La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

lunes, 13 de febrero de 2012

¡Siempre te amaremos, Whitney!

Por Leonardo Venta

La creadora de un nuevo modelo de cantante pop – el cual inspiraría a Mariah Carey, Tony Braxton, Alicia Keys, Beyoncé Knowles y Adele, entre otras –, falleció prematuramente el sábado, 11 de febrero de 2012, en un hotel de Beverly Hills, la víspera de la entrega de los premios Grammy. 

La noticia ha conmocionado al mundo del espectáculo. Nadie imaginaba que Whitney Houston moriría a lo 48 años, más bien se especulaba su regreso a los conciertos. Tan sólo dos días antes del fatídico suceso, el 9 de febrero, se le vio subir al escenario para cantar con Kelly Price en una de las fiestas previas a la gala de los Grammy.

La reina indiscutible de la música pop, heredera de la dinastía establecida por Diana Rose, destinada a portar esa corona por mandato divino, nació un 9 de agosto de 1963 en Newark, New Jersey. Su madre integró el coro que acompañaba a Elvis Presley, sus primas Dionne y Dee Dee Warwick fueron estrellas del soul y su madrina era Aretha Franklin.

Whitney grabó su primer álbum a los 14 años de edad. Luego comenzó a cantar junto a su madre en clubes nocturnos. Sumamente atractiva, ocupó primeras planas de publicaciones en calidad de modelo. Tres canciones del álbum con el cual debutara pronto se colocaron en la cima de la popularidad. El segundo álbum contenía éxitos como "I Wanna Dance With Somebody" (1987) – ¿qué espíritu sensible puede resistirse a danzar, soñar y enamorarse con este tipo de música? – y "Where Do Broken Hearts Go"(1988), que alcanzó el tope de los charts, y permaneció allí por dos semanas consecutivas. Del mismo modo, una de sus grandes interpretaciones ha sido "One Moment in Time", la canción oficial de los Juegos Olímpicos de 1988.

La carrera fílmica de Whitney cuenta con sólo tres interpretaciones, sin contar "Sparkle (Destellar)", la cuarta – cuyo estreno póstumo será en agosto –, una cinta que recrea la historia de “Las Supremas” y sus experiencias con la popularidad y las drogas. En el filme, Whitney interpreta el rol secundario de Emma, la madre del trío de hermanas.

Si bien, el gran éxito cinematográfico, así como su debut, llegó para ella en 1992, como protagonista del filme "The Bodyguard (El guardaespaldas)”, que recaudó más de 121 millones de dólares en Estados Unidos. Whitney volvió exitosamente a la pantalla grande, en 1995, con "Waiting to Exhale (Esperando un respiro)", la cual registró ventas de 67 millones de dólares a nivel nacional. En 1996, interpretó su último papel protagónico en "The Preacher's Wife" (La mujer del predicador)”, aunque exitosa, tuvo menos aceptación que las anteriores.

Su tema musical "I Will Always Love You" se mantuvo durante 14 semanas en el primer lugar de la lista Billboard, convirtiéndose en un reto vocal e interpretativo hasta nuestros días. Nadie ha logrado interpretarlo como ella. Cabe destacar dentro del mercado hispano en Estados Unidos la exitosa versión en castellano de Maggie Carles, bautizada en Miami como “La Voz”, en una de sus primeras grabaciones recién llegada de Cuba.

Sin lugar a duda, es preciso poseer registros vocales excepcionales para interpretar acertadamente "I Will Always Love You"; tener una voz como la que acabamos de perder, apoyada indistintamente en grandes dotes interpretativas, presencia escénica e inusual temperamento artístico, en ese éxodo prodigioso de los elegidos hacia el olimpo musical. Hoy, con la mirada nublada, saturado de juveniles nostalgias, periodísticamente entono, con el temor de no alcanzar la nota requerida: ¡Siempre te amaremos, Whitney!

lunes, 6 de febrero de 2012

Silencio


Por Clarice Lispector

Es tan vasto el silencio de la noche en la montaña. Y tan despoblado. En vano uno intenta trabajar para no oírlo, pensar rápidamente para disimularlo. O inventar un programa, frágil punto que mal nos une al súbitamente improbable día de mañana. Cómo superar esa paz que nos acecha. Silencio tan grande que la desesperación tiene vergüenza. Montañas tan altas que la desesperación tiene vergüenza. Los oídos se afilan, la cabeza se inclina, el cuerpo todo escucha: ningún rumor. Ningún gallo. Cómo estar al alcance de esa profunda meditación del silencio. De ese silencio sin memoria de palabras. Si es muerte, cómo alcanzarla.


