La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

viernes, 24 de diciembre de 2010

¿La verdadera Navidad?

 Una recreación de Santa Claus realizada por el pintor Habdon Sundblom para la campaña de Coca-Cola de 1931

Por Leonardo Venta

La Navidad es el día en que se celebra el nacimiento de Jesucristo (según los evangelios de San Mateo y San Lucas, aunque no mencionan fecha). Es curioso que el día de Navidad no fuera oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno se declaró el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento del Mesías.

Algunos estudiosos consideran que esta celebración surge como una forma de convenir a la iglesia cristiana con los ritos paganos. La celebración gentil más relacionada con la Navidad eran las Saturnales que se llevaban a cabo del 17 al 23 de diciembre en la antigua Roma en honor a Saturno, dios de la agricultura. Grandes banquetes y bebidas, loterías y juegos de azar, e intercambio de regalos, caracterizaban a estas festividades. Una fiesta de invierno similar –conocida como Yule–, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses, se organizaba en el norte de Europa.

En la Edad Media, la Iglesia añadió el Nacimiento y los villancicos a sus rituales navideños. Así también, el siglo XIX fue decisivo en la consolidación de la tradición de esta festividad. En éste, se generalizó el uso del árbol de Navidad, originario de zonas germanas, y se enviaron las primeras tarjetas postales. La primera se imprimió en Londres en 1846.

La popular imagen del regordete Santa Claus, con el raudo trineo, los inseparables renos y las bolsas abarrotadas de regalos, se asocia a la leyenda de Papá Noel, que procede, en parte, de San Nicolás. Obispo de Mira, capital de Licia, Nicolás IV es el patrón de Rusia y de los niños. Su culto es generalizado en Oriente y en Europa, especialmente en Bori, Italia, donde se veneran sus reliquias.

Compras y precios en rebaja, días feriados en el trabajo, concebidos convites, embriagados efugios, interminables tendederas de postales cuyo destino final es el basurero, arbolitos de todos precios, derroche de rojo y verde, producciones de "El cascanueces" en la cartelera balletística, multicolores compromisos, remedados y maquillados estreses, innecesarios gastos, memorables rituales familiares, integran la interminable lista de elementos que definen en parte nuestra Navidad.

Como hemos ya leído, algunos no aceptan que Jesucristo haya nacido el día en que celebramos su nacimiento. Otros piensan que cualquier fecha es apropiada para ese fin. Nos preguntamos, pues, ¿cuál es el centro de nuestra Navidad, Jesús, los regalos, la familia, o el mismísimo Santa Claus? ¿Es la Navidad para todos? ¿Existe un genuino mensaje de amor detrás de cada guiño navideño?

jueves, 23 de diciembre de 2010

“Carmen”: Ópera, ballet y exilio…

La bella y genial Svetlana Zakharova en el rol de Carmen - Andrei Uvarov, como don José - Ballet Bolshói Foto: Damir Yusupov.

Por Leonardo Venta

La ópera Carmen es una de las obras más célebres del compositor francés Georges Bizet. Se trata de una pieza tragicómica en cuatro actos con libreto de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, basada en un relato de Prosper Mérimée. Se estrenó sin gran éxito en la Opéra-Cómique de París el 3 de marzo de 1875.

Entre una fábrica de tabacos y un cuerpo de guardia del Regimiento de Alcalá, se inicia la trama. Don José, un apuesto cabo, es embrujado por la hermosura de Carmen, quien hace su entrada triunfal con la interpretación de la célebre Habanera, para luego retirarse bajo el acoso de extasiadas miradas.

La atmósfera se torna convulsa. Un grupo de agitadas cigarreras le informan al teniente Zúñiga que Carmen acaba de herir a otra cigarrera en la cara. Don José, obedeciendo órdenes de Zúñiga, la detiene, pero ella le promete que si la deja en libertad se reunirá con él en la Taberna de Lilas Pastia.

