La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí
José Martí
martes, 28 de febrero de 2017
domingo, 19 de febrero de 2017
La Orquesta de la Florida presenta "La experiencia de Dalí"
sábado, 18 de febrero de 2017
El destacado guitarrista español Pablo Sáinz se presenta en Tampa
Pablo Sáinz Villegas ha sido comparado con Andrés Segovia, el más destacado guitarrista clásico del siglo XX |
Por Leonardo Venta
La Sala Ferguson
del Centro David A.Straz para las Artes Escénicas de Tampa tendrá el privilegio
de acoger al afamado guitarrista español Pablo Sáinz Villegas, el sábado, 25 de febrero, a las 7:30 p.m., como parte de una serie de actuaciones en Florida
bajo el título de su disco "Americano".
Desde una parada en California de su
ocupada agenda artística, vía telefónica, Sáinz Villegas nos concedió una entrevista para precisar un
tanto su horizonte artístico y humano. Alleguémonosle.
¿Cómo le gustaría a Pablo Sáinz Villegas presentársenos?
Me presento con el corazón abierto,
como un ser humano cercano a la gente, que comparte esas emociones que todo el
mundo tiene, que se acerca a la vida a través de la humanidad y de la
inspiración de los valores. Eso es lo que nos hace humanos, al fin y al cabo.
Así es como soy y como me expreso a través de la guitarra y de mi música.
Tengo entendido que el 16 de junio celebrarás 4
décadas de haber nacido en España. Si bien, resides en Nueva York por 15 años.
¿Cómo descubres y evoluciona tu vocación artística?
Soy originario de la Rioja, España.
A los 6 años vi un video del maestro Andrés Segovia en la televisión –en blanco
y negro– que tenían mis padres. Enseguida me enamoré de ese maravilloso
instrumento [la guitarra] que está tan vinculado a la cultura y la tradición
española.
Después, fue creciendo una pasión
por la música en mí. La primera vez que salí al escenario fue a los 7 años. Esa
experiencia cambió mi vida. Era la primera ocasión que estaba en contacto
directo con el público a través de la música, y me fascinó esa luz que sentí.
Poco a poco, en la adolescencia, fui definiendo mi deseo de dedicar mi vida a
la música.
Terminé mis estudios en España. A
los 18 años, me fui por cinco años a Alemania para continuar mi aprendizaje y
empaparme de esa gran tradición musical que tiene todo Centro Europa. A los 24
años, mi instinto me puso rumbo a Nueva York. Tuve la fortuna de llegar a este
país becado para estudiar en el Conservatorio Manhattan School of Music de la
ciudad de Nueva York. Y después, ha sido un proceso muy bonito de ir abriendo
camino a través de la música y transmitir todos estos valores de los que me
siento tan orgulloso: la multiculturalidad y ese lenguaje universal que es la
música. Toques donde toques, los transmitas donde los transmitas, dichos valores siempre
llegan al corazón de las personas.
En entrevista concedida en julio de 2016 a Pablo
Vayón, crítico musical del Diario de Sevilla, expones que "la guitarra es
el instrumento más popular del mundo, el más cercano a la gente, el más
democrático". ¿Cómo justificas esta afirmación?
La guitarra es uno de los pocos
elementos musicales totalmente vinculado a una cultura y a un país, en este
caso España. A su vez, se ha convertido en el instrumento más democrático del
mundo, al alcance de la gente. Sin lugar a duda, es el más popular. Gracias a
su versatilidad, en Brasil, por ejemplo, la samba, bossa-nova, toda la música
folklórica se toca con guitarra; en Argentina, el tango; si vas a Venezuela, el
joropo se interpreta con una guitarra; en Cuba, el son siempre se acompaña de
ese instrumento, los cantautores lo utilizan; en Estados Unidos, el bluegrass,
el blues, la música country, el jazz; en España, el flamenco.
¿Con cuál movimiento musical te identificas más?
Posiblemente, me identifico más con
los adagios. Me ofrecen, como músico, la oportunidad de explorar una parte muy
profunda de la sensibilidad del ser humano y de las emociones del compositor.
Es siempre ese lado apasionado, denso, mediante el cual quieres decir algo que
con palabras no se puede expresar. El adagio te ofrece esa oportunidad.
En otro sentido, ¿cuál es tu preferencia como
género en la historia de la evolución de la creación musical?