Es un silencio que no duerme: es insomne; inmóvil, pero insomne; y sin fantasmas. Es terrible: sin ningún fantasma. Inútil querer probarlo con la posibilidad de una puerta que se abra crujiendo, de una cortina que se abra y diga algo. Está vacío y sin promesas. Si por lo menos se escuchara al viento. El viento es ira, la ira es vida. O nieve. La nieve es muda pero deja rastro, lo emblanquece todo, los niños ríen, los pasos resuenan y dejan huella. Hay una continuidad que es la vida. Pero este silencio no deja señales. No se puede hablar del silencio como se habla de la nieve. No se puede decir a nadie como se diría de la nieve: ¿oíste el silencio de esta noche? El que lo escuchó, no lo dice.

La noche desciende con las pequeñas alegrías de quien enciende lámparas, con el cansancio que tanto justifica el día. Los niños de Berna se duermen, se cierran las últimas puertas. Las calles brillan en las piedras del suelo y brillan ya vacías. Y al final se apagan las luces más distantes.

Pero este primer silencio todavía no es el silencio. Que espere, pues las hojas de los árboles todavía se acomodarán mejor, algún paso tardío tal vez se oiga con esperanza por las escaleras.

Pero hay un momento en que del cuerpo descansado se eleva el espíritu atento, y de la tierra, la luna alta. Entonces él, el silencio, aparece.

El corazón late al reconocerlo.

Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron. Pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aun el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento.

Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad. Él es el silencio.

Puede intentar engañársele, también. Se deja caer como por casualidad el libro de cabecera en el suelo. Pero, horror, el libro cae dentro del silencio y se pierde en la muda y quieta vorágine de éste. ¿Y si un pájaro enloquecido cantara? Esperanza inútil. El canto apenas atravesaría como una leve flauta el silencio.

Entonces, si se tiene valor, no se lucha más. Se entra en él, se va con él, nosotros los únicos fantasmas de una noche en Berna. Que entre. Que no espere el resto de la oscuridad delante de él, sólo él mismo. Será como si estuviéramos en un navío tan descomunalmente grande que ignoráramos estar en un navío. Y éste navegara tan largamente que ignoráramos que nos estamos moviendo. Más de eso, nadie puede. Vivir en la orla de la muerte y de las estrellas es una vibración más tensa de lo que las venas pueden soportar. No hay, siquiera, un hijo de astro y de mujer como intermediario piadoso. El corazón tiene que presentarse frente a la nada sólito y sólito latir alto en las tinieblas. Sólo se escucha en los oídos el propio corazón. Cuando éste se presenta completamente desnudo, no es comunicación, es sumisión. Además, nosotros no fuimos hechos sino para el pequeño silencio.

Si no se tiene valor, que no se entre. Que se espere el resto de la oscuridad frente al silencio, sólo los pies mojados por la espuma de algo que se expande dentro de nosotros. Que se espere. Un insoluble por otro. Uno al lado del otro, dos cosas que no se ven en la oscuridad. Que se espere. No el fin del silencio, sino la ayuda bendita de un tercer elemento, la luz de la aurora.

Después, nunca más se olvida. Es inútil intentar huir a otra ciudad. Porque cuando menos se lo espera, se puede reconocerlo de repente. Al atravesar la calle en medio de las bocinas de los autos. Entre una carcajada fantasmagórica y otra. Después de una palabra dicha. A veces, en el mismo corazón de la palabra. Los oídos se asombran, la mirada se desvanece: helo ahí. Y desde entonces, él es fantasma.


domingo, 5 de febrero de 2012

Entender é Limitado | Clarice Lispector



Não entendo


Isso é tão vasto que ultrapassa qualquer entender.

Entender é sempre limitado. Mas não entender pode não ter fronteiras.

Sinto que sou muito mais completa quando não entendo.

Não entender, do modo como falo, é um dom.

Não entender, mas não como um simples de espírito.

O bom é ser inteligente e não entender.