Al comenzar el segundo acto, en la susodicha taberna, Carmen se entera de que don José, quien había estado preso por haberle viabilizado la fuga, ya disfruta su libertad. El torero Escamillo, en su primera entrada en escena, queda infatuado con la belleza de Carmen; mientras, cumpliendo a su cita, don José llega a la taberna. Allí, en un diálogo aparte, la cigarrera le propone a don José que se vaya a vivir con ella a la sierra.

El tercer acto comienza con el ex brigadier ya integrado al grupo de los contrabandistas; aunque, algo después, abandona la sierra para obedecer el último reclamo de su madre que fallece; al mismo tiempo, Escamillo, en contraste, encapado de taurino júbilo, anuncia su próxima corrida.

La obra concluye en la Entrada a la Plaza de Toros de Sevilla, con la triunfal entrada de la cuadrilla de toreros, precedida por el altivo matador, que ya es amante de Carmen. Don José, que ha regresado, cegado de celos, asesina a Carmen de una puñalada.

Este argumento de seducción, pasión y celos, también ha sido llevado al ballet por numerosos coreógrafos, entre ellos, Roland Petit, en 1949, y Alberto Alonso, en 1967, para la gran bailarina Maya Plisétskaya, del Ballet Bolshói de Moscú.

Poco después, fue estrenado por la mítica Alicia Alonso, ex cuñada de Alberto, quien por el matrimonio con el hermano de éste, Fernando, figura cumbre de la escuela cubana de ballet, asumió el apellido Alonso en 1938.

Del estreno en Moscú, Alberto Alonso, fallecido en enero de 2008 en su tardío exilio de Miami, rememoraba siempre la gran ovación final que le obligó a salir a saludar al público una docena de veces. Ya en Estados Unidos, nunca volvió a ser invitado a las nuevas puestas de su Carmen en la Isla y España. "Nadie me invitaba", se lamentaba.

Sin embargo, no todo fue amargura profesional de exilio para el creador de la versión cubana de Carmen; en noviembre de 2005, la legendaria Plisétskaya, quien celebraba su octogésimo cumpleaños, le invitó a volver a montar su más célebre ballet para Svetlana Zakharova y otras nuevas figuras del Bolshói. “Si un coreógrafo hizo algo para mí semejante a lo que hizo Mijail Fokine para Anna Pávlova, ese fue Alberto Alonso”, declaró la Plisétskaya a la sazón de la reposición.

Además, la Carmen de Alberto recobró aliento con el Ballet Clásico Cubano de Miami en 2009, con la actuación de la primera bailarina del Ballet de San Francisco, la cubana Lorena Feijoo, como gran atracción, y los bailarines principales cubanos, recién exiliados, Hayna Gutiérrez, Miguel Ángel Blanco y Taras Domitro. Previo al ballet se exhibió el filme “Dance of my heart”, dirigido por Ricardo Acosta, que aborda la vida del fallecido gran coreógrafo caribeño. 




miércoles, 22 de diciembre de 2010

La Colmena: ¿Algo más que una novela social?


Por Leonardo Venta

Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura, Premio Cervantes y Premio Príncipe de Asturias, entre otros, es el autor de La colmena (1951), la novela que incorporó a España a la novelística moderna y una de las primeras en denunciar la realidad de la sociedad española de posguerra.

De padre gallego y madre inglesa, natural de La Coruña, Cela publicó su primera novela en 1942, La familia de Pascual Duarte, considerada tremendista, un tipo de realismo que resalta la fígura del antihéroe e insiste en aspectos sumamente grotescos y repulsivos de la realidad. El libro, aunque aclamado por la crítica, fue rechazado por las autoridades franquistas, que prohibieron una segunda edición en 1943.

La colmena, para algunos la mejor novela de Cela, tuvo que publicarse en Buenos Aires debido a problemas con la censura. El escritor gallego fue despedido de la Asociación de la Prensa y, según alega el catedrático madrileño Jorge Urrutia, “resultó problemática la continuación de sus colaboraciones en los periódicos oficiales”.