Sin duda, me he desenvuelto en el
ámbito de la música clásica. Aquí viene lo bonito de ser guitarrista. La
guitarra siempre ha sido ese elemento mensajero entre la música popular y la
clásica. Ahí es donde se mueve con muchísima comodidad, y es ahí donde yo me
siento también afortunado y cómodo. Es en ese mundo, que no es ni lo folklórico
ni lo clásico, donde se desdobla. Es en ese puente donde se justifica cómo ya
desde el Renacimiento los trovadores cantaban canciones y serenatas con los
laúdes y las vihuelas en las calles, mientras los laúdes eran igualmente
entonados en la Corte para los reyes y duques. Esta dualidad le confiere un
valor incalculable a la guitarra que otros instrumentos carecen.
¿Cuál es la sala de conciertos donde más te ha
impresionado presentarte?
Pues, tengo
varias... Una, sin duda, es el Avery Fisher Hall del Lincoln Center, en Nueva
York. Yo había ido como estudiante muchas veces a escuchar conciertos de la
Filarmónica de Nueva York. Cuando tuve la fortuna de tocar allí, compartir el
escenario con la Filarmónica de Nueva York, y estar en el auditorio desde el
otro lado, ya no como público sino como intérprete, fue algo mágico por
todo lo que había vivido allí. También, la Sala Chaikovski en Moscú o el
Musikverein en Viena.
¿Es la primera vez que viajas a Tampa?
Es la primera vez que la visito. Y lo haré con la presentación de este disco "Americano", que es
un viaje musical a través de los países de América: Brasil, Argentina,
Paraguay, Venezuela, Estados Unido; y mezclando géneros, desde tango, bossa-nova,
guajiras, joropos, bluegrass. Va a ser un viaje emocional para todos los
públicos, desde niños a mayores, estadounidenses o latinos. Todos están
bienvenidos, y todos van a disfrutar de este viaje, porque a todos les
pertenece y se van a sentir muy identificados con el concierto.
¿Qué músicos te acompañarán?
Voy
a estar en cinco ciudades de Florida – Tallahasse, Jacksonville, Tampa, West
Palm Beach y Miami– , acompañado del percusionista Nacho Arimany y el
contrabajista Pedro Giraudo. Todo va a
ser un despliegue sonoro muy atractivo, con un amplio despliegue de ritmos de
este continente, como he dicho antes
¿Alguna pieza clásica en el programa?
Habrá piezas clásicas, como "Un
Sueño en la Floresta" del compositor paraguayo Agustín Barrios Mangoré,
así como otras pinceladas maravillosas que articularán el programa de una manera
única y personal.
Aparte de tu temprana admiración por Andrés
Segovia, a través del aludido video que te mostraran tus padres, deduzco
–conociendo el lanzamiento de tu cuarto trabajo discográfico el año pasado, en el
que están recogidos tres conciertos para guitarra y orquesta del maestro
Joaquín Rodrigo– tu consiguiente admiración por el susodicho compositor, cuyo "Concierto
de Aranjuez" es una de las piezas más populares del repertorio clásico
español. ¿Qué puedes comentarnos al respecto?
Mi última producción discográfica
fue el año pasado, en la que están recogidos tres conciertos para guitarra y
orquesta del maestro Joaquín Rodrigo: "Concierto de Aranjuez",
"Fantasía para un gentilhombre" y "Concierto para una
fiesta", grabados con la Orquesta Nacional de España bajo la batuta del
afamado director de orquesta Juanjo Mena.
Sin duda, en la historia más
reciente de la guitarra, Andrés Segovia, como asimismo Joaquín Rodrigo, constituyen una grandísima
inspiración. Hicieron que la guitarra apareciera en los más grandes auditorios
junto a las más importantes orquestas del mundo. Para mí, siempre han sido una
inspiración desde que era niño. Siempre mi sueño fue que llegara el día cuando
pudiera tocar "El concierto de Aranjuez". Y llegó. Luego se ha
convertido en una de las piezas que más interpreto y disfruto con numerosas
orquestas del mundo.
En cuanto a Andrés Segovia, el
legado que el creó, y luego nos dejó a la comunidad guitarrística, es
invaluable. Y en estos momentos, en el siglo XXI, yo siento y es mi deseo y mi
motivación seguir impulsando la guitarra y explorar otros horizontes. Explorar otras maneras de hacer que la
guitarra siga viva y continúe siendo instrumento catalizador y unificador de
diferentes culturas y formas de pensar. Al final, la guitarra tiene eso. Allí
donde vas, hay gente que la disfruta y la tiene cerca porque es el instrumento
de la gente. Para mí, esto es lo más importante: el tocar para la gente. La
música le pertenece a las personas que la disfrutan.