É uma benção estranha, como ter loucura sem ser doida.

É um desinteresse manso, é uma doçura de burrice.

Só que de vez em quando vem a inquietação: quero entender um pouco.

Não demais: mas pelo menos entender que não entendo.


No entender

“No entiendo. Esto es tan vasto que supera a cualquier entender. Entender es siempre limitado. Pero no entender puede no tener fronteras. Siento que soy mucho más completa cuando no entiendo. No entender, del modo en que lo digo es un don. No entender, pero no como un simple de espíritu. Lo bueno es ser inteligente y no entender. Es una bendición extraña, como tener locura sin ser demente. Es un manso desinterés, es una dulzura de estupidez. Sólo que de vez en cuando viene la inquietud: quiero entender un poco. No demasiado: pero por lo menos entender que no entiendo.”

Univesp | Clarice Lispector | Parte 1ª



Lezama Lima - "Una oscura pradera me convida"

Javier Bardem : Before Night Falls - My Lover Sea

viernes, 3 de febrero de 2012

El Martí que renace


Parque "Amigos de José Martí" en Ybor City, Florida, Estados Unidos

Por Leonardo Venta

No hay nada que emocione más a la virtud que el escuchar cuando alguien pronuncia el nombre de José Martí con merecida admiración. Cada año, alrededor de esta fecha, se le nombra y se le lee sin menguar su verdor de “novias palmas que esperan” en amoroso gesto de suspiro de patria. Este 28 de enero de 2012, en el 159 aniversario de su natalicio, no hay excepciones.

El “Parque Amigos de José Martí”, en la ciudad de Ybor, ostenta en el centro una estatua erigida a él, la cual parece elevarse sobre el pedestal para remontarse al firmamento. Ese monumento no está allí por azar, y es que Martí, quien vivió prolíficamente en Estados Unidos los últimos 15 años en sus algo más de cuatro décadas de existencia, encontró refugio en el hogar del matrimonio Pedroso, ubicado en el terreno en que hoy se encuentra este oasis cubano.

Todo lo que se diga sobre Martí corre el riesgo de convertirse en expresión repetida, pues por más de un siglo un holgado inventario de calificativos y oficios nada inflados le adornan: escritor, orador, periodista, pedagogo, embajador, filósofo, dramaturgo, incluso redentor…pues redimir, sacar de esclavitud al cautivo pagando un precio, fue lo que él hizo al inmolarse por Cuba.

Excepcional orador, como lo certifica su coterráneo y contemporáneo Manuel de la Cruz (1861-1896),
“… según los que le oían habitualmente, pocos oradores han dado a su palabra el tono, el calor y la fuerza que imprimía a sus discursos”, llegó por primera vez a Tampa la medianoche del 25 de noviembre de 1891, y el 26 pronunciaba en el Liceo Cubano el discurso “Con todos y para el bien de todos”.

Allí propone “la fórmula del amor triunfante, alrededor de la estrella de la bandera nueva”, y enardece el ánimo de sus compatriotas hasta el arrebato cuando proclama: “¡Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra [cubano], ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, que si se la pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y es trono o cumbre de monte la naturaleza!”

En el mismo Liceo, Martí pronuncia al siguiente día otro ferviente discurso, "Los Pinos Nuevos”, en una velada en memoria de los ocho estudiantes de medicina fusilados en La Habana colonial, el 27 de noviembre de 1871: “Lo que anhelamos es decir aquí con qué amor entrañable, un amor como purificado y angélico, queremos a aquellas criaturas que el decoro levantó de un rayo hasta la sublimidad, y cayeron, por la ley del sacrificio”.

Como escritor, su consagración al sacrificio no impidió que su prosa diáfana, aguda, y su verso elfo, asidos a la justicia, a la verdad y al amor, trazaran la brecha del movimiento modernista en la América española. Rubén Darío, considerado el fundador de dicho movimiento – generalización, a mi juicio, cuestionable – llamó a Martí padre, y lo incluyó en su libro Los Raros. En la primera edición de este texto, publicada en 1886, donde Darío incluye semblanzas de autores por los que sentía gran admiración, especialmente los simbolistas franceses, sólo incluye dos autores hispanoamericanos: Augusto de Armas, poeta cubano residente en París que escribió casi la totalidad de su obra en francés, y José Martí.