La novela fue igualmente criticada en círculos católicos.
Dicho en sus propias palabras, Cela se echó “a la plazuela con maquinilla de fotógrafo” para retratar el desolado cuadro de la sociedad española después de la Guerra Civil.

Llevada al cine en 1982 por Mario Camus, La colmena nos traslada a un café madrileño de los años cuarenta, cuyos numerosos personajes, más de 300, revelan interesantes matices de existencias miserables bajo el aplastante peso de la recién finalizada guerra.

Formada por seis capítulos que se deshilvanan en menos de cuarentiocho horas, la novela tiene lugar en 1942. Según el censo de personajes realizado por José Manuel Caballero, Premio Biblioteca Breve 1961, existen 296 caracteres imaginarios creados por Cela, y 50 históricos o individuos reales mencionados en el curso de la misma.

Anécdotas se suman para conformar una especie de enjambre humano, similar al que forman las abejas en una colmena, desplazándose a un final de enorme meticulosidad y perfeccionismo literario, el cual se centra en un incidente en la vida del personaje Martín Marco, quien sobresale entre la multitud de caracteres que integran la novela.

La trama es complicada, por el gran número de personajes y lo fragmentado de las muchas historias; sin embargo, la preocupación del narrador literario parece más bien enfocarse en un cuadro global y subjetivo, en el que las individualidades se funden, o confunden, en un ente global.

La prosa es directa, mordaz, con aislados vuelos poéticos. Las descripciones, precisas, hacen hincapié en una realidad que el autor observa desde una distancia aparentemente impasible. Aunque, en tres ocasiones, éste interfiere explícitamente en el curso de la novela. Así señala en una ocasión: “A mí no me parece…”.

No obstante, en el prólogo a la tercera edición de La colmena, Cela escribió, proclamando su ruptura con la omnisciencia de la narrativa decimonónica: “La historia es como la circulación de la sangre o como la digestión de los alimentos. Las arterias y el estómago, por donde corre y en el que se cuece la substancia histórica, son de duro y frío pedernal”.

La colmena transita entre la tensión suscitada en los diálogos y los acerados comentarios del narrador. El novelista, más allá de proponer un cuadro sociológico de sus personajes, transforma al lector en cómplice, haciéndole testigo emocional del jadeo abrumador de la España de posguerra; sugiriendo, asimismo, el efecto nocivo del pasado sobre el presente. “No merece la pena que nos dejemos invadir por la tristeza. La tristeza también es un atavismo*" , propone Cela en su novela.

*Atavismo - reaparición en los seres vivos de caracteres propios de sus ascendientes más o menos remotos

domingo, 19 de diciembre de 2010

Baudelaire, poeta maldito

Charles Baudelaire, en una foto de alrededor de 1850

Por Leonardo Venta

“La fatalidad posee una cierta elasticidad que se suele llamar libertad humana”.
Charles Baudelaire

El 1º de setiembre de 1867, un pequeñísimo cortejo acompañó al cementerio de Montparnasse los restos del poeta y crítico francés Charles Baudelaire. En la procesión, integrada por cuatro o cinco personas, no figuraba ninguna personalidad pública, ningún escritor notable, ni siquiera Théophile Gautier, a quien dedicó su único libro de poemas.

Charles Baudelaire, cuya vida atormentada le llevó a una muerte prematura, cuando contaba con apenas 46 años, integra la lista de los poetas malditos, junto a Mallarmé, Verlaine, Rimbaud, Lautréamont, Laforgue y Corbière.

Enfureció al gobierno francés con Las flores del mal, una recopilación de poemas que vio la luz en 1857, siendo objeto de un proceso judicial por ofensas a la moral y a las buenas costumbres. Sólo después de retirar el autor seis poemas del libro se accedió a su publicación.

Toda la crítica seria reprobó a Baudelaire en vida. Solamente Paul Verlaine, cuando era aún un desconocido, se atrevió a dedicarle un laudatorio artículo a raíz de su muerte. El tiempo, sin embargo, ha redimido su nombre. Hoy es reconocido precursor de la poesía moderna y el mayor de los poetas franceses de su época.