Desde los trabajos primeros hasta tu última
producción discográfica, dedicada al compositor Joaquín Rodrigo con la Orquesta
y Coros Nacionales de España, en 2016, teniendo en consideración algunas de tus
incursiones con géneros no valorados dentro de los preceptos de la música
clásica, como es el caso de varias piezas de tu disco compacto
"Americano" (2015), ¿existe
evolución en tu repertorio?
Mi formación y tradición han sido
puramente clásicas. Es algo en lo que he estado absolutamente inmerso para
desarrollar todas las habilidades técnicas, que luego me permitieron desplegar
las capacidades musicales e interpretativas del repertorio de la guitarra
clásica española.
Esas herramientas son sumamente
sofisticadas. Analizándolas a partir del punto de vista técnico –considerando
que la guitarra clásica debe tocarse con cuatro dedos de la mano derecha; mientras,
la guitarra eléctrica se toca con una púa–, para la guitarra clásica es como estar
tocando con cuatro púas. Es decir, se crea toda una serie de recursos
expresivos, prácticamente de polifonía y casi de tridimensionalidad musical,
que luego te permite prácticamente hacer cualquier tipo de música. Al entender
la evolución de lo que ha sido el pasado y donde me encuentro en estos
momentos, reconozco que Segovia recuperó y definió a la guitarra como
instrumento clásico. En ningún momento, él exploró otros géneros, como pudo
haber sido el flamenco y la música de corte más folclórico. Si bien, en el
siglo XXI, yo siento que la guitarra especialmente tiene esa oportunidad natural
de explorar y de crear vínculos con otras músicas sin perder la esencia de la
técnica, la musicalidad y la interpretación clásicas.
Como guitarrista clásico, pudiendo
disponer de todos esos recursos expresivos, es una gran motivación para mí explorar
las raíces musicales donde realmente se inspiró el repertorio clásico de este
instrumento. Así por ejemplo, Heitor Villa-Lobos se inspiró en la música folclórica
brasileña, en gran medida. Entonces, yendo un paso más allá con la guitarra
clásica, puedo decir: toco a Villalobos y lo disfruto mucho, esa ha sido mi
formación, y ahora quiero explorar también, por ejemplo, la música de Luiz
Bonfá, un guitarrista con una influencia más folclórica. Es algo que me motiva
mucho hacer. Se puede hablar desde joropos en Venezuela, guajiras en Cuba,
guapangos en México, el bluegrass en Estados Unidos, e incluso, el flamenco en
España. Deseo seguir llevando la guitarra en movimiento a otros sitios,
explorar nuevos horizontes que hagan que la guitarra siga evolucionando, no en
una sola dirección sino en muchas.
Desde tus trabajos primeros hasta tu última
producción discográfica, dedicada al compositor Joaquín Rodrigo con la Orquesta
y Coros Nacionales de España, en 2016, teniendo en consideración algunas de tus
experiencias con géneros no valorados dentro de los preceptos de la música
clásica, como es el caso de varias
piezas de tu disco compacto "Americano" (2015), ¿existe evolución en tu repertorio?
Mi formación y tradición han sido
puramente clásicas. Es algo en lo que he estado absolutamente inmerso para
desarrollar todas las habilidades técnicas, que luego me permitieron desplegar
las capacidades musicales e interpretativas del repertorio de la guitarra
clásica española.
Esas herramientas son sumamente
sofisticadas. Analizándolas a partir del punto de vista técnico –considerando
que la guitarra clásica debe tocarse con cuatro dedos de la mano derecha; mientras,
la guitarra eléctrica se toca con una púa–, para la guitarra clásica es como estar
tocando con cuatro púas. Es decir, se crea toda una serie de recursos
expresivos, prácticamente de polifonía y casi de tridimensionalidad musical,
que luego te permite prácticamente hacer cualquier tipo de música. Al entender
la evolución de lo que ha sido el pasado y donde me encuentro en estos
momentos, reconozco que Segovia recuperó y definió a la guitarra como
instrumento clásico. En ningún momento, él exploró otros géneros, como pudo
haber sido el flamenco y la música de corte más folclórico. Si bien, en el
siglo XXI, yo siento que la guitarra especialmente tiene esa oportunidad natural
de explorar y de crear vínculos con otras músicas sin perder la esencia de la
técnica, la musicalidad y la interpretación clásicas.
