De izq. a der.: Dora Arreola (narradora y directora de la obra); los
integrantes del coro: Pedro Cartaya, Danielle Simms, Lymaris Pabellón y Tianna
Person
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Por Leonardo Venta
"Algunos personajes son
sacados de canciones, otros son sencillamente manifestaciones de la vida más
común de la sociedad cubana, pero
como instalándonos dentro de un
marco trágico, en busca de una respuesta a una pregunta que siempre me he
hecho: ¿qué dimensión tenemos, como hombres, como
gente que habita en este lugar
del planeta?".
José Triana
El pasado 16 de noviembre, una de
las salas teatrales de la Universidad del Sur de la Florida (USF, por sus
siglas en inglés) se transformó en el paladar ideal –expresándonos en
sentido metafóricamente cubano– para degustar la lectura dramatizada de
"Medea en el espejo"(1960), obra del dramaturgo camagüeyano José Triana.
En el pequeño e
íntimo espacio universitario tuvo lugar una exitosa colaboración de dos
proyectos: el de dar a conocer dramaturgos hispanos que viene desarrollando la
profesora Madeline Cámara en sus clases pertenecientes al Departamento de
Lenguas Extranjeras de USF, con el elevado propósito de afianzar y diseminar la lengua
y la cultura hispanas; y el de fomentar teatro en español en ese alto centro docente, promovido por la
profesora Dora Arreola, de la Escuela de Teatro y Danza. Trabajaron para esto dos estudiantes de Arreola, Pablo Alameda
y Kidany Camilo Nieves, junto a un grupo de alumnos de las clases de Cultura
Cubana e Introducción a los Estudios Literarios Hispánicos, de Cámara. Del
compromiso de todos con el teatro surge
la puesta que comentamos.
"Medea en el espejo", obra
medular de la dramaturgia cubana, al mismo tiempo que divierte desenmascara la
marginalidad social, desde la naturalidad de once personajes que articulan el
lenguaje popular y afrontan el reto de hacernos reflexionar –en tres actos– sobre
qué es lo que se esconde detrás de la formularia bullanguera sonrisa de un solar
habanero, encauzados por la directora Dora Arreola, en su novedosa función
narrativa, cuando introduce a los personajes y describe las acciones que no pueden
representarse en una lectura dramatizada.
La iluminación tenue –que cataliza
la enriquecedora osmosis teatro realidad– imparte magia a todos los elementos escénicos
que viabilizan la trama, la cual respeta la unidad de lugar, tiempo y acción, que
gira en torno al conflicto de la mulata cubana María –personaje hábilmente
interpretado por Andrea Martín–, la cual envenena a Perico Piedra Fina, dueño
del solar –excelentemente encarnado por Pablo Alameda–, a su hija Esperancita y
a sus propios hijos con un propósito considerado purificador en algunas de las
varias interpretaciones que puede tener la obra.
Andrea Martín, en el centro, interpreta a María; Priscilla Foster caracteriza a Erundina; Kidany Camilo Nieves encarna el personaje de Julián |
La obra es una
especie de tragedia mixta –tragicomedia– que emplea elementos de la farsa para
develar cotidianidad, sincretismo multirracial y pluriétnico; lanza acertados guiños
de otredad y denuncia el racismo y el sexismo; al mismo tiempo, delinea pinceladas
de hechicería, superstición, rituales y amor enfermizo. En tanto, el chisme,
como recurso asociado a la falta de privacidad en la vida solariega, determinará
en parte que María tome conciencia de su destino.
En cuanto al lenguaje, Triana recrea
con maestría el argot popular, como parte del palpitar de la clase desposeída y
la compleja ambigua universalidad de una problemática existencial abordada desde
una colorida y no por eso menos conmovedora perspectiva cubana. Dentro de esta
refrescante cubanía, el autor agrega, a los ya conocidos personajes clásicos, al
doctor Mandinga –Kory Love– y Madame Pitonisa –Francesca D'Ambrosi–,
catalizadores para que la Medea antillana pueda experimentar una genuina anagnórisis a
través de los ritos religiones afrocubanos.
El trabajo del coro, magistralmente
delineado por Triana y hábilmente montado por Arreola, en contraste con el
clásico griego en su función activa en el desarrollo y desenlace del conflicto
dramático, es a mi juicio el componente más original y relevante de la obra. De
esa manera, "Medea en el espejo" funde elementos del folklore cubano,
insertando arquetipos de cubanidad que conforman el coro, como el vendedor de
periódicos y billetes –interpretado por Tianna Person, quien desperezó
saludables y espontáneas carcajadas en la audiencia–, un bongosero –Lymaris Pabellón–, la Mujer de
Antonio –Danielle Simms, personaje tomado de un popular son cubano–, un
barbero –Pedro Cartaya, cuya modulación cálida y diáfana de la voz, el
impecable criollismo de su vestuario, así como su vivaz entonación y desenfadado
lenguaje corporal rebosaron la alegría consustancial al
natural de la Mayor de las Antillas"–.
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