El poeta, novelista y ensayista cubano Guillermo Rodríguez Rivera en el prólogo de la publicación de Las flores del mal en 1976 por Editorial Arte y Literatura afirma: “es una síntesis de lo más significativo de la poesía francesa del siglo XIX y, a la vez el inicio innegable de la poesía moderna. Y no sólo de Francia”.


Después de publicado Las flores del mal, libro al que dedicó prácticamente toda su vida, su siguiente obra, Los paraísos artificiales (1860), realiza un estudio autoanalítico basado en sus propias experiencias e inspirado en Confesiones de un comedor de opio inglés, del escritor británico Thomas De Quincey.


Destaca asimismo, entre las publicaciones de Baudelaire, Pequeños poemas en prosa, en que funde espléndidamente la narrativa con la lírica, prefigurando a Rimbaud, Lautréamont, Laforgue, por sólo mencionar algunos nombres. Por lo demás, sus diarios íntimos, que comenzó a escribir en 1861, Cohetes, y Mi corazón al desnudo, completan su reducida y valiosa producción literaria.


En 1867, fallece, víctima de una terrible enfermedad, tras permanecer un año paralítico y privado de la facultad de hablar. Sin embargo, sus diarios íntimos no se publican – al igual que casi todo su trabajo literario – hasta después de su muerte.


Baudelaire sondea lo más oscuro de una sociedad opresiva que desprecia hondamente. Este ser maldito, poeta-criatura atormentada, bebe de las aguas contaminadas de la prostitución, del alcohol y las drogas, para explayarse en el irreverente e impetuoso gemido de su voz lírica.

“El Demonio a mi lado se agita sin cesar…/ Nada en torno de mí como un aire impalpable; yo lo trago y lo siento mis pulmones quemar, / de un deseo llenándolos infinito y culpable”, brama Baudelaire en “La Destrucción”, una de sus más desgarradoras composiciones.


sábado, 18 de diciembre de 2010

Arthur Schopenhauer


Por Leonardo Venta

El misógino y ateo Arthur Schopenhauer está incluido entre los filósofos más importantes de todos los tiempos. Su obra El mundo como voluntad y representación, publicada en 1819, es considerada el manifiesto del pesimismo filosófico.

Latente aún hoy, la filosofía de Schopenhauer persigue dar explicación completa, exacta y perfecta del mundo en todas sus manifestaciones, tarea que emprende a través de los conceptos de voluntad y representación.

Ferviente opositor al idealismo hegeliano, cuestiona la naturaleza espiritual de toda realidad. Aunque acepta, con reservas, la teoría de Immanuel Kant, según la cual los fenómenos existen sólo en la medida en que la mente los percibe como representaciones. Sin embargo, no concuerda con éste en que la “cosa-en-sí” (Ding an sich), o realidad última, exista más allá de la experiencia.

Para Schopenhauer, cuyas ideas giran alredor de las expuestas originalmente en su obra maestra de 1819, el querer, como voluntad, no está supeditado a una acción previsible, sino que toda la actividad experimentada por la personalidad es voluntad, incluso las funciones fisiológicas inconscientes. Esta voluntad, en el tiempo y el espacio, es la naturaleza innata que experimenta y adopta cada ser como apariencia del cuerpo, que es en sí su representación. Para él, la realidad última es una voluntad universal.

La tragedia de la vida consiste, según este filósofo que encuentra imperfección por doquier, en cómo el individuo vive sujeto a insaciables metas sucesivas, sin lograr nunca satisfacerse. De esa manera, la voluntad conlleva al dolor, cuyo única salida es la muerte. El espíritu avasallador de la voluntad, es decir, el querer, sólo puede contenerse cuando la razón logra domarlo hasta el punto que cesa el afán .

Aunque su metafísica es eminentemente budista, este gran pensador la sincretiza con el cristianismo en sus consideraciones sobre la moral y las obligaciones del hombre.