Como guitarrista clásico, pudiendo
disponer de todos esos recursos expresivos, es una gran motivación para mí explorar
las raíces musicales donde realmente se inspiró el repertorio clásico de este
instrumento. Así por ejemplo, Heitor Villa-Lobos se inspiró en la música folclórica
brasileña, en gran medida. Entonces, yendo un paso más allá con la guitarra
clásica, puedo decir: toco a Villalobos y lo disfruto mucho, esa ha sido mi
formación, y ahora quiero explorar también, por ejemplo, la música de Luiz
Bonfá, un guitarrista con una influencia más folclórica. Es algo que me motiva
mucho hacer. Se puede hablar desde joropos en Venezuela, guajiras en Cuba,
guapangos en México, el bluegrass en Estados Unidos, e incluso, el flamenco en
España. Deseo seguir llevando la guitarra en movimiento a otros sitios,
explorar nuevos horizontes que hagan que la guitarra siga evolucionando, no en
una sola dirección sino en muchas.
¿Que significa la guitarra para ti?
Es una extensión de mis propias
emociones, una extensión de mi alma. Hay gente que me pregunta si le doy nombre
a la guitarra que uso. Yo le respondo que no tiene nombre porque realmente soy
yo. Es un medio de expresión de lo que soy como ser humano. Y es ahí precisamente
donde invito a la gente a que participe. Es ahí, en esa esencia humana, donde
todos podemos comunicarnos.
¿Tocas otro instrumento?
No, la guitarra es el instrumento al
que he dedicado toda mi vida. Cuando era niño, estudié cinco años de piano. Sin
embargo, se quedó como un instrumento complementario de mi formación musical.
La guitarra es a quien me dedico, exijo y soy fiel todos los días de mi vida.
¿Has tratado de incorporar elementos vocales a tus
interpretaciones de la guitarra?
Entre amigos, lo he hecho en alguna
ocasión. Es algo que no descarto hacer en algún momento. Pero para eso debo
desarrollar más mi voz con el fin de que sea más agradable de escuchar.
He leído que tu mano izquierda es casi dos
centímetros más grande que la derecha. ¿Qué puedes decirme al respecto?
Es algo anecdótico. Cuando tenía 6
años mis padres me compraron una guitarra del mismo tamaño de la que tengo
ahora, una guitarra de adulto. En aquel entonces, en las tiendas de música no
consideraban que un niño tocara con una guitarra más pequeña. Esa fue siempre
mi guitarra. Con el paso del tiempo, poco a poco, mi mano izquierda, por las
extensiones, se fue desarrollando más. Curiosamente, hace unos años, mirándome
las manos y comparándomelas, con gran sorpresa, descubrí que mi mano izquierda
es una pulgada mayor que la derecha. Esto, en cierto sentido, me favorece. Mi
mano izquierda tiene una extensión muy larga, lo que me facilita acceder de una
manera mas cómoda a diferentes partes del diapasón de la guitarra. En cierta
manera, explica cómo el cuerpo se va adaptando cuando está haciendo algo con
mucha pasión durante tantos años.
¿Algún modelo en el aspecto artístico?
Me inspiran muchísimas expresiones
artísticas, desde la escultura a la pintura. Son expresiones en las que
encuentro mucha inspiración y paralelismo para lo que luego desarrollo en mi
interpretación musical. Concentrándonos más en la guitarra y la música, Andrés
Segovia ha sido de enorme inspiración para mí, así como otros grandes músicos
que acogen su profesión con pasión y genuina entrega a los demás.
Sé que has trabajado con Plácido Domingo. ¿Qué recuerdos
guardas de esas experiencias?
Ha sido una de las experiencias más
conmovedoras e inspiradoras que he tenido como músico y ser humano. Plácido
Domingo representa mi ideal de cómo se debe comportar un músico en el siglo
XXI, con su público y con la música. Es profundamente humano, generoso con su
tiempo, con sus sonrisas, con sus seguidores. Es una de las voces más
importantes del siglo XX y, a sus 76 años, lo sigue siendo en el siglo XXI. Su
pasión y entrega son admirables. Su intensidad de trabajo –que él no lo llama
trabajo, porque para él es un disfrute– es el secreto de que siga cantando con
la calidad que lo hace. Su naturalidad al relacionarse en el escenario con el
público me conmueve profundamente.
¿Cuántas veces has compartido escenarios con él?
Han sido dos actuaciones
inolvidables junto a él. Tuve el honor de ser invitado a participar en el
histórico concierto “Plácido en el Alma”, en el estadio Santiago Bernabéu de
Madrid el día 29 de junio de 2016. Unas semanas más tarde, en agosto, tuve la
oportunidad de tocar con él en un escenario flotante en la Amazonía brasileña,
televisado para 90 millones de personas. Fue algo sumamente inolvidable y
emocionante. Me siento muy bendecido, agradecido, de haber tenido estas
oportunidades como músico y haber tenido ese gran honor de haber tocado con
Plácido Domingo.
