La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 9 de febrero de 2019

El gran bailaor Juan Manuel Fernández "Farruquito" se presenta en Tampa

Heredero de una tradición fundada por "El Farruco" -su abuelo-, Juan Manuel Fernández ''Farruquito" cree en la existencia de un duende flamenco.

Por Leonardo Venta



El bailaor español "Farruquito" se presenta por primera vez en Tampa el próximo miércoles, 13 de febrero en la Sala Ferguson del Straz Center, acompañado por un grupo de cantantes, músicos y un cuerpo de baile. 

    Iluminado por su duende flamenco y una admirable dosis de humildad, departió conmigo sobre su concierto y otros detalles de su vida y carrera artística.   

                                                                                                 
¿Cuál es tu nombre de bautizo y cómo surge el mote artístico de Farruquito?

Mi nombre es Juan Manuel Fernández Montoya. "Farruquito" me lo puso el público por ser nieto de Antonio Montoya Flores, "El Farruco", gran bailaor de flamenco.

Sabemos que eres muy popular, pero para quienes todavía no te han visto bailar, ¿cómo te gustaría ser presentado?

Como "Farruquito", creo que la personalidad es lo más importante; y aunque venga de una familia de flamenco, mi maestro –El Farruco– me inculcó que esta manifestación cultural no es imitar, si no aprender de todos hasta lograr expresarte tal y como eres.

¿Dónde naciste y resides?

En Sevilla.

¿Cómo atesoras tu vocación artística?

Trato de trabajar cada día, de tener presente que hay mucha gente que lo hace increíblemente bien, y hay que seguir esforzándose, al menos, para tener algo nuevo que contar.

Desde una perspectiva más entrañable, ¿recuerdas algún momento en tu infancia que te dictara la necesidad de ser bailaor?

Sí, cuando tenía 6 años me enamoré del flamenco en una gira por América acompañando a mi familia, a mi abuelo, "El Farruco", y a una serie de artistas de lo mejor que había en la época. La manera con que vivían y disfrutaban del flamenco, fue lo que me empujó a soñar con ser alguno de ellos algún día.

¿Otras inclinaciones artísticas?

Desde niño me ha gustado cantar o tocar la guitarra o el piano, o cualquier cosa que tuviera que ver con la música en general.

¿Qué significa para ti el término flamenco?

Una forma de ser y de sentir. Antes de ser una profesión ha de ser una filosofía con la que te sientas identificado; luego, si te dedicas a ello, hay un trabajo muy duro detrás.

¿Cuánto tiempo llevas subiéndote a un escenario? ¿Recuerdas tu debut?

Llevo 31 años en el escenario. Debuté con mi familia en Broadway, cuando tenía 5 años.

¿Cómo explicas la forma en que ha evolucionado tu arte?

No sería capaz. Creo que la evolución en mí la he notado en las preferencias. Antes, quizás pensaba más en lo que pudiera producir en los demás. Ahora, busco sentir y disfrutar con ese momento.

¿Cuáles han sido las influencias que conforman tu estilo?

Cualquier artista que llame mi atención. Ya sea de flamenco o de otros géneros musicales, mi inspiración viene de cualquier belleza de la vida. Trato de aplicarla a mi persona, por lo tanto a mi baile.

¿Cuáles son los números que más disfrutas bailar?

Depende de mi estado de ánimo. Puedo sonreír por soleá [canto flamenco de tono melancólico] o llorar por alegrías [una de las variedades tradicionales del cante flamenco].


El New York Times te ha llamado "El mejor bailaor de flamenco del siglo". ¿A raíz de qué espectáculo nació ese calificativo y en qué sentido te acoges a esa aseveración, teniendo en consideración el prestigio de los bailaores flamencos que ha tenido y tiene España?

Eso fue motivo de una noche de esas mágicas en New York; creo que la emoción del momento hizo que se dijesen esas cosas sobre mí. De todas formas, yo no me dejo llevar por esos comentarios. En el arte no hay nadie mejor que nadie, afortunadamente.

¿Cómo pudieras describir la función que nos ofrecerás en víspera del "Día del amor y la amistad"? ¿Qué duración tiene y cuántas piezas se interpretarán?