Schopenhauer propone que los impulsos irracionales de la voluntad, entre éstos la sexualidad, y no los sentimientos amorosos, son los que unen entre sí a las personas.

Desde el temprano pensamiento nietzcheniano a las óperas wagnerianas, el decimonónico siglo, así como gran parte del arte y la filosofía del XX, cosechan las ideas del autor de El mundo como voluntad y representación.



lunes, 13 de diciembre de 2010

Jane Eyre


Por Leonardo Venta

La novela Jane Eyre
de Charlotte Brönte fue publicada en 1847 y obtuvo un éxito inmediato por parte del público. Cumbre del romanticismo, es una de las más enternecedoras historias de amor de la literatura universal.

Huérfana, Jane es trasladada al internado de Lowood. Allí crece. Al cumplir los 18 años consigue empleo como institutriz en la mansión de Thornfield Hall, donde se ocupa de la educación de Adèle Varens, la protegida de Edward Rochester.

Jane y Rochester terminan enamorándose. Sin embargo, la desigualdad social crea barreras entre ambos. Una noche en la que Jane está paseando con el señor Rochester por el jardín (escena que aparece en el video que se muestra aquí), éste le anuncia que piensa casarse y que ella debe marcharse a Irlanda. Enamoradamente airada, Jane le confiesa que no puede vivir si él. Conmovido, el señor Rochester le declara su amor y le ruega sea su esposa.

La institutriz acepta. No obstante, el día de la boda, alguien revela que Rochester ya está casado. Sin más opciones, Rochester admite su oscuro secreto: oculta a una esposa completamente loca. Jane, desilusionada, abandona Thornfield.

Transcurrido el tiempo, Jane escucha la angustiada voz de Rochester en la distancia. Regresa a Thornfield para encontrar el lugar en ruinas. La desquiciada ha fallecido en un siniestro causado por ella. Rochester ha quedado ciego. Jane Eyre y Edward Rochester se casan.

Tonio Kröger, la novela de Thomas Mann, y la música de Rolf Wilhelm

Por Leonardo Venta

Tonio Kröger, de Thomas Mann, es mi novela favorita de adolescencia. Esta gema literaria, que impresionó igualmente a Kakfa, aborda la alienación del artista cuyo sublime mundo interior no se ajusta al prosaísmo que le circunda.

"¿Puede afirmarse sin restricciones que el artista es un hombre?", se pregunta Kröger. "Ojalá pudiera vivir y amar las cosas en su dichosa vulgaridad sin la maldición del entendimiento y el tormento de la creación artística", reflexiona. Todo artista debe leer esta obra para experimentar la satisfacción de descubrirse en el texto. Composición homónima de la novela, la música de Rolf Wilhelm capta magistralmente el lirismo de la epopeya del espíritu que estremece al protagonista de la misma.

Hey You Pink Floyd (Subtitulado)

“Hable con ella”


Javier Cámara, el inigualable Benigno de “Hable con ella”, personaje que enarbola un mensaje de esperanza ante lo imposible, estimula lágrimas fílmicas de tierna rebeldía ante todo tipo de manifestaciones relacionadas con la muerte.

Por Leonardo Venta

La cinta “Hable con ella”, de Pedro Almodóvar, ganadora del Premio Óscar 1989 al mejor guión original, comienza en un teatro donde se realiza un espectáculo de Pina Bausch, Café Müller. Dos hombres se conocen por azar en ese lugar: Benigno, un tímido enfermero, y Marco, un escritor de edad mediana.

La puesta teatral incita gran emoción en Marco, le hace irrumpir en llanto, mientras Benigno lo contempla igualmente emocionado desde su butaca. Este encuentro casual perfila cómo los sentimientos afines pueden coexistir aislados.

Meses más tarde, ambos hombres coinciden en el sanatorio "El Bosque", donde Benigno se ocupa en sus funciones de enfermero. Lydia, la novia de Marco, torera, oficio poco común en una mujer, está en coma producto de una cornada. Benigno, por su parte, atiende a la hermosa Alicia, joven que ha quedado en estado vegetativo tras un accidente, y de quien vive enamorado.

