alfaro brindara el domingo, 3 de junio de 2007, en Tampa, ha sido indiscutiblemente el que más expectativas ha causado, en lo que va de año, entre los seguidores de la música tradicional cubana en esta ciudad floridana.

Desde que empezó a anunciarse la presentación de esta legendaria artista en nuestra Bahía, aquellos que la recordaban afirmada en la gloria de sus éxitos, comenzaron a preguntarse si sería capaz de desafiar al indetenible tren del tiempo, para bajarse airosa en la estación que le ofrecía, esta vez, la Sala Ferguson del Tampa Bay Performing Arts Center.

Sin embargo, esta pequeña gran cantante, cuya imagen ilustra antiguas carátulas de numerosos discos long play de acetato, adormecidos hoy en nuestro impasible presente de CDs, iPods y MP3, supo acelerar el palpitar de los corazones de un conmovido público, que de pie y con lágrimas en los ojos, la ovacionó hasta el último aliento de su concierto "Una tarde con Xiomara Alfaro".

Alfaro – cuyo solo nombre rememora la glamorosa Habana de los años cincuenta con sus centros nocturnos repletos de alegría, en lugares como Tropicana, Sans Souci y el Cabaret Montmartre, en un ir y devenir de ritmos tropicales – más que convencer, conmovió.

Su incomparable voz, difícil de categorizar, bañada por la ligereza de una soprano de coloratura, adornó sentidas canciones en escalas rápidas y trinos. Sorprendió, asimismo, con algunos registros agudos que evocaron la gran voz y técnica que la hicieran tan famosa. Sin embargo, la excepcionalidad de Xiomara Alfaro, fue precisada por la forma en que logró fundir sus gorjeos, tan operáticos, con la cadencia de un timbre, más grave, que se percibía como la más pura brisa tropical de los campos de su añorada tierra.

El director musical del espectáculo fue el excelente pianista panameño Rafael Benítez, esposo y compañero musical de la cantante por las últimas cinco décadas. El cantante Roberto Ferrer, por su parte, no sólo coordinó el evento, sino que lo condujo, así como interpretó dos canciones en una especie de adecuado preámbulo musical a la matinée.

De la misma forma, los puertorriqueños Eddy Mercado, bajista, y Luis Laicea, percusionista, acompañaron, con gran profesionalismo, a la legendaria cantante durante todo el recital.

Fue una tarde en que algunos repasaron con honda melancolía el ayer; mientras otros, más jóvenes, lo tanteaban por vez primera. No hizo mella al éxito del concierto que las piernas de la gran artista ya no sobrelleven el rigor de la fuerza de gravedad, y los achaques propios de la edad provecta le obligaran a sentarse en una silla, para desde allí cantarnos, con esa ternura y cubanía que destila por los cuatros costados, desde su firmamento sideral. El resto fue “magia”.

Terminado el concierto, se ofreció un cóctel, en el cual la prensa y diferentes personalidades invitadas compartieron con Xiomara Alfaro. Todos querían tomarse fotos con la legendaria artista, mientras su esposo Rafael y su sobrina Gloria, la contemplaban amorosos y satisfechos.

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