Sírvanos de colofón a esta semblanza-conmemorativa, pues sintetiza nuestro sentir, las palabras del investigador literario estadounidense Ivan A. Schulman: “Raras son las figuras literarias cuya excelencia artística corra pareja con una intachable complexión moral y cuyas cualidades personales, lo mismo que su producción literaria, sean fuente perenne de inspiración. La manifestación de este raro conjunto de características en [él] constituye una justificación más – si es que alguna se necesitaba realmente – de la universal reverencia que se le ha tributado”.



Nota: El narrador de este video comete un error al llamar a Ruperto Pedroso, Roberto. La pinareña Paulina Hernández Hernández desde joven se estableció en Florida, donde contrajo nupcias con Ruperto, de quien, a la usanza estadounidense, tomó el apellido Pedroso. Ruperto trabajaba como tabaquero en Tampa. Allí Martí y Ruperto iniciaron una amistad perdurable. La casa de los Pedroso era el lugar donde pernoctaba Martí siempre que visitaba Tampa. Se dice que cuando se encontraba allí, una bandera cubana ondeaba en el frente y a altas horas de la noche podía verse la luz de su ventana todavía encendida.

jueves, 2 de febrero de 2012

Chico & Rita - Official Trailer [HD]

Chico and Rita reviewed by Mark Kermode

Mi adiós al héroe-artista

José Murani
Por Leonardo Venta

Ciertas impensadas musas eligieron un frío invierno floridano para transpórtalo al Parnaso donde insospechados duendes deambulan los inquietos paisajes de las artes plásticas, mientras nosotros, atiborrados de repetidas huérfanas tristezas, hemos quedado paralizados, absortos, en calidad de inútiles espectadores de una abrumadora escena de despedida. Pero la turbación finalmente se postra ante la memoria del héroe-artista, de cara al cielo, sin titubeos, para pintar su definitivo paisaje sobre el lienzo infinito de la gloria.

Trazos melancólicos dibujaron las nubes que se ocultaron un domingo para llorar al pintor que logró retener en su memoria la magia de la luz y los colores de la isla que lo vio nacer, en un silbido de infinita palpitante colorida brocha con hechizo de Tampa y Cuba. Luto es la palabra que nos asecha y amilana; esperanza de resurrección, obra cuajada de savia, beldad, afecto, son términos que nos alientan.

Se nos ha ido José Murani (Guayos, Cuba, 20 de mayo de l927- Tampa, Estados Unidos, 8 de enero de 2012). Cruzó el umbral de la inapelable, pero su legado como artista es imperecedero. Alientan esta nota los ineludibles sollozos de sus hijas Miriam y Zoila, el nudo en la garganta de su esposa de toda una vida, Idolanda M Cabrera, y de su hermana Rosa, el rostro cabizbajo de sus nietos Yamir, Yasser, Yandi, Adán y Reinier, y la tierna inocencia de Leah, su bisnieta de 5 años.

Murani falleció a la edad de 84 años, entre esbozos y paisajes, arrebujado con el irreemplazable calor del afecto familiar, después de una prolongada estoica batalla contra el cáncer, enemigo ante el que no cedió su grandeza humano-artística, su devoción de esposo, padre, hermano, abuelo, amigo, hombre sencillo y elevado.

Residente en Tampa desde el año 2001, Murani fue lo que llamamos un pintor nato. Nunca recorrió los gráciles corredores de la muy anhelada Academia de San Alejandro de La Habana, el sueño de todo joven artista en Cuba, mas su propósito ingénito de pintar prevaleció.

Autodidacta, como Van Gogh, su don de luz tropical se dilató hasta sus últimos años. Conquistó las galerías cubanas, incursionó las europeas. España e Italia auscultaron atentas las vibrantes modulaciones de su curtido pincel sobre el lienzo, y nuestra Tampa martiana, amada cómplice, se enamoró de sus cuadros, para retenerlo y brindarle frecuentados, pero nunca suficientes, tributos.

En cierta ocasión, le dediqué merecidos y sinceros elogios en forma de inusual aplauso, a lo Stravinsky, rememorando el desacostumbrado homenaje del compositor ruso a la obra del pintor Raúl Milián, en La Habana, en un artículo que yo titulara “Mi homenaje al héroe-artista”.