Allí, en “EL Bosque”, nombre que sugiere la madeja de la existencia humana y los inescrutables recodos a donde nos encamina, los dos hombres comienzan una amistad, no muy expresiva, que deviene en la intensidad de una tragedia que sólo un director de la estatura de Almodóvar puede desarrollar.

El filme inquiere la incomunicación a un extremo donde una persona habla y la otra quién sabe si escucha, en una disyuntiva monólogo-imaginado diálogo. El alma, abstracta sustancia espiritual, a la que Almodóvar no se refiere tácitamente, parpadea los recovecos del acto de existir.

La película especula además sobre el impacto del cine en el espectador. Percibimos a un Benigno conmovido y obsesionado con la temática de una cinta que ha ido a ver, el metacine, para convertirse, luego, en tácito protagonista de un vuelco en el argumento, motivado, en parte, por lo que ha presenciado en el celuloide.

“Hable con ella" aborda temas como el de la amistad, el amor, la soledad, la sexualidad, la muerte, la incomunicación (el mismo título sugiere la necesidad de manifestarnos), así como la impenetrabilidad de las pasiones. Ausculta también esa sublime locura quijotesca que se acurruca sosegada, con temor quizá de manifestarse, en cada uno de nosotros.

Aparte de entretenernos, deslumbrarnos, con suspenso y genialidad, Almodovar nos hace reconsiderar la cordura, nos incita a respirar un hálito de la simpleza que tanto subvaloramos, nos incita a soñar, rasgos que gravitan en el cosmos del personaje Benigno, y que muchas veces, según nuestra lúcida falibilidad, consideramos desatinados. Si aún no ha visto este filme, alquílelo o cómprelo.


☼ SIRACUSA ☼ Il Mito di Alfeo e Aretusa

domingo, 12 de diciembre de 2010

Aretusa*


Por Leonardo Venta

Ninfa del bosque en la mitología griega, protegida de Ártemis o Diana, mientras se bañaba desnuda en una corriente que pertenecía al dios del río Alfeo, la bella Aretusa, que al igual que Diana había prometido permanecer siempre virgen, despierta una pasión amorosa en Alfeo. La ninfa huye bajo el océano, transformada en corriente, mientras el agitadamente enamorado hijo de Océano y Tetis, metamorfoseado en río, penetra la tierra y viaja hasta Ortigia para unirse a ella.

Después de una prolongada fuga subterránea y submarina, Aretusa vuelve a la luz para notificar a Ceres, la diosa romana de la agricultura, el paradero de su hija Proserpina, diosa de los muertos y de la fertilidad de la tierra, a quien ha visto en su recorrido.

Gracias a Aretusa, Ceres, de cuyo nombre se deriva la palabra cereal, se entera que Proserpina ha sido secuestrada por Plutón y habita cautiva en el Hades. Esta información le facilita a la diosa madre el rescate de su hija. Los griegos, y luego los romanos a partir del siglo V a.C., creían que el reencuentro madre-hija cada primavera hacía que la tierra fructificara copiosamente.

Aretusa no es metamorfoseada como forma de reprensión por sus transgresiones, como usualmente sucede en los mitos grecolatinos (recordar a Nictimene, Acteón, las Minias, Alcione, Ascálafo, y otras figuras), sino más bien su transformación es una especie de protección divina. Diana le concede convertirse en corriente de agua para proporcionarle la escapatoria del dios-río.

El mito de Aretusa sugiere el triunfo del amor y la perseverancia. El río Alfeo, despues de perseguir apasionadamente a la esquiva ninfa, logra conquistarla para fundirse con ella en el jubiloso abrazo del amor. El insuficiente ente racional, a no ser movido por la pasión amorosa, no puede explicar el ignorado modo en que la fuente dirige su carrera.