Es un show desnudo, donde la improvisación tiene mucho espacio. Sin embargo, tiene una estructura que la sostiene. Cada músico es un artista que brilla con luz propia, la gente podrá ver un concierto no sólo de baile. No existen bailaores ni músicos acompañantes, porque cada quien como solista es un espectáculo. La función –que dura una hora y 20 minutos, más o menos, dependiendo de cómo nos sintamos– incluye soleá, seguidilla, alegrías, bulería, taranto, tanguillo y fin de fiesta.

¿Crees en la existencia de algún duende flamenco que te visita en el escenario? De ser así, ¿cómo lo experimentas?

Totalmente. Pero al duende hay que llamarlo con esfuerzo, afición, respeto, humildad y muchas voces más … sólo así te visita de vez en cuando.

Aparte de aquellos que cultivan la manifestación cultural a la que te dedicas, ¿algún ídolo artístico?

Uno de mis ídolos es Michael Jackson.

¿Algún modelo a seguir en tu profesión?

Cualquier danza en que la pureza de expresar y transmitir esté por encima de la técnica, llama mi atención y aprendo de ella.


¿Cuál es la experiencia como artista que más te ha marcado?

Mi debut en Broadway, donde me enamoré para siempre del flamenco.


Si no hubieras sido bailarín, ¿qué te hubiera gustado ser?

Músico, pintor, poeta … algo relacionado con el arte.


¿Tus grandes pasiones?

Mis niños, mi mujer, mi familia, mis amigos y las cosas que no pueden comprarse.


¿Sueños, anhelos?

Sueño con un mundo mejor, donde todos los niños tengan cuidado médico, alimentos, ilusiones y posibilidades de ser feliz como todos merecemos.


¿Por qué debemos asistir a esta función en el Straz Center?

Porque creo que un espectáculo flamenco te alegra el alma.

El Balllet Nacional de Cuba tiene una nueva directora artística

Viengsay Valdés rinde honor a la deidad de la danza universal Alicia Alonso. Foto: Nancy Reyes.