Hoy, en mi humilde y nada calificada opinión (no soy pintor), quiero dejar constancia de mi admiración por el arte de José Murani y estas lágrimas-palabras en señal de duelo.

¿Los zapaticos caminaron por Cojímar?


Por Alex Pérez Pozo


Cojímar es un pueblo que nunca tuvo un acto o ceremonia de fundación. Sus espacios, que evocan a la naturaleza con paisajes afrodisíacos, de vez en cuando son escondidos tras la urbanización que hoy impera en sus terrenos y arrebata la historia oculta entre sus muros.

Como mismo Santiago no se rindió ante su desafío en El viejo y el mar, las leyendas de este pueblo, que en sus inicios fue de negros libres e indios errantes, luchan contra el tiempo y el abandono de sus pobladores, porque sus construcciones e historias se están quedando a la deriva, y permanecen solo en los recuerdos de algunos de sus habitantes.

Pero la notoriedad de Cojímar no comenzó cuando Hemingway utilizó este pueblo como escenario de su novela, sino desde mucho antes: se remonta a la época en que los capitanes generales venían a veranear a sus casas, o desde la época en que supuestamente el Apóstol pudo haber visitado sus playas y haberse inspirado para su poema Los zapaticos de rosa en el escenario que allí vio.

Vigencia de contradicciones

A pesar de la hipótesis planteada en 1984 por el cubano Oscar Fernández de la Vega, gran historiador y estudioso de la obra martiana, en su libro La barranca de todos II, aún no existe consenso acerca del verdadero lugar que inspiró al Apóstol a escribir este poema.

De la Vega plantea que Los zapaticos… está inspirado, al menos su escenario, en las playas de Nueva York, Nueva Jersey y Rhode Island. Demuestra que en aquella época eran muy concurridas por la alta aristocracia, excepto Bath Beach, en Nueva Jersey, lugar donde José Martí vivió durante un tiempo.

Según de la Vega, la calle del laurel, por la que anduvieron Pilar y su madre, no es más que «una vía reflejada en —The Marquand Cottage— un dibujo de Mr. Hunt».1 Esta obra ilustra una mansión famosa con una gran arboleda en su jardín, donde «se levanta un árbol que podría ser un laurel, por lo menos en la mente del poeta… percepción inmediata, no impresión evocada esta vez»,2 sostuvo el investigador.

Otro reconocido historiador cubano, Leopoldo Barroso, citado y refutado por De la Vega en La barranca…, al referirse a Cojímar resalta: «por allá había un camino de laureles, casas con jardines y cocheras, diferencia entre el color de las arenas, y al parecer, un resto de barranca».3

Según se recoge en la memoria popular y como se muestra en varios mapas topográficos, la única carretera existente desde Guanabacoa hasta Cojímar, estaba amurallada por árboles que, ante la sensibilidad perceptiva del héroe, debieron resultar impresionantes. Eran arboledas con filas de laureles que durante la época pasada sirvieron como símbolo de la vía para nombrarla.

Pero este no es el único indicio que tienen en cuenta los historiadores que consideran probable la presencia de Martí en Cojímar. Oscar Fernández de la Vega hace referencia en La barranca de todos II a la hipótesis planteada por Barroso, quien en su texto Guanabacoa libre expone que «el poema evoca los momentos vividos en el año 1869, cuando su padre era el celador del barrio de la Cruz Verde, en Guanabacoa».4

Una nueva posibilidad

Algunos miembros de la Asociación Nacional de Historiadores de Cuba (ANHIC) de Cojímar, representados por Alejandro Pérez Núñez, llevan a cabo una investigación sobre este tema como parte del proyecto comunitario Huellas sobre el mar, el cual ha planteado entre sus hipótesis que el Apóstol se hospedó en Cojímar, en una de las casas de veraneo de Miguel F. Viondi, entre 1878 y el verano de 1879. Este lugar se encontraba frente a los baños de doña Pilar Samohano, dueña de los Helados de París y el Hotel Telégrafo, en la famosa acera del Louvre de La Habana.

Durante los primeros meses de vida de José Francisco Martí, su padre trabajaba como pasante en el bufete de don Miguel F. Viondi y Vera, prestigioso abogado de la época y dueño de casas de veraneo en Cojímar, con el cual el Apóstol estableció una amistad muy cercana. Este señor fue el único que le ofreció empleo tras su arribo desde Guatemala el 31 de agosto de 1878.

