sábado, 14 de enero de 2017

“Un hermano que llevarse a la boca”

El martes, 29 de noviembre de 2016, a las 10:22 p.m., falleció a punto de cumplir los 87 años Vicente Raúl García Huerta, creador de “Retrato de José Martí”, óleo sobre lienzo a tamaño real, donado al Centro Histórico Cultural Cubano de Tampa, el 19 de mayo de 1991
Por Leonardo Venta

Este empeño de escribirte, aunque ya no puedas leerme, me ha tomado exhausto, en una larga jornada de inservibles solventadas palabras y el desdén cotidiano que me lacera a deshora, como es costumbre en mí, cuando son cada día menos los amigos y la bondad se prostituye en largo metálico bostezo.
            Bordea la una de la madrugada. Ya son las tres. Llevo tres horas escribiéndote, hablándote, con mi rosario de recuerdos. Esta es una de las pocas ocasiones en que me conozco, me reconozco, me reflejo, me proyecto, es decir, advierto y admito, hago uso de la palabra en función de las emociones, violentando todo tipo de condicionamiento y ese asiduo temor a tener que hacerlo bien, porque necesito la aceptación vilipendiada.
            Este es el conjuro, amigo padre, al menos el mío, tú ya no puedes escucharme, o quizá me escuches como personaje fantástico de Borges o Bioy Casares, o santo católico, ¿en mayúscula o minúscula?, pernotando en ese infinito para el cual no encuentro un apropiado nombre.
            Necesito componerte un dístico elegíaco –me pierdo, divago, sin perfilar las ideas, sin consultar el diccionario, sin hurgar sinónimos, sin correcciones, sin signos de puntuación–,  tamizar pausas –porque necesito hablarte, amigo, esta madrugada del 13 de enero de 2017, aunque no puedas oírme–, gritarte, a ver si despiertas con esa sonrisa erguida que te robó la tristeza de haber perdido a la buena Carmen.
            Te me acerco sin glotonear  –aunque la palabra no me suene bien– ese nocivo ego que no es otra cosa que la miseria de no tener “un hermano que llevarse a la boca”. La imagen es tuya. La he arropado entre comillas, quizá para contrariar a Góngora. No quiero quepan dudas de que te pertenece, aunque me la haya apropiado. Me la leíste en mi antigua casa de madera, que no era mía, alumbrada con cirios (sabes que no me gusta llamarlos velas). Perdona, vuelvo a divagar…me ilustraste la imagen del hermano ausente con buen brochazo de pintor poeta… y ahora, con ballagiano desamparado transpolado acento, sin correcciones, te susurro: “déjamela, cuando esté solo yo la diré en voz baja suavizada de llanto”. 

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