¿Planes
inmediatos?
En este momento, estoy en
California. Acabo de terminar aquí varias actuaciones. Estoy inmerso en el
proceso de preparar la gira. Voy a estar en cinco ciudades de Florida:
Tallahassee, Tampa, Miami, West Palm Beach y Jacksonville. Estoy muy emocionado
porque esta es mi primera gira en Florida. Luego, tengo actuaciones en México,
Nueva York, una gira por Europa con
Amsterdam Sinfonietta, en Nueva Zelanda interpretaré el "Concierto
Aranjuez", participaré en el Festival de Música de Grant Park, en Chicago,
un concierto al aire libre para miles de personas.
¿Qué información pudieras adelantarnos de tu
concierto este sábado?
Es un programa –de alrededor de 90
minutos, sin intermedio – que se
comunica de manera natural con todos los espectadores, ya sean latinos o
estadounidenses. Explora lo que es este gran continente, América, el cual me
abrió los brazos hace 15 años, y al que a través de este concierto le ofrezco
mi tributo personal.
Aparte de interpretar la guitarra –junto
al percusionista Nacho Arimany y el contrabajista Pedro Giraudo– estaré a cargo
de la conducción del espectáculo. Al mismo tiempo, emplearé el factor sorpresa
en la animación del concierto. A través de diferentes anécdotas que vinculan a los
países de América, y la magia de la música, guiaremos al público a través de
este maravilloso viaje musical.
Paradiso, un culto lezamesco a La Habana
Upsalón es la divinidad de la mitología escandinava que le sirve a Lezama Lima para nombrar la Universidad de La Habana |
Por Leonardo Venta
El crítico
uruguayo Ángel Rama le concede suma significación a la
aglomerante y soberbia urbe, en su texto La Ciudad letrada, norma de la ciudad barroca, y a los hombres que la
presiden, quienes tienen a su favor la palabra escrita, valioso instrumento
para establecer su orden, disposición de una arquitectura física de la ciudad y
otra inmaterial, ideológica.
En la novela Paradiso, de José
Lezama Lima, la urbe habanera barroca se erige como centro de la acción
exterior e interna de personajes, contextos hilvanados (y emanados) desde y
alrededor de su más genuino palpitar.
Como expresión de las artes
plásticas, apasionado por temáticas que exploraba hasta el dulce agotamiento,
estrechamente fundido con el sentir de la generación de poetas cubanos del Grupo
Orígenes, René Portocarrero –al develar con su pincel la mágica virtud y el
meridiano esplendor de La Habana– es la más cercana representación del barroco
lezamesco.
"Si la obra de Lezama Lima pudiera
perpetrarse gráficamente sería René Portocarrero, su contemporáneo pintor
cubano, el que simultaneare su misma trayectoria", expresa Eloisa Lezama
Lima en el prólogo de la 12.ª edición de Paradiso (Cátedra, Madrid, 2010). "Si
repasamos la crítica de Lezama Lima a la obra de Portocarrero, descubriremos
cómo sus técnicas se relacionan con las del autor de Paradiso", agrega la
hermana del escritor en el susodicho prólogo.
La novela, entre sus múltiples
lecturas, encauza el culto del autor a su venerada Habana. Paradiso, aunque visite cuanta geografía y
credo universal exista, se nutre de cubanía –cubanidad plena,
sentida, consciente y deseada, al decir de Fernando Ortiz–, muy en especial la
capitalina; se robustece con el arte culinario de la Isla, con sus cocineros
mulatos y las charlas de sus aburguesadas criollas; mastica el glutinoso
quimbombó y se empalaga de las yemas dobles.
“– ¿Cómo va ese quimbombó? – dijo
[Rialta]", y refutando a que el cocinero Izquierdo le agregara camarones
chinos y frescos al guiso, afirma: “Tanta refistolería no le viene bien a
algunos platos criollos”. Augusta y su hija Rialta, asimismo, departen sobre
la repostería cubana. La primera se refiere a las yemas dobles, que prefería
llamar Sunsún doble, y a la natilla, “no como las que se comen hoy, que parecen
de fonda, sino de las que tienen algo de flan, algo de pudín”.