Viondi era además vicepresidente del Liceo Literario y Artístico de Guanabacoa, del cual Martí fue secretario, y la amistad entre ambos fue de tal magnitud que el Maestro llegó a calificarlo de «ejemplar amigo»,5 en carta fechada el 13 de octubre de 1879, luego de ser deportado por segunda vez hacia España. Asimismo, en otras misivas muestra el aprecio que sentía por este señor con calificativos de igual significado.

El sanatorio

Después de ser indultado por el Gobernador de la Isla en 1871, «Martí es diagnosticado con infecciones pulmonares y sarcoidosis»,6 una enfermedad granulomatosa sistemática.

«Precisamente las playas cojimeras eran las únicas en la época con balnearios privados, porque gozaban de un prestigio, por sus aguas medicinales, desde 1813. Entonces, estas pudieron haber sido visitadas por él cuando estuvo brevemente en Cuba en 1879», comenta Pérez Núñez.

Estos balnearios fueron construidos mucho antes que los primeros baños de La Habana, entre los que se encuentran los famosos Campos Elíseos del Malecón y que datan de 1902. Sin embargo, las costas de Cojímar seguían siendo las predilectas para las personas de la alta aristocracia y los propios capitanes generales durante la etapa veraniega.

Pero, ¿por esas arenas finas de la playa al este de la actual capital habrán caminado los zapaticos de Pilar?

¿Quién era Pilar?

Oscar Fernández de la Vega planteó que la niña que va siempre con su sombrerito de plumas «es María Mantilla»7.

«Sin embargo, durante el tiempo de la posible estancia de Martí en Cojímar, la memoria popular afirma que a los baños cojimeros de doña Pilar concurría María de Boada Sabatés, hija de don Joaquín Boada, quien vivía con grandes comodidades, tenía lujos, coches y aparentemente permanecía cerca de la playa y de las casas del señor Viondi», plantea el investigador Alejandro Pérez Núñez.

Y agrega que «la infante padecía de enfermedades respiratorias, por lo cual su padre invierte en terrenos de Cojímar y le construye la famosa Quinta Boada o Quinta de Pedralves. La influencia de esta familia en el poblado de Cojímar era tan grande que la esposa de don Joaquín decidió donar la imagen de la Virgen de Nuestra Señora del Monte de Carmelo, Virgen del Carmen, a la iglesia de la localidad.

La indagación llevada a cabo por este historiador concluyó que «exactamente del mes de julio de 1879, de acuerdo con los textos consultados en las Obras Completas. Edición Crítica, no existen fuentes documentales (cartas, textos periodísticos, etc.) del Apóstol. Las únicas misivas enviadas durante este tiempo tienen fechas del 12 de junio, y la siguiente del 7 de agosto de 1879. Esto nos hizo preguntarnos si estaría de descanso en Cojímar, devenido sanatorio de enfermedades respiratorias. Este pueblo probablemente fue recomendado por su familia, o por su íntimo amigo don Francisco Viondi, o tal vez por su experiencia personal».

Por otra parte, la investigadora cubana Paula María Luzón Pi considera que «si Martí se refería a “zapaticos de rosa” es porque él identifica este color con la infancia, los niños, todo lo que comprendía a su hermana Lolita, quien muere a los cinco años de angina de pecho mientras él estaba en el presidio».

«Tal vez, como las playas de Cojímar eran consideradas un sanatorio para este tipo de enfermedades y don Mariano Martí era el celador del barrio Cruz Verde en Guanabacoa, a Lolita la trajesen aquí, y por eso es que dedica estos versos al amor en rosa que sentía por ella, destaca el investigador Pérez Núñez.

«También la niña protagonista de este poema puede ser la hija de la baronesa Pilar Samohano, dueña de los famosos baños de mar de Cojímar, a quien muchos llamaban Pilariña. Aun así Mademoiselle Marie, a quien está dedicado este poema, es una incertidumbre para la historia rodeada de suposiciones», agrega.

Con respecto a las personas presentes en la playa, Martí destaca extranjeros en los alrededores. «Y está comprobado que en Cojímar la presencia de foráneos mayormente provenía de España, Asia, otros de Brasil, Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda y México, así como de Venezuela, Italia, Francia y Rusia»,8 sostiene Alejandro Pérez.