Por otra parte, el mito de Aretusa sugiere descenso y elevación, oscuridad y luz. El ser humano, en su sed insaciable de conocimiento, muchas veces, al igual que Aretusa, se ve obligado a moverse a través de las oscuras profundidades subterráneas, a ocultarse, al decir de sor Juana Inés de la Cruz en Primero Sueño, “deteniendo en ambages su camino / los horrorosos senos / de Plutón, las cavernas pavorosas”. Atravezamos períodos de lobreguez intelectual y emocional antes de que el conocimiento y la dicha irradien temporalmente nuestros sentidos.

*En la antigüedad se pensaba que el río Alfeo corría bajo el mar desde Grecia y emergía en la fuente de Aretusa en el puerto siciliano de Siracusa, una de las mayores atracciones turísticas actuales de esta ciudad.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

"La aurora de Nueva York" Federico García Lorca - Vicente Monera

Lorca y Nueva York


Por Leonardo Venta

“La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada”.
Federico García Lorca


Federico García Lorca vivió en Nueva York del 25 de junio de 1929 al 4 de marzo de 1930. De allí partió hacia Cuba, donde residió por tres meses. En la isla con forma de caimán se ventiló de luz; en la Gran Manzana, de lobreguez. Divorciado del inglés, escribe su poemario Poeta en Nueva York durante su sombría estancia en la Universidad de Columbia.


En Poeta en Nueva York, el hombre inmerso que bosqueja los signos místicos de representación rema en un pantano espiritual. La gran urbe le resulta descortés civilización mecánica que lo aparta de los vívidos aromas de su naturaleza granadina. Se espanta del hombre, cae, se derrumba y alucina en un amorfo e incompatible cosmos.


En su poema “La aurora” se estremece ante las sombras que proyectan sobre su alma indiferentes viciados rascacielos neoyorquinos de “inmensas escaleras” desprovistas de toda humanidad. Familiares símbolos, como el agua, aparecen desprovistos de su significación vital, desformados, para revelar una existencia deprimente de “aguas podridas”.


Las palomas dejan de ser blancas para tornarse negras; los olorosos nardos exhalan pestilente angustia, los anhelados niños son abandonados, y la necesaria luz es sepultada. La llegada del amanecer sólo deja rastros de un naufragio de sangre. La madrugada, en su doliente misterio de estrenos, se transforma en gemido de muerte que únicamente percibe “nardos de angustia dibujada”, así como se amilana ante “los ruidos de las cadenas que acaban por sepultar la luz naciente”.

La naturaleza, tan humana como el alma para el poeta, es asesinada por la civilización. La sonrosada luz que precede a la salida del Astro Rey se funde con el nacimiento y la muerte en delirante batalla lírica. Todo es naufragio: “Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre”.

El alba agoniza desde sus primero hálitos: “La aurora de Nueva York tiene/ cuatro columnas de cieno / y un huracán de negras palomas, / que chapotean las aguas podridas”. Los que madrugan, al igual que la voz poética, se saben testigos de tsunámica perenne catástrofe.

La aurora de cieno es el mundo interior lorquiano; es el extraviado y confundido gitano en firmamento ajeno; es el asustado y sensible campesino de Fuente Vaqueros, del sur español, que sufre el choque ante una impasible hipercivilización, impenetrablemente absurda.


Poeta en Nueva York es el hermetismo enloquecido de la angustia que estremece a Lorca. Rafael Alberti lo define como “el gran placer y la gran victoria lorquiana de destruir al verso demasiado elaborado, demasiado terso, demasiado métrico, demasiado preciso”.


El escritor, ensayista, poeta y dramaturgo español José Bergamín en el prólogo a la edición completa en México del libro lo advierte como “una nube que pasa por el sentir hondo y claro de nuestro poeta”. Para nosotros, es una aurora, muy adentro, independientemente de su geografía, que “llega y nadie la recibe en su boca, porque allí no hay mañana ni esperanza posible”.


"La aurora"
Federico García Lorca

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
a veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.