Rebosa además cubanía en la pronunciación
criolla de los fonemas. “Dicho esto [Izquierdo] se precipitó sobre la cocina,
no sin que sus sílabas largas de mulato capcioso volasen impulsadas por
graduaciones alcohólicas altas en uva de Peleón”. El mismísimo nombre de José
Cemí alegoriza criollismo: José, la dimensión del patriarca cristiano
impuesto por los españoles en la Isla, y la voz precolombina representada en el
apellido Cemí, nombre de una deidad taina, configuran su devenir
alegórico.
En la novela resaltan aparecen vocablos
como tocoloro, o tocororo, ave trepadora de lindos coloridos plumajes que habita
solitaria en los bosques cubanos, y que la voz narrativa compara con la pluma
multicolor que Fibo hunde en los glúteos de sus condiscípulos:”(...) y hundía
la pluma de tocoloro infernal por la rendija del pupitre anterior, electrizando
la glútea por la penetración de aquel punto teñido de la energía del ángel
color de uva”.
En Paradiso se desperezan conjuntamente
céntricas calles e icónicos espacios habaneros, como la escalinata universitaria,
el paseo del Prado y el Malecón. “(...)
al aluvión que bajaba por la avenida de San Lázaro, de aceras muy anchas con
mucho tráfico desde las primeras horas de la mañana, con público escalonado que
después se iba quedando por Galiano, Belascoaín e Infanta, ya para ir a las
tiendas o a las distintas iglesias o hacer de las dos cosas sucesivamente,
después de oír la misa, de rogar curaciones, suertes amorosas o buenas notas
para sus hijos en los exámenes”, leemos en el capítulo XIX de la novela.
“La escalera de piedra es el rostro
de Upsalón [la Universidad de La Habana], es también su cola y su tronco.
Teniendo entrada por el hospital, que evita la fatiga de la ascensión, todos
los estudiantes prefieren esa prueba de reencuentros, saludos recuerdos (...) No
son aquellos días de finales de bachillerato en que se sentaba en el extremo de
un banco, en el relleno del Malecón, colgaba un brazo del soporte de hierro y
sentía que la noche húmeda lo penetraba y lo tundía”, observamos casi
inmediatamente a través del relato.
Asimismo, el texto enarbola el
carácter sincrético de la religión afrocubana –cuyo ritual se integra de
elementos del cristianismo y manifestaciones religiosas africanas–, con espiraciones
de supersticiosas tradiciones, desigualdades sociales, alegrías y tristezas. “En
la calle General Lee vivía la espiritista mestiza, con ese rostro sabio y
bondadoso adquirido por nuestras cuarteronas, donde (...) la pobreza
arrinconada y sin salida, la esquina de parla municipal y cominera, el diálogo
último, para desesperación conversacional y fatalista, con los ídolos, han
dejado tan penetrantes surcos”.
En tanto, la célebre escena de
baile de sociedad en casa de Paulita Nibú –donde Rialta se
encuentra con el presidente Tomás Estrada Palma, y en la que José Eugenio la
espía por vez primera tras una persiana, descrita desde la perspectiva de un
lente cinematográfico, especie de catalejo voyerista– nos rememora la
atmósfera de los bailes decimonónicos habaneros que se describen en la Cecilia
Valdés de Cirilo Villaverde. “Cuando
[Rialta] se presentaba saludaba con una desenvoltura, que a José Eugenio criado
en un ambiente provinciano y español, le parecía la quintaesencia de lo
criollo, graciosa, leve, muy gentil”, leemos en el texto lezamesco.
El crítico literario Reynaldo
González, en Lezama Lima: el Ingenio, reconoce un cierto carácter de crónica de
costumbres en Paradiso: “Intencionalmente soslayo aquí las referencias a su
monumental Paradiso, ya indicado como crónica de costumbres entre tantas cosas
que es y significa, incluidas sus paródicas exageraciones sexuales, fórmula que
pone en solfa el machismo predominante de nuestras culturas”.
En nuestra lectura, movidos por un
ingenuo pero genuino instinto literario, hemos experimentado en la escena del
baile en casa de la Nibú un “déjà vu” de ciertos pasajes descritos en la novela
de Villaverde, con ese aliento análogo y disímil de crónica de costumbres, para
recrear guiños de la capital cubana en las primeras décadas del siglo XX, irrebatibles
distintivos del neobarro lezamesco.
viernes, 17 de febrero de 2017
La 'mujer faltal' en la novela Beltenebros de Antonio Muñoz Molina
Escena de la adaptación al cine de la novela Beltenebros por Pilar Miró |
Por Leonardo Venta
En el análisis del discurso
literario es conveniente tener en consideración la importancia del género, que
influye en las variantes y matices lingüísticos culturales que el hombre o la
mujer imparten a la obra, afectando el contexto y la forma de lo expresado. Es
decir, un tema según sea quién lo escriba tiende a ser marcado por diferencias
en su forma y contenido. Por otra parte, la ideología del género afecta la
manera en que los textos son leídos, así como los cánones de excelencia
establecidos.