Los detalles del paraíso

Cuando Martí se encontraba en España, y antes de escribirle a su esposa, le comenta a Viondi, en carta del 13 de octubre de 1879: «…ni escribir quiero mis memorias,—porque hasta las que escribo me hacen falta para calentarme el alma en la soledad (…) nunca olvidaré aquellos días de animado bufete, ni las heridas que usted me curó, ni la fortaleza que usted me reanimó, ni aquella unión entrañable —no en mí perecedera— en que vivimos. Sean para V., como para mí, las obligaciones nuevas de cariño! —Ayer vi un encantador sombrero blanco. Pensé en Julita (hija de Miguel Viondi). Y en mi hijo».9

Para el estudioso Alejandro Pérez «el sombrero blanco pudo ser el que tuvo como referencia para destacar en la niña de Los zapaticos… y así recordar a la hija de su entrañable amigo y a su pequeño José Francisco Martí y Zayas Bazán, quienes, en las etapas de veraneo, probablemente descansaban en las playas de Cojímar.

«Cada detalle escenificado es manifiesto en la vida que tenía, de la experiencia que lo pudo haber acompañado durante las estancias con su hijo, tal vez, antes de partir de Cuba en septiembre de 1879», agrega.

El poema fue publicado en la primera edición de La Edad de Oro en julio de 1889, diez años después de la supuesta estancia de Martí en las playas de Cojímar. Pero en carta a Viondi, con fecha del 18 de noviembre de 1879, el Apóstol le anuncia a su amigo: «reúno cuidadosamente todos esos datos que puedan serme útiles para la obra que desde hace años intento».10

Otros aspectos importantes que menciona pudieran referirse a la topografía de las playas de Cojímar. Sin embargo, Oscar Fernández de la Vega plantea que «el escenario es fruto de la visión de las costas norteamericanas»,11 para reflejar la sociedad de la época.

En el plano topográfico del Cojímar de 1850 y en el de 1919 se trazan elementos de la geografía que resaltan y concuerdan con la descripción hecha en el poema. Una de las propuestas de la hipótesis de Barroso plantea: «Martí y su familia hubiesen visto una puesta de sol desde la playa de Cojímar, con la elevación al oeste que pudo ser “el monte dorado” de la vigésima redondilla».12

En ambos mapas aparece una bahía bordeada por arena, con dos tonos interrumpidos por una sección de rocas y en el medio de la pequeña ensenada se impone un cayito de arenas blancas, El Cocal, como un islote que se comunica con la orilla. Se aprecia la desembocadura de un río en donde antiguamente se sentaban los pobres.

«Esta era la parte de la playa donde se reunían los botes de los viejos pescadores, como mismo lo hacían en las márgenes del cayo, donde las arenas eran más finas y las aguas más saladas», agrega el historiador Pérez Núñez.

Y asimismo, reafirma Barroso en el dibujo para Guanabacoa libre, «la calzada de los laureles queda entre la playa (al este) y un montículo (al oeste) que podía parecer dorado en la puesta de sol observada desde la arena».

«Cuando indica que “Lo alegre es allá, al doblar// En la barranca de todos” puede ser a la derecha de los baños de doña Pilar si nos fijamos en el mapa.13 Porque en ese espacio es donde estaba El Cocal y la orilla de la costa de los pobres, justamente donde está la barranca», afirma Alejandro Pérez.

Un cardinal de referencia

En otra estrofa, Martí menciona a Alberto el militar, quien salió en la procesión, con un tricornio y un bastón echando un bote a la mar. Oscar Fernández de la Vega propone que el soldado «pudo haber sido un militar o ex militar o ciudadano común y corriente, pero disfrazado de alguna de las carnavaladas o desfiles exhibicionistas de New Port, Estados Unidos».14

Para Alejandro Pérez «el tricornio, a pesar de que desapareció tras el fin de la Guerra de la Independencia Española en 1814, es reutilizado por la Guardia Civil en 1844 por orden del Duque de Ahumada. Esta decisión perseguía el realce del uniforme, y en la actualidad es utilizado para las ceremonias, o en determinadas ocasiones, por la Guardia Real. Por lo que existe la posibilidad de que haya sido utilizado también en la primera procesión efectuada en Cojímar».