Por Leonardo Venta

 
            El pasado martes, 22 de enero, la primera bailarina Viengsay Valdés fue nombrada subdirectora artística del Ballet Nacional de Cuba (BNC), en momentos en que su directora y fundadora –la casi centenaria prima ballerina assoluta Alicia Alonso– sufre ineludibles quebrantos de salud asociados a la longevidad extrema.
           Si bien, al momento de escribir esta nota ya teníamos confirmación del nuevo nombramiento, los pormenores que se le relacionaban nos seguían resultando vagos y parcialmente inasequibles. Teniendo en consideración lo antedicho, este sastrecillo del alma –con irremediable vocación de balletómano– ha preferido soslayar inexactas particularidades sobre la susodicha designación, obviando los desacertados porqués y cómos  para concretarse en el saludable ejercicio de presentar –como sano objetivo y no como herramienta de inoperantes ideologías– a la admirable dama que asumirá por ley de sus propios méritos el nuevo cargo dentro de la institución danzaria que arrancara del afamado crítico británico Arnold Haskell el calificativo de “milagro cubano".
            El 10 de noviembre de 1976, en el barrio habanero del Vedado nace Viengsay Valdés. En septiembre de 1986, a la edad de 9 años, comenzó sus estudios en la Escuela Elemental de Ballet Alejo Carpentier, hasta graduarse en 1991. Ya en el nivel de secundaria básica, alternaba su aprendizaje artístico en la Alejo Carpentier –en la mañana– con las asignaturas académicas regulares en el plantel Raúl Gómez García –en la tarde–, sólo distantes once cuadras entre sí.  Sobre su férrea voluntad de superación –rasgo que todos coinciden en atribuirle–, dijo su profesora de danzas de carácter Valentina Fernández al periodista Carlos Tablada Pérez, en el 2011: "Hoy es una bailarina que en escena puede dominar cualquier estilo, que transmite seguridad técnica e interpretativa, y lo ha logrado gracias a una disciplina de trabajo, a su constancia y su fuerza".
            Viengsay –como prefiero llamarla, por la unicidad del nombre que significa “victoria” en el idioma laosiano, país en el que sus padres fueron embajadores y a donde fue a vivir con sólo tres meses de edad– continuó sus estudios en la Escuela Nacional de Arte (ENA), en el notorio período especial, una etapa de severa depresión económica en la Isla que se extendió desde 1991 hasta  mediados de la década de los noventa.
            Ya en este período sobresale por sus centrados giros y prolongados balances, pero sobre todo por su singular estilo, dedicación y genuina sensibilidad escénica. "Cuando ella se paraba en escena se transformaba, no era la niña, era ya la casi adulta que salía y se retaba, se retaba en su baile, se retaba en sus asignaciones técnicas y se retaba a hacer más y mejor", ha dicho de Viengsay Mirtha Hermida, una de las profesoras que más confianza tuvo en ella desde el principio.
            En julio de 1994, se gradúa de la ENA con una interpretación espléndida del pas de deux del ballet "Esmeralda". En agosto de ese mismo año, participó en el concurso "Vignale Danza", en Italia, donde obtuvo medalla de oro.  Un mes después, ingresa en la troupe del Ballet Nacional de Cuba. Luego de sólo un año en la compañía es promovida a bailarina principal.
            En julio de 2001, Alicia Alonso le otorga el rango de prima ballerina. Continúa sobresaliendo por su perseverancia, disciplina y entrega. "Mi primer encuentro con Viengsay de hablar de tú a tú, sobre sus cualidades y sobre la historia, en el sentido de la tradición, de la técnica, fue un día en que me le acerqué después de una presentación suya, y le dije: 'Te quiero dar las gracias porque has rescatado una tradición de la técnica del ballet cubano, de una técnica que Alicia Alonso sentó, y es dar los 32 fouettés en el lugar sin desplazarse'. Eso es el virtuosismo", comenta el Dr. Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba y jefe del Centro de Documentación e Investigaciones Históricas de esta institución.
            Viengsay –que el próximo domingo, 3 de febrero cierra las presentaciones de "El lago de los cisnes", que se vienen efectuando desde el 25 de enero en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso– debutó en el exigente rol de Odile, en 1995, por una de esos imprevistos que acaecen de vez en cuando en el mundo del espectáculo. Las bailarinas que tenían que interpretar el rol protagónico estaban indispuestas, luego de una extenuante gira por México. La dirección del BNC tomó la decisión de que Catherine Zuasnábar y Viengsay –que tenía solo 18 años– interpretaran los personajes de Odette y Odile, en una misma función.
             "Para el público en general, o sea, para el público que va principalmente a la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, aquel cisne negro fue una revelación; para mí fue la confirmación de lo que yo había pensado, tres, cuatro años atrás, cuando la vi en 'La llama de París'. Entonces, se pudiera decir que en aquel momento Viengsay empieza una gran carrera", comenta el crítico y periodista Ahmed Piñeiro, a quien cita Carlos Tablada Pérez en De acero y nube, un excelente texto biográfico de la bailarina.
            Los triunfos de Viengsay –en sus 25 años con el Ballet Nacional de Cuba– son admirables y cuantiosos. Desde ovaciones de pie en las más renombradas salas de teatro del mundo, presentaciones junto a los mejores partenaires, hasta cálidas reseñas realizadas por reconocidos críticos de la danza clásica, que la han ubicado entre las mejores bailarinas de estos tiempos, atesorando loas que sólo pueden ostentar artistas privilegiados.
            En una reseña escrita por mí para el semanario Las Américas Herald, bajo el pseudónimo de Francisco Sisa, a raíz de una presentación del llamado Bolshói del Caribe en Tampa, el 24 de octubre de 2003, dije y sostengo: "Las cuatro joyas del BNC [Mirta Plá, Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch], que nombrara de esta forma Arnold Haskell, instituyeron pautas para las nuevas generaciones del ballet cubano. Pero…después de ver bailar a Viengsay hemos tenido que reacomodar nuestras mentes para darle magna entrada a la heredad de nuestras más preciosas memorias. Podemos afirmar, sin temor alguno de equivocarnos, que es otra joya del ballet cubano, en otro tiempo y con un brillo de una magnitud única e indivisible".