Socioculturalmente, el género, apartándonos del
punto de vista exclusivamente biológico, es el resultado de una categorización que
ha sido falseada (aprendida) con intereses muy palpables en la jerarquización
del poder masculino. Un ejemplo
ostensible es el cuestionamiento que
Antonio Muñoz Molina ofrece a la representación tradicional de la 'femme fatale' en Beltenebros (1989), una obra de la posmodernidad
confeccionada con hebras de la novela policíaca, la novela de espía, la novela
rosa y el llamado "film noir".
"Vine a Madrid para matar a un hombre a
quien no había visto nunca". Con esa expresión se inicia esta obra que,
según el consenso de la crítica literaria, no tiene parangón en la novelística
contemporánea española. El sicario Darman, otrora capitán del ejército
republicano exiliado en Inglaterra, bajo ordenes de una organización subversiva
comunista, regresa clandestinamente al Madrid de los años sesenta para ejecutar
a Andrade, un inocente acusado de traición. En ese empeño sanguinario de ángel
sentenciador, se relaciona con Rebeca Osorio, amante del hombre a quien debe
liquidar, en un complejo proceso que lo llevará a reconstruir su pasado
a través de lugares y acciones en un simbólico desplazamiento que
devela magistralmente, entre otros elementos, el pedregoso proceso hacia la
verdad.
La susodicha mujer sufre en sí todo el aglutinamiento del abuso masculino, mental y
físico, a través del voyerista Valdivia, que la hostiga y oprime tanto desde la
oscuridad literal –es nictálope – como la emocional. La obliga cada noche a bailar y
a cantar para él, vestida de Rita Hayworth, ante un grupo de sicalípticos espectadores que
se reúnen en la Boite Tabú. Él la disfruta
desde la oscuridad de su palco, mientras ella se va desnudando poco a poco.
"Aunque tú no me veas yo te estaré viendo", le expresa. Ella no se
librará de esta opresión hasta el desenlace de la trama.
La
mujer abusada es idéntica a otra que Darmar conociera 20 años atrás. Es la hija
de Rebeca Osorio (madre), con quien experimentara una fracasada experiencia
amorosa, especie de doble que aúna el presente con el pasado. "La
exaltación y la vergüenza se estaban consumando ante mí al ritmo hirviente del
bongó, que parecía golpear a la muchacha como a un boxeador débil,
descoyuntándola, arrojándola de rodillas al suelo, imponiéndole metódicamente
los movimientos sincopados de una danza en la que se iba desnudando como si se
desgarrara a sí misma", así describe Darmar el degradante espectáculo que
le ha sido impuesto a la joven.
Para la escritora y pensadora Simone de Beauvoir, la mujer sólo puede lidiar con la inferioridad con que ha
sido marcada por el hombre, vengándose, mutilando la supremacía masculina,
contradiciéndola, y negando su verdad y valores. La 'mujer fatal' desdobla una
connotación ambivalente que origina un desbalance en el devenir del hombre.
“Los temores del hombre de perder su estabilidad o su 'yo' frente a la mujer
son reflejados en la mujer fatal: las dos Rebecas van minando la figura del
detective, Darman, hasta el punto de producir la confusión del protagonista y
de oscurecer su habilidad observadora en las últimas páginas de la
novela", expresa Chung-Ying Yang, catedrático en la Universidad Nacional
Chengchi de Taipei. En este caso, la mujer es “la imagen amenazadora de lo
ilegible, lo imprevisible y lo inalcanzable (…) la antítesis de lo maternal, de
lo productivo”, agrega.
De Beauvoir asevera en su libro El Segundo Sexo algo similar a lo establecido por el
académico taiwanés: “(…) el hombre siente hostilidad hacia la mujer porque le
teme, siente temor de su imagen con la que él mismo se identifica”. Percibe su
caída bajo el influjo pernicioso de la mujer que lo arrastra. Es en gran
sentido una caída al estilo adámico. “Todos los
Padres de la Iglesia insisten en la idea de que ella [Eva] condujo a Adán al pecado”, agrega la intelectual gala.