El 16 de julio de 1879 en este pueblo se celebró uno de los eventos más importantes de la región de Guanabacoa, porque se realizó la primera procesión de la imagen de Nuestra Señora del Monte de Carmelo, debiendo ir custodiada por un militar, quien había de ir con su uniforme de gala; lo que, además, coincidía con las fiestas patronales del poblado.

Allí la imagen de la Virgen era engalanada, en un desfile por la calle que comunicaba a la playa, luego se colocaba en un bote y se mostraba alrededor de la pequeña bahía para bendecirla, porque ella significa la estrella del mar y la protectora de los navegantes.

«Coincidentemente, en Cojímar hay un torreón que servía para defender esta parte de la ciudad de los ataques de corsarios y piratas. Esta fortificación y otras que existieron en las inmediaciones de la costa debieron estar comandadas por militares españoles. Probablemente uno de ellos fue el mismo que custodió a la virgen, utilizó el tricornio en la procesión y luego Martí describió en su poema», considera Alejandro Pérez.

Martí describe una playa que tiene un ambiente de ricos y a uno de los lados había pobres. Contrasta la desigualdad que veía con sus propios ojos. Todo era pura percepción—precisa Alejandro Pérez—, no un escenario compartimentado en varias playas como presupone De la Vega.

«En Cojímar están aunados todos los elementos que él minuciosamente va mencionando en su poema: la calle del laurel, la presencia de extranjeros, el monte dorado, la arena fina, el águila simbólica en sus textos, Pilar, el tricornio, Alberto el militar y la procesión», infiere Pérez Núñez.

Y continúa: «El amor a la Patria que sentía Martí es tan grande que un homenaje de esta magnitud debería ser para las tierras que él defendió y, en Cojímar, son muchas las coincidencias de carácter histórico y geográfico mostradas en los versos, como una especie de reflexión autobiográfica de los acontecimientos que ocurrieron en julio de 1879 en este lugar. Además, cuál escenario, si no el de su Cuba, va a representar para los niños de América.

«Probablemente los momentos vividos aquí, de cierta forma son los que están manifestados en estos versos, porque en ellos se reflejan aspectos de su niñez, relaciones familiares, pasajes históricos, su hijo, sus amigos, la playa donde supuestamente compartió con todos ellos en diferentes momentos. La flora y la fauna que lo conmovieron, todo un escenario que inspiraría a cualquier poeta», concluye.

Tal vez esta fue la playa que él inmortalizó. ¿Quién sabe si no se pudo resistir a sus encantos y decidió escribirle este poema; o si Pilar es el reflejo de alguna de las personas que habitaron en este pueblo durante la época? Parece que la incertidumbre permanecerá, y solo en un fragmento de la historia local surgirá la verdad porque, probablemente, aquellos zapaticos caminaron por Cojímar.

Citas:

1 Fernández de la Vega, Oscar. En La barranca de todos II. Las playas en Los zapaticos de rosa de José Martí. Manuscrito de indagación psicosemiológica. 1984. p. 9

2 Ídem.

3 Ídem.

4 Ídem.

5 Colectivo de autores. José Martí. Obras Completas. Edición Crítica. Tomo 6. Editorial Oriente. Cuba. 2002. p. 117

6 Hodelín Tablada, Ricardo. Enfermedades de José Martí. Editorial Oriente. 2007

7 Fernández de la Vega, Oscar. En La barranca de todos II. Las playas en «Los zapaticos de rosa» de José Martí. Manuscrito de indagación psicosemiológica. 1984. p. 6

8 Refiere a Censo de población de 1853, del Archivo del Museo Histórico de Guanabacoa. 33-24 8-1

9 Colectivo de autores. José Martí. Obras Completas. Edición Crítica. Tomo 6. Editorial Oriente. Cuba. 2002. pp. 117-119

10 Colectivo de autores. José Martí. Obras Completas. Edición Crítica. Tomo 6. Editorial Oriente. Cuba. 2002. p. 122

11 Fernández de la Vega, Oscar. En La barranca de todos II. Las playas en «Los zapaticos de rosa» de José Martí. Manuscrito de indagación psicosemiológica. 1984.

12 Ídem. p. 8

13 Mapa de 1850 y Mapa de 1919. Área Topográfica de Cojímar. Archivo de Guanabacoa.

14 Ídem. p. 15