Al
escudriñar, encontramos en Beltenebros
argumentos suficientes para demostrar que la mujer no sólo representa esa
“otredad” que complementa al hombre, "sacada de la costilla de Adán",
sino también es ese objeto sexual que despierta pasión animal en él. Es un
elemento más de la Naturaleza que estimula y satisface los apetitos masculinos.
“Las miradas y las manos y las respiraciones de los hombres habían gastado su
piel [la de Rebeca Osorio hija] pulimentando su blancura y volviendo todo su
cuerpo tan dúctil como una seda muy usada (…)”, leemos en el texto de Muñoz
Molina.
Por
otro lado, la descripción de Rebeca Osorio (hija) se desliza a través de
ciertas características que implican debilidad y, por consiguiente, traslucen
la histórica inferioridad atribuida a la mujer con respecto al hombre,
a pesar del ambivalente poder nocivo que sustenta como 'femme
fatale': “Había en ella una obediencia sonámbula a los designios de
otros”, expresa Darmar. Luego la identifica por “la infinita y cálida pasividad
de sus muslos".
Darman
es una especie de antihéroe de la literatura posmoderna; reconoce sus errores e
intenta rectificarlos, no se rinde en su afán de encontrar la usualmente paradójica, cuestionable e inaccesible verdad. El doctor valenciano Pasqual Mas, autor de numerosos
estudios y ediciones críticas, expresa: “Casi la totalidad de la literatura de
Muñoz Molina sigue un proyecto ético. Los héroes de sus novelas actúan movidos
por la necesidad de rectificar conductas a situaciones marcadas por el mal”.
Valdivia,
el supuesto Beltenebros de nuestra historia, se desliza entre la oscuridad de los balcones
de un centro nocturno y la de un cine clausurado. Sus ocultas ocupaciones y un
defecto en un ojo lo constriñen a
resguardase de la mirada ajena.
En el desenlace, Rebeca Osorio (hija) consigue vengarse. Ciega a Valdivia con la luz de una linterna, precipitándolo a la planta baja del cine en ruinas, en su desesperación por huir de ella. “Arriba, en las últimas gradas, más alta que nosotros, la muchacha pálida y desnuda mantenía inmóvil la linterna y su círculo de incandescencia trazaba una fría y blanca línea de luz que iba a romperse en la cara de Valdivia, y siguió persiguiéndolo cuando cayó hacia atrás empujado por ella”, leemos en el texto.
En el desenlace, Rebeca Osorio (hija) consigue vengarse. Ciega a Valdivia con la luz de una linterna, precipitándolo a la planta baja del cine en ruinas, en su desesperación por huir de ella. “Arriba, en las últimas gradas, más alta que nosotros, la muchacha pálida y desnuda mantenía inmóvil la linterna y su círculo de incandescencia trazaba una fría y blanca línea de luz que iba a romperse en la cara de Valdivia, y siguió persiguiéndolo cuando cayó hacia atrás empujado por ella”, leemos en el texto.
Muñoz
Molina rompe esquemas tradicionales con este final, al igual que lo hace con el
resto de la obra. Darmar no es quien mata al villano ni rescata a la heroína.
Ella se salva por sí sola. Si bien, la catarsis se consuma en la
transformación interior de Darmar, como manifestación de una honda implicación
alegórica, que bien puede encaminarnos a múltiples interpretaciones, timbradas
por la ambigüedad posmoderna que prevalece en una narrativas de esta índole.
La novela –que toma el título del sobrenombre del célebre Amadís de Gaula cuando pierde la razón y es forzado a vivir en una cueva– emplaza a la mujer en un ambiente de erotismo y violencia, de fluctuantes relaciones de género: poder de seducción y manipulación, exhibicionismo y voyerismo, así como rechazo y desvelamiento dentro de una atmósfera matizada por el palpitar contradictorio, complejo, desestabilizador y constituidor del ideario político e ideológico y la identidad en el proceso evolutivo del protagonista y los mensajes implícitos en la trama.
La novela –que toma el título del sobrenombre del célebre Amadís de Gaula cuando pierde la razón y es forzado a vivir en una cueva– emplaza a la mujer en un ambiente de erotismo y violencia, de fluctuantes relaciones de género: poder de seducción y manipulación, exhibicionismo y voyerismo, así como rechazo y desvelamiento dentro de una atmósfera matizada por el palpitar contradictorio, complejo, desestabilizador y constituidor del ideario político e ideológico y la identidad en el proceso evolutivo del protagonista y los mensajes implícitos en